Es
curioso como se comportan los hombres en su casa, que tanto
se parece a un nido. Allá, donde las calles se ramifican,
el hombre busca la rama más oculta de la ciudad para construir
su nido. Así, descubrirla le dará el mismo gusto que siente
cuando descubre de pronto un nido en su jardín. La descubre
tantas veces, nueva distinta, emocionante.
Y
es que su casa no es como cualquier otra casa, su casa es
única: la ha formado con sus sueños, le ha moldeado desde
adentro, la ha construido con cada imagen que recuerda,
que ansía proteger. Hace su casa como el pájaro hace el
nido con su cuerpo.
¡Tanto se parece a la casa de su infancia!
Pero no es la misma, la ha levantado en un lugar diferente;cierto
es que lleva los recuerdos de su niñez,pero le ha agregado
los anhelos de su juventud y ahora cuida celosamente todos
los detalles que han de envolver su vejez.Sabe que algún
día la casa quedará sola, que sus hijos buscarán otros nidos
donde refugiarse, y sabe también que no será la misma, porque
todo aquello fue hecho para él y solamente para él. Quienes
vengan a ocuparla después la modificarán y los muros darán
albergue a otros sueños, tan distintos.
He mirado muchas casas, los hombres se enorgullecen de ellas
y, aunque parecen sostenidas por la tierra, esto es sólo
una ilusión: se elevan como suspendidas en el aire,como
los nidos, aquellos nidos tibios y en calma -donde los pájaros
cantan- que recuerdan las canciones, el encanto, el umbral
puro, de la vieja casa.
Federico
Martínez
enero de 2002