FUENTE
DE DUALIDADES : EL ESPEJO
Según Valéry,
en su libro El método de Leonardo Da Vinci, existen dos realidades que
generan el horror: la cópula y el espejo porque duplican el mundo.
El espejo es al
espacio lo que la memoria al tiempo. Si la memoria es el túnel del tiempo,
el espejo es el túnel del espacio. Ambos devuelven imágenes fugaces,
inasibles, porque el olvido y la mutación constantes nos acechan.
La memoria va en
busca del tiempo perdido condenada a reconstruirlo, a inventarlo. La
memoria es solitaria; el espejo es promiscuo porque hace visible la
profundidad insondable del espacio, a condición de invertir sus términos.
En el espejo se refleja el mundo y rompe su unidad ensimismada para
ser visto. Escisión fundamental que en el desdoblamiento da cabida nuestra
muerte, porque mirarse es descentrarse, cambiar y perecer. El espejo
es la pérdida de la inocencia, el asomo a la fuga primordial por donde
la vida escapa.
Sólo nos queda el
poema para fijar la fuga de fantasmas devorados por el tiempo y el espacio.
Pero ¿qué sucede cuando el poema se convierte en espejo de sí mismo?
Entonces se vuelve autónomo en un juego de reflejos que excluyen al
espectador, o lo involucran en el vértigo de la infinita virtualidad
del lenguaje que se refiere a sí mismo. El poema es expulsado del paraíso,
y amenaza con expulsar el lector. Un poema espejo es sólo una posible
deconstrucción del texto, esencialmente una provocación para que el
lector defienda su derecho a la lectura tanto unívoca como múltiple.
Estos poemas, reversibles
como espejos, apuestan al orden involuntario implícito en el poema como
sistema de signos. Fueron escritos sin sospechar su contracara, inconscientes
del exceso de virtuosismo que los denunciaría como meros experimentos
de corte manierista.
Como a Narciso,
los sorprendió la perversidad de su reflejo, y cómo él quedaron presos
de la dualidad que los escinde y duplica la mismo tiempo, en un juego
que revela el diálogo insospechado entre el ser y su sombra.