Oda a la Casa Dormida

Hacia adentro, en Brasil, por las altas sierras
Y desbocados ríos,
de noche, a plena luna...
las cigarras
llenaban
tierra y cielo
con su telegrafía
crepitante.
Ocupada la noche
por la redonda
estatua
de la luna
y la tierra
incubando
cosas ciegas,
llenándose
de bosques,
de agua negra,
de insectos victoriosos:

Oh espacio
de la noche
en que no somos:
praderas
en que sólo
fuimos un movimiento en el camino,
algo que corre
y corre
por la sombra...

Entramos
en
la
casa nocturna,
ancha, blanca, entreabierta,
rodeada,
como una isla,
por la profundidad de los follajes
y por las olas
claras
de la luna.
Nuestros zapatos por las escaleras
despertaban
otros antiguos
pasos,
el agua
golpeando
el lavatorio
quería
decir algo.

Apenas se apagaron las luces
las sábanas
se unieron palpitando
a nuestro sueño
Todo
giró
en el centro
de la casa en tinieblas
despertada de súbito
por brutales
viajeros.

Alrededor
cigarras,
extensa luna,
sombra,
espacio, soledad
llena de seres,
y silencio
sonoro...

La casa entonces
apagó sus ojos,
cerró todas
sus alas
y dormitorios.

 

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