Lecturas

La huerta está desierta;
La tarde huele a membrillo.
Sobre una tapia, acrobático,
asciende y se apaga un brillo.

Ya no se puede leer:
Nos guardamos la carta en el bolsillo.

Cartas que tienen de cinematógrafo y de fonógrafo:
cartas que traen en sus rasgos
los escorzos fugitivos
de alguna escena ya huida;
de esas con que nos formamos
el catálogo de oro de la vida.

Milagros del alfabeto.
Y en vez de un milagro, dos:
Reconstruir con renglones una fisonomía
y en un malabarismo acústico,
oír la voz.

Tenemos el alma llena.
En la arena,
con la rama que cortamos
complicamos monogramas.
Nuestro paso es intuitivo e inconsciente.
Toda nuestra alma está ausente
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . .

La noche quiere acostarse
e improvisa con la luna
la mecha de una candela

Ya en la fuente canta un grillo.
La huerta huele a membrillo
como un ropero de abuela.
Llevamos una carta en el bolsillo.
El alma vuela.

 

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