Lo
que la Arquitectura es…
¿Cuántas
veces nos hemos detenido a pensar aquello en lo que somos?
Simples seres humanos, mortales y susceptibles al tiempo.
Siendo conscientes de que día tras día permanecemos
constantes en nuestra vida diaria, mientras el tiempo
continúa su marcha interminable. La misma rutina,
las mismas actividades que se repiten sin cesar. El mismo
cielo azul en lo alto, y el mismo aire que sopla desde
el norte o sur, o cualquiera de los puntos cardinales
que nos envuelven. Sin embargo, pese a la rutina y al
paso lento de los días que lucen frente a nuestros
ojos como similares y eternos, algo en nosotros se niega
a permanecer constante. Cada momento nos mueve y nos transforma,
cada día, cada hora y cada minuto nos hace ser
diferentes. Cada una de las líneas que he escrito
antes se ha transformado ahora, y expresa algo diferente
de la línea que he escrito el día de hoy.
Octavio Paz ha expresado este sutil movimiento como un
ritmo que envuelve todas las cosas existentes en el mundo
que miramos. El ser humano es movimiento y cambio. A pesar
de esta primera impresión estática al observar
nuestras vidas, tendemos a ser diferentes y a reinventarnos
día tras día. Este movimiento es fiel expresión
de lo que somos, y se refleja en todo aquello que hacemos.
El panorama que nos rodea es influido por nuestra esencia
de cambio. Nuestras ciudades y los sitios en los que vivimos
son compañeros que permanecen junto a nosotros
mientras nuestro propio ser se transforma y continúa
con su camino. Cada obra del ser humano responde a este
cambio. Basta con observar con atención cada una
de las obras arquitectónicas que nos rodean. En
ellas, con ellas como fondo, vivimos nuestras experiencias
y conformamos los recuerdos de nuestra propia existencia.
La arquitectura es una parte fundamental de nosotros,
una extensión de nosotros mismos, convertida en
paisajes que se graban en nuestra mente y en nuestro corazón,
siendo guía para llegar a lugares desconocidos,
espejo de nuestros pensamientos e idiosincrasia, cofre
donde se guardan momentos vividos con personas que conocemos
y que nos rodean, y testimonio de aquello que hemos sido
y de aquello que seremos en el futuro. Pienso, y creo
fervientemente que la arquitectura somos nosotros mismos,
buscando trascender más allá de nuestra
limitante temporal. La arquitectura permanece, mientras
nosotros partimos, pero algo de nosotros se ha quedado
en ella…
"En realidad, no pensamos que un lugar en la ciudad...
o en cualquier parte, fuera un pergamino para pintar bellos
recuerdos en él. ¿Acaso el ser humano sabía
desde el principio lo que era crear espacios para la vida
y convivencia de los hombres?. ¿Se habrá
imaginado que cada espacio creado, bellamente trabajado
con materiales tan simples como piedra, barro, jardines,
árboles, muros... pudiera guardar tantos sentimientos
y vivencias para cada ser humano?. ¿Cómo
pudo saber que habría sitios únicos, que
sobrevivirían al agresivo paso del tiempo, que
serían sitios únicos para personas, a través
de generaciones y generaciones?. Era la obra maravillosa
del ser humano. El poder de dejar huella. El ser capaz
de transmitir, de dar una herencia a sus sucesores. Una
herencia en la que cada uno podría compartir sus
vivencias y emociones con los demás. Sitios significativos...
Sitios en los que podríamos encontrar un pasado
muerto... Lugares que inclusive, nos sobrevivirían
a nosotros mismos".
El Complejo de Nietzsche. Fragmento.
Cada obra arquitectónica habla de todos aquellos
aspectos conjugados que le han otorgado vida. Cada espacio
tocado por la mano del hombre es expresión misma
de él, de su vida, sus pensamientos, sueños
y metas.
Miro las formas sutiles e impacientes,
que me invitan a adentrarme en el espacio cubierto;
admiro asombrado gestos aparentes,
dibujados en materiales que son golpeados por el viento.
El ser humano es un alma atormentada,
fuerte y sólida sólo en apariencia;
dentro de sí encierra pena abandonada
que se mueve y gira con brutal violencia.
Sin embargo, sueña y crea sin detenerse,
buscando trascender el tiempo que limita,
creando las formas que anhelan convertirse
en lo que silencioso por su alma transita.
Espacios se capturan y someten con vehemencia,
conquistados por una mente incesante que les dicta
ser escultura en manos que con peculiar paciencia,
realizan sueños físicos que al alma imitan.
La Arquitectura habla de nuestro ser profundo
es réplica de cada uno de nuestros sentimientos,
expresando sus discursos con símbolos inmundos;
despierta en el hombre volátiles desbordamientos.
La Arquitectura late con cada suspiro humano
su existencia se alimenta de un alma solitaria,
cuya visión y fortaleza tal convocan en llamado
nuestras tradiciones, cultura y la herencia milenaria.
La Arquitectura es un ente vivo que respira
cuya sangre corre por colapsadas venas
latidos agonizantes poco a poco expiran
mientras el tiempo asesina cada pena.
Los
sueños encerrados lentamente mueren,
convertidos en cenizas que el viento lleva,
más el latido de un corazón permanece
eterno en nuestro recuerdo que lo eleva.
"Si
pudiera existir en el espacio y tiempo de nacimiento de
cada una de las obras arquitectónicas antiguas
que me rodean, sería capaz de descubrir a seres
humanos infinitamente similares a mí, pero distintos
por completo, separados por largos períodos de
tiempo y espacio. La arquitectura es testimonio de todo
aquello que aconteció, y, que de alguna manera
prodigiosa, ha permanecido sellado y grabado en sus muros,
sus ventanas, sus altos y enanos techos que se alzan bajo
el cielo y que tapizan el horizonte.
La historia de hombres y mujeres anónimos y lejanos
permanece intacta. Las formas arquitectónicas susurran
acerca de sus vidas, y de todo aquello que soñaron,
esperaron e hicieron por trascender. Obras únicas
que, al igual que hoy, escriben lenta y detalladamente
nuestra historia, sólidamente esculpida en cada
material y en cada forma, pacientemente guardada y preservada
en el tiempo, y sutilmente descubierta e interpretada
por hombres posteriores a nuestra propia memoria".
Una magna obra se levanta inerte,
en aquella ciudad lejana que la vio nacer;
lugar antiguo no de Historia carente,
obra que confronta a mi mismísimo ser.
Me recuerdo caminar a su lado tantas veces,
ignorando su majestuosidad y sus bellas formas,
recuerdo que su voz me llamaba tiernamente,
mientras significados perdíanse sin fijas normas.
Estructura tan alta como el propio cielo abierto,
deslumbrante por su expresividad y su firmeza,
con un reloj en lo alto para medir el tiempo eterno,
majestuoso monumento repleto de sutil belleza.
Ha llamado mi atención aquello que anhela declarar,
he apartado cuidadosamente su apariencia vacía,
agudizo paciente mi oído, presto a escuchar,
frías palabras y vanas frases que en el tiempo
se perdían.
¿Qué
no acaso el hombre construyó aquellos sólidos
cimientos?
con sus profundos sueños, su fuerza y su propia
decisión.
¿Qué no acaso edificios están soportados
por pensamientos?
Fuerza invisible repleta de vasta imaginación.
Un tiempo medido por un monumento que se habita,
rodeado de personas e infinidad de experiencias vivas.
Un edificio con torrente de memorias que cita,
referente al origen y al pasado de las minas.