Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

La tarea de los Arquitectos:
El proyecto de Arquitectura, entre imaginar y construir

Carlos Marcelo Herrera


Fotografía 1.
Capilla de las Capuchinas. Luis Barragán, Tlalpan.

Contenido

Introducción

El Perfil de una Disciplina Cambiante

Cuatro enfoques complementarios
Arquitectura como saber
Arquitectura como conjunto de prácticas
Arquitectura como producto de prácticas
Arquitectura como profesión
La Tarea de los Arquitectos

Una Secuencia de Acontecimientos


Un Lenguaje Propio

 

Introducción

El presente ensayo pretende indagar el campo en el cual se desarrolla el proyecto arquitectónico, entendiéndolo como intermediario entre una idea y su materialización, como una tarea dual situada entre la imaginación y la construcción del entorno habitable del hombre.

El Perfil de una Disciplina Cambiante


La mayoría de las historias de la Arquitectura que conocemos están planteadas desde un punto de vista: la describen como un sistema básicamente estable, fijo y constante; es decir, se limitan a la descripción más o menos ordenada de un corpus. Coincidimos con Marina Waisman en preguntarnos: "¿No ha cambiado, acaso, hasta tal extremo el objeto Arquitectura como para que le sea imposible reconocerse en su figura pasada, en la que aún no habían dado comienzo las transformaciones que lo llevarían al estado actual?" [1]. Así, cualquier intención de definir a la Arquitectura es partir de un supuesto equivocado: el de que "Arquitectura", "obra de Arquitectura", "edificio", son susceptibles de recibir una definición válida a través del tiempo. Esta concepción y modo histórico de hacer Arquitectura se han acumulado e integrado en un saber durante más de dos mil años, configurando paradigmas históricos y esquemas modélicos. La base para establecer el concepto de Arquitectura reside en la capacidad de comprenderla como "sucesivas instituciones culturales", definidas respecto de una realidad social e histórica en un espacio-tiempo perfectamente identificado.

Cuatro enfoques complementarios

Nos aproximaremos a varias concepciones de Arquitectura, siguiendo los pasos del arquitecto César Naselli [2], quien enfoca la disciplina desde cuatro posiciones integradas.

Arquitectura como saber

Es la noción académica, epistemológica y científica. Abarca el conjunto de fundamentos, hipótesis, teorías y pensamientos elaborados sobre la realidad física que construye el hombre, así como el saber sobre las prácticas que implica utilizar aquellos conocimientos para hacerlos realizables y conseguir las mejores condiciones de habitabilidad. Implica conocer las materias que conforman la Arquitectura y con las que trabaja el arquitecto.

Arquitectura como conjunto de prácticas

Son las actividades fundadas en el saber descrito que tienden a concretar los objetos arquitectónicos. Es el campo donde se comprende el proceso general de Diseño, formado por un conjunto de actividades articuladas:


1. Proceso de ideación: Implica una pulsión del diseñador consigo mismo y con el contexto de producción del que surgen las ideas generadoras del diseño y las formas básicas del objeto arquitectónico. Involucra la conversión de lo abstracto a expresiones simbólicas o analógicas, ya sean conceptos o imágenes.

2. Proceso de formalización: Consiste en la traducción de imágenes y conceptos a formas de apariencias y significados arquitectónicos. Formas que se expresan con lenguaje de diseño arquitectónico (recintos, envolventes, pisos, techos, muros, columnas, etc.).

3. Proceso de proyecto: Es territorio del oficio profesional el traducir esas ideas y formas a un lenguaje gráfico y técnico que permita construirlas en la realidad. Abarca los procedimientos técnicos, legales e institucionales, sociales, laborales y/o económicos para que puedan concretarse en su contexto de construcción. Comprende el conocimiento de técnicas e instrumentos de resolución de la proyectación y de su gestión.

4. Proceso de materialización: Es el más condicionado por el contexto técnico y económico de producción de los objetos arquitectónicos, y que puede alterar las otras actividades de la producción.

Arquitectura como producto de prácticas

Esta noción entiende a la Arquitectura como el grupo de objetos físicos construidos en el espacio-tiempo. Es la idea habitual y colectiva de "Arquitectura" que la vincula con los edificios y construcciones. Por su concreción espacio-temporal, la arquitectura es un hecho histórico integrado en la historia humana que expresa los valores excelsos de una cultura. Es el conjunto de modificaciones del entorno natural producidas por la práctica de un instinto ancestral humano: construir y habitar vinculados a la existencia.

Arquitectura como profesión

Esta idea se comprende como el ejercicio de las prácticas que concretan el conjunto de objetos arquitectónicos, ejercidas con un sentido de servicio y una finalidad ético-social. Éste ejercicio se desarrolla dentro de un marco de referencia definido por una ideología y una serie de principios que caracterizan la configuración y naturaleza de los objetos que se diseñan. Son las alternativas que ofrece el ejercicio profesional y las asimila a una práctica u oficio jerarquizado y especializado.

La Tarea de los Arquitectos

Comprenderemos que no siempre la profesión fue entendida con esas características y, haciendo una breve revisión de las tareas desempeñadas por los arquitectos durante la historia de la humanidad, resulta interesante descubrir bajo qué condiciones desarrollamos nuestra tarea principal (la de proyectistas), y entonces caer en la cuenta que nuestro campo de actuación profesional es cada vez más reducido y específico dentro de una sociedad dinámica. Un acercamiento para tipificar las tareas del arquitecto, comienza en el "architecttore", descrito por León Battista Alberti como aquel que "sabrá con regla y razón, cierta y maravillosa, imaginar con la mente y el espíritu y llevar a cabo en la práctica todas aquellas cosas que mediante el movimiento de pesos, unión y ensamble de cuerpos pueden, con gran dignidad, muy bien acomodarse al uso humano." [3]

Esta figura del arquitecto en el ámbito social renacentista responde a una reelaboración de las relaciones proyectuales. La profesión se convierte en una ars liberalis diferente a la ars maecanica: separa el trabajo manual del intelectual adquiriendo así autonomía propia. Podemos diferenciar dos modos de abordar el proyecto: como documento e historia de la formación de una imagen arquitectónica, o bien, como la organización de esa imagen según una serie de anotaciones (bocetos, anotaciones, gráficos, con los que se exploran y seleccionan los datos del problema) dirigidas a la comunicación del proyecto para su correcta ejecución. Debido a una marcada separación entre el proceso de diseño y el proceso de producción de un objeto, la previsión de todos los elementos debe ser cada vez más precisa, completa y coherente, anticipando racionalmente los resultados. En otras palabras, no debe albergar dudas en sus resultados; no obstante parece ser que "la duda se presenta como el territorio más adecuado para desarrollar el proyecto de arquitectura". Según Fernández Alba, el origen del término Arquitectura así lo expresa: arch es "comienzo, dirección, iniciativa", y tekton es "invención, configuración"; deberíamos entenderla como "itinerario de invenciones, conjunto de iniciativas figuradas, actividades creativas, arte de construir con solidez científica y con elegancia no caprichosa." [4].

Así, entenderemos que al arquitecto le es inherente la capacidad de anticipar formas y ámbitos espaciales, para después construirlos en la realidad adaptándolos a la vida del ser humano. Y puesto que la Arquitectura es constructiva por naturaleza, el trabajo del arquitecto se presenta como una dualidad entre imaginar y construir el ámbito de la morada del hombre. Dentro de esta labor, el arquitecto se comporta según dos formas de proceder complementarias: por un lado, se sitúa como filósofo tratando de reflejar estructuras lógicas (las proporciones mentales del espacio), empleando leyes de composición, de estética y del saber técnico en su intención de desarrollar una concepción espacial; por otro lado, regresa a su etimología más precisa, la de ser conocedor de la práctica en el arte de construir, y no sólo de las leyes que configuran la formalización heurística del proyecto. El hecho de construir el lugar como ambiente imaginario es factible; pero adaptarlo a la realidad implica ciertos límites. No obstante, este aparente absurdo, "construir la realidad desde lo imaginario", resulta ser la mejor síntesis del proyecto de arquitectura.

Una Secuencia de Acontecimientos


Un joven arquitecto le plantea un problema a Louis Kahn: "Sueño espacios llenos de maravilla, espacios que se forman y se desarrollan fluidamente, sin principio, sin fin, constituidos por un material blanco y oro, sin junturas. Cuando trazo en el papel la primera línea para capturar el sueño, el sueño se desvanece." [5] Nos acercamos así a la complejidad de una cuestión que involucra a las dimensiones inconmensurables y a las mensurables.

Y como todo pensamiento es difícilmente separable de su modo de expresión y de sus formulaciones, es inevitable hacer la misma conjetura en el ámbito del diseño. Al aproximarnos al término "diseño", vemos que existen tres interpretaciones posibles de la palabra inglesa design, a saber: "dibujo" como actividad gráfica; "proyecto" como dibujo que ilustra una idea; e "idea" en su sentido concreto.

Por otro lado, Jorge Sainz nos aclara que la concepción de diseño, del italiano Zuccari, consiste en la conjunción de dos componentes: "el diseño interno, es decir, la idea que el artista tiene en su mente y que trata de comunicar al mundo; y el diseño externo, el dibujo o representación gráfica, que es la forma concreta en la que se reflejan las ideas anteriores". [6] Así el término diseño abarca, de manera amplia y diversa, desde la tarea intelectual del arquitecto hasta la propia realización gráfica de la delineación. Identificamos dos conceptos complementarios y estrechamente vinculados, los conceptos de "idea" e "imagen". Por un lado, el término "idea" significa "representación de una cosa en la mente", es sinónimo de "concepción". "Idear" significa "imaginar, formar en la mente la idea de una cosa, pensar, proyectar, inventar". Por otro lado, "imagen" es "representación de una cosa", sinónimo de "idea, descripción, semejanza, símbolo o figura".

La diferencia fundamental entre idea e imagen reside en el lugar en donde se presentan: la "idea" se da en la mente, mientras que la "imagen" se presenta fuera de ella. En este marco intuimos que la elaboración del proyecto de arquitectura implica el desarrollo de un proceso creativo, que requiere de invención y de imaginación. Asimismo se entiende que el término proyectar significa: "arrojar hacia adelante, lanzar,", y también: "concebir, discurrir, elaborar, dar forma, idear, trazar." Coincidiendo con César Naselli, decimos que "el proceso es el desarrollo de los estadios de un fenómeno dinámico que tiene en su transcurso una transformación, mutación, variación del mismo o la aparición de otros fenómenos coexistentes".

Ese conjunto de acontecimientos, requiere de un método, un camino en el que se ordenen las actividades y economicen los esfuerzos invertidos, con la finalidad de organizar, delimitar y definir la forma y dimensiones de la totalidad espacial. Esa anticipación virtual en que consiste el proyecto arquitectónico se concreta en una serie de dibujos, gráficos, anotaciones, y conlleva una dificultad que reside en decidir y representar, mediante una abstracción gráfica, las propiedades de un espacio del que no se conocen su forma ni sus dimensiones. Podemos decir que los sistemas de representación empleados en esta labor están vinculados a la estructura del espacio euclidiano (tridimensional), y a su representación geométrica mediante proyecciones y secciones.

Estos sistemas presentan limitaciones importantes, siendo la central la que se enfrenta con la idea de modificación temporal y espacial, elemento característico de la experiencia arquitectónica, sumada a las múltiples dimensiones del espacio arquitectónico. Ante esta situación, afirmaremos junto con Gregotti que "el medio de representación no resulta jamás ni indiferente ni objetivo; más aún, jamás es medio pues indica y forma parte de la intención proyectual" [7], puesto que se trata del diálogo proyectual entablado con la materia arquitectónica y con la propia representación como materia. Agrega Gregotti que "el ejercicio del diseño, (el uso) del instrumento para representar el objeto, constituye la única relación corpórea que el arquitecto mantiene con la materia física que debe formar, es su última manualidad y él (nosotros) debe(mos) defenderla encarnizadamente".

Cabe cuestionarnos de qué manera podemos combinar coherente y contextualmente pensamiento, espacio arquitectónico y realidad; si podemos atribuirlo a las dificultades y limitaciones de los medios gráficos, o bien, es resultado de la incapacidad de los arquitectos de lograr la integración entre aquellos aspectos de la disciplina.

Un Lenguaje Propio

Las principales inspiraciones humanas han sido las de aprender, vivir, trabajar, encontrar, interrogar y expresar. Según Louis Kahn "el objetivo de la vida es expresar" y, puesto que el hombre vive para expresar, el arte se convierte en el único lenguaje humano, como el momento en que "la voluntad de ser, de expresar", se convierten en voluntad de hacer. Mientras que para Heidegger, "el hombre es el lenguaje y es el que dice", hemos de coincidir que la Arquitectura, en su papel de lenguaje de piedra, "habla y revela". Mientras que en un poema las palabras se reúnen de un modo ordenado para rimar y cuadrar en un número de sílabas, y gracias a su montaje hacer mucho más, los espacios construidos se inician con la composición sencilla de elementos físicos, que por su manera de vincularse comienzan a dar cuerpo a las dimensiones mágicas. Parafraseando a Rilke en "Cartas a un joven poeta": "Intenta decir, como si fueras el primer hombre, lo que ves, lo que vives, lo que amas y pierdes. Allí donde se presentan en gran número tradiciones seguras, el poeta (arquitecto) no puede realizar obra personal sino en plena madurez de su fuerza. Utiliza para expresarte las cosas que te rodean, las imágenes de tus sueños, los objetos de tus recuerdos". [8]

Pero el arquitecto no se vale de las palabras para imaginar sus obras, sino del proyecto conformado por planos o dibujos. En su tarea se vale de tres medios para manifestar y transmitir sus ideas: el lenguaje natural, el lenguaje gráfico y el lenguaje arquitectónico. Si definimos los grados de especificidad (de menor a mayor) de cada uno de estos lenguajes a partir de su vinculación con la arquitectura como totalidad, la disposición establecida sería la siguiente: el más acostumbrado es el lenguaje natural; el lenguaje gráfico se asimila como medio para construir una obra específica, adquiriendo además un valor en sí mismo; así, el lenguaje arquitectónico el más preciso de todos.

Es así que podemos coincidir en que el ámbito en que se sitúa el dibujo de arquitectura posee una posición intermedia entre el lenguaje natural y el lenguaje arquitectónico. Pero además de su condición de medio de comunicación, "la representación gráfica forma parte de los sistemas de signos que el hombre ha construido para retener, comprender y comunicar las observaciones que le son necesarias. Como lenguaje destinado a la vista, disfruta de las propiedades de ubicuidad de la percepción visual. Como sistema monosémico, constituye la parte racional del mundo de las imágenes" [9].

El lenguaje gráfico es monosémico, puesto que se conoce el significado de cada signo con anterioridad a la observación del conjunto de los signos. Entonces, si un sistema es polisémico, la significación es posterior a la observación y se deduce del conjunto de los signos. La significación es entonces personalizada y discutible. El dibujo tiene una capacidad limitada para transmitirnos algunas características del mundo que nos rodea. Es evidente que ninguna representación puede sustituir al conocimiento directo de la realidad. En el campo de la arquitectura, ni el más exhaustivo conjunto de planos, vistas, fotografías, películas y maquetas, podrá reemplazar nunca a la experimentación real y personal de los valores arquitectónicos de un edificio concreto. Al respecto coincidimos con Bruno Zevi quien sostiene que "(...) donde quiera que exista una completa experiencia espacial para la vida, ninguna representación es suficiente (...)". [10].

Lo importante es señalar que entre los objetivos o pretensiones de la representación gráfica no se encuentra el de sustituir a la experiencia directa sino, en todo caso y de una manera absolutamente convencional y parcial, al objeto que se quiere experimentar de un modo imperfecto y a través de los diversos sistemas de proyección. De todos modos podemos destacar las características que diferencian los sistemas de representación y que los convierten en medios de pensamiento y herramientas afiladas para el proceso de proyecto. Por un lado, el Dibujo Organizativo, caracterizado por tener las mejores condiciones para organizar los elementos que definen la materialidad del espacio arquitectónico, incluye a las Proyecciones diédricas; en segundo lugar, el Dibujo Objetual está más vinculado a las características físicas de la realidad, es decir, que Objetualiza y está constituido por las Proyecciones paralelas. Por último, el Dibujo Perceptual tiene en cuenta la captación del espacio desde la posición de un ser que percibe a través del sentido de la vista: corresponde a las Proyecciones cónicas.

Una Aproximación Conclusiva y Provisoria Comprendiendo el proyecto de arquitectura como un suceder de acontecimientos coherentes a través de los cuales debemos organizar una realidad objetiva, éste debe de asumir el rol de "mediador entre fantasía y realidad" para hacer factible la "construcción de aquel lugar que ha de edificar el ser". Desde esta posición estamos obligados a provocar una forma de revisar los límites e implicaciones de nuestra actividad profesional, es decir, deberemos adoptar actitudes que nos sitúen en condición de imaginar espacios más saludables, una arquitectura que supere la condición de la materia y dignifique el espacio habitable del ser humano. Junto con Gregotti, decimos que "jamás podremos revolucionar la sociedad mediante la arquitectura, pero podemos revolucionar la propia arquitectura y de ello precisamente es de lo que se trata" [11].

Notas

1. Tudela F., "Arquitectura y proceso de significación", México: Edicol, 1980, p. 15.
2. Naselli C., "Diseño Arquitectónico", texto inédito, Maestría en diseño, FAUD UNSJ, Argentina, 1997.
3. Tudela, op. cit., p. 19.
4. Fernández, Alba, "La Metrópoli vacía, aurora y crepúsculo de la Arquitectura en la ciudad moderna", Barcelona: Anthropos, 1990, p. 103.
5. Schultz, N., et al, "idea e imagen", Barcelona: Xarait, 1980, p. 60.
6. Sainz J., "El dibujo de Arquitectura, Teoría e Historia de un lenguaje gráfico", Madrid: Nerea, 1990.
7. Gregotti, V., "El territorio de la Arquitectura", Barcelona: Gustavo Gili, 1972, p. 26.
8. Plazaola, J. "Introducción a la estética", Madrid: Católica, 1973.
9. Sainz, op. cit.
10. Zevi B., "Saber ver la Arquitectura", Buenos Aires: Poseidón, 1951, pp. 164-188.
11. Gregotti, V., op. cit., p. 31.

Imágenes y fotografías: Cortesía del autor.

Bibliografía

Fernández, Alba, "La Metrópoli vacía, aurora y crepúsculo de la Arquitectura en la ciudad moderna", Barcelona: Anthropos, 1990.
Gregotti, V., "El territorio de la Arquitectura", Barcelona: Gustavo Gili, 1972.
Naselli C., "Diseño Arquitectónico", texto inédito, Maestría en diseño, FAUD UNSJ, Argentina, 1997.
Plazaola, J. "Introducción a la estética", Madrid: Católica, 1973.
Sainz J., "El dibujo de Arquitectura, Teoría e Historia de un lenguaje gráfico", Madrid: Nerea, 1990.
Tudela F., "Arquitectura y proceso de significación", México: Edicol, 1980.
Zevi B., "Saber ver la Arquitectura", Buenos Aires: Poseidón, 1951.

Carlos Marcelo Herrera