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Introducción
Comprender a la Arquitectura como partícipe de las Humanidades nos implica incidir en su práctica y en su teoría, las Humanidades entendidas como un conjunto de disciplinas conforman un sistema del conocimiento humano, son un mosaico que nos brinda diversas pautas discernibles para revelarnos una mirada más cercana a las áreas que estudian al ser humano en vinculación con sus creaciones, producciones, expresiones y experiencias. Este sistema de disciplinas genera un conjunto de conexiones interdisciplinares mediante las cuales, descubrimos a las ciencias humanas y sociales implicadas en la elaboración de los fundamentos que detonan un hecho arquitectónico. Esto nos invita a descubrir un trasfondo que abre diversos campos de investigación, de los cuales podemos partir, para generar cuerpos de conocimiento e indagar en las diversas cuestiones que pueden plantearse si queremos traspasar la apariencia de las cosas para ir más allá del alcance de la razón y de la experiencia de cualquier práctica, porque al entrar en contacto con éstas, nos muestran un sistema de conocimiento que va hacia el universo de las cosas, su naturaleza, constitución interna y su origen.
Las Humanidades pueden ayudarnos a estudiar el sentido ontológico de la obra arquitectónica y nos guían en el análisis de sus características y de su realidad material o inmaterial, tangible o intangible; esto es, nos permiten investigar cómo se generan los cambios expresivos que constituyen a la obra y nos dan acceso a sus condiciones culturales y sociales enmarcadas en su tiempo, bajo las cuales emergen. Estudiar su causalidad y existencia física nos lleva en diversas ocasiones a preguntarnos ¿cuál es el estatus ontológico de los objetos arquitectónicos? ¿Cómo podemos pensar lo arquitectónico y describir su producto? Si su entendimiento está sometido a diversas categorías y se le califica como obra de arte o como objeto de representación cuyo carácter es formal. Cuando pensamos en lo que domina a su expresión y reflexionamos en cómo relacionamos a una obra con sus contenidos, con las condiciones formales del pasado y con la historia que de ésta emerge, podemos preguntarnos ¿cuáles son las huellas que nos dejan las obras construidas y habitadas? ¿Qué voluntades se unieron para detonarlas y bajo qué condiciones? Si nos fijamos en esta parte ontológica de la Arquitectura podremos contemplar y estudiar las circunstancias en las que se da o existe la obra y podremos examinar por qué existen y para qué.
Por otro lado, al vincular el enfoque epistemológico al estudio de las Humanidades, se puede comprender bajo qué ideas se conciben las obras arquitectónicas y cuáles son los constructos teóricos y filosóficos que les dan origen, concentrándose en todo aquello que motiva su concepción y su procedencia para descubrir los principios que las detonan, ya sean desde las Ciencias, las Artes y las Humanidades. La fundación de una obra parte de su esencia, de esta reflexión epistemológica que nos lleva a plantear diversas premisas que cimientan nuestra disciplina desde otras bases diferentes al utilitarismo, al consumismo exacerbado o al mercado del objeto desechable y nos arroja a la profundidad de la misma concepción de la Arquitectura.
El sentido humanístico de la Arquitectura nos encuentra con la teoría de los valores interculturales, bajo los que se concibe lo arquitectónico y nos enfrenta a esta dialéctica entre lo absoluto y lo relativo, lo objetivo y lo subjetivo, lo cognitivo y lo emotivo de nuestro hacer. Asimismo, nos lleva a cuestionar el sentido axiológico de la Arquitectura y saber en dónde se sostiene su formulación ante diversos contextos; y si hablamos de valores inscritos en nuestro hacer cotidiano y reflexionamos en lo que implica diseñar, concebir, idear, imaginar o pensar en la obra y en su forma, entonces se entiende que diseñamos no sólo para lucir la geometría del objeto y anunciar un sello protagónico de la firma que la genera, sino para profundizar en la manera en cómo pensamos lo arquitectónico y cómo podemos revelar los diversos enfoques desde los cuales lo definimos en relación al ser humano que habitará los objetos que producimos y que nombramos como "arquitectónicos".