Carencia de lo humano en la producción de lo arquitectónico mexicano: reflexiones generales
por: Fausto Soto Soria
Comenzar una reflexión hoy en día con la palabra arquitectura representa para algunos unatrevimiento debido al manjar de suposiciones absolutas, y probablemente absurdas, que se viene arrastrando desde las mismas sedes de la formación profesional de arquitectos. Y es que desde los mismos albores de la educación sobre lo arquitectónico –al menos en México- los conceptos transmitidos a los jóvenes parten de repeticiones dogmáticas sin crítica sobre cómo es el orden del mundo; se puede decir con ello que no se les enseña a razonar y el nuevo pensamiento se comienza a narrar sólo alrededor de lo económicamente plausible hasta lo superficialmente bello.
Con esto cabe entonces preguntarse sobre si estas suposiciones de carencia tienen algo que ver con las condiciones sobre las cuales los hechos arquitectónicos de México se encuentran hoy en día. Se intuye que hay una pérdida de lo humano en lo experimentado en el día a día, y sobre ello es que la crítica general desarrollada en las últimas semanas se ha basado, tanto desde la critica a los rasgos observados en lo tangible, como a sus posibles contribuyentes dentro del ámbito de lo arquitectónico y los procesos de producción que le dan origen.
El mismo Karel Kosik ya aborda sobre esta carencia perceptible, establece que si “desaparece la necesidad metafísica de lo poético, de lo verdadero, de lo sublime; la vida de la gente se degrada y se reduce a la obtención de cosas, placeres e informaciones, a garantizar el confort y el lujo” (Kosik, 2012), esto es la base de la afamada civilización del espectáculo, uno de los tantos responsables que explican las condiciones del mundo actual.
De manera más puntual, la arquitectura de lo banal hace su alarde por medio de un cierto proteccionismo, es decir escudándose detrás de cosas de valor; Kosik bien expresa que “la arquitectura une a lo sublime, lo patético y lo monumental con lo corriente, lo trivial, lo banal, y en esta unión le permite también a lo trivial hacer alarde de la poesía.” (Kosik, 2012), cayendo con ello en cierta superficialidad no obvia, pero sí sospechada, de una falta de una peculiar sensación de calidez.
Podríamos decir que existe cierta evidencia de lo anterior en las corrientes arquitectónicas más publicitadas, las cuales parecen dar preferencia sobre todas las cosas a lo visual, negando con ello la percepción multi sensorial que forma parte de la naturaleza de los seres humanos, ideas desarrolladas desde la fenomenología de Pallasmaa quien se esfuerza en revalorizar lo acústico al decir que: “La vista aísla mientras que el sonido incluye; la vista es direccional mientras que el sonido es omnidireccional. El sentido de la vista implica exterioridad, pero el sonido crea una sensación de interioridad. Contemplo el objeto pero el sonido me llega; el ojo alcanza pero el oído recibe”. (Pallasmaa, 2012, p. 50)
Aquello, sin menospreciar el resto de los sentidos, ya nos da una clara visón de la importancia y peculiaridad de cada uno de los sentidos para la comprensión integral del mundo que nos rodea; estas son ideas que típicamente no forman parte, como apoyo al desarrollo de proyectos, de los despachos de arquitectura en México, lo que muy probablemente desemboca en la forma como se materializa la realidad del mundo construido en el cual nos encontramos inmersos; realidad en la cual cada uno de los ciudadanos participa de manera activa, no sólo los arquitectos.
Admitamos por un momento que en cuestiones de preferencias arquitectónicas la presión ciudadana si juega un papel poderoso y preponderante, Vargas Llosa comenta que “La publicidad ejerce un magisterio decisivo en los gustos, la sensibilidad, la imaginación y las costumbres. La función que antes tenían, en este ámbito, los sistemas filosóficos, las creencias religiosas, las ideologías y doctrinas […] hoy la cumplen los anónimos «creativos» de las agencias publicitarias” (Vargas Llosa, 2016), situación que fomenta ciertas actitudes públicas que suelen dar preferencia a los intereses económicos de unos cuantos.
No se trata con esto de invalidar los gustos subjetivos de los mexicanos en nuestro contexto local de la actualidad, sino de hacer un esfuerzo por entender el porqué de sus exigencias –esto bien puede ser producto de la sociedad del espectáculo, rasgos culturales representativos de los mexicanos, contexto histórico y ambiental, e incluso subjetividades ya de índole personal particulares a cada uno de los miembros que componen la sociedad-, para con ello ahondar en la mejor comprensión del fenómeno.
Asimismo profundizando en este entendimiento comenzamos a identificar consecuencias serias con respecto al problema de seguir este camino, nuevamente Vargas Llosa observa que “La adquisición obsesiva […] produce el fenómeno de «reificación» o «cosificación» del individuo, entregado al consumo sistemático de objetos, muchas veces inútiles o superfluos, que las modas y la publicidad le van imponiendo […] aislándolo y destruyendo su conciencia de los otros, de su clase y de sí mismo…” (Vargas Llosa, 2016).
Pero más que pérdida de sí mismo, aparece otra dimensión al fenómeno a partir de Octavio Paz quien dice que el mexicano se niega a sí mismo, “El mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada.” (Paz, 2010, p. 96), con lo que entre negación y pérdida de sí mismo, no queda entonces nada del mexicano, y su entorno comienza probablemente a reflejar esto.
De esta misma manera, el célebre filósofo Guy Debord ahonda en estas consecuencias al establecer que “Considerado en sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda la vida humana, o sea social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida, como una negación de la vida que se ha tornado visible.” (Debord, 2012), por lo que no sólo no queda nada del ser mexicano sino que se niega la vida misma.
No queda con esto exento el papel profesional del arquitecto; si bien pareciera que la mayor parte de la megalópolis y otras poblaciones son producto de la autoconstrucción, no se le puede del todo juzgar al mexicano común por no aplicar aquello que no sabe, lo que ignora; aquello que los arquitectos se jactan de sí saber y que lo expresan por medio de discursos que se quedan cortos ante la inmensidad del mundo del espectáculo, el querer destacar, ser distintos e imponer ciertas tendencias: en otras palabras, el ego impositivo o la ceguera autoimpuesta hacia la complejidad del mundo.
Tal vez sí podríamos decir que el arquitecto sabe cosas que el resto de la sociedad no sabe; pero independiente de ello el arquitecto debería tener la obligación ética de aceptar que existe mucho sobre lo cual no sabe nada, es especial con respecto a los ciudadanos para los que en principio debería servir; el hecho de que estos conocen las “corrientes estilísticas” más populares del momento no quiere decir que este “saber” está por encima de las preferencias de las personas, personas a las que debería saber cómo interpretar.
Para ello bien nos pueden servir aquí las enseñanzas del arte o ciencia de la interpretación; el filósofo Mauricio Beuchot en su libro Perfiles esenciales de la hermenéutica argumenta que “...el objetivo o finalidad del acto interpretativo. Éste es la comprensión del texto mismo, la cual tiene como intermediario o medio principal la contextuación. Es poner un texto en su contexto y aplicarlo al contexto actual, que puede ser muy distinto. Por eso toda interpretación conlleva una autointerpretación. Nos interpretamos frente al texto para ver su distancia frente a nosotros, y alcanzar lo más posible de objetividad” (Beuchot, 2008, p. 34)
Si nos esforzamos en aplicar lo anterior al fenómeno discutido, vemos que hay un llamado por una contextualización prudente, aquella que no sólo se trate de seguir ciegamente los deseos del usuario, sino que se encuentre en un balance con las nociones y conocimientos que el arquitecto posee; la aplicación de la hermenéutica analógica que nos permita rehuir de las posiciones univocistas y equivocistas, para con ello dar tal vez un primer paso en un renfoque sobre lo humano carente dentro de lo arquitectónico.
En definitiva esta contextualización se enfoca de primera mano en el entender el mexicano en su estado actual; remitiéndonos con ello a una caracterización típica del mexicano como ser hermético que niega cualquier tipo de sensibilización que pueda disminuir su hombría (claro que queda aún al aire la pregunta sobre en dónde entran las mujeres en esto), y con ello tal vez restarle valor a su vida misma. Paz nos dice que “El mexicano no sólo no se abre; tampoco se derrama”, (Paz, 2010), pero cuyas consecuencias bien podrían desembocar en esta desconexión con el espíritu humano y las necesidades intangibles.
Para comprender mejor los argumentos pasados sólo basta echar un vistazo a las metodologías empleadas en muchos de los despachos de arquitectura, en donde el proyecto suele partir desde estudios presupuestales y legales –sin duda importantes-, seguido por estudios de mercado y supuestas necesidades funcionales, relegando el resto a una especie de máscara estética, a la conformación de formas que sirven sólo para el deleite del ojo, considerando a la desvalorizada subjetividad del futuro habitante sólo como aquello que es superfluo.
Como se ha dicho, ya se ha mencionado en otras ocasiones sobre la crítica hacia esta posible desconexión con la funcionalidad que termina con el manejo de un fachadismo omnipresente para cualquier tipo de propuesta; es decir aparentar por fuera lo que por dentro no se es, el aspirar a ser otro, -como negación de uno mismo en términos de Paz-, la deshonestidad…todo en aras de las ganancias económicas y de un supuesto progreso humano.
Proyectos enteros se dejan sucumbir ante las viabilidades económicas, situación que motiva una imperante desconexión con respecto a las cualidades del espíritu humano, la cuales sólo pasan a ser reducidas en su entender como simples “recorridos agradables a la vista”, “remates visuales”, o simplemente “más árboles”, e infinidad de otras frases triviales que fungen como testimonio de la banalidad sobre lo que se cree saber de lo humano, y cuyas representaciones pecan por medio de los mediáticos renders –posibles imágenes de la fantasía-, como servidores atractivos de lo espectacular por presentar una realidad maquillada.
Pero existe cierto dinamismo en la cultura que nos engloba, Vargas Llosa dice que “la cultura puede y debe ser, también, experimento, desde luego, a condición de que las nuevas técnicas y formas que introduzca la obra amplíen el horizonte de la experiencia de la vida” (Vargas Llosa, 2016), reclamando que la cultura es reflejo de nosotros mismo, pero haciendo un muy importante hincapié sobres las experiencias vividas.
Hay quienes afirman que el fin último del diseño no es aquel que cumple una función en específico, sino aquel que nos provee de una experiencia , y es en estas experiencias que bien podría ser que le mexicano basa sus preferencias con respecto a la cultura. Si para Octavio Paz “Esta mexicanidad —(es el) gusto por los adornos, descuido y fausto, negligencia, pasión y reserva— “ (Paz, 2010, p. 15), entonces es posible que este gusto nos remita a experimentar aquello que somos a manera de corroboración.
Y es esta experiencia que muchas veces es negada por parte de los arquitectos, quienes imponen conceptos meramente estilísticos ajenos de uno mismo; ejemplo de ello puede ser el uso de ideas cercanas a lo que muchos definirían como minimalismo nórdico, -dígase de colores neutros, maderas aparentes (en su mayoría inexistentes en el territorio nacional), y espacios sobrios; todo ello como manifestación contraria a lo que se observa en cada uno de los hogares mexicanos.
Sin duda dichas consideraciones abren las preguntas con respecto a qué hace que lo arquitectónico pueda ser mexicano; si para Octavio Paz “…condenamos nuestro origen y renegamos de nuestro hibridismo…” (Paz, 2010, p. 95), entonces sería prudente reflexionar sobre nuestra procedencia y aceptar nuestra condición como producto del choque entre lo indígena y lo español. Claro que se haría un llamado hacia la prudencia al momento de interpretar dichos argumentos, todo con el afán de no caer en un simple fachadismo y un disfraz de lo espectacular.
Habría tal vez que echar una mirada analítica hacia las obras de uno de los arquitectos mexicanos más reconocidos: Luis Barragán, que como bien es sabido, es famoso por según lograr encapsular lo mexicano en lo arquitectónico, de ser así quedaría pendiente el evaluar sus procesos de interpretación los cuales seguramente le abrieron el panorama a esta integración de lo humano mexicano en el contexto social actual.
Dichas posibilidades permiten una esperanza para aquellos que buscan un progreso humanista; si reconocemos dentro del acto interpretativo del ser mexicano que la contextualización del mundo en el que nos encontramos insertos, háblese de un mundo capitalista, permite entonces con más facilidad entender las condiciones del mundo que produce el ambiente que nos rodea.
Otro punto a considerar en la reflexión sobre la sociedad mexicana de la actualidad recae en la ociosidad, Debord explica de manera muy clara esta situación cuya cita es pertinente presentarla:
“Mientras que en la fase primitiva de la acumulación capitalista ‘la economía política no ve en el proletariado más que al obrero’, que debe recibir el mínimo indispensable para la conservación de su fuerza de trabajo, sin considerarle jamás ‘en ocio, en su humanidad’, esta mentalidad de la clases dominante se invierte tan pronto como el grado de abundancia alcanzado por la producción de mercancías exige una colaboración suplementaria por parte del obrero. Este obrero, repentinamente librado del total desprecio hacia él manifestaban ostensiblemente todas las modalidades de organización […] tratado como una persona relevante, con una atenta gentileza bajo su disfraz de consumidor […] el humanismo de la mercancía se hace cargo del ‘ocio y la humanidad’ del trabajador, simplemente porque la economía política puede y debe ahora dominar estas esferas en cuanto economía política” (Debord, 2012)
Tomando esto en consideración es fácil realizar un diagnóstico sobre la imperante presencia un tanto deshumanizadora, y cada vez más presente, de los centros comerciales en la ciudad de México, consagrados al consumismo disfrazado en lo espectacular y en el aprovechamiento del ocio impuesto hacia la sociedad; no se pretende argumentar -como se ha dicho con anterioridad- a manera de lección y moraleja de la realidad, sino exhortar que la critica a estos hechos arquitectónico parten de la perdida de lo que nos hace humanos.
En cuestiones de opinión pública, el ciudadano común parece no estar consciente de dichas manifestaciones económicas bajo las cuales es aparentemente sometido, y esto presenta ciertos nexos con respecto a las ideas exploradas al inicio de esta reflexión en donde abordábamos sobre la influencia mediática que influye sobre las preferencias y gustos de las personas; algunos profesionales de la arquitectura bien se aprovechan de estas particularidades quedando en el aire nuevamente la ética profesional.
Ahora bien, existen posibilidades conceptuales con respecto a lo humano en lo arquitectónico en donde se analizan las estrechas relaciones que puede existir entre la experiencia que se tiene con el medio arquitectónico; para ello ideas de Gastón Bachelard parecen arrojar cierta lucidez sobre la ya compleja naturaleza humana.
Sugerentemente Bachelard nos dice que “Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa (…) la imaginación construye ‘muros’ con sombras impalpables…confortarse con ilusiones de protección…” (Bachelard, 2000, p. 28), esto como contrapeso a la deshumanización nos exige adicionalmente una interpretación no exteriorizada y contextual del ser humano, sino interior más cercana a su condición espiritual y al origen de cada uno.
Lo anterior nos podría invitar a ahondar en temas que pueden con mucha razón actuar como contrapeso a una sociedad perdida; tarea nada fácil tomando en cuenta las condiciones bajo las cuales ya nos encontramos, en especial si consideramos que parte de los actores principales responsables (no todos) son los profesionales de la arquitectura; profesionales representados a nivel mundial por el sistema starchitect que conlleva una influencia masiva por medio de sus obras producto…esas que parecieran ser los hitos mismos de la arquitectura del espectáculo.
Si Debord dice que “la representación espectacular del hombre aglutina toda esta banalidad al concretar en sí la imagen de un posible papel que desempeñar (la estrella). La condición de estrella del espectáculo es la especialización de la vivencia aparente, objeto de identificación con la vida aparente y sin profundidad…” (Debord, 2012), es importante con ello resaltar sobre el papel de estos arquitectos reconocidos mundialmente, ya que ellos fungen como fuente de inspiración para millones de estudiantes de arquitectura -e incluso aquellos que ya se encuentran laborando profesionalmente-, y cuyas prácticas son religiosamente seguidas sin ningún cuestionamiento a su labor.
Podemos extender con esto que posiblemente la fama en sí no es un problema como tal, sino la manera como muchos de ellos emplean sus fuerzas sin impunidad ni crítica alguna, y en muchos de los casos fungen como agentes de las clases políticas dominantes; condiciones que van desde el aprovechamiento sin escrúpulos de una sociedad ciega hasta los grandes ecocidios perpetrados en pos del eterno ideal del progreso humano.
El progreso en sí no debería ser sinónimo de destrucción de los menos afortunados (dígase de los seres humanos o el medio ambiente), sino un retorno a aquello que nos hace humanos –no refiriéndonos con ello al restablecimiento de técnicas viejas, postura que caería en lo absurdo- sino como se comentó, el regresar a la esencia de nuestra naturaleza que pareciera haber sido perdida en algún punto del transcurso humano.
Se hace evidente que hacer un esfuerzo por conocer la naturaleza del ser mexicano sería uno de los primeros pasos adecuados en la interpretación, aquella que se debe llevar a cabo en la labor hacia lo arquitectónico; tal vez con ello nos referimos al ya desgastado llamado por tener una fuerte ética profesional, pero no por ello debemos negar que, aunque caiga en el cliché, el cambio realmente está en nosotros mismos; no es una imposibilidad ante el cual el arquitecto deba rendirse ante su complejidad y serie de aparentes contradicciones.
Tal vez sólo es necesario partir de una concientización de que el fantasma del egoísmo acecha, y todos nos encontramos en riesgo de padecer de ello; y es aquí donde se podría encontrar una aturdidora ironía: si somos capaces de percibir esta carencia de lo humano en la producción de lo arquitectónico mexicano, y si consideramos que el arquitectónico es producto entre muchas otras cosas del estado actual de sociedad canalizada por uno mismo, es entonces posible decir que esta deshumanización proviene de una falta de humanidad interior.
Por último, si hablar de arquitectura en las aulas de las escuelas de arquitectura de México es recurrir a dogmas establecidos como ya se ha experimentado, entonces es necesario hablar de la crítica de lo arquitectónico, así como de la interpretación analógica de la realidad del ser humano mexicano; dicho de otra manera, se trata de concientizarnos como seres humanos con cualidades no sólo tangibles sino espirituales -esto como parte de un sistema social simbiótico y medio ambiental-, que se encuentran sumidos en una civilización que alaba lo espectacular pero que en el fondo añora su propia humanidad perdida.
Fauso Soto Soria
Ciudad de México; 3 de Diciembre de 2018
Bibliografía
Beuchot, M., 2008. Perfiles esenciales de la hermenéutica. Primera ed. Ciudad Universitaria: Fondo de cultura económica.
Beuchot, M., 2009. Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpetación. Cuarta ed. Ciudad Universitaria: Itaca.
Debord, G., 2012. La sociedad del espectáculo. 2da ed. Valencia: Pre-textos.
Kosik, K., 2012. Reflexiones antediluvianas. 1era ed. Ciudad de México: Itaca.
Pallasmaa, J., 2012. Los ojos de la piel: La arquitectura y los sentidos. 6a ed. Barcelona: Gustavo Gili.
Paz, O., 2010. El laberinto de la soledad, Posdata y Vuelta a "El laberinto de la soledad". Cuarta ed. México,D.F.: Fonde de cultura económica.
Vargas Llosa, M., 2016. La civilización del espectáculo. 1era ed. México, D.F.: Debolsillo.
Ideas a partir del seminario
Antropología y Diseño del Mtro. Gustavo Casillas Lavin