Es el Aire

Es el aire el mejor barrendero de esta calle.
Como la limitan tapias,
y como no hay en ella una vivienda
que le lleve doméstica la ofrenda
hacendosa de una escoba.
Pero llegan los vientos de cuaresma
y empujan al suburbio y a la vía
su espuerta de hojas secas
y su papelería;
y entonces su empedrado se adivina
bajo una capa de arena fina.
Que es el aire, sumiso en su detalle,
el mejor barrendero de la calle.

Quién sabe qué me dice esta calleja
de un algo vago, de algo que se queja
y que me aporta una dolencia vieja.
De la vida los cotidianos sones
me amortiguan sus altos paredones,
y en su triste silencio solitario,
más claro oigo mi interno campanario.

Paredones corroídos que me merman
distancias y ruidos
dejándome en visiones fragmentarias
vértices de cipreses,
verdes todos los meses,
de una iglesia carmelita
la cúpula que somera,
disminuida reverbera
ladrillos de Talavera,
o el balcón siempre cerrado
de un solar nunca alquilado...

Qué veces en su soledad discreta
por las noches cejijuntas he sentido
que se aumenta
la lenta melancolía
de una corneta de infantería
que repite la retreta;
o en contrastes de expresión
reglamentación y tangente a los andenes
por rumbos de la "Estación",
el ulular de la llegada de los trenes.

 

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