Arquitectura y Humanidades

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Barragán: escultor de materia y luz

Marco Rigamonti


La arquitectura de Luis Barragán es una experiencia intima, es un territorio denso de aprendizaje que tanto el observador inexperto como el interiorista profesional tienen que recurrir, observar y vivir con conciencia y de manera libre para así poderla apreciar en toda su totalidad.

Su lenguaje se compone de numerosos códigos que se develan a la vista y a los sentidos de forma gradual, sutil y decidida; así los volúmenes, las superficies, las texturas, las luces, las sombras, la naturaleza, el agua y el espacio transforman el mundo real en un universo paralelo que rodea completamente el espectador.

La habilidad que posee Barragán para juntar las diferentes matrices, cuales la tradición de su propia tierra, los principios de la arquitectura vernácula mexicana y europea, la influencia mediterránea y la volumetría del "International Style" contribuye a definir claramente y de manera inequívoca su estilo.

El arquitecto trabaja y fusiona estos macro factores con base en su fuerte religiosidad de orientación franciscana. El resultado de este proceso es una arquitectura espiritual, esencial, reservada, silenciosa y meditativa que en algunos casos encuentra semejantes trazos en las atmósferas metafísicas presentes en las pinturas del pintor italiano Giorgio de Chirico que crea espacios situados entre sueño y realidad, espacios estáticos por sus estructura fuertemente volumétrica y, al mismo tiempo, en continuo cambio y movimiento por el juego de planos, luces y sombras que se conforman sobre los mismos.

El resultado que Barragán obtiene es parecido a las imágenes de la pintura metafísica cuyo objetivo es representar lo que está más allá de la apariencia física de lo real y que se mueve más allá de la percepción de los sentidos. Ulteriores aspectos en común entre el arquitecto y la pintura de de Chirico se pueden encontrar en el uso que ambos hacen de las superficies de color planas y uniformadas, en las dimensiones que poseen las sombras, en las perspectivas que los planos y los volúmenes generan, en la sensación de soledad de los espacios debida a la ausencia de personajes humanos en los cuales para Barragán el único sujeto presente es el espectador. Todo en sus obras se convierte en enigma, misterio y teatralidad. Ejemplos de este connubio se pueden admirar, por ejemplo, en Los Clubes ubicada en México D.F., realizada en el periodo de 1966-1968, y subiendo al techo de la casa estudio de Luis Barragán, ubicada en la misma Ciudad, realizada entre 1947 y1948.

En algunos casos, la obra de Barragán es más una arquitectura hecha para ser apreciada y observada desde el exterior como las Torres de Satélite en México D.F., obra realizada entre 1957 y 1958, mientras en otros casos necesita ser penetrada, cruzada y vivida incorporándose en ella como parte de la misma, como la Casa Gilardi (1976) y la Casa Galvéz (1955). Las masas y las superficies simples que se alternan y se incorporan la una en la otra articulan el espacio por medio de sus variaciones en altura y extensión, definen la percepción del espectador y, al mismo tiempo, establecen el recorrido y los puntos de vista más adecuados desde los cuales la persona que se mueve en ella pueda mejor percibir la arquitectura. Barragán modula el espacio hasta convertirlo en un lugar auto representativo y proporciona un hilo sutil que guía el espectador y lo lleva acompañándolo de la mano en una dimensión reveladora.

Sin embargo, sus códigos lingüísticos, a pesar de que estén organizados de formas diferentes, coexisten en una profunda relación sinérgica. La luz representa el factor clave que junta y proporciona vida a las componentes expresivas de los espacios. Los mismos colores de las superficies adquieren vida y nuevos significados simbólicos que acondicionan la percepción del espectador. La luz enfatiza las texturas, aumenta o disminuye las dimensiones de las paredes, de los espacios y de los volúmenes dependiendo de su ángulo de incisión sobre los mismos.

La luz es materia que revela y plasma la forma; la dirección y la manera en la cual se manipula y devela por medio de la misma forma el valor funcional y simbólico del espacio. En algunos casos se trata de una luz blanca y espiritual que se mueve a través de los espacios y conecta el espacio interior con el espacio exterior, como en la Capilla de las Capuchinas en Tlalpan, México D.F. (1954-1960), en otros casos es una luz reflejada que proyecta el color de la pared sobre el ambiente y finalmente es una luz filtrada que pinta cuartos, corredores y techos, como en los interiores de la Casa Gilardi y de la Casa Barragán. El juego entre ambientes cálidos y fríos generados tanto por la luz como por las paredes pintadas recorre todo el círculo cromático y define las funciones de los mismos definiéndolos y limitándolos a nivel espacial.

Barragán es un maestro en utilizar, al mismo tiempo, el color pigmento y el color luz. El juego de estos dos elementos permite que el arquitecto logre obtener diferentes situaciones para un mismo espacio que el pasar del tiempo a lo largo del día y el cambio de la inclinación de la luz, modifican constantemente. Un paseo por los espacios de una de las casas del arquitecto, por ejemplo, no representa la misma experiencia si efectuado en la mañana o en la tarde; todo cambia.

La naturaleza ocupa un rol importante adentro del complejo lenguaje comunicativo de Barragán. Los árboles y las plantas tienen la doble función de generar ambientes íntimos y privados y al mismo tiempo crear juegos de sombra y luz filtradas necesarios para atenuar el calor del clima mexicano en las diversas temporadas del año, como el caso del jardín de la Casa Barragán en México D.F. (1947-1948).

En algunos casos la naturaleza es utilizada como escultura. Barragán utiliza su plasticidad para proporcionar un punto de referencia formal fácilmente reconocible, un canon proporcional que dimensiona la percepción de los espacios arquitectónicos alrededor del espectador. En otros casos, el arquitecto utiliza la naturaleza como elemento cromático para crear más contrastes o armonías entre las diversas superficies, como lo vemos en la Jacaranda en el patio de la Casa Gilardi.

El agua constituye un código dinámico que simboliza la vida. En la arquitectura de Barragán el agua representa, al mismo tiempo, un elemento impetuoso que brota directamente de los volúmenes arquitectónicos generando ruidosas cascadas, como en Los Clubes y un elemento de tranquilidad y meditación por medio del cual la luz encuentra otra materia expresiva en su superficie, como el espacio destinado a la alberca de la Casa Gilardi.

La importancia dada al uso de los materiales representa otro código expresivo que conforma de manera determinante la obra del artista arquitecto. El punto de partida en la búsqueda y elección de los materiales es, otra vez, la naturaleza y la idea de pureza. Barragán logra comunicar la idea de simplicidad, de armonía, de esencialidad, de espiritualidad por medio del uso de las transparencias proporcionadas por el vidrio, que el arquitecto utiliza como si fuera una cuarta pared invisible que une el interior con el exterior y permite el pasaje de la luz. Otros materiales que usa son el concreto que permite reproducir las irregularidades de la tierra y la madera cruda, cuyas vetas irregulares y armoniosas proporcionan atmósferas cálidas y acogedoras.

En fin, el uso del cemento, como se puede apreciar sobre todo en Las Torres Satélite, induce a una directa conexión con las obras del arquitecto Louis Kahn. La elección de no corregir las imperfecciones y dejar el cemento al estado bruto, como se observa en las cicatrices visibles sobre las caras pintadas de las torres, simboliza la verdad explicita de la arquitectura que se declara en su completa totalidad, develando aún su propio nacimiento, su propio proceso constructivo que se ve otra vez reflejado en la simplicidad.

La forma de los monolitos genera por medio de la acentuada inclinación de las superficies y distorsión entre los ángulos de las esquinas una ilusión de perspectiva que dinamiza los volúmenes, aumenta a nivel perceptivo su altura guiando la mirada hacia arriba, hacia el cielo y, probablemente hacia Dios.

El juego con los materiales simples representa para el arquitecto un constante vínculo con el pasado y la tradición; él quiere contaminar el nuevo estilo de los volúmenes geométricos y hacerlo propio juntando en sus arquitecturas el mismo pasado con el presente.

Barragán usa cada una de estas herramientas para representar su propia esencia y transformarla en arquitectura. Existen dos espacios: el del artista y el espacio de su propia arquitectura. Los dos vibran con la misma frecuencia dado que poseen la misma matriz. Él representa a sí mismo por medio de su arquitectura y su arquitectura responde a las exigencias del artista recreando a nivel macroscópico una proyección de su intimidad.

El dominio total de la forma y los muchos medios usados por el arquitecto para moldearla, tienen como objetivo dominante el alcance de la verdad. Barragán quiere alcanzar un mundo interior extremamente espiritual y darle cuerpo físico por medio de la arquitectura. Recorrer la arquitectura de Barragán es como un lento dialogo con el artista, es saborear su visión de la vida, es quedarse por un instante en silencio, observar los colores, percibir los espacios y dejarse llevar adentro de un camino de constante aprendizaje hasta llegar al punto, en el cual nos damos cuenta que él dejó en nuestras manos y en nuestro ser, su herencia.


Bibliografía

Federica Zanco, "Luis Barragan: the quiet revolution", Milano: Skira, 2001.
Louise Noelle, "Luis Barragan: dilatazione emotiva degli spazi", Torino: Testo e immagine, 1997.
Antonio Toca Fernández, "Barragán: opera completa", Modena: Logos, 1996.


Marco Rigamonti