Arquitectura y Humanidades

Propuesta académica

El espacio privado e íntimo I

 
Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

Introducción

El ser humano habita el mundo depositando en él su propio universo. Para habitar, acota los espacios de los que se apropia. Al diseñar y edificar lo urbano-arquitectónico, de alguna manera juega a subdividir el continuum del cosmos que aparece infinito ante sus sentidos y percepción, rodeándolo todo, para encontrar su propio lugar en él. Así el individuo delimita el "espacio" a distintas proporciones, lo moldea y configura.

La configuración del espacio arquitectónico trata de plantear matices de habitabilidad por medio de límites tangibles y otros más allá de la materialidad, que producen diferentes tipos de relación con todo lo circundante. Entre los matices del habitar que se crean se encuentran, a distintas intensidades, los ámbitos de lo público y de lo privado. El primero comprende a la colectividad, es por tanto más abierto y de una escala mayor al segundo que apunta hacia el individuo y lo íntimo.

La intimidad tiene que ver con lo personal, lo particular, lo interior, lo entrañable, lo reservado y lo que poco o nada se comparte con otros. En el espacio privado e íntimo tiene cabida lo familiar, lo cotidiano, lo doméstico y el hogar, pero también lo personal, lo fantástico, lo oculto y el aprendizaje de lo más recóndito de nosotros mismos en adversidad o en plenitud. Este ámbito va entonces del terreno de convivencia con un pequeño y exclusivo grupo hasta el de la expresión de la propia soledad que se desentraña con todos sus secretos.

En su mejor versión, la habitable, se produce un vínculo de confianza entre la materialidad arquitectónica y el habitante, que lo hace sentir seguro y cobijado dentro de sus límites, los cuales le presentan una escala más cercana a la suya frente a la inmensidad del cosmos del que se sabe parte. Con ello, este espacio también le provee de una ubicación y sentido de pertenencia. En lo privado, el ser abre una ventana desde su mundo interno al externo.

Este espacio se convierte en el resquicio del mundo que hacemos nuestro. Si se dan las condiciones propicias para que desarrollemos nuestra esfera más profunda, entonces nos sentimos en libertad para expresar nuestra más honesta verdad. En él nos reconocemos, reímos, lloramos, amamos, reprobamos, mostramos nuestras vulnerabilidades, guardamos memorias y también soñamos, pero sobre todo en él simplemente habitamos para existir de manera más significativa. Acudimos a él para reencontrarnos con lo que nos identifica y nos alivia ya que su atmósfera acogedora y amigable nos abraza para contenernos en el cosmos al transcurrir la vida. Es nuestro lugar en el mundo. Por ello vale la pena reflexionar sobre el espacio privado e íntimo desde la arquitectura en su aspecto más humano.

Karina Contreras Castellanos