Arquitectura y Humanidades

Propuesta académica

La Casa

 
Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

Introducción


Hablar de la casa pudiese parecer tema sin mayor relevancia para la arquitectura, y más hoy en día en que lo espectacular globalizante acapara los titulares no sólo en los medios masivos de comunicación sino en el ámbito académico, en donde se forman los arquitectos en el oficio de ser diseñadores de lo habitable. Asimismo, la casa para todo ser humano tiene tal obviedad en la vida cotidiana que pasa desapercibida su génesis y su vital trascendencia ya que es en ella -sea choza o castillo- como nos lo dice Gastón Bachelard, en donde llegamos a este mundo tangible. La casa es nuestro segundo vientre, y es también nuestra primera segunda piel; en la casa es que, en términos heideggerianos, somos como habitamos.

     En este volumen de la Colección Arquitectura y Humanidades, los autores nos acercan a reflexionar no sólo en la génesis y cualidades de la casa, también hablan de las numerosas atrocidades que cometen a sus ocupantes los propios espacios domésticos contemporáneos, los que, en su diseño y edificación, no consideraron al ser humano en su esencia, en su necesidad de cobijo, de resguardo, de intimidad, de privacía, sino que, en la creciente e imparable cultura urbana contemporánea, el principal interés es el económico. Como consecuencia de ello, la persona se ve “alojada y subordinada” a cubitos mínimos o inhóspitos los cuales, sin duda alguna, son causa directa de serios problemas de transformación social individual y comunitaria.

     También aquí se presentan ejemplos de casas que la historia nos da a conocer y que invitan a comprender qué sucede cuando una casa es comprendida pre o post ocupacionalmente como parte de su contexto geo socio histórico y cultural.
    
     Conscientes de lo anterior, en este volumen los autores proponen una seria y concreta reflexión y estrategia académica para que la comprensión y el compromiso del arquitecto hacia y con el diseño de lo habitable doméstico sean prioritarios en su formación. Y, de tal importancia es el tema de la casa, dicen los autores, que en las Escuelas de Arquitectura también se debería conocer más sobre los atroces espacios domésticos resultantes de pautas de diseño ajenas a las esencias del habitar doméstico y que dan como triste resultado espacios que oprimen y corroen al ser humano de diversas maneras.
    
Las reflexiones sobre la casa que este volumen comparte nos llevan a profundizar en la esencia del espacio primigenio que nos recibió en este mundo y, para beneplácito del lector, se aportan aquí ejemplos e importantes nociones teóricas sobre las casas que sí albergan y cultivan esta esencia, que reinstauran la arquitectónica del espacio privado e íntimo que llamamos La Casa.

      En el artículo de la Maestra en Arquitectura Patricia Barroso se considera que “(…) la casa no es un objeto frente a un sujeto que la utiliza como herramienta, sino que en ésta el trazado de límites o fronteras permite las distinciones adentro/afuera o interior/exterior que condicionan la posibilidad para la existencia. (…) Se le puede asignar a este acto como la instauración de una relación de intimidad en la que estamos expresando nuestros actos y comportamientos. La morada, como dice la Maestra Barroso, “está llena de interioridades, de acontecimientos en donde se instaura la vida íntima, la vida privada y la vida compartida”. Pero, se pregunta ella, “(…)¿el sentido del habitar una casa, puede pensarse como ese (Arkhé) o principio de la arquitectura?” La respuesta la encuentra la autora en Agacinski quien afirma que “la génesis de una casa, el porqué que preside a su producción, es también su fin, su para qué porque el origen de las cosas contiene y requiere la visión anticipada del fin, en donde, la arquitectónica de la casa nos indica la posibilidad de engendrar, gracias al conocimiento de su origen y de su fin, esa concepción de la habitabilidad que imaginamos anticipadamente cuando diseñamos.

     Pero, además, la Mtra. Barroso aporta ciertas nociones particularmente importantes tales como que “(…) en la casa se cultiva un campo habitable, porque es una arquitectura espaciada. La casa como núcleo de la vida personal, significa la estructura del abrigo, es esa construcción articulada que alberga un juego de relaciones entre los enseres y nuestro cuerpo pero que también Este lugar sagrado, distingue lo propio y la intimidad.”

     En palabras de la Maestra Barroso, “(…) en el hogar que nos alberga, también puede haber ausencias cuando no está nuestra presencia porque los hábitos de los seres humanos que la habitan y generan relaciones de pertenencia y territorialidad, dejan las inscripciones de un espacio propio. En efecto, en el estar ahí y el ser aquí, se instaura la pertenencia porque en la morada también hay exclamaciones del alma. La morada, lleva su primera inscripción en el espacio propio, que llama a la dignidad y  a la belleza. El hogar es reflejo de nuestra alma, es como un “ (…) castillo todo de un diamante o muy claro cristal, donde hay muchos aposentos. La casa interior no obedece a tipologías ni repeticiones. (…)La vivienda vale porque reúne los sentidos de protección, seguridad, principio y patrimonio; cobra un significado, porque en ésta plasmamos parte de nuestra existencia y manifestamos nuestras preferencias. Como los señala Certeau, “el menor alojamiento descubre la personalidad de su ocupante. Hasta una anónima recámara de hotel dice mucho de su huésped temporal al cabo de unas horas.Todo compone ya “un relato de vida”, dice la autora.

En el ensayo de la Doctora en Arquitectura Vania Hennings hay una singular reflexión que distingue lo técnico de lo habitable en la casa. Así, dice ella “(…) detrás de estos aspectos puramente “técnicos”, la casa se expresa, la casa propicia, la casa forma parte de la vida del ser humano y engloba una serie de significados que nos ayudan a comprender y conocer las diferentes culturas de nuestro planeta. (…) Es un espacio que parte del ser humano esencialmente y es para el ser humano esencialmente. Es así que el arquitecto requiere, además, sensibilizarse ante aquello que para el usuario significa la casa porque no es posible lograr una arquitectura responsable sin sensibilizarse ante los significados de la casa.

     La Doctora Hennings, nos invita a  considerar un serio compromiso con el diseño de toda casa ya que “(…) la casa representa el centro de la existencia humana, nos pertenece porque en ella “somos”; (…) la expresión familiar “entro en mi casa”, o la emoción contenida en la exclamación: “¡mi casa!” implican que la esencia del habitar la casa se refiere a llevar a la paz.

     Ciertamente, la relación es muy compleja entre el ser humano y la casa (objeto). Esta relación se puede resumir en dos características fundamentales. La primera es que el ser humano se identifica con el objeto[4], en este caso, con la casa. Bachelard puntualiza esta situación citando a Noël Arnaud que dice: “Je suis l’éspace où je suis” (Yo soy el espacio donde estoy). Cuanto la autora cita a Aldolph Loos: “Tu casa se hará contigo y tú con tu casa”[6]nos remite directamente a los “estados del alma”, de los cuales habla Bachelard, y que se deben producir al habitar o al “vivir” una casa.

Hay en este volumen otros artículos que hablan de ejemplos que ha validado la historia. Uno de ellos es el caso del texto del Doctor en Arquitectura de la Unversidad de Tesalónica Claudio Conenna quien nos habla sobre una de las casas de Oscar Niemeyer. Sobre ella nos menciona que: “(…) La Casa das Canoas demuestra que la teoría-filosofía proyectual se verifica en la praxis, la literatura se materializa en arquitectura y la poesía logra hacerse habitable. En efecto, Niemeyer, con su poema y su casa nos deja entre líneas un mensaje optimista diciéndonos que cuando los objetivos hipotéticos son precisos y las metas sublimes, la pugna constante hacia el ideal, aunque difícil, resulta llevadera. (…)”, hay poesía en sus palabras que invita a “(…)a la perseverancia en el bien y la verdad de un hombre dialogante que busca la perfección en la plena integración entre su ser y su obra. (…) La casa das Canoas por el contrario nos transmite un calmo mensaje plástico escultural comparable a las esculturas de Jean Arp (1887-1966) y Henry Moore (1898-1986). Niemeyer se encuentra espiritualmente con Arp allí donde una obra es concebida con espiritualidad y realidad mística, donde el deseo de descubrimiento, juego y amor por la sencillez elemental tiene un lugar especial en la creatividad. (…) en otras palabras y según afirma con precisión el profesor H. Tomás la casa es el paisaje por estar tan perfectamente integrada a mismo (H. Tomas, p. 100).”  El poeta y arquitecto Alejo Carpentier, nos dice Conenna, descubrió que en América y el Caribe las realidades fantásticas existían, y que Niemeyer de manera apocalíptica afirma que el racionalismo poético es posible. Así es que , “(…) y, del mismo modo que la obra literaria de Carpentier es legítimamente latinoamericana también lo es la arquitectónica de Niemeyer. En ambas manifestaciones artísticas se halla presente un lenguaje metafórico de la naturaleza, rico en imágenes de género barroco. (…)la concepción poética del habitar en su significado de morar más que en el del elemental ocupar. (…)llegando a ser un genuino poeta de la arquitectura en el sentido literal y figurado del vocablo, (poeta = poiitís = gr. ποιητής), un realizador completo, un creador de arquitectura en cuerpo y espíritu. La materialización -diseño u obra- de un genuino pensamiento arquitectónico es por naturaleza poesía”, dice Conenna. “(…) Éste vivir-habitar poéticamente, según Hölderlin, nos conduce a pensar que si el arquitecto ha de tener una virtud, es la de ser sensible cuando proyecta para que los hombres cuando habiten sus edificios puedan morar poéticamente en ellos a la manera planteada por Heidegger. (…) Alvar Aalto sobre esta obra de la cual sostuvo que se trata de una hermosa flor que no puede ser trasplantada por pertenecer a su apropiado hábitat y ha de ser vista en su propio sitio (G. Schildt, p. 139). (…) La casa das Canoas se esconde en el paisaje, para observar con espíritu contemplativo el mar, la naturaleza y el horizonte. (…) Así, explica Conenna, Oscar Niemeyer entiende que el hombre puede intervenir en la naturaleza para convertirla en el teatro de sus ilusiones”, nos dice Conenna.



El interesante texto de la Doctora en Arquitectura. Beatriz Guerrero González sobre Las mujeres y la casa norteamericana de la segunda posguerra atrapa al lector de manera singular desde el primer párrafo en donde se dice que: “(…) hablar de la casa es, consustancialmente, hablar de las mujeres", y nada más acertado que esta afirmación ya que somos las mujeres quienes, principalmente “hacemos casa”, quienes organizamos los espacios al interior, disponiendo de los muebles, de los alimentos, de los horarios de la experiencia en la casa, porque “habitar” es una experiencia, y esto nos remite directamente al espacio que se genera en “la experiencia” y que por lo tanto podemos afirmar que “espaciar” es el acto que  genera la experiencia habitable.
     Si bien es totalmente cierto lo que nos dice la Dra. Guerrero acerca de que las mujeres norteamericanas de la Posguerra fueron “confinadas” a sus casas, ello implicaría que antes no lo estaban, es decir, que ellas también estuvieron “a la par” que los hombres ocupando los puestos de trabajo que los hombres-soldado tuvieron que abandonar. Y evidentemente no fue así. No soslayemos el subyacente doble mensaje de manipulación mercadotécnica acerca de este supuesto confinamiento ya que, nos dice la autora de este interesante artículo, “(...) a estas mujeres que habían trabajado en las industrias de la guerra se les dijo que su deber patriótico era llevar su fuerza de trabajo al hogar para ser amas de casa, madres y especialmente consumidoras, para que la economía se pusiera en marcha nuevamente.” Y, es que fue así que se puso en marcha un espectacular programa de abastecimiento de electrodomésticos para garantizarles a ellas que su trabajo en el hogar ya no sería pesado como antes de la Guerra.
     Cuando la autora de este artículo nos dice que la  “(…) preocupación por la eficiencia y la tecnología hacía parecer el trabajo doméstico como si fuera más científico y profesional, e incluso a las amas de casa se les llamaba, recogiendo la tradición del siglo XIX, ´ingenieras domésticas´ o ´economistas del hogar´ les creaba un nuevo rol con fines comerciales principalmente para que ella se convenciera que la moderna tecnología funcionaba bajo su mando (…)”. Nada más seductor para las mujeres de la posguerra, y aún las contemporáneas para volverse a poner “su arnés doméstico”.
     Trepidante, pero cierto saber, gracias a este ensayo de la Dra. Guerrero que, poco a poco, la mujer, viviendo en los suburbios nuevos, fue de tal manera manipulada que se alejó de la (realidad) vida de la ciudad y fue presa fácil de la publicidad para convertirse en el centro del consumismo norteamericano: “(…) No estoy presumiendo de la vanidad de Mrs. Consumer, ya que en gran parte ella no es consciente de su abstracto papel como consumidora.”
     Cuando, en este ensayo González cita a Betty Friedan, leemos que “en todo el discurso de la feminidad y del rol femenino, nos olvidamos que el asunto que de verdad interesa en América (corrección: en Norteamérica) es el negocio.” (…) por medio de la persuasión publicitaria y “mantener a las mujeres estadounidenses en su rol de amas de casa”, hasta el punto que “si se les manipulaba adecuadamente, a las amas de casa estadounidenses se les puede dar un sentido de la identidad, de propósito, de creatividad, una autorrealización, incluso la alegría sexual de la que carecen, a través de la compra de cosas.”
     Este ensayo nos muestra el gran engaño en el que hicieron caer los comerciantes y empresas a la mujer norteamericana haciéndola sentir que era el ideal de toda mujer en el mundo, cuando en la realidad, la mujer norteamericana, con su cocina grande repleta de electrodomésticos y unida al living, nunca dejó de ser sirvienta del hogar. Y más allá de ello, los publicistas no se detuvieron cuando descubrieron que la mujer deseaba ser “la mujer ideal” trabajando, estudiando y desarrollando su papel de ama de casa”, así que la convencieron aún más de consumir lo que le facilitara la atención de su hogar. Además, la voracidad de los empresarios no terminó en los electrodomésticos que “le facilitaban” el trabajo al ama de casa, sino que después la publicidad se centró en la -interminable- decoración de interiores. Y así, a la mujer la convirtieron en, “de acuerdo con Friedan, carente de “un yo independiente que ocultar”, puesto que ella existía sólo y a través de su marido y de sus hijos.”
     La televisión, nos menciona la Doctora Guerrero, también fue pilar para fortalecer el confinamiento de las mujeres en sus casas de los suburbios atendiendo al marido y a los hijos, y todos "unidos" viendo la televisión.
     Y, cuando la autora concluye que, para dolor de las mujeres norteamericanas de los 50 y 60 (y aún de las actuales y de las que tratan siempre de imitarlas), es patético verificar que “una casa de ensueño es sólo eso: una irrealidad, y las vidas perfectas no existen"... y es que, (…) aparentemente, las mujeres en esa época tenían todo lo que podrían desear, y sin embargo, a principios de los años sesenta, comenzaron a vislumbrarse los síntomas del “malestar que no tiene nombre”, nos dice la autora.
     Seguramente este ensayo provocará enojo en algunos lectores, aunque también nos explicará con singular claridad cómo ese “ideal de vida doméstica norteamericana”, que se difundió en todo el mundo, también trajo su consecuente “malestar sin nombre” que pervive en estos tiempos globalizados y que nos aqueja a muchos en las ciudades contemporáneas.  
     El ama de casa norteamericana de la segunda posguerra fue la primer presa de la sociedad de consumo que ha llevado al mundo a la vorágine en la que todos parece que estamos dominados. Los voraces empresarios y publicistas norteamericanos buscaban en la Posguerra, y siguen buscando, el tener y nunca el ser, nunca la afirmación de los valores familiares esenciales como pautas de un “diseñar para un habitar que surge desde sí mismo”.

Por su parte, el trabajo que aquí presenta la Doctora en Arquitectura Lucía Santana Losada, y también sobre esa arquitectura doméstica que ya ha documentado la historia, nos recuerda que, si bien “hablar del término casa, parece de lo más trivial debido a la familiaridad que tenemos con ella, al desarrollar la mayor parte de nuestra vida en la misma; pero como menciona Paul Goldberger es en ella en donde se forma la conciencia de nosotros mismos, nuestra esencia y es a través de ésta que establecemos la relación con lo que nos rodea”. Así, la autora ofrece aquí un interesante artículo sobre la arquitectura doméstica funcionalista de los años 50 en México en donde es de singular importancia lo que ella sugiere de que se valore adecuadamente la arquitectura diseñada por los arquitectos que se analizan en el texto porque, según ella, siempre buscaron diseñar “(…) con un significado para el usuario que habrá de habitarla para no ser tan sólo la máquina para habitar que planteaba Le Corbusier”. En efecto, nos dice la autora, la arquitectura “(…) no ha cumplido con su razón de ser a menos que considere nuestras necesidades emocionales al crear espacios armoniosos, que permitan la creación de sonidos melodiosos y espacios para moverse que le permitan alcanzar un orden superior”; tal como en su momento lo hizo Gropius y que incorporaron arquitectos mexicanos de los 50´s  para “(…) crear sus propias casas el llenarlas de la “cualidad sin nombre” en donde además de adoptar los principios de la arquitectura funcionalista.”
     En este sentido, es vigente y de de singular importancia el que, aun estando en un contexto internacional funcionalista de fuerte influencia, los arquitectos que la doctora Santana analiza logran expresar lo “suyo propio”, es decir, lo nuestro en México. Los ejemplos que se menciona en este artículo son, sin lugar a duda, hitos en la arquitectura doméstica mexicana de esos años y que se actualizan de manera insoslayable para la enseñanza de la arquitectura contemporánea. Del Moral, Díaz Morales, Barragán y Sordo Madaleno son esos ejemplos de arquitectos que la Doctora Santana nos recuarda como hitos de la pasión, la entrega y el compromiso con la arquitectura de sus tiempos. Con gran respeto y precisión aquí nos explica la Doctora Santana el porqué.

Acerca del interesante enfoque que da a su artículo el Maestro en Arquitectura Federico Martínez sobre el espacio doméstico, se destaca la estrecha relación casa-familia. Según este autor, la casa es un reflejo de sus habitantes y de sus hábitos lo cual significa que todos podemos leernos a nosotros mismos en los hábitos y acciones que se viven en nuestra casa. De nuevo surge aquí la noción de experiencia, más precisamente de espaciar como acto generador de experiencia habitable. Es de esta manera que podemos manifestarnos y ampliar nuestro territorio, nuestro poder: “(…)Cuando jóvenes, nuestra recámara, esa muchas veces doble cámara, a la manera en que Baudelaire no lo narra en su bello cuento La chambre double,  que reafirma la condición de lo que queda sellado y separado del exterior y que nos permite afirmar: es de mi propiedad”.
Patético, pero cierto en muchos casos, el ejemplo que señala el autor acerca de “(…) Bernarda dicta la manera en que deberán ser las cosas en su casa. Pero no todas las hijas están de acuerdo y, por no poder amar al que ama pues su madre lo prohíbe, Adela, su hija, se quita la vida en su cuarto, en su refugio dentro de la casa que -vaya contradicción- es un gran refugio que le niega ser. Sin embargo, al ser humano le es tan esencial encontrar esta territorialidad que una litera, un pedazo de tierra donde acurrucarse para dormir y soñar, se magnifican y se vuelven el paréntesis [()] en donde habitar es posible, porque “(…) La casa, pues, no es siempre signo de alcurnia, pero en ella encontramos un remanso que nos permite habitar. ¡En cada casa nos acomodamos de maneras tan diferentes!“

     Así, es de singular importancia la sutil manera del autor en llevar estas reflexiones profundas acerca de la casa y su relación con la familia hacia el ámbito académico en el que se debería comprender esta esencial necesitad de territorialidad. Así que, nos dice el autor: “(…) hasta donde comprendo, la carrera de arquitectura nos da, entre otras cosas, habilidades para diseñar para cierto habitar, pero no potestad sobre cómo deben habitar los otros”.

En la invitación a acudir al Poema de Dulce María Loynaz, Ultimos días de una casa, el artículo de la poeta española Efi Cubero nos dice cómo Dulce María  “(…) Vuelve una y otra vez con inquietante reiteración, y parecidas imágenes, a esa visión obsesiva de índole espiritual que escapa a nuestro análisis. El poema es un largo monólogo, o acaso soliloquio, en el cual proyecta la mansión como si fuera un ser vivo. A punto de ser derribada, y desde la evocadora nostalgia de los seres que la habitaron, la casa se contempla a sí misma sobre una perspectiva metafísica, desde una dilatada e interrogadora reflexión. La soledad se cierne en torno suyo y las formas desaparecidas van quedándole “igual que cicatrices regadas por el cuerpo”. Desde ese tono casi agónico asistiremos, verso a verso, al imparable proceso de su descomposición. Independientemente de su valor poético, este libro, al que nos invita a acudir fi Cubero, posee una trascendencia inigualable. Porque, como ella misma dice: “Cuando todo se ha perdido menos el recuerdo.”

     Del ensayo de Efi Cubero reflexionemos en todo lo que en él se dice, y, más específicamente sugerimos al lector pausar su lectura en lo siguiente: El libro Ultimos días de una Casa es “(…) soliloquio largo y sostenido desde el que nos habla un edificio que presiente el derrumbe, la autora (Dulce María Loynaz) reconstruye o acaso quizás funda, con sólidos cimientos, esos mismos espacios sustantivos y eternamente intemporales. De manera real, a la vez que ilusoria, les inyecta a través del lenguaje savia nueva, los reviste de nuevas formas, les imprime inteligencia y sentimiento; aportándole vida, emoción y dignidad a aquella vieja y mágica casa habanera, inspiradora de El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier, ubicada en la calle Línea, esquina 16, de El Vedado, que un día sintió nacer a la escritora. (…) esta casa devuelve al que la observa, mediante su lección de inútil resistencia, su sitio de humildad. Para la autora cubana esta casa simboliza su propia resistencia. También el referente de una forma de vida. La estructura da cuerpo a la palabra hasta hacerla legible, a la vez que la orienta en esa conjunción de tiempos enfrentados; la verticalidad del rascacielos, símbolo del futuro que ella percibe como una amenaza y la compacta horizontalidad de espacios conocidos que la amparan y aíslan, como coraza protectora, de lo que no desea.

     “El mundo es una urdimbre cada vez más espesa que no deja respiro a los silencios. (…) Cemento perforado. / El mundo se nos hace de cemento. / Cemento perforado es una casa. / Y el mundo es ya pequeño, sin que nadie lo entienda —nos advierte— o, cuando contempla las nuevas estructuras alzarse como intrusas “poderosos los flancos, / alta y desafiadora la cerviz” mientras se siente ya su prisionera, extranjera en su propio reino, desposeída de los bienes que siempre fueron míos.

     “Versos que nos acercan imperiosos dejándonos la huella de una conmovedora melancolía. Pisamos las estancias del olvido sintiendo respirar este silencio, esta angustiada voz, como si palpitara en algún sueño el ser vivo que habita en el poema.

     “También la muerte ronda por las habitaciones y el nombre de una niña, Ana María, solamente ese nombre, vaga por los espejos, evanescente y pura, como una oblicua luz que atraviesa el espacio, que jamás se evapora en el recuerdo.”

      En el ensayo del poeta y arquitecto Jorge Tamargo leemos fuertes, atinadas y agudas palabras acerca de lo que hemos perdido hoy en día  sobre la esencia del habitar; tuvo razón Rilke y sin duda alguna, la sigue teniendo. 

       Si bien es cierto que Tamargo menciona que muchos culpamos a los norteamericanos del "pecado original", esto es, de las cajitas en serie, para ricos y para pobres, y que hoy padecemos en todo el mundo, tiene también mucha razón en recordarnos que el germen de ese pecado es europeo, casi unidireccionado a lo inglés. Sin embargo, aunque algunos sigamos considerando que Europa era la vid o raíz de todo lo que acontecía en el mundo occidental, en muchos lugares del planeta, como por ejemplo México, o más precisamente dicho, en pocos lugares de México, la cultura mestiza, con una ya debilitada influencia europea, ha dado otras tipologías de casas, que si bien algunos consideran “híbridos”, portan esencias muy distintas y anteriores a las europeas.
    
      Además, no soslayando lo que bien explica Tamargo, lo europeo, tan protagónico para el resto del mundo, y aunque ya debilitado, fue apantallado por la voracidad inglesa de los ochocientos, que imponía modelos industriales a todo, incluyendo a la casa, es decir, acomodaban “ganado humano”, no a personas; y este fenómeno lo replicaron “cándidamente”, pero aún más vorazmente los norteamericanos. Las utopías europeas, de una Europa dividida e imperialista, sin duda alguna fueron experimentadas en América y en otros lugares del orbe como África, y aún buena parte de Asia; la casa y la casa-ciudad fueron ampliamente reproducidos, nos dice Tamargo, sin embargo, aún así, no hay que olvidar tampoco que, afortunadamente, algunos nunca han idealizado a Europa, por diversas causas, entre ellas porque fueron “capaces” de provocar dos guerras mundiales en el siglo XX, en la segunda de las cuales murieron más de cincuenta millones de seres humanos. 

     No, en algunos lugares del orbe no todos desean ser, o parecer, europeos porque bien sabemos ya de las decadencias y transiciones sociales europeas que en su tiempo anunciaba ya el filósofo Gobineau. Cuando Tamargo cita en su ensayo a Rilke, un europeo consciente de lo que sucedía por y en el eurocentrismo, nos dice que “(..)Rilke fue testigo de la rotura definitiva del vínculo sagrado que unía al hombre con las cosas que conformaban (conforman) su paisaje espacio-temporal. Como era un ser hipersensible, lo vio claro; como era un gran poeta, lo in-formó valiéndose de la verdad menos sospechosa: la poética”, así que Tamargo nos avisa, de la esperanza y sensibilidad de seres humanos, hombres y mujeres, que como Rilke, saben que hay manera de “salvar-nos”, acudiendo a la Poesía, a las raíces nuestras, al sarmiento.

     Pero también advierte contundentemente Tamargo que “el hombre–masa” contemporáneo manipulado por los medios masivos de comunicación consumista de chatarra desechable e inacabable, cree que no necesita a los soñadores y teóricos poetas, pero hoy más que nunca necesita de los poetas, de los arquitectos que saben del habitar poético, de aquel que nos devuelve a nosotros mismos, a nuestra esencia humana individual y comunitaria.
    
Las casas contemporáneas que se miden por su plusvalía económica ciertamente están “diseñadas” por ingenieros, políticos o banqueros pero no por arquitectos. La “maquinita ocupable o padecible” para el homo consumista no tiene sus raíces en el humanismo, de donde deberían emanar las pautas del diseño… pero ¿cómo ser escuchados?, ¿cómo establecer el enlace con ese homo consumista que no sabe que no sabe lo esencial del habitar, precisamente el habitar una casa, su casa?

     Sí, somos inquilinos de espacios-cajitas que ocupamos o padecemos, y que además, como Tamargo: ¡compartimos con mascotas de todo tipo el escaso aire artificialmente metido en el cuadrito definido (que no puede decirse diseñado) por la mente ingeniera y económica del consumista! 

      No, hoy en nuestras urbes no habitamos en el sentido heideggeriano del “yo soy yo habito, como yo habito, yo soy” porque no sabemos quiénes somos, nos mudamos constantemente, ocupamos o padecemos cajitas desechables en turno. Y, el decir bachelardiano en la frase “yo soy el espacio donde estoy” nos comunica que tenemos muy poca idea de quienes somos en realidad.

     "¿Es la inteligencia, obrando al margen del humanismo, la que nos condena a la casa perfecta?" se pregunta Tamargo. Afortunadamente, sabemos, hay sus excepciones, como los invisibles poetas, que siempre perviven a todos los tiempos incluyendo a ésta era atroz que nos devora sin piedad para arrebatarnos –sobre todo- la economía, que lo demás no importa al Sacro Imperio Global.
    
      El escrito que en este libro presenta Tamargo es un fuerte llamado para que nos detengamos a reflexionar como arquitectos -y como comunidad de no arquitectos-, lo que seguimos perdiendo, pero también lo apasionados que debemos seguir por “una casa óptima (que) sería “(…) aquella que realmente perteneciera a sus moradores: seres humanos todavía, y como tales, sometidos en última instancia a un pathos complejo, que para nada se puede supeditar, sobre todo si hablamos del ámbito hogareño, a los raquíticos logos y ethos de la ingeniería. En una “casa óptima” el genio debe vivir al servicio de la familia, y el ingenio no debe pretender más que facilitar las cosas para que ello ocurra." En el texto de Tamargo podemos sentir la pasión y el enojo entrelineados que nos hace sentir la ausencia actual del verdadero habitar y a la par las voces de quienes que niegan a subordinarse al Sacro Imperio de lo Global consumista, depredador. La esencia humana debe ser la pauta del diseño de la Casa Perfecta porque “si no existieran todavía vestigios de Arquitectura, la última palabra sería de esos locos ingenieros alemanes (decía Rilke)”...u hoy en día los voraces norteamericanos.

     El artículo, que es más bien el resumen de la ASIGNATURA "ARQUITECTURA DOMÉSTICA" EN LA ESCUELA DE ARQUITECTURA DE LAS PALMAS, del Doctor en Arquitectura Manuel Martín Hernández conjuntamente con Eugenio Rodríguez Cabrera, es incluido en este volumen porque la Colección Arquitectura y Humanidades nace y crece en el ámbito académico pero para ser siempre verificada en el ámbito profesional que comienza, precisamente, en las aulas de las Escuelas de Arquitectura. Es por ello que consideramos que esta propuesta del Doctor Manuel Martín Hernández es una magnífica propuesta para ser obligatoria en todos los planes de estudio que forman a los arquitectos.

     Si bien el primer párrafo de este interesante trabajo señala sus objetivos académicos, resulta de singular importancia ser soporte y conocimiento para todo arquitecto y persona que necesitan conocer  las nociones básicas sobre el habitar humano. El que exista una asignatura en las Escuelas que forman a los arquitectos sobre la arquitectura doméstica no como sólo una materia más dentro del programa académico, sino como el verdadero inicio en la formación del profesional que se ocupará de la formación de quienes diseñan “lo habitable”, y más aún, "lo poéticamente habitable".

Dra. en Arq. María Elena Hernández Álvarez
Ciudad de México, junio de 2016