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Habitar la casa
Vania Verónica Hennings Hinojosa
En el campo de la arquitectura es muy frecuente referirnos a la casa como un objeto que engloba aspectos tipológicos, funcionales, constructivos y muchos otros que se refieren esencialmente al objeto físico. Sin embargo, detrás de estos aspectos puramente “técnicos”, la casa se expresa, la casa propicia, la casa forma parte de la vida del ser humano y engloba una serie de significados que nos ayudan a comprender y conocer las diferentes culturas de nuestro planeta. Consecuentemente, como arquitectos, no debemos considerarla como un objeto aislado, separado del ser humano, habitador de este espacio; al contrario, debemos sensibilizarnos ante un espacio que parte del ser humano esencialmente y es para el ser humano esencialmente. Nos referimos a un espacio que forma parte de un lugar, un tiempo, una cultura con su forma de vida, sus actividades, sus necesidades y sus sueños.
Es así que, en el presente documento, se busca representar el sentido amplio de “lugar para vivir” sin hacer referencia a un tipo de casa en especial, como unidad cultural ya determinada. Si bien el análisis de la expresión formal (significante) de la casa corresponde a la labor del arquitecto con el fin de conocer las reglas de su conformación en el espacio, el arquitecto requiere, además, sensibilizarse ante aquello que para el usuario significa la casa. Este aspecto parece estar negado a la intervención del arquitecto pero, sin embargo, contribuye de manera significativa en las diversas propuestas que podamos generar. Como arquitectos, la comprensión y estudio de estos significados potenciarían el valor de la casa erradicando la pauta rectora de vivienda actual que se refiere al aspecto económico y no al aspecto humano. El arquitecto, así como el estudiante de arquitectura, tendrá un nuevo compromiso en lo que se refiere a la casa, adquiriendo conocimientos sobre este objeto arquitectónico, esencialmente destinado al ser humano y generado a partir de significados que deben tomarse en cuenta en la actividad proyectual. No es posible lograr una arquitectura responsable sin sensibilizarse ante los significados de la casa.
El estudio etimológico del término “casa”[1] señala la importancia de la casa como la habitación primera y denota una jerarquía, un pertenecer y un sentirse pertenecido. Por ello, se dice que la casa representa el centro de la existencia humana, nos pertenece porque en ella “somos”, es un espacio humanizado, un espacio hecho a imagen y semejanza del ser humano. La casa no es sólo el techo y los muros que resguardan a sus habitantes[2], está cargada de un significado mucho más complejo; la expresión familiar “entro en mi casa”, o la emoción contenida en la exclamación: “¡mi casa!” son suficientes para comprender su esencia. Por ello, la casa es a la vez un continente de objetos y de seres humanos y un contenido de significados. Otro término que parece surgir reiteradamente es “habitar”[3], un término que desde su etimología denota la manera en que se experimenta ese permanecer, en completa paz y tranquilidad. Por ello, habitar se refiere a llevar a la paz de manera positiva y esto se produce cuando se deja algo en su esencia, en lo que es permanente e invariable. El rasgo fundamental de habitar es ese cuidar (mirar por), ese permanecer a buen recaudo permitiendo la paz y el descanso del ser humano. Esta es una condición que permite al ser humano “vivir” y llevarlo a su esencia, al encuentro consigo mismo, a la libertad de “ser”. La única posibilidad que el hombre tiene para ser y estar en el mundo es habitándolo, dice Heidegger. De esta manera, el hombre crea su propio mundo en el cual habita creando límites para tener la seguridad de poder decir “habito allí” y tener la grata sensación de “estar en casa”.
Al habitar, se produce una relación muy compleja entre el ser humano y la casa (objeto). Esta relación se puede resumir en dos características fundamentales. La primera es que el ser humano se identifica con el objeto[4], en este caso, con la casa. Bachelard puntualiza esta situación citando a Noël Arnaud que dice: “Je suis l’éspace où je suis” (Yo soy el espacio donde estoy)[5]. Esto implica que el ser humano se encuentra sumamente identificado con su espacio, su casa llega a formar parte de su ser. Al habitar el ser humano “es” ese espacio, existe una simbiosis muy importante entre ellos. Como bien dice Aldolph Loos: “Tu casa se hará contigo y tú con tu casa”[6]. La segunda característica es que entre el ser humano y la casa se genera una relación de “uso”. El ser humano usa la casa y se transforma en “usuario” de este objeto arquitectónico. Esta consideración nos lleva aseverar que cada tipo de objeto tiene propiedades específicas que hacen que lo utilicemos de diversas maneras, siendo, la casa utilizada por el ser humano[7] de la única manera posible, es decir, habitándola.
La casa, como espacio arquitectónico, y su relación con el ser humano produce una simbiosis muy difícil de explicar, siendo las obras de innumerables poetas y escritores las que sugieren muy sutilmente esta conexión espiritual que va más allá del entendimiento humano. La casa penetra los caminos de la imaginación aglutinando costumbres, colores, preferencias, modos de habitar, sueños, creencias, tabús, en fin, saberes básicos que sumados a la acción de habitar logran esa espacialidad poética. Entonces, la casa es un arte creado o producido por el espíritu humano y la poesía produce ese contacto íntimo entre el ser (casa) y el ser humano que la habita. De esta manera, la poesía expresa esa profunda intercomunicación y representa un alimento espiritual que indaga en el mundo de nuestras emociones. La obra y pensamiento de Luis Barragán tiene una profunda relación con la poesía por las imágenes poéticas que devela. Su arquitectura, afirma Barragán, “es (...) arquitectura emocional. Es muy importante para la humanidad que la arquitectura conmueva por su belleza. Si hay muchas soluciones técnicas igualmente válidas para un problema: la que ofrece al usuario un mensaje de belleza y emoción; esa es arquitectura”. Barragán emplea, al referirse a sus obras, una serie de palabras dignas de un poeta: “Una palabra importante en la vida humana es magia y otra más aún: sorpresa (...) serenidad. Toda arquitectura que no la exprese, no cumple con su misión espiritual (...) los arquitectos tenemos la necesidad y la obligación de crear ambientes serenos. Pareciera que la serenidad, la soledad y el silencio fueran palabras hermanadas (...) La gran arquitectura expresa alegría silenciosa y serena”[8]. Todos estos atributos marcan los “estados del alma”, de los cuales habla Bachelard, y que se deben producir al habitar o al “vivir” una casa.
La casa no puede ser considerada simplemente como un objeto o un bien de consumo; desde siempre, la casa reviste al hombre y le da un significado que va más allá del cumplimiento esquemático de sus funciones. El espacio que genera tiene vida y forma parte de nosotros, es mucho más que dimensiones o materiales, encierra recuerdos buenos y malos, toda una vida de sensaciones y sentimientos. Se habla de la arquitectura como la belleza sensible que domina los sentidos, como la forma envolvente. La casa no es simplemente un objeto que se puede describir, lo más importante, su esencia es que“narra hechos o impresiones para llegar a las virtudes primeras, a aquellas donde se revela una adhesión, en cierto modo innata a la función primera de habitar”[9].
La importancia que llega a adquirir una casa para sus habitantes marca el compromiso de nuestra profesión en la producción de formas basadas en las exigencias del habitador o en las exigencias de la cultura. Se pretende que toda obra arquitectónica ocasione un impacto sobre la persona en el instante mismo que se realiza el contacto, se dirija directamente al corazón, al alma, a la profundidad del ser, “... el alma viene a inaugurar la forma, a habitarla, a complacerse en ella”[10]. La obra debe comprenderse y revivirse cada vez que penetramos en ella. Entonces, el habitante siente que este espacio le concierne. “Todo lector que relee una obra que ama, sabe que las páginas amadas le conciernen”[11]. El lector, o habitante, siente que participó en la creación de esta obra y, por lo tanto, se siente parte de ella y se deja envolver por ella. Al hacer suya a la casa, el habitante siente esa paz que le permite soñar, ese calor maternal, esa protección que le ayuda a encontrarse y conocerse, la casa compromete la totalidad del ser. Por lo tanto, la arquitectura es inconcebible sin el ser humano que la vive, la percibe, la recorre, la usa, le da vida.
Es así que la labor del arquitecto es, ante todo, de intérprete, de hilo conductor permitiendo que los significados se expresen. Entonces, el arquitecto debe tener la capacidad de “oir” al habitador, respetar su voluntad de ser y, a su vez, debe comprender los problemas a resolver, y conocer de esos significados para poder interpretarlos. Quedan plasmadas ideas y pautas para comprender, analizar y responder en el diseño del objeto arquitectónico más importante para el ser humano, la casa. De esta manera, se promueve una visión más humana de este objeto con la finalidad de lograr diseños más acordes a la cultura, a los valores y al ser humano que la habita. La arquitectura debe superar la simple utilidad y más bien despertar la emoción del alma que la habita.Dra. Arq. Vania Verónica Hennings Hinojosa
La Paz, Bolivia, enero de 2019
Notas
1. Según el diccionario, el término “casa” significa “una construcción que sirve para la habitación humana”, “un edificio para habitar”. Por otro lado, etimológicamente, el término “casa” proviene del latín choza y del árabe sjuzza que significa “habitación primaria”; se entiende por primaria a “la principal” o “primera en orden de grado”, por lo cual, la casa representa el objeto primario, en sí, para habitar. El término choza es la original expresión del hogar, como hoguera o lar, como el lugar donde se conserva el fuego. Ahí se aloja, se conserva la especie humana de manera segura.
2. En el campo de la arquitectura, resulta frecuente hacer referencia a la casa por sus características constructivas, volumétricas y funcionales, existe una marcada preocupación por el espacio, el orden, la estructura, el color, la luz y otros; se hace referencia a un objeto, aislado, separado del ser humano, habitador de este espacio.
3. Heidegger afirma que el término “habitar” viene del antiguo sajón wuon y del gótico wunian y significa permanecer, residir. Wunian, se refiere a “estar satisfecho” (en paz), “llevado a la paz y permanecer en ella”. Paz (friede) es la libertad preservada de daño y amenaza, es una paz que incluye el cuidado.
4. En muchos casos el objeto arquitectónico no coadyuva con esa identificación lo que provoca una falta de pertenencia que conduce a la transformación del objeto.
5. Noël Arnaud. L’état d’ebauche. Citado por Gastón Bachelard en La poética del espacio. Pág. 172.
6. Citado por Alfonso Ramírez Ponce en Habitar, una quimera, pág. 22.
7. A partir de un análisis conceptual de algunos términos como ser: la persona, el individuo, el usuario, el hombre, el ser humano y el habitador; se determina que el “ser” que habita la casa es el “ser humano” debido a que se refiere a la esencia o naturaleza (ser) de la especie humana en su totalidad, integra a todos los seres sin hacer ninguna distinción y sin imponerle características específicas. Se centra en una generalidad, en un “ser” no específico pero, a la vez fácil de identificar con un sin fin de sentimientos, valores y significados.
8. Citado por Alfonso Ramírez Ponce en el guión para el video sobre Luis Barragán: “El murmullo del silencio”, pág. 4-5.
9. Bachelard, Gastón. La poética del espacio, pág. 34.
10. Ibid., pág. 13.
11. Ibid., pág. 18.
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