LAS CASAS DONDE
HEMOS VIVIDO
¡Casas, donde
vivimos
los días que se fueron para siempre!
Hoy hay rostros extraños,
se oyen vibrar desconocidas voces
y se escuchan los pasos de otras gentes
en las habitaciones donde un día,
enloquecidos de dolor, cerramos
las pupilas sin luz de nuestros muertos
Ajenos corazones
laten bajo los techos familiares,
viven, lloran, esperan, sufren y aman,
lo mismo que nosotros
bajo la estrella roja de la vida.
Otras sombras divagan
por los patios de antaño;
otras lágrimas corren
detrás de los cristales,
cuando nieva la luna en la ventana;
el rumor de otros besos
ahuyentan nuestras sombras
en esas casas donde ayer vivimos.
Allí, en
los aposentos olvidados,
donde bendijo Dios nuestros amores,
donde mecimos, trémulos, las cunas
y creímos morir junto a los féretros;
allí se ha quedado algo de nosotros,
de los días que huyeron para siempre;
amor, dolor, ensueño y esperanza,
recuerdo y juventud...
Nuestros ojos se
nublan
cuando pasamos por las viejas casas
y las poblamos con las cosas muertas
que sólo viven en nosotros mismos. . .
Esos extraños rostros,
voces desconocidas,
esas vidas ajenas y lejanas...
¡Cómo nos hacen daño!