Hoy quiero repetirlo,
y ya nopuedo.
No puedo repetirme
aquel tan quedo
rumor de la llovizna sobre el huerto.
Qué desierto
aquel patio abandonado.
Qué secas, en sus tiestos las peonías.
¡Yo no sé lo que tienen estas cosas
que se parecen a las cosas mías!
Y
un cuádruple rumor:
cantaba
un grillo;
de un árbol, en las cúspides entecas
picoteaba un menudo pajarillo
desprendiendo una lluvia de hojas secas;
la llovizna rezaba su estribillo;
y
lontana,
cual
música de ensueño,
una
orquesta profana
desmadejaba su profunda pena
en las neurosis de algún vals de Viena.
Emanaciones de un
perfume doble
que las penumbras del recinto llena,
y que trascienden tanto a incienso y roble
como a salvias que guarda una alacena.
Desolaciones que
en silencio cubre
de un fino polvo la ceniza austera.
Era
la primavera
y aquello ampliaba una visión de octubre.
Pasillos
penumbrosos,
huérfanas
honacinas,
resecas por sin riego las toronjas.
Casa de aquellas
monjas
que fueron mis vecinas.