Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.
 

"Acerca de la libertad de conciencia y el genuino lugar de creación"
Referencia del libro de Graciela Montes:
La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético


Edgar Fabián Hernández Rivero

“Recuerdo que, muchas veces, un trozo de literatura o un cuadro
o una música fueron los únicos sitios donde me pude encontrar
con personas con las que era imprescindible encontrarse.”
Graciela Montes

En un mundo saturado, donde los actos parecen simples impulsos por y hacia la productividad y el beneficio económico, donde cada día sentimos alejarnos un poco más de nosotros mismos y de nuestra sociedad ¿En qué consistiría “crear”? ¿Cuál es su espacio y tiempo en un panorama con tan poco silencio y tan colmado de estruendos? Graciela Montes es una narradora, editora, traductora y creadora galardonada de obras literarias para niños y jóvenes, nacida en Buenos Aires en 1947. En su compilación de ensayos e intervenciones La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético, podemos encontrar vínculos -y quizá respuestas- a dos inquietudes elementales en los arquitectos: el lugar de creación y la experiencia del hombre en el espacio habitable.

A través de sus reflexiones, recuerdos y relaciones literarias, la autora nos transporta al universo de lo lúdico, de la fantasía y la imaginación, para mostrarnos por qué la poesía es inherente a la existencia humana, cómo es que se busca y construye, y cómo, con ella, luchamos por controlar lo incontrolable.

Es en la infancia, en su autenticidad y falta de prejuicios, donde las grandes cuestiones de la vida son libremente planteadas –el amor, el cambio, la soledad o la justicia-; esa estancia se encuentra tan inmersa en nosotros que podemos retornar a ella, o mejor dicho “vivir en ella”, en cualquier momento –a partir de imágenes, objetos, olores, actos, sonidos-. La máxima expresión infantil, el juego, al igual que el arte, nos ayuda a entender la vida con tal fuerza que, como dice Montes, tocamos lo universal con la punta de los dedos. Es en este lugar, en este intersticio de realidad e imaginación, donde podemos producir “grietas”, es decir, donde podemos generar los rompimientos a las imposiciones y dogmas de la vida. Es el lugar de las posibilidades creativas.

Sin embargo, la libertad de este sitio no implica arbitrariedades, en realidad posee reglas -pero de “otro orden”-, conlleva responsabilidad y congruencia, tanto con uno mismo como con la manifestación de la vida, nos devela una verdad. Y es verdad, porque en la creación y vivencia de la obra poética, se adquiere y evidencia una felicidad impalpable, se ensancha la existencia al entregarse deliberadamente a ella, se alcanza más sabiduría al estar “desnudo”.

Habitar y crear en el filo de la realidad-ficción conlleva sus riesgos, pero se gana en libertad porque no hay condicionamientos, ni al interior de los fantasmas personales ni al exterior del “incuestionable” orden social. Por ello, a este lugar, le denominan en la obra la tercera zona, una suerte de vivir en el vacío porque se aceptan los mundos conjeturales, la incertidumbre y lo inquietante; pero justamente así es vivir y crear, un juego indomable, porque no deberían de admitir seguridad y trámite, pese a que esto no siempre suponga placer.

Cuando se piensa en la casa no se asocia a un infinito éxtasis, es más como el estar en “mi sitio”, la identificación de “mi lugar en el mundo”, del espacio donde permanentemente se adquiere sentido, donde nos empoderamos y creer vale la pena. La obra poética es eso, materia operando con forma y contenido de manera simultánea, espacio en donde, sabemos, las cosas sólo pueden ser así… en ese momento y con esas características: lugar con esencia. Aquel diseño arquitectónico, jactado de surgir con el ser humano como eje, guarda ese sentir y finalidad.

Paralelamente, la obra de Montes marca una profunda y pertinente crítica: hemos de entender a la cultura como experiencia y no como la suma de saberes prestigiosos. El acto de crear se ha visto reducido a la atención de mercados y sus respectivas normas de clonación, novedad o remplazo. Sin embargo, los que habitan en la frontera –en la tercera zona- notan la pobreza de contenido y luchan contra la alienación de la obra y el hombre. El “verdadero escritor” –el verdadero diseñador de espacios habitables- se entusiasma con las ideas, se arroja y resiste; mientras que el “falso”, se esclaviza regulándose, produciendo enardecidamente, enclaustrándose en su circuito sin abordar al mundo, al ser humano y la condición esencial en torno a ellos.

¿Aceptamos las reglas del mercado sin demasiado cuestionamiento? Quizá se deba a que hemos perdido un poco las nuestras, las del “verdadero escritor”. La autora culmina invitándonos a ensanchar la frontera, a reencontrar el rumbo suspendiendo deliberadamente la incredulidad, fundando ciudades libres al no dejarnos domesticar, a recuperar la vida.



Edgar Fabián Hernández Rivero