Varita de Virtud
Ruinoso caserón que te desmoronas
solo y abandonado...
... Qué sencillas mentiras han poblado
tu adusta soledad,
por el mandato mágico
de la varita de mi voluntad.
Qué escenas de intimidad ha presenciado
tu ambiente hosco
y qué de efusiones han vivido
porque así lo ha querido,
dentro de tu ámbito que desconozco.
Canarios, y sol, y macetas;
la falda clara de una mujer;
a veces la voz de un piano;
a veces la voz de un sueño;
de alguna máquina de coser.
Y rojos por tan pulcros los ladrillos;
y del "hilo del 60" los visillos;
y jaspes de un triple olor,
a cántara húmeda, a claveles dobles,
y a madreselva en flor.
Ilustrando las llanas de tu calma,
cada mujer te dio su alma,
y su fisonomía
(la eterna Marta, la eterna María).
Las unas dialogando con la luna; las otras, afanándose
como hormigas domésticas del día.
Ruinoso caserón,
de cuyo recinto son
únicas dueñas de verdad, las aves.
Añeja es tu experiencia; mas no sabes
que en el silencio de tu ruina hermética
el corazón se me quedó escondido,
cual muchacho escapado de la escuela
que busca en la aritmética
un olvido.