Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


La poética espacial en el gótico

María Elena Hernández Álvarez

"Según Heidegger, y otros autores, todo arte en esencia es poesía y a ella deben reducirse entonces la arquitectura, la escultura, la música; por esto validamos y comprenderemos aquí el espacio arquitectónico gótico como un poema espacial, y al edificador del edificio gótico, en este caso uno colectivo y comunitario, como el poeta. Retomando algunas de las ideas de Worringer, se plantea que para comprender la poética del espacio arquitectónico es necesario considerar que la imaginación poética sólo se comprende desde la intuición del presente de la imagen, es decir, desde el impacto subjetivo al que se somete la persona en el instante mismo de la novedad, de la lectura, de la experiencia primigenia del habitar.

La imagen poética espacial gótica surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del alma, del ser del artista captado en su actualidad. Así, el espacio arquitectónico gótico se entiende aquí como un poema enciclopédico vivo, eternamente presente. El poeta gótico no fue una sola persona; ya hemos visto que en el medievo la identidad de los artistas no era conocida y de hecho era lo menos importante [1]. El poeta gótico es todo un pueblo, todas esas generaciones tras un ideal. Al comprender el espacio arquitectónico gótico como una poesía, podremos compenetrarnos con el espíritu que concibió y edificó el edificio gótico. Al respecto dice Gaston Bachelard: La poesía es un alma inaugurando una forma, el alma inaugura, es aquí potencia primera; es dignidad humana. El alma viene a inaugurar la forma (en este caso la arquitectónica), a habitarla, a complacerse en ella, a morir en ella [2].

En términos bachelardianos, el alma lectora de ese poema gótico, es decir, de la experiencia espacial gótica, vitaliza el ser "poetas-arquitectos-escultores góticos" y con ello borra también las barreras del tiempo y del espacio; comprende al "poeta-arquitecto" y sabe que las "páginas" (espacios) le conciernen, de tal suerte que parece que el goce de habitar el espacio gótico sea el reflejo de escribir, es decir, de construir una catedral gótica. Tal pareciera que este lector o habitador de los espacios góticos de todos los tiempos participa en el mismo júbilo de creación que Bergson da como signo de creación misma [3].

La inmensidad íntima del Gótico


Para Bachelard, la inmensidad es una categoría del ensueño en donde el mundo se percibe grande y a la vez profundo como el mar [4]. El ensueño por inclinación innata contempla la grandeza y determina un estado del alma que pone al ensoñador fuera del mundo próximo y ante uno que lleva el signo del infinito. Tanto el abad Suger como Bernardo de Claraval muy probablemente ensoñaron e imaginaron esta grandeza para sus espacios religiosos, es decir, lugares en los que el alma humana contemplara el infinito y la profundidad de Dios, en los que el hombre huyera de todo objeto o circunstancia terrenal para estar en lo que algunos llaman la "inmensidad de Dios".

Ahora bien, la inmensidad es una categoría en nosotros mismos, adherida a una especie de expansión del ser que desafortunadamente la cotidianeidad de la vida y la prudencia reprimen. Según Bachelard, la inmensidad interior es la que da su verdadero significado a, por ejemplo, la inmensidad del océano, de un bosque, del milagro de un nido, de una catedral gótica. Toda esa inmensidad, todo ese infinito cabe en nuestra alma; Pierre Albert-Birot dice al respecto: "...y me hago de un plumazo, dueño del mundo, hombre ilimitado" [5]. La inmensidad del bosque, en un ejemplo, la entendemos cuando hablamos de su espacio infinitamente prolongado más allá del velo de sus troncos y de sus hojas, espacio velado para los ojos, pero transparente a la visión interior, bosque sagrado, inmensamente sagrado.

El concepto de inmensidad es tan ancestral como los recuerdos que se guardan en la intimidad de nuestro presente. En este contexto, la catedral gótica ha quedado presente por generaciones. Según Bachelard: En la catedral se casó mi abuela, y la abuela de mi abuela, y se bautizó mi tatarabuelo, y ese momento que yo no viví, está en mí presente en la catedral. Toda esa constelación de momentos vivos están en mí; ¿y qué, el instante es verdaderamente la eternidad? ¿La eternidad es verdaderamente el instante? [6].

Aquí se lee la inmensidad íntima como tema poético inagotable. Para Baudelaire ...la inmensidad es una dimensión íntima, es una de esas impresiones felices que casi todos los hombres imaginativos han conocido gracias a los sueños, mientras dormían, es sentirse liberado de los lazos de la gravedad, preso de una amplia luz difusa... en la inmensidad, sin más decorado que ella misma [7]. La grandeza progresa en la medida en que la intimidad se profundiza. Cuando el ser humano vive la inmensidad se ve liberado de sus preocupaciones, de su cotidianeidad; ya no es prisionero de su propio ser, ya habita en sí mismo, en su inmensidad íntima. La intimidad es el rincón del alma en el que cada yo singular, único e irrepetible se protege, secreto, para sí.

La intimidad es como el lado oculto de la luna,
es invisible desde fuera;
la intimidad, desde la exterioridad, es apenas una sospecha,
misteriosa pero fascinante.
Se esconde en el fondo de la vida interior,
sin embargo, es transparente,
en ella habita el alma y es puente y vínculo con la eternidad.
Lo íntimo es todo aquello que le acontece a un individuo
que lo vive como algo profundo,
que le atañe, lo marca, le incide, le importa, lo compromete,
le concierne.
Lo íntimo es un tesoro escondido.
Lo íntimo jamás es indiferente, sino por el contrario,
se padece o se goza intensamente, en secreto.
Lo íntimo se acurruca en el espacio de un nido protector
edificado en lo más recóndito del yo.
Es el oído que escucha las resonancias universales.
Es ese rincón del espíritu en el que cabe la totalidad.
Es el punto vital en que se recibe la exterioridad exterior,
transmutada en exterioridad vivida, esto es,
en interioridad recogida.
En la intimidad es en donde se siente la más sublime desmesura,
el absoluto despojamiento
en el que se gana la más pura pobreza de espíritu,
el desierto interior.
En la intimidad está la vibración cósmica eterna,
en cuyo aletear se sostiene anonadada el alma, suspendida,
temblando al unísono en la armonía universal [8].

La catedral gótica como la casa universal

La catedral gótica es también la casa universal que expresa y cobija de manera enciclopédica a la comunidad que la creó. Para entender la idea de "casa" acudimos de nuevo a Gaston Bachelard, quien nos dice que frente a la hostilidad y las formas de la tempestad, los valores de protección y de resistencia de la casa se trasponen en valores humanos. La casa es un instrumento para enfrentar y dialogar con el cosmos. En la casa habita el ser humano, lo remodela, lo protege; en ella el hombre gesta sus amores. La casa se convierte en su refugio y a la vez en fortaleza; la casa es espacio de consuelo, de intimidad. La casa es, literalmente, la madre; y como ella, la casa acoge, protege, resiste la adversidad externa.

Esta morada, por lo tanto, también es educadora. Frente a la hostilidad, la casa adquiere las energías físicas y morales de una madre amorosa, acogedora, fuerte. La casa es un baluarte de valor para el hijo que en ella habita y donde aprenderá también a vencer el miedo. La casa, ante la tempestad, se estrechó contra mí como una loba, y por momentos sentía su aroma descender maternalmente hasta mi corazón, aquella noche fue en verdad mi madre. Sólo la tuve a ella para guardarme y sostenerme, estábamos solos [9].

La catedral gótica es la gran Casa Universal en la que todos los hijos de Dios son acogidos, protegidos, remodelados y conducidos hacia un mismo fin. La catedral defiende también del mal; las gárgolas monstruosas, estratégicamente ubicadas en las esquinas de la catedral, son como los soldados protectores que atacaban y defendían del mal el espacio interior catedralicio. La casa gótica conquista también su parte del cielo, y de hecho tiene a todo el cielo por terraza. Es desde ella que se llegará a la dulce promesa de la vida eterna. Es en esta casa gótica, al igual que la materna en donde el ser humano se siente eternamente protegido, en donde nunca envejecerá porque en ella siempre será hijo. La casa es nuestro rincón del mundo, es nuestro primer universo, nuestro cosmos. La calidad primitiva de la casa pertenece a todos, ricos y pobres, y esta calidad está en la catedral gótica.

La casa es también un estado del alma que, aun reproducida en su aspecto exterior, nos habla de intimidad, de una intimidad a la que hay que propiciarle todos los cuidados. Asistir a los oficios religiosos, acompañar los entierros, formar parte del alegre cortejo de fiestas populares, involucrarse en las asambleas políticas bajo la presidencia del obispo, discutir dentro de la catedral el precio del grano y del ganado, establecer la cotización de los paños, acudir a ella a buscar consuelo, pedir consejo e implorar perdón, bendecir la nueva empresa o corporación de trabajo, acudir a la tradicional kermesse, a la fiesta de los locos con su carro del triunfo de Baco, todo esto y más acontece en el espacio de la Casa Universal gótica. La catedral fue ciudad dentro de la ciudad, núcleo intelectual y moral de la colectividad, corazón de la actividad pública, apoteosis del pensamiento, del saber y del arte. La catedral fue también guardián secular del patrimonio ancestral, refugio hospitalario de todos los infortunios, en dos palabras, Casa Universal, madre que acoge, alegra, consuela a todos los hijos cristianos y aun a los paganos [10] porque también los alquimistas se reunían en ella todas las semanas el día de Saturno [11]. Es la casa de todos y por ello también el espacio de la intimidad comunitaria por excelencia, en el que todos son bienvenidos para formar una sola familia [12].


Notas

1. En el Renacimiento, como en la antigüedad clásica, se destacaba más la autoría de las obras de arte.
2. Bachelard Gaston, "La poética del espacio", México: FCE, 1975, p. 13.
3. Bachelard, op. cit., p. 23.
4. Bachelard, op. cit., p. 220.
5. Ibid., p. 222.
6. Bachelard, op. cit., p. 227.
7. Ibid., p. 232.
8. Fragmento y parafraseo de ponencia, en María Noel Lapoujade (comp.), Espacios imaginarios, México, UNAM, 1998.
9. Bachelard, op. cit., p. 77.
10. El principal enemigo de la Iglesia católica no eran los paganos, de hecho, ellos están presentes en la catedral en numerosos testimonios y en la mayoría de los casos eran considerados como católicos aún no conversos. El verdadero enemigo del catolicismo eran las asechanzas del demonio, las cuales tomaban forma en las diversas herejías; contra ellas estarán encaminadas todas las luchas del Papa en Roma. Las gárgolas en la catedral gótica son testimonio de esto. La Inquisición, en años posteriores, sería una poderosa herramienta de exterminio de todo aquello considerado como herejía.
11. Fulcanelli, "El misterio de las catedrales", Barcelona: Plaza y Janés Editores, 1993. p. 47.
12. Imaginemos la fantasía de los constructores de la catedral de Notre Dame de París: en sus 5955 m2 construidos pueden estar cómodamente hasta nueve mil fieles. Milán cuenta con 11300 m2 techados que albergarían de sobra a toda la población de su tiempo.

Bibliografía


Bachelard, Gaston, "La poética del espacio", México: Fondo de Cultura Económica, Breviarios 183, 1975.
Fulcanelli, "El misterio de las catedrales", trad. de J. Ferrer Aleu, Barcelona: Plaza y Janés Editores, 1993.

María Elena Hernández Álvarez