Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


Una casa para soñar

Jesús Flores CeCeñas


Heidegger sugiere que "el hombre mora prácticamente en todos lados, pero no habita en todos sino en su casa" [1], esto es debido a que los otros lugares, una fábrica, una escuela, una central de autobuses, un hospital, son planeados y construidos bajo pensamientos racionalistas que condicionan su actuar; mientras la casa, le permite desentrañar sus ilusiones, emociones y sueños. Como advierte Cassirer "el hombre vive una vida de emociones, no de pensamientos" [2]. Sin embargo, aun cuando no todas las construcciones están destinadas a servir de vivienda para el hombre, es importante considerar que todas: sean puentes, edificios, estadios, autopistas, mercados, todas, están en la región de nuestro habitar, y constituyen en nuestra experiencia humana parte de lo habitual. Entendido esto, centremos ahora sí la atención en la casa.

La construcción de la casa se vive en dos etapas, una: la materialización del objeto como cosa; y otra: la construcción simbólica como casa. En la primera interviene el arquitecto con sus conocimientos técnicos e instrumentales, que hacen de alguna manera estéticamente bella la construcción; en el segundo, interviene el habitante con su concepción del mundo: su simbolismo, su cultura, dotando de magia su lugar de habitación. Dicho de otra manera, la casa que se produce en la primera etapa es sólo un bien de consumo, un producto racional que responde a las necesidades fisiológicas del hombre; no obstante, en la segunda etapa, como producto cultural (pensado para el desenvolvimiento del ser) se le dota de "una extraña mezcla de racionalismo y romanticismo" [3], que le permite al habitador además de satisfacer sus necesidades vitales, desarrollar su vida emotiva.

Lo anterior sugiere que en el proceso de producción de la casa, se desencadena un proceso de transformación que va del objeto cosa, que se erige como respuesta a una necesidad de resguardo, a la casa, como resultado de la condición de habitar. Y supone que ocupar un lugar o resguardarse en él no es lo mismo que habitar en él, Heidegger afirma, "que habitar no es mero sinónimo de permanecer, eso sería casi la inactividad" [4], así que el habitar es más bien una condición activa, el motor de dicha transformación.

Irremediablemente esto nos conduce a una reflexión: el arquitecto, antes que ser arquitecto también es habitador, ¿bastará esto para completar el proceso de producción de una casa que no sea la suya? En el presente ensayo se encontrará que el arquitecto no es más que un facilitador, que no hace ni determina, pero hace que se pueda hacer. En el caso de la casa, sólo el propio habitador es quien puede complementar el proceso de producción y transformación a través de su mundo simbólico.

La intervención del diseño

Las edificaciones destinadas a ser por su uso y significación vivienda, pueden cumplir a cabalidad su cometido y ser objetos habitables, o bien, ser a lo mucho sólo ocupables. Por ello, al afrontar un ejercicio de diseño arquitectónico, es conveniente preguntarse: a qué intereses debe responder lo diseñado, ¿a intereses puramente mercantilistas de producir para vender, o a la noble actividad de producir para habitar? Ya que como advierte Cassirer "lo que causa los distintos modos de pensar son solamente los distintos intereses de la razón". [5]

Con esto hemos enunciado dos intereses muy generales que motivan la producción arquitectónica: lo económico y lo habitable; cabe mencionar que éstos engloban a otros intereses más particulares como lo lógico-racional y su contraparte, lo poético-emocional. Hablar de intereses que motivan la producción arquitectónica, no debe confundirse con los intereses que motivan la realización del diseño, pues el diseño no es más que un medio para que la producción se lleve a cabo, así que si algo motiva la generación del diseño, es la eficiencia de los recursos en la materialización de la obra.

Cuando nos referimos al diseño, llegan a la mente distintas ideas que derivan del entendimiento que se tenga acerca del mismo, ideas como que el diseño prefigura la forma de los objetos, que establece la manera de construirlos, incluso que el diseño tiene la facultad para determinar la manera en que se han de habitar los objetos diseñados, y de predecir con ello el comportamiento de las personas que los habiten. Pero, realmente ¿qué es lo que hacemos cuándo diseñamos una casa? ¿Hasta dónde sus alcances y sus límites?

El diseño es algo finito y pasajero, sus fines son utilitarios, como optimizar los recursos y dar forma a las cosas; el habitar, por el contrario, es algo permanente. A partir de esta aseveración entendemos que la casa, como producto de la actividad del diseño, no es más que un objeto; mientras que la casa, como lugar de habitación, es expresión del habitar humano, del propio ser que la habita; como dice Heidegger: "lo permanente nunca es creado por lo pasajero" [6]. Es decir, de los dos momentos identificados en la producción de la casa, el diseño participa sólo en el primero.

El arquitecto puede asignarle al objeto arquitectónico una expresión física (carácter), pero no está en sus alcances ni en los del diseño, dotarle de una expresión simbólica, pues el valor simbólico no depende de métodos o técnicas proyectuales. Es el habitador y no el arquitecto, quien a través de lo simbólico (su cultura), configura su entorno y no simplemente se adapta como los animales al medio existente. El valor simbólico, como sugiere Cassirer, "radica en la intensificación de las emociones que hacen de la obra (habitada) algo persistente y duradero". [7]

Por todo lo dicho, conviene considerar que la casa será imagen de sus habitadores, y que esos habitadores "no son sino que están siendo, que nunca acaban de serse" [8], son "temporalidad y cambio" [9], de ahí que la casa misma resulte ser una obra inacabada, pero también, "una obra con vida propia" [10], y por tanto expuesta a la transformación constante.

Este apunte es de máxima importancia, porque advierte al arquitecto, que pretender determinar el comportamiento del habitador a través del diseño, producto del mero razonamiento lógico, es tanto como condenar al fracaso dicha pretensión, pero también es hacer padecer (más que habitar) al hombre en la edificación diseñada, pues como dice Cassirer: "no es la facultad lógica la que reina en nosotros, sino la imaginativa" [11], la creativa, la que permite al hombre habitante ser partícipe de la creación del "todo" en el que él se desenvuelve; esto último, también exhorta al arquitecto, a que en sus diseños considere un alto grado de flexibilidad, pues el habitador por naturaleza, siente el deseo y la necesidad de ordenar y clasificar los elementos de su entorno [12]. Un objeto arquitectónico que no ofrezca tal flexibilidad, resultará con seguridad ser un objeto que "aparenta ser un lugar de convivencia, habitación y digno de la gente" [13], pero en realidad no será sino un producto inmobiliario que cubre sin más, necesidades de "productores y consumidores". [14]

Al diseñar, se plantea un habitar en tono hipotético y con él como referencia, se configura el espacio, se determina la forma de la construcción, se distribuyen las áreas, se contemplan las circulaciones y se propone hasta el acomodo del mobiliario; pero este habitar hipotético no corresponde con lo que acontece en la realidad, simplemente porque "la vida psíquica y cultural del hombre no está hecha de un material simple y homogéneo" [15], es decir, no hay dos personas que habiten de la misma manera.

La arquitectura es una disciplina que se ejerce con base en interpretaciones y argumentos que alcanzan validez universal, pero como dice Beuchot, "a pesar de la universalidad, no conviene perder de vista la particularidad de los casos concretos" [16]. En la actividad del diseño, el arquitecto, ha de proponer soluciones que "hagan bien al ser humano al que interpreta, es decir, para el que diseña, y del cual capta sus necesidades y sus justas aspiraciones" [17]. Interpretar al futuro habitador, es reconocer sus supuestos morfogenéticos, es decir, reconocer su constitución físico-espiritual, sus necesidades, deseos, aspiraciones, miedos, religión, filosofía,…, "sus intuiciones propias del universo" [18]; en consecuencia, la casa diseñada y construida para él, encontrará coherencia entre la realidad y su contexto.

Dice Heidegger: "la esencia del construir es el dejar habitar" [19], y también dice que "sólo si somos capaces de habitar podemos construir" [20], de manera que como diseñadores debemos de considerar no solo las cuestiones técnico-constructivas que hacen posible la materialidad del objeto arquitectónico, sino también aquellos aspectos que son importantes en nuestro propio habitar. De esta manera, la casa como objeto diseñado, será habitable, no porque ahorre agua y energía, o porque esté construida con los materiales vanguardistas, o porque presente una adecuada distribución y esté bien comunicada, ¡no!, sino porque le permite al hombre para quien fue diseñada desarrollarse a plenitud, disfrutar, soñar, encontrarse con lo divino,…, en pocas palabras, porque le permite a su habitador sentirse como en casa.

El fenómeno del habitar

El habitar del hombre, no es sino la organización en torno a sí mismo, como centro de la naturaleza, organización que resulta tanto espacial como temporal: "su fracción de tiempo rodeada de eternidad, su palmo de espacio rodeado de infinitud" [21]; es decir, el hombre habita en tanto es consciente de sí mismo, así todo gira y todo lo configura en torno a él.

La casa como extensión de la vida del hombre, se vuelve también su centro de referencia, lo lejos, lo cerca, lo dentro, lo fuera siempre estará respecto a la casa; "la casa como obra establece un mundo y el hombre funda sobre él su morada". [22]

Dice Heidegger, que "al habitar, se lleva a cabo cada vez de un modo unitario la cuádruple residencia en la Cuaternidad" [23]; por ello, cada persona habita de distinta manera, porque su relación con la tierra, con el cielo, los divinos y los mortales se presenta de una manera en particular. Esto permite afirmar, que es imposible y hasta ilógico pretender estandarizar los diseños y la producción de objetos arquitectónicos destinados a ser viviendas, así se trate de la llamada vivienda de interés social, pues es algo como pretender estandarizar los modos de habitar. Pero también nos permite entender el por qué una vez habitadas estas viviendas, que inicialmente son iguales entre sí, se desencadena en mayor o menor grado, una serie de modificaciones que tienen como único fin, facilitar el habitar.

En esto encontramos de nueva cuenta los dos momentos en la producción de la casa, de los que hemos venido hablando, pues el objeto arquitectónico no es construido como fin, sino como medio para un fin más elevado: el habitar. Sin embargo, en el primer momento, como objeto materializado se distingue fácilmente cuando la construcción se ha terminado. Pero respecto al habitar, en el segundo momento, es difícil determinar el instante en que el habitar se ha consumado. Pese a ello Bachelard nos da una clave: "todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de la casa -se vive en él- la casa en su realidad y en su virtualidad, con el pensamiento y los sueños" [24], esto es, cuando nos sentimos como en casa, el habitar ha llegado a su plenitud. También podemos decir que la obra arquitectónica, como producción simbólica, llega a su plenitud cuando estimula o como dice Beuchot, "ilumina, no sólo los sentidos, la imaginación y la emoción, sino también la inteligencia, la razón y la voluntad: en definitiva, a todo el hombre" [25]. Sin embargo, este momento de plenitud no es definitivo, pues como se ha expuesto, el habitar es permanente y constantemente cambiante, en razón de que el habitador se relaciona cada vez de manera distinta con el mundo.

A través del habitar, el hombre crea y recrea su mundo; porque el mundo para el hombre es "el círculo siempre cambiante de decisión y obra, de acción y responsabilidad, pero también de capricho y alboroto, de caída y extravío que constituye su historia" [26]. Así la casa, que representa el mundo y morada del hombre, se ve expuesta a su constante transformación y renovación, visibles en su variabilidad y expresión formal, así acontece el fenómeno del habitar en la casa. Según Worringer: "la variabilidad de la expresión formal está determinada por la evolución histórica humana" [27], esto es, "por las continuas mutaciones en la relación del hombre con su mundo circundante". [28]

Hölderlin dice: "pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra" [29]. Así, como acto poético, el habitar también resulta permanentemente cambiante, pues como afirma Heidegger: "la esencia de la poesía (lo poético) pertenece a un tiempo determinado". [30]

De la utilidad práctica a la esencia artística de la casa

En seminarios anteriores [31] para evitar conflictos en si la obra arquitectónica es o no es una obra de arte, se sugería la idea de que existen obras arquitectónicas con esencia artística (lo cual implica también que las haya sin la citada esencia); en lo particular, considero simplemente que si una obra no tiene esa esencia artística no es arquitectónica, es mera construcción; en cambio, si tiene esa esencia artística es arquitectónica y en consecuencia es una obra de arte. Entonces, ¿por qué la inseguridad en considerar o no la obra arquitectónica como obra de arte?

Vivimos entre las cosas, todas con alguna utilidad, algunas nos sirven para facilitar el trabajo, otras para protegernos, unas más para divertirnos, algunas para producir placer, y son tan comunes las cosas para nosotros que degradamos su valor. Así diferenciamos a los seres vivos animados o no, como animales y plantas, y su carácter de "vivos" los hace diferentes y superiores entre las otras cosas, la obra de arte también nos parece diferente y superior, por ello no nos percatamos que la casa que habitamos, al igual que la obra de arte, tiene su estado cósico, también es una cosa, como dice Heidegger, "todo es cosa" [32]. Pero el considerar la obra de arte como algo superior entre las cosas, "puede llevar al error de colocarla en un estrado tan alto que ya no sirva para nada" [33]. Recordemos que "el arte vale como expresión de la vida del hombre" [34], la obra arquitectónica, en especial la casa, también es parte de su expresión.

Heidegger dice que "la cosa es lo perceptible en los sentidos por medio de las sensaciones" [35], de manera que vemos, tocamos, olemos y pueden gustarnos o no las cosas. Sin embargo, cuando experimentamos una obra de arte, nos produce emociones que afectan nuestro estado de ánimo, esto nos advierte de que la obra de arte, "encima de lo cósico es además algo otro. Y eso otro que hay en ella constituye lo artístico -la esencia artística-" [36]. Así también en la casa, existe eso otro que provoca emociones que dan sentido al sentirnos como en casa.

Hay quienes consideran la obra arquitectónica como la mayor de las manifestaciones artísticas, pues dicen, es la única capaz de albergar en su interior a todas las otras; sin embargo, creo conveniente considerar que esa grandeza se la da, más que el poder albergar a otras manifestaciones artísticas, el albergar al hombre y sus vivencias, "ser-uno-para-otro y el ser-uno-con-otro en relación con la no-ocultación" [37]. Pero también el hecho que la obra arquitectónica, como dice Hartmann: "no sea un arte libre sino servil" [38]; como toda obra arquitectónica, la casa, si no tuviera ninguna determinación práctica, sería como una lámpara apagada en la oscuridad; o si fuera una obra arquitectónica que no albergara el habitar y el enseño, sería sin más un contenedor de las más elementales actividades humanas.

Hasta ahora, hemos venido hablando de dos momentos en la producción de la casa; el primero, la producción material de la casa como respuesta a una necesidad de resguardo; y, el segundo, la producción simbólica de la casa como resultado del habitar. En este sentido podemos mencionar, que apenas tiene lugar el segundo momento, la casa deja de ser una mera construcción y se convierte en una obra arquitectónica, se desprende de sus fines utilitarios y se convierte en poema, y una vez como poema, "revela lo que son sus habitadores -y a la vez- les invita a ser lo que son" [39]. La casa trasciende su materialidad, "mantiene un trasfondo vivo que la llena y la anima". [40]

La casa al igual que el poema, resulta ser "una obra siempre inacabada, siempre dispuesta a ser completada y vivida por un habitador nuevo" [41]. Paz afirma que "la poesía nos brinda una posibilidad a vivir plenamente, aun cuando vivir plenamente quiere decir, vivir también la muerte" [42]. Así, una casa como creación poética, ha de permitir un habitar igualmente poético, esto es: que posibilite vivir a plenitud, vivir con arrobamiento, soñar y morir en paz.

Ahora bien, no todos estamos capacitados para crear ni para disfrutar una obra de arte. Beuchot sugiere que "para entender y degustar la obra de arte, se precisa de la participación de un mismo marco conceptual al que el autor pertenece y el espectador se incorpora" [43]; en la creación de la casa como obra de arte, no sólo se distinguen los dos momentos citados sino también dos direcciones, arquitecto y habitador son artista y espectador, espectador y artista, lo uno y lo otro a la vez, pues la casa no es sólo "una representación del mundo real, ni del mundo simbólico de sus habitantes, ni del mundo ideado por el arquitecto" [44]; el arquitecto requiere conocer el marco conceptual de los habitadores para diseñar y producir lo que los habitadores demandan, así el marco conceptual de referencia pertenece al habitador y el arquitecto se incorpora; después, el artista se vuelve espectador y el espectador artista, en el proceso de significación y apropiación de la casa, momento en que el habitador da los últimos toques a la obra de arte y el arquitecto observa y adquiere experiencias para participaciones futuras.

Otro argumento que afianza esta misma idea proviene de Heidegger, para él "una obra no puede ser sin ser creada, como tampoco puede lo creado llegar a ser existente sin la contemplación" [45], es decir, la obra no es completa por sí misma; de esta manera, la edificación no deja de ser una cosa, sin la participación de las personas que mediante su habitar complementen la actividad creadora iniciada por el arquitecto, en su vivencia y contemplación "se abandonan a la desocultación de su propio ser". [46]

Cassirer nos dice que "para que la vida se conserve tiene que ser constantemente renovada" [47], esta es la importancia de considerar la obra arquitectónica en general, y la casa en particular, como una obra de arte, pues al igual que la obra de arte, la obra arquitectónica permite experimentarla de múltiples maneras y con ello renovar nuestras emociones; así, la casa es una obra que permite conservar la vida, no de una manera estable (eso sería simple resguardo, alojamiento) sino a plenitud, al ser poéticamente habitable. Es decir, toda construcción considerada por su esencia artística, arquitectónica, es habitable porque permite no solo la permanencia del hombre en ella y el desarrollo de ciertas actividades, sino, como dice Heidegger, porque procura un "permanecer, estar satisfecho, llevado a la paz y permanecer en ella preservado del daño y de la amenaza". [48]

El beneficio de la casa

Ya hemos distinguido la obra arquitectónica de la simple construcción, y hemos reconocido que ambas pueden tener una utilidad práctica, por ejemplo resguardar al hombre; pero sólo la casa como obra arquitectónica lo alberga y a la vez expresa sus sueños, anhelos, aspiraciones, logros, ideales, su forma de ser y de vivir; es decir, la casa "expresa algo de la vida y del ser anímico de los seres humanos" [49] que las demandan, las construyen y las habitan.

La casa, como obra arquitectónica se vuelve centro de referencia de sus habitantes. La casa, no sólo "relata el pasado sino que además lo revive y lo hace presente" [50]. La casa, constituye una obra de arte, no por su materialidad constructiva, sino por su producción simbólica, pues como lo sostiene Gadamer: "la obra de arte es tal por contener una fuerte carga de simbolicidad" [51]. Y así se podría seguir enunciando los beneficios de la casa, sin embargo, Bachelard resalta el beneficio más preciado: "la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz". [52]

Todo esto nos conduce a una reflexión final en torno al diseño de la casa: la casa, contrario a como se ha planteado desde la formación como arquitectos, no tiene por qué ser el más sencillo, el más fácil, o el menos importante de los ejercicios de diseño; diseñar una casa, ha de considerarse el ejercicio más noble, el más humano, el más emotivo, así, nuestros recuerdos y los recuerdos de los futuros habitadores de la casa "hallarán refugios cada vez más caracterizados". [53]

Bachelard sugiere que "una agradable habitación hace más poético el invierno, y a la vez, el invierno aumenta la poesía de la habitación" [54], el frío da sentido al calor, "con ello la casa será más cálida, más dulce, más amada" [55]. Así, en el diseño arquitectónico resulta conveniente, jugar con los complementos de todas las situaciones: la luz y la sombra, lo grande y lo pequeño, lo durable y lo efímero, lo lleno y lo vacío… a fin de propiciar en el habitador las más gratas experiencias. Aun con todo, la obra arquitectónica, no es sino una posibilidad para un habitar poético, ya lo dice Octavio Paz: "el poeta (arquitecto) no hace -ni determina- pero hace que se pueda hacer, y el que hace es el hombre (habitador), el creador y recreador" [56] de su mundo simbólico.

Notas

1 Heidegger, Martin, "Construir, Habitar y Pensar", Trad. Eustaquio Barjau, Barcelona: Serbal, 1994, p. 1
2 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 32
3 Cassirer, op. cit., p. 27
4 Heidegger, Martin, "Construir, Habitar y Pensar", Trad. Eustaquio Barjau, Barcelona: Serbal, 1994, p. 2
5 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 17
6 Heidegger, Martin, "Arte y Poesía", Trad. Samuel Ramos, México: FCE, 2014, p. 115
7 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 60
8 Paz, Octavio, "El Arco y la Lira", México: FCE, 2012, p. 136
9 Paz, op. cit., p. 180
10 Paz, op. cit., p. 16
11 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 228
12 Cassirer, op. cit., p. 21
13 Kosik, Karel, "Reflexiones Antediluvianas", Trad. Fernando de Valenzuela, México: Itaca, 2012, p. 55
14 Kosik, op. cit., p. 60
15 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 47
16 Beuchot, Mauricio, "Perfiles Esenciales de la Hermenéutica", México: FCE, 2013, p. 113
17 Beuchot, op. cit., p. 138
18 Worringer, Wilhelm, "La Esencia del Gótico". Argentina: Nueva Visión, 1973, p. 19
19 Heidegger, Martin, "Construir, Habitar y Pensar", Trad. Eustaquio Barjau, Barcelona: Serbal, 1994, p. 8
20 Ídem
21 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 234
22 Heidegger, Martin, "Arte y Poesía", Trad. Samuel Ramos, México: FCE, 2014, p. 66-67
23 Heidegger, Martin, "Construir, Habitar y Pensar", Trad. Eustaquio Barjau, Barcelona: Serbal, 1994, p. 4
24 Bachelard, Gastón, "La Poética del Espacio", Trad. Ernestina de Champourcin, Argentina: FCE, 2000, p. 28
25 Beuchot, Mauricio, "Perfiles Esenciales de la Hermenéutica", México: FCE, 2013, p. 151
26 Heidegger, Martin, "Arte y Poesía", Trad. Samuel Ramos, México: FCE, 2014, p. 112
27 Worringer, Wilhelm, "La Esencia del Gótico". Argentina: Nueva Visión, 1973, p. 20
28 Ídem
29 Heidegger, Martin, "Arte y Poesía", Trad. Samuel Ramos, México: FCE, 2014, p. 116
30 Heidegger, op. cit., p. 123
31 En el seminario Arquitectura desde las Humanidades de la maestría en Arquitectura de la UNAM, impartido por la M. en Arq. Karina Contreras, es donde se hace esta sugerencia de la esencia artística de la obra arquitectónica.
32 Heidegger, Martin, "Arte y Poesía", Trad. Samuel Ramos, México: FCE, 2014, p. 40
33 Heidegger, op. cit., p. 25
34 Heidegger, op. cit., p. 100
35 Heidegger, op. cit., p. 44
36 Heidegger, op. cit., p. 38
37 Heidegger, op. cit., p. 91
38 Hartmann, Nicolai, "Estética", Trad. Elsa Cecilia Frost, México: UNAM Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1977, p. 150
39 Paz, Octavio, "El Arco y la Lira", México: FCE, 2012, p. 41
40 Hartmann, Nicolai, "Estética", Trad. Elsa Cecilia Frost, México: UNAM Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1977, p. 148
41 Paz, Octavio, "El Arco y la Lira", México: FCE, 2012, p. 192
42 Paz, op. cit., p. 155
43 Beuchot, Mauricio, "Perfiles Esenciales de la Hermenéutica", México: FCE, 2013, p. 69
44 Beuchot, op. cit., p. 64
45 Heidegger, Martin, "Arte y Poesía", Trad. Samuel Ramos, México: FCE, 2014, p. 89
46 Heidegger, op. cit., p. 90
47 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 51
48 Heidegger, Martin, "Construir, Habitar y Pensar", Trad. Eustaquio Barjau, Barcelona: Serbal, 1994, p. 3
49 Hartmann, Nicolai, "Estética", Trad. Elsa Cecilia Frost, México: UNAM Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1977, p. 252
50 Cassirer, Ernst, "El Mito del Estado", México: FCE, 1985, p. 247
51 Beuchot, Mauricio, "Perfiles Esenciales de la Hermenéutica", México: FCE, 2013, p. 71
52 Bachelard, Gastón, "La Poética del Espacio", Trad. Ernestina de Champourcin, Argentina: FCE, 2000, p. 29
53 Bachelard, op. cit., p. 31
54 Bachelard, op. cit., p. 53
55 Bachelard, op. cit., p. 54
56 Paz, Octavio, "El Arco y la Lira", México: FCE, 2012, p. 168

Bibliografía

Bachelard, Gastón, "La Poética del Espacio", Trad. Ernestina de Champourcin, Argentina: FCE, 2000.
Beuchot, Mauricio, "Perfiles Esenciales de la Hermenéutica", México: FCE, 2013.
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Jesús Flores CeCeñas