Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos

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Acerca de la recuperación de lo esencial en la arquitectura

Por: Mercedes Viviana Torero Cifuentes

Como parte de las responsabilidades de los profesionales que se desarrollan en el campo de la arquitectura, está el atender las necesidades presentes de las ciudades actuales y sus habitantes. Para poder lograr esto, es conveniente enriquecer constantemente los conocimientos con una visión que tenga en cuenta el pasado, el presente y el futuro.
Sobre el pasado corresponde tener en cuenta los hechos históricos que marcaron y moldearon las ciudades, interpretándolos correctamente, esto con el fin de entender el porqué de la situación actual, y, además, para poder captar la esencia de lo antiguo y así poder plasmarla de una forma adecuada en los proyectos.  Sobre el presente, es importante entender los problemas que se presentan como diseñadores y habitantes de las ciudades, tanto desde la perspectiva cultural como desde lo socioeconómico, ya que estos factores influyen en toda obra arquitectónica. Y finalmente, sobre el futuro, conviene comprender que cuando se diseña, se estaría dejando herencia cultural tangible e intangible, por lo que no se tendría que reservar la libertad de expresión como artistas, tampoco conviene temer a la innovación, o cohibirse al reflejar la intencionalidad conceptual, ya que esto sería obviar la natural evolución de todas las ciudades. No sólo se tiene que mirar el pasado y el presente, sino también el porvenir de la ciudad.

En la actualidad, uno de los mayores problemas al que los diseñadores se enfrentarían, sería la pérdida del espíritu en las ciudades. Varios e importantes autores han escrito sobre esta problemática, abordando el tema desde diferentes perspectivas. Por ejemplo, el literato mexicano, Octavio Paz explica que la pérdida del espíritu estaría relacionada con la pérdida de identidad a partir de la colonia (o tal vez a partir de la independencia) y en el constante intento de recuperar la cultura pasada. El horizonte mesoamericano pervive entre la riqueza mestiza que ahora poseemos por lo que es responsabilidad de los diseñadores encontrarla en los proyectos. Octavio Paz menciona: “Cierto, cuando llegó el progreso a la moderna, nuestra casa […] se desmoronaba; la que hemos construido en su lugar, […] ha sido deshabitada por el espíritu. Pero el espíritu no se ha ido: se ha ocultado.” .

Esta pérdida del espíritu va de la mano de otros factores sociales que impedirían su recuperación, más aún, imposibilitaría que la sociedad actual pudiera identificarlo y distinguirlo. Sobre esto el filósofo checo Karel Kosik explica que la ciudad moderna carece de lo poético, que poco a poco la propia sociedad ha ido expulsando lo poético de sus vidas. Por ende, un ser humano que no tiene la capacidad de la arquitectónica, es decir, de diferenciar lo esencial versus lo secundario, no sería capaz de exigirlo como parte de sus derechos.

Para entender esto es importante tener en claro las definiciones que da el autor sobre lo poético, lo sublime y la arquitectónica:

-Según el autor lo sublime “(…) significa un repentino estremecimiento en el que nos liberamos de la trama y las redes de la realidad sensorial, superamos nuestras limitaciones y entramos en contacto con seres finitos, con la infinitud. […] lo sublime se muestra, así como un poder que libera y eleva al hombre”.

- Lo poético es lo que crea lo sublime junto con lo bello y lo íntimo.

-Mientras que la arquitectónica “(…) es una diferenciación que no sólo distingue lo esencial de lo secundario sino que también otorga a lo principal, a lo importante, a lo sustancial, un puesto elevado y lo define como el sentido de todo lo que se hace”

De esto se podría decir que, tanto lo esencial como lo secundario siempre coexistirían, siendo así complementos de la vida diaria, ya que no todo podría ser esencial y no todo podría ser secundario. Uno de los problemas de la ciudad moderna sería la confusión en la que viven sus habitantes, ya que estos, no serían capaz de reconocer lo sublime, debido a que ha sido expulsado de la ciudad, asignándole así este significado a lo que no le pertenece. En otras palabras, las ciudades presentarían, un vacío de contenido. La responsabilidad de los diseñadores estaría en tratar de insertar en las ciudades cualidades que posibiliten el crecimiento del ser, que potencialicen el espíritu, es decir, cualidades que permitan ser. Pero para poder lograr esto primero se tendría que reconocer qué y por qué hemos perdido la cualidad potencializadora del espíritu en las ciudades, ya que sólo así podremos hallar cómo recuperarla.

El escritor peruano, Mario Vargas Llosa en su libro “La civilización del espectáculo”, realiza un análisis crítico de la cultura en nuestro tiempo y explica cómo el concepto de cultura ha perdido la noción clásica que la definía, lo cual ha conllevado a la banalización de la misma. Vargas Llosa define a la civilización del espectáculo como “(…) un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal.” . Esto, en el campo de la arquitectura habría generado la promoción de una arquitectura “light”, donde lo llamativo prima frente a lo esencial, privando así a las edificaciones de contenido poético, esencial, y sumergiendo al ser humano en un entorno superficial, provocando así, el crecimiento de la anti-ciudad. Como consecuencia, los diseñadores se concentrarían en la forma más que en el contenido, guiándose equivocadamente por la cultura popular, cuando, lo que podrían hacer es hallar un equilibrio y brindar a las edificaciones de calidad espacial, lo que beneficiaría no sólo a la habitabilidad del ser humano, sino a que estos logren distinguir y exigir como sociedad una arquitectura de calidad.

En un sentido similar al del autor Mario Vargas Llosa encontramos al filósofo francés Guy Debord, quien, así como Vargas Llosa, analiza las influencias de la sociedad del espectáculo en la cultura. Debord define al “espectáculo” como:

“(…) al mismo tiempo resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento del mundo real, una decoración sobreañadida. Es el núcleo del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares – información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones -  el espectáculo constituye el modelo actual de vida socialmente dominante.”  

Esta priorización por la imagen, por el consumismo de una mercancía inmediata habría dejado a la sociedad moderna imposibilitada de distinguir el valor real de las cosas. En el campo del diseño arquitectónico es posible detectar la influencia de esta priorización de la imagen. Desde la formación del arquitecto en la academia, donde la enseñanza de una estética superficial, es decir, el fachadismo, prevalece ante los demás elementos esenciales de la arquitectura.

Otro fallo en la educación de los futuros profesionales es que en esta prevalecen los axiomas y algoritmos. Si bien se dice que la arquitectura es una especialidad multidisciplinar, estas otras ramas que componen una estructura de educación son vistas sólo superficialmente, o muchas veces no se cuentan con ellas. Principalmente la filosofía, que es la que nos da la capacidad de tener una visión crítica en lo que se antepone a la arquitectura. Si los estudiantes no tienen la capacidad de reflexión acerca de lo que se les presenta como un discurso verdadero, estarán forzados a un aprendizaje de método. El método, explica Kosik “(…) unifica a todas las personas anulando sus particularidades, su casualidad, su desigualdad, sus diferencias y les permite comportarse con respecto a los que es como un único hombre”

El método entonces, provocaría que el ser humano pierda su singularidad y su enfoque, los llevaría a seguir fórmulas que dan como resultados repeticiones que no necesariamente funcionan. En arquitectura, la imitación irreflexiva provocaría proyectar envolturas que su único fin sería llamar la atención del ser humano, en vez de guiar el diseño a la habitabilidad, negándole al ser humano a conectarse con lo sublime. Al proyectar, muchas veces se daría prioridad al objetivo (mal direccionado) del cliente, es decir, a su poder adquisitivo, cuando lo que se edifica realmente afecta a todos los habitantes de la ciudad que se está construyendo.

La demanda de este tipo de “diseño” se puede ver reflejada en el pedido constante de una imagen imponente del objeto arquitectónico, dejando de lado aspectos esenciales, como la habitabilidad, la inserción dentro de un contexto o los antecedentes culturales del proyecto. Esto generaría una banalización de la producción arquitectónica, donde se cree que la forma es la responsable del éxito y la valorización de una edificación, dando como resultado problemáticas mayores.

A esto se le sumaría el mal uso de la era digital, lo que en algunos casos habría provocado un alejamiento del diseñador con su obra, ya que el diseñador ya no realizaría la concepción de la edificación como un conjunto, resolviendo así todos sus componentes, sino que lo visualizaría como piezas sueltas, de las cuales, sólo desarrollaría algunas de ellas. Debord dice al respecto:

“Con la separación generalizada del trabajador y su producto, se pierde todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada y toda comunicación personal directa entre los productores. Conforme progresan la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo, la unidad y la comunicación se convierten en atributo exclusivo de la dirección del sistema”

Es evidente que se está dentro de un sistema donde lidera la economía y los procesos que esta contrae. La influencia que tiene el sistema económico en el campo del diseño arquitectónico limita y/o da las bases para las transformaciones urbano- arquitectónicas de las ciudades. El conjunto de los fenómenos socioeconómicos determina a la ciudad como un artefacto cultural, que se mueve, se crea y se transforma. Pero estas transformaciones de la ciudad muchas veces no van junto con la idea de evolución, o más bien, el sistema capitalista vende la idea de evolución positiva cuando lo que se presenta son cambios que traen consigo consecuencias negativas. Es así que uno de los principales motores de la transformación y despojamiento del espíritu que sufren las ciudades se da por el capitalismo y su gran fuerza como sistema de producción. Este sistema llega a ser contradictorio ya que, si bien brinda cosas que se pueden describir como “positivas”, en igual o mayor grado también ocasiona cosas “negativas”. Un ejemplo de esto es que a través de este sistema ocurre un fenómeno de transformación el cual crea una renovación del centro urbano de la ciudad. Esta transformación se vende con la falsa idea de desarrollo y mejora en la ciudad, pero este mejoramiento es normalmente guiado al beneficio de las clases más privilegiadas, desplazando así a las clases menos privilegiadas. Estas, al verse expulsados de los que antes era su ambiente se ven obligadas e ir en busca de un costo de suelo similar del que fueron despojados, terminando así normalmente en la periferia.
Este sistema económico también sería responsable de la formación de la anti-ciudad y con esto, responsable de generar el sentimiento de no pertenencia de sus habitantes. Existe una constante lucha sobre el espacio público, una lucha de poder sobre quién tiene más derechos sobre ella, si el auto, el peatón o el comercio. Poco a poco el espacio público se va perdiendo, no sólo en diseño sino en el sentido de convivencia, cada vez se convierten más en espacios de tránsito rápido que de recreación. Así, el espacio público perdería su sentido de espacio libre sobre la ciudad, es decir, dejaría de ser un espacio regenerador y pacífico. Al contrario, el espacio público se despojaría de emociones, esto a causa por un exceso de información, de lucha sobre él, y sobre todo por el mal diseño. Esto ocasionaría que el espacio público impida el sentimiento de pertenencia y dificultaría la convivencia social, reduciéndose así en un estímulo para acelerar la circulación de los ciudadanos, minimizándose así, a un espacio de tránsito rápido.

 Este impedimento de socialización enfatizaría otros problemas de la actualidad, tales como la lucha constante frente el desarrollo individual y la pertenencia a un ámbito social. El ser humano busca su independencia, su desarrollo personal y su autonomía, pero sería obligado a estandarizar sus actos según lo que el sistema de la ciudad manda, que a la vez no favorece a la sociabilización, perdiendo así su naturaleza social. El ser humano habría perdido el interés por sociabilizar, lo agobia compartir espacios con desconocidos y acusa a la ciudad de albergar a demasiada gente. Que se indique como cualidad negativa “la aglomeración humana” en una ciudad es una gran llamada de atención. Es decir, los humanos, crean la ciudad para los humanos, pero al no planificarla correctamente, uno de los problemas de la ciudad sería ellos mismos.

Otro de los motivos por los que se estarían perdiendo los espacios públicos y habitables en la ciudad sería debido a la priorización por parte del sistema económico de los beneficios de empresas privadas frente a las necesidades de sus habitantes, esto se da, por ejemplo, a través de inversiones comerciales con falsa apariencia de desarrollo, quedando así la ciudad afectada ante este rápido proceso de despojamiento de su memoria y su vida. Este falso desarrollo se presenta como esencial en nuestras ciudades cuando es plenamente secundario, pero el ciudadano no reclama, ya que no puede reconocerlo, no distingue lo sublime frente a lo banal, ya que lo sublime fue expulsado de la ciudad hace mucho tiempo.
El ser humano presenta cierta desesperanza aprendida, la cual crea la falsa idea que respecto a estos temas no hay mayor acción que se pueda realizar para combatir o que generen un cambio. Pero ante esto se presenta, en pequeña medida, una conciencia que busca la verdad, aún existen ciertos focos de resistencia que protegen la ciudad, ya que la sienten suya, aunque no la tengan, no como propiedad inmobiliaria, pero a través de cierta relación frente a estos espacios que generan esta necesidad de protección.  
Para que sea posible enfrentar los problemas presentados sería importante que los ciudadanos sean conscientes de que son parte de un sistema, de una sociedad confundida, la cual los ha separado de su propia producción, dando como resultado objetos faltos de valor que la sociedad dominante cree necesitar, ya que no busca lo “esencial”, busca un producto alienado. Es aquí donde sería importante que la prudencia y la ética salgan a flote, es decir, no sólo se tendría que acatar pasivamente el pedido del cliente, que muchas veces llega con una noción de valor errónea, al contrario, se podría tomar cada cliente como una oportunidad de promover lo esencial y explicar las diferencias entre falsas y verdaderas cualidades de una obra arquitectónica.

Asimismo, en el objetivo del mejoramiento de las ciudades se podría hacer uso de la hermenéutica analógica. Para explicar sobre este tema recurrimos al filósofo mexicano Mauricio Beuchot, quien define la hermenéutica como “el arte y ciencia de interpretar textos” , la cual interviene en donde no hay un sólo sentido, es decir, donde hay polisemia. Mientras que para definir la hermenéutica analógica menciona que “Según nos dice la semántica, lo análogo tiene un margen de variabilidad significativa que le impide reducirse a lo univoco pero que también le impide dispersarse en la equivocidad” .

Si bien Mauricio Beuchot se refiere a una interpretación de textos, es decir, a lo escrito, se podrían tomar estos ejemplos dentro del campo de lo arquitectónico, donde la relación: autor – texto – lector, se da por: el diseñador – la edificación – el habitante. Esta analogía autor – arquitecto, texto – edificación y lector – habitante no es una norma, ni es una relación fija, ya que, por ejemplo, el arquitecto, al recibir una demanda tiene el papel de intérprete (lector), así como, al proyectar un diseño se desempeña como autor.

La importancia de aplicar la hermenéutica analógica dentro del campo de lo arquitectónico nace a partir del papel que juegan los diseñadores como intérpretes. Por ejemplo, al acercarse a una comunidad, y al recibir sus pedidos, compete descifrarlos como una estructura de códigos, para hallar así, su contenido significativo. Como intérpretes corresponde entender los símbolos, los significados, las costumbres, etc. logrando así que el diseño propuesto sea coherente con el contexto.  Este tipo de interpretación adecuada, se lleva a cabo, según Beuchot, aplicando la sutileza, la cual permitiría acceder al sentido profundo, o ayudaría a hallar varios sentidos cuando parecía haber sólo uno. Es decir, la sutileza ayuda a “(…) superar la univocidad, evitar la equivocidad y lograr la analogía. Sobre todo consistía en hallar el sentido auténtico, que está vinculado a la intención del autor, la cual está plasmada en el texto que él produjo.”  

Es así que la Hermenéutica analógica permitiría el correcto diálogo entre los elementos que intervienen en el campo del diseño, cultivaría al diseñador y lo comprometería a otorgar beneficios a la sociedad a través de su trabajo, lo despertaría del individualismo que predomina la actualidad y le permitiría entender más sobre la realidad, sobre la vida. De igual manera, ayudaría a comprender lo incomprensible, y al constituirse como un hábito permitiría regresar y releer textos, encontrando un nuevo y verdadero sentido, actualizando así, el propio ser. Entender y practicar la hermenéutica analógica permitiría entonces, obtener una prudencia en la interpretación. No sólo en las acciones que competen al diseño arquitectónico, sino también en los diversos aspectos de la vida. Ayudaría también a entender este hecho de interpretación que tienen el resto de seres humanos, favoreciendo así la comunicación y la relación con la comunidad.

Es por esto importante que los arquitectos, aprendan a interpretar correctamente lo que sucede alrededor, para así poder tomar conciencia que pertenecen a un ámbito con una cultura de entretenimiento (la cual cambia constantemente y a gran velocidad), y al reconocerlo podrían rechazar esta banalidad y, por el contario, podrían comprometerse a proyectar con un objetivo de trascendencia, no para ellos mismos, sino para el ser humano en general, es decir, que la obra arquitectónica genere pertenencia al usuario, asegurando así la habitabilidad del proyecto.

El objetivo de los profesionales de la arquitectura en la actualidad estaría basado entonces en la recuperación de lo humano de las ciudades, en la elevación del espíritu del ser humano, en la búsqueda del derecho de dignidad y respeto, en la dignificación del ser humano. Las ciudades se encuentran en la búsqueda del espíritu que en un momento del pasado se ocultó, el problema sería, que muchas veces se le busca sólo en el pasado, y se pretende regresarlo tal y como se conocía. Se tiene que comprender que el espíritu que quiere volver, el espíritu que está esperando, ya no es el mismo, está potencializado por las riquezas que le brindó el mestizaje de sus tierras, por lo que se debería reconocer este nuevo espíritu y aceptar que ha cambiado, y con él, nosotros.

Los diseñadores de estos tiempos, necesitarían incentivar la natural necesidad de la búsqueda de la verdad, así como reflexionar y entender la realidad, con el fin de despertar de esta falsa conciencia, la cual pertenece; en menor o mayor grado; a todos. El enfrentamiento de esta situación actual es responsabilidad profesional y la lucha se puede dar una vez reconocido el deber moral ante la sociedad. Los actos que se realizan como ser individual no pueden limitarse a observar el propio interior, sino que se debe retomar la responsabilidad con el resto de seres humanos.

Mercedes Viviana Torero Cifuentes correo
Ciudad de México, 3 diciembre de 2018

 

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Ibídem pág. 69.

Ibídem pág. 71.

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Ibídem. Pág. 14.