Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

Contrabando y traición: estética de la identidad arquitectónica chicana

por: Sergio Cuéllar Sánchez

La puerta negra.

Durante mucho tiempo la frontera no tuvo puertas, no eran imponentes ni infranqueables, como tal no había lo que contuviera una especialidad ni un territorio que se entendiera como tal. “Líneas en la tierra” es la única forma en cómo se puede describir la frontera México americana antes de los años sesenta. Seguía la vida como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, el estudio de esta interacción de territorios que eran ajenos pero que su división no se transfería a barreras físicas o conceptuales convertían al estudio de este fenómeno en un tema insignificante e inmeritorio.

La frontera tiene siempre dos puntos de vista, la división siempre da dos caras, pero hasta este momento tal como se percibía la frontera las dos caras eran una. Solo hasta ahora se toma como un asunto de alto rigor intelectual, una complejidad que aborda el folclore ambivalente en la transformación dinámica de la realidad significativa que abarca a los mexicanos que se establecen en el lado de la moneda que no les corresponde.

Hay una ambigüedad inherente al mexicano y hay una ambigüedad aún mayor en los sujetos migrantes y en las expresiones que crean en su nuevo desahogar, puesto que el trauma que supone el abandono de lo familiar caracteriza su dolor y su cicatriz, este fenómeno posmoderno e intercultural sólo puede ser abordado desde la hibridación cultural, haciendo hincapié en las “zonas de contacto”(1) que caracterizan una y otra, no como contraposición de una guerra cultural imaginaria sino como eslabones identitarios que se conectan y componen una realidad compleja, popular y convergente que abre una ventana a las formas mixtas de la representación que se niega a ser subyugada. A final de cuenta esto es conflicto, pero también conciliación, las fronteras se pueden ver como un “in-between spaces trought which the meanings of cultural and political authority are negotiated”(2) La identidad de las personas que traspasan y penetran en la zona fronteriza México-Estados Unidos no son una simple amalgamación, sino que poéticamente crean expresiones únicas y nuevas.

Con el paso de los años se vio reflejado como esta desterritorialización dejaba de ser para conformarse en la dicotomía, dejó de ser un no man’s land para apropiarse de las divisiones imaginarias transformándolas en reales y en arquitectura encontrada. El territorio retornó sólo como herramienta de marginación y discriminación.

El migrante no “está”, juega en los márgenes de la ilegalidad viviendo a salto de mata ante la opresión sistemática de una tierra que desea su desaparición, cual invasor espurio, pero el deseo que impulsa a inhabitar esa tierra solo es el deseo de sobrevivir. Esta forma de “no estar” se genera en la fantasía de persecución que sustrae su corporalidad. ¿cómo se está y no se está? El chicano es la del que ya puede “estar”, pero el trauma de la contingencia sólo le permite estar parcialmente puesto que su corazón no pertenece por completo a esa tierra. Hereda la angustia de los que le precedieron y es un ser en angustia.

Solo aquellos existentes que habitaban lo inhabitable de estos desterritorios manifestaban juicios con autoridad sobre la naturaleza indómita de este lugar, de la arquitectura que los mantenía ahí, del significado y la estética manifiesta que les permite el anclaje emocional. Parece paradójico que habitar lo inhabitable, pero esto parece solo una expresión más de la paradoja del mexicano, que “se manifiesta como interrogación: ¿qué somos y cómo realizaremos eso que somos? (3). El pachuco, como lo abordaba paz se encuentra no en la indefinición pues este es una analogía de la interrogante, es en los chicanos, migrantes de segunda generación, que la analogía identitaria se consolida como una necesidad y no como una opción.

El ser en un lugar donde no es y el estar en un lugar donde no debe estar necesita, de alguna manera, significar su existencia, necesita contrabandear la memoria de aquello que piensa que es suyo, que le precedieron y que mediante la tradición y el rito le permite hacer las paces con sus dioses, transforma la expresión estética en un vehículo de búsqueda significativa, que aun en la indeterminación de lo pasado y lo presente, forma una expresión particular que bebe de ambas fuentes.

Es un campo de batalla y de zozobra, donde la esperanza y la tragedia se encuentran, la prosperidad y el hambre, la supremacía y la inferioridad. Donde el indio y el chicano se confunden en espejos rotos que fragmentan su identidad y su memoria, donde los conflictos entre ambos operan en su imaginario reverberando ambas culturas. Es la indeterminación de seres que ya eran borrosos e indeterminados, se observa que las influencia de “los dos países ni se unen ni se separan, se rebasan simplemente” (4)

De paisano a paisano

La frontera se ha interpretado desde muchas y variadas perspectivas, en especial cuando estas refieren a la identidad y a las intenciones productivas de la arquitectura o la espacialidad. Algunos las romantizan como un crisol integrador de pasiones y saberes, que desde una visión utópica obvian las condicionantes de dominio que se dan. Otros las ven con los lentes de una violencia que se compone como una absoluta aberración. Algunos la observan y ven las condicionantes que esta propone para los sujetos que la transitan, otros prefieren obviar su existencia y pretender que es un fenómeno inmanente que solo “es” ignorando el fenómeno, otros lo maldicen con la facilidad que se maldice lo que no se entiende ni pretende entender, pero es casi imposible no encontrar opiniones fuertes sobre el tema. Lo indudables es que configura una red de relaciones complejas. Hay simbiosis y revoltura.

Es necesario entonces, aclarar ¿De dónde viene y a dónde va? Atraviesa como golpe de puñal la soledad profunda de no ser y de no estar “desea fundirse a la vida norteamericana. Todo en él es impulso que se niega a sí mismo, nudo de contradicciones, enigma.” (5) La identidad del mexicano que migra es la de aquel que desde su origen responde a dos origines distanciados, que con el tránsito a lo indómito volverá a ese encuentro primario con la contradicción, son dos partes de dos, sirviendo a dos amos, subyugado ante el peso de la contradicción que en él alberga. El mestizaje es su yugo y su condena, así como el contacto entre el cielo y la tierra. Los vocablos que se usan para distinguir su forma de habitar son los que condicionan su ser en conflicto pero que, así como lo modifican lo enriquecen. Es el desequilibrio que lo incita a vivir por el ahora, pero a tratar de permanecer para el mañana, sin ser para la vida ni para la muerte, es análogo a su propio origen siendo en sí mismo una prodigiosa indeterminación.

Para estudiar el mestizaje hay que usar una analogía más dialéctica, porque el mestizaje incluye conflicto, lucha, contradicción, búsqueda de síntesis. Ese mestizaje analógico tiene que ser más dialéctico. Puede echarse mano de la analéctica, ya mencionada, la cual es una dialectización de la analogía (además de una analogizaci6n de la dialéctica). Ella recoge el conflicto, la contradicción y la pugna que se da en el crisol (cultural y étnico) del mestizaje. (6)

Hay espacios que en vez de acogedores se categorizan como apapachadores o rascuachos, estas inflexiones lingüísticas que pueden parecer intrascendentes reflejan el fervor por una identidad que se niega a perecer. La arrolladora universalista de la modernidad termina siendo solo una ilusión cuando los afectos y sensibilidades son apapachadores.

Desde esta distinción lingüística, que logra comunión con el pasado, se hace evidente la dualidad de la identidad, se intuye al no identificarse dentro de la universalidad restricta y univocista que impera en las esferas intelectuales. La búsqueda de lo que se piensa que es propio no es solo una búsqueda cultural o identitaria como capricho absurdo, sino que, ésta supone la búsqueda de la razón ontológica para un pueblo que ha sido, por partes iguales, dotado y despojado. La identidad no consiste en una definición a ultranza, que no sería más que una performática vacía y equivocada. Es una exploración, un camino donde no importa el camino andado sino el andar.

“El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre” (7). El lenguaje cambia y la forma de la casa también. Para una sociedad que fue despojada de su lenguaje y al mismo tiempo fue dotada con otro, esta distintiva del hogar es una parte confusa. La forma de estar se entiende como una superposición de capas, de intrincados caminos de comprensión de seres que ya eran complejos por derecho propio, no se habita ni como fue ni como será, sino entre estas dos porciones que invocan al presente.

Este pensamiento de la analogía se dio ya desde los orígenes prehispánicos, con nociones como el "entre" y el '‘junto", que indican la mediación; pero, sobre todo, en el descubrimiento y la conquista, donde personajes como Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún junto con otros, utilizaron la analogía para comprender la otra cultura, la indígena, y para darse a entender con ella. (8)

No fue un cierre sino un eslabón más en el proceso, no fue un final sellado con pólvora y sangre sino una herida que cicatrizó como recordatorio del pretérito transitado. Esta forma de ser en el lugar incluso se materializó en las formas constructivas prehispánicas y trascendió al cierre de esta época, como una capa más. Los basamentos piramidales como los del templo mayor, en su corazón albergan los vestigios de tiempos pasados, de momentos complejos que no son solo desechados, sino que se resignifican, constituyen un lazo con el ahora, tal como las capas que definen la identidad dinámica de los que han sido subyugados.

La dualidad de la identidad funciona como principio de lectura de la realidad, como base de una analítica contrahegemónica posible solo para aquellos que han habitado la noche, que mueren en ella. Las herramientas dialécticas que ahí nacen son las que pueden ser propias.

La herramienta de la analogía como algo inherente a la modernidad mexicana no lo es solo porque de ese lugar dimana. Si bien surgió este contexto, eso no basta, es la intención que alberga. Es la búsqueda para dejar de ser periférica a un centrismo occidental que ha marginado a la región de legitimidad hacia las más profundas cuestiones. Según Beuchot dos son las partes que están involucrada en esta herramienta y por tanto sirven como puente para entender esta dualidad de identidad: “la atención a la historia y la atención a los problemas más acuciantes del momento presente, con la intención de ofrecer una respuesta para ellos” (9), siendo incluso una respuesta que busca la autonomía intelectual en la identidad, en lo propio, contraponiéndose a un neoliberalismo absolutista y globalizador.

Para aquellos que no nacieron en la noche eterna de la tierra indómita, la analogía es supervivencia, es la forma de ser y de estar, de contrabandear su identidad e integrarla al ethos cultural que clama por su fuerza de trabajo, pero niega su cuerpo y su cultura. Los cuerpos son abyectos y desmembrados. Se alude a una fantasía de órganos sin cuerpos, normativas que alienen a la fuerza de trabajo y exclaman que no debieron de ser ni de estar, pero son y están.

Cuando no hay esta búsqueda de autonomía, como no la hay para los sujetos migrantes, las ideas que configuran el diseño arquitectónico y la arquitectura, por consiguiente, se han visto reducidas al deseo afanoso de ser consumidas, la idea se resume a acción y la acción se minimiza a consumo, prácticamente no hay arquitectos chicanos, o que se identifiquen como tales, hay una suerte de blanqueamiento cultural que niega las formas constructivas, haciendo que junto a las leyes estrictas respecto a las tipologías hegemónicas, la casa y la producción con un enfoque intercultural, sean inviables más que como caricaturización abstracta. Es en la arquitectura efímera y emergente que se puede encontrar una respuesta estilística que responda a la dualidad cultural. El lenguaje que presumiblemente surgiría de la dualidad latinoamericana se ve abocado al deseo de ser deseado, haciendo que la producción arquitectónica trascendental sea indistinguible entre lo que es para los chicanos y lo que es para cualquier americano, en esa aspiración inconclusa de sujeto colonizador reside el deseo de pertenecer y desdeñar una parte de lo que se es.

El carnaval y la comedia son las formas expresivas que permiten conectar con el pasado, aunque en la celebración siempre se oculta la profunda melancolía de la tragedia que los trajo aquí, parece curioso cómo no se replican las tipologías de sus hogares, pero si se replican los ritos que transforman la espacialidad en representaciones temporales y acotadas. Esta tragicomedia recuerda la muerte de su lugar de origen, pero la tragedia es para los vivos, para aquellos que la carne les será negada. El mexicano y la latinoamericanidad se niegan a este terror a la muerte, la tragedia al más puro ejemplo aristotélico se vuelve algo deleitante, no hay terror sino una relación de acción y retorno. El horizonte absoluto que puede significar el perecer no les es propio.

Las actitudes que podrían parecer irracionales, entendiendo la racionalidad como una suerte de esperanza trascendental, están presentes en el comportamiento general, cuando todos los días se nace y se muere, se vive por y para el momento. La cosmogonía responde a una fracción de la realidad muy alejada de la occidentalidad normativa.

La idea de un regreso a la tierra-madre fue completada por una idea ulterior: la de reintegración del hombre en el cosmos entero, una restituido ab integro de las facultades psíquicas y de los órganos en el antropocosmos original […] La creencia según la cual los muertos habitan bajo la tierra hasta el momento en que regresan de nuevo a la luz del día, a una nueva existencia, explica la identificación del reino de los muertos con el lugar de donde vienen los niños; los mexicanos, por ejemplo, creen que su origen es en un lugar llamado Chicomoztoc. (10)

La analogía que describe los intersticios entre la vida y la muerte, se manifiestan en la vida y en la arquitectura, en especial en sus expresiones efímeras pero que transforman poéticamente el espacio, como los carnavales o las ofrendas de días de muertos, la potencia significativa toma completa potencia cuando éstas enfocan su sentido a una apología a la vida o la muerte.

Así, en la arquitectura como en el texto, la poesía sirve para derribar las concepciones univocistas que definen la disciplina “[…]el propio Paz es uno de estos cultivadores de la analogía, ya que pone a ésta como el núcleo y el alma de la poesía. Más, aunque él la trata en el ámbito poético, fue estudiada en otros ámbitos.” (11) La poética es un vehículo analógico que traspasa desde la sensibilidad, redefine la espacialidad, en especial a partir de estas sensibilidades tan propias del aura latina, que estivan entre el ser y el no ser. Entre lo habitable y lo inhabitable o aquello que solo se habita en espíritu.

 

La jaula de Oro

En un sistema que expulsa los cuerpos y las sensibilidades nacientes de la migración mexicana, el refugio obvio son las expresiones cuya contingencia se planeada, este espíritu nomádico responde a la misma necesidad que orilló en un principio a alejarse de la tierra natal. Hay una serie de expresiones caóticas y coloridas, que no tienen una aparente razón compositiva pero que en la mezcla ecléctica estilística revelan sus orígenes significativos al otro lado de la frontera. Se objetivan en lo que se conoce como “estética rascuache”. Esta expresión nace desde abajo, desde la precariedad y la memoria distorsionada de los migrantes hispanos, especialmente mexicanos. Los lenguajes simbólicos se conjugan para hacer un código de referentes comunes que funcionan como paradojas del orden dominante dentro de los Estados Unidos haciendo explícito su biculturalidad en espacios que estivan en los márgenes borrosos de la ilegalidad, como los grafitis y las ferias errantes.

Estas prácticas tratan de articularse a sí mismas dentro de una identidad autónoma que empuja por su propia legitimidad pública, creando un imaginario colectivo que es imposible plasmar en elementos con materialidades más duraderas, resignificando su propia caracterización pasajera y errabunda como mimética de los sujetos que las configuran.

La palabra “rascuache” es de origen náhuatl y es usada generalmente para referirse a las cosas que estéticamente refieren a un “mal gusto”, donde la cultura visual de los poseedores refleja la precariedad de manufactura, así como el ingenio para replicar dichos objetos de forma manual, haciendo referencia a santos o vírgenes o a las celebraciones populares de los poblados alejados, encontrando su espacio entre lo rural y lo citadino. Esta distintiva lleva una carga profundamente clasista ya que “uno nunca es el rascuache, el rascuache siempre es otro de menos estatus que es juzgado fuera de las demarcaciones aprobadas del gusto y el decoro”. (12)

Son precisamente las personas que expresan lo rascuache, aquellas que se han visto obligadas a migrar y que, en ese sentido, han resignificado la discriminación como un vocablo identitario que los dota de “ser” en el espacio hostil. Este desafío a las reglas del gusto son a su vez un desafío a las reglas que no les permiten estar en el extranjero a pesar de que laboran y viven ahí. El rascuachismo no es solo una idea y una respuesta estilística, es la analogía a vivir que se transforma en actitud y gusto. Es identidad de la clase trabajadora desplazada.

Aunque se ha comparado continuamente con el “camp” o el “kitsch”, estos beben de dos raíces completamente diferentes. El camp trataba de librarse de la norma dominante académica.

[…] hay una suerte de lógica del gusto: la sólida sensibilidad que subyace a un determinado gusto y lo hace surgir. La sensibilidad es casi, aunque no absolutamente, inefable. Toda sensibilidad que pueda ser ajustada en el molde de un sistema, o manipulada con los toscos instrumentos de la prueba; ha dejado de ser una sensibilidad. Ha cristalizado en una idea... (13)

El camp es un movimiento emancipatorio estético, que trata de romper las normas impuestas por la división moral de la legitimidad “lo camp es una cierta manera del. esteticismo. Es una manera de mirar al mundo como fenómeno estético. Esta manera, la manera camp, no se establece en términos de belleza, sino de grado de artificio, de estilización.” (14)

Pero el rascuache no es solo un movimiento estético, es un movimiento vital y emancipatorio de la muerte obligada, es estar abajo pero no fuera, esta significación hace del estar su resistencia, su lucha por seguir vivos” respondiendo a una relación directa con el nivel material de existencia es lo que caracteriza al rascuache como una actitud de supervivencia e inventiva” (15). Es estar “fregado, pero no jodido”.

El rascuache se manifiesta en la celebración a seguir vivo, en la fiesta, se olvida que en tierra ajena se vive sabiendo que él ahora es lo único que hay. “En el alarido de la noche de fiesta nuestra voz estalla en luces y vida y muerte se confunden; su vitalidad se petrifica en una sonrisa: niega la vejez y la muerte, pero inmoviliza la vida.” (16) La calavera no llora, la máscara cae y la fiesta empieza. Las calles se inundan de bombillas, los papeles y ornamentos cuelgan de cordeles de lado a lado. El lugar donde se deja la imposta y se empieza a vivir los contrastes y la tragedia, es donde el yo sale de su soledad para ser en lo común.

En la fiesta pública, en el carnaval y la tradición permite que el noble y el villano convivan. Con espera se lleva el martirio y con buena cara se revela el gozo, es en la honestidad del hacer para todos cuando se olvida que el cada uno es cada cual y la gente, la carne, la sociedad y los lugares pasan a ser para todos. Que la resaca no deje que el bien y el mal despierten, que el cambio se dé desde el placer de saber que él ahora es lo único que se tiene, como un recordatorio espectral de que la muerte siempre está presente, que vivir por él ahora es vivir.

Pero hay un signo en el horizonte que nos da confianza en el porvenir de México: sus hombres tienen ya conciencia del vacío que llevan en su ser y ha despertado la voluntad de llenarlo, formando la personalidad que falta. (17)

Solo haciendo se pueden cambiar, en la reflexión y en el pensamiento. Se conocen lo terrible de modelos ajenos que excluyen y desconocen, nunca fue de su interés saberlo. No se pretendió conocer los placeres de los aromas, de los símbolos, de lo ambiguo y prudente de las experiencias placenteras del lugar de donde viene la fuerza de trabajo.

Es imperante para los que están allá el no olvidar, porque se puede confrontar buscando paz. Para encontrar la luz hay que pasar por la oscuridad, transitar la noche de los quinientos años. Buscan en la raíz, en la familia, en el pueblo, en la tierra. Aprenden a ver que no solo es uno sino son muchos más. En los mercados populares, en las plazas, en la tierra de los olvidados.

Esta tierra que es ajena incita a escapar eternamente, o por lo menos a que el corazón lo haga. Solo queda cometer la fuga de una realidad donde la vida es una tragedia eterna. Aunque la fuga se haya hecho para obtener mejores condiciones de vida se sigue preso. Los medios económicos para mantenerse y mejorar las posibilidades que se tenían en la tierra natal generalmente se obtienen, se vive una mejor vida, pero los espacios solo configuran ciudades opresivas mantienen ahogados a los migrantes en el temor constante porque, aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión.

Podría parecer que se entiende la existencia como una condena, al cuerpo como prisión de carne, pero aquí no es así. El sol de sangre muere todos los días y renace en cuerpo y fuerza en cada amanecer.

La muerte no constituye una solución. No le debemos nada a Epicuro para pensar que es un remedio, pues el suplicio es cíclico, tan eterno como la fuga. Se huyó de lo terrible para sobrevivir, pero dicho terror aún se alberga en los corazones languidecientes y deseos de una identidad autónoma. Este pensamiento ha trascendido hasta los arquitectos no denominados, a los que transforman el espacio sin la esperanza que esto sea absoluto y permanente, haciendo que los individuos que presencien sus obras, como los mercados de las comunidades latinas ubicados en Broadway and 7th en el  Downtown Los Ángeles o los edificios con pastiches de motivos aztecas caricaturizados como los del Roybal Comprehensive Health Center edificado en 1979, crean una emoción abyecta a penetrar en el imaginario cultural mediante su tragedia. Es un retorno romántico a la búsqueda de lo que son.

[…]vivían la vida como tragedia, en quienes, la tragedia se daba no solo a nivel social y cultural, sino también a nivel de sus propias vidas personales. Sin embargo, aquí aparece otra vez lo que Paz señalaba con la ironía. A vivir la tragedia los ayudaba la analogía, que es el equilibrio difícil, el dramático equilibrio proporcional entre las fuerzas internas del ser humano. (18)

Y a pesar de todo no se abandona la tragedia, pues “Hay más tragedia en el equilibrio proporcional de la analogía que en el desplome del vencido que se derrumba en la nada y el caos” (19) se sigue retornando al trauma, al despojo. La agonía es la vivencia per durante que mantiene vivas las pasiones en los posible, la posibilidad de salir, la posibilidad de cambiar, la posibilidad de luchar un día más.

En las ofrendas se resignifica la muerte, en las fiestas donde cada uno deja de ser el cada cual, se resignifica la vida y el vivir en el presente, pero la agonía hace que se viva por el ahora.

Es más trágico en el sentido original griego, es decir, más agónico, en el sentido etimológico de "lucha" que le dará Unamuno: el vivir en el límite analógico, tratando de no caerse. Lo otro, la caída, la derrota, no es trágica, porque no conduce a nada. (20)

Está grabada en la identidad Mexico-estadounidense que se vierte y verifica en los espacios que habitan, esa lucha, ese dolor por la injusticia que no permite vivir sin miedo en la tierra natal ni en la ajena. La lucha es una explosión que funde los afectos y que claman por el derecho de poder vivir en paz.

 

Sergio Cuéllar Sánchez

Ciudad Universitaria, Ciudad de México, diciembre 2021.


Notas
(1) Saldívar, José David. Border Matters. Remapping American Cultural Studies. Berkeley: University of California Press, 1997. p. 9
(2) Bhabha, Homi K. Nation and narration. Londres: Routlege, 1990. p. 4
(3) Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica, 1992. p. 1.
(4) Ramos, Luis Arturo. Crónicas desde el país vecino. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1998
(5) Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica, 1992. p. 3.
(6) Puente, Mauricio Beuchot. La racionalidad analógica en la filosofía mexicana. México: Editorial Torres Asociados, 2012. p.123
(7) Heidegger, Martin. Cartas sobre el humanismo. Madrid: Alianza Editorial, 2000 p.1
(8) Beuchot Puente, Mauricio. Op. Cit. p. 86.
(9) Beuchot Puente, Mauricio. Op. Cit. p. 85.
(10) Estrada, Xochitl del Alba León. Entierros prehispánicos y prácticas funerarias. La muerte en Veracruz. Xalapa: Universidad Veracruzana, 2019. p. 19.
(11) Beuchot Puente, Mauricio. Op. Cit. p. 83.
(12) Ybarra-Frausto, Tomás. «Rasquachismo : a Chicano sensibility.» Chicano aesthetics : Rasquachismo (MARS, Movimiento Artiscico del Rio Salado), 1989: 5-8 p. 5.
(13) Sontag, Susan. «Notas sobre lo camp.» En Contra la interpretación y otros ensayos, de Susan Sontag, 303-321. Barcelona: Seix Barral, 1984 p. 304.
(14) Sontag, Susan. Op. Cit. p. 305.
(15) Ybarra-Frausto, Tomás. Op. Cit. p. 5.
(16) Paz, Octavio. Op. Cit. p. 22.
(17) Paz, Octavio. Op. Cit. p. 7.
(18) Beuchot Puente, Mauricio. Op. Cit. p. 86.
(19) Beuchot Puente, Mauricio. Op. Cit. p. 86.
(20) Beuchot Puente, Mauricio. Op. Cit. p. 86.

Bibliografía

Beuchot Puente, Mauricio. La racionalidad analógica en la filosofía mexicana. México: Editorial Torres Asociados, 2012.
Bhabha, Homi K. Nation and narration. Londres: Routlege, 1990.
Estrada, Xochitl del Alba León. Entierros prehispánicos y prácticas funerarias. La muerte en Veracruz. Xalapa: Universidad Veracruzana, 2019.
Heidegger, Martin. Cartas sobre el humanismo. Madrid: Alianza Editorial, 2000. Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica, 1992.
Ramos, Luis Arturo. Crónicas desde el país vecino. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1998.
Saldívar, José David. Border Matters. Remapping American Cultural Studies. Berkeley: University of California Press, 1997.
Sontag, Susan. «Notas sobre lo camp.» En Contra la interpretación y otros ensayos, de Susan Sontag, 303-321. Barcelona: Seix Barral, 1984.