Actualidad arquitectónica y la hermenéutica analógica aplicada al proyecto de arquitectura
Por: Juan Antonio Nava Peña
El presente ensayo pretende ser una reflexión teórica acerca de la relevancia de la crítica urbano arquitectónica en las disciplinas proyectuales y en la arquitectura. El enfoque epistémico desde el cual se pretende abordar este trabajo, no proviene de la misma disciplina arquitectónica, inclusive, el marco conceptual bajo el que se establece el termino “critica arquitectónica”, no se soporta en leyes o reglas estéticas o formales, es decir, no se pretende realizar una reflexión desde la cual pueda criticarse una obra arquitectónica por sus aspectos compositivos formales, plásticos o espaciales, sino desde un aspecto más profundo, apoyándose de disciplinas humanísticas que son las que logran acercarse a un sentido ontológico de lo arquitectónico y que definen más al hombre que la experimenta que al hombre que la crea o produce. Las ciudades y la arquitectura la describen y estudian los pensadores, escritores, filósofos, antropólogos, sociólogos, historiadores o economistas, a los que convendría voltear a ver y sobre todo considerar. De las disciplinas antes mencionadas, la que estudia una parte medular del ser, con una mayor profundidad, y que define y estudia nuestra existencia, es la filosofía, y es por eso que la estructura metodológica con la que se pretende llegar al objetivo de este trabajo, es construir un sustento teórico, a través del análisis de textos realizados por filósofos y pensadores contemporáneos. Delimitados en una temporalidad que abarca del siglo XXI y parte del XX. En primer lugar, se analizará la escena global en base a tres filósofos internacionales: Karel Kosik, Guy Debord, y Mario Vargas Llosa, en donde se pretende entender la problemática cultural social del mundo y la relación que tiene con la arquitectura y el que hacer arquitectónico global. Posteriormente a una escala más cercana se estudiará la escena local, es decir México y la cultura del mexicano, en la voz de Samuel Ramos, Octavio Paz, y de igual manera se buscarán las analogías entre la filosofía mexicana y su arquitectura. Al final se estudiará el concepto de hermenéutica analógica, acuñado por Mauricio Beuchot, mismo que se intentará integrar como un posible instrumento para analizar y entender una obra arquitectónica, que en potencia pudiera servir como método teórico para hacer una crítica urbano arquitectónica seria y fundamentada en la escena de la arquitectura mexicana, y en lo particular en el acto de proyectar en arquitectura.
Vivimos en una sociedad de consumo, de competencia y producción. Un mundo de inmediatez, de premura y practicidad, que valora más el resultado que el proceso. Un mundo de productos que no perduran, que se desechan. Una sociedad de la información, del entretenimiento, de la fama, de la moda, de la tipificación, de la estandarización, de lo institucional, de la homogenización. Las características mencionadas anteriormente son sólo parte de un concepto gigantesco en el que vivimos, del cual somos parte y nos define como sociedad. Este concepto es la modernidad que viene acuñándose desde el periodo de entreguerras y que en la actualidad está consolidado en un modelo político económico al cual pertenecemos.
Carlos González Lobo comenta: “…la producción de lo arquitectónico se da por lo menos en tres direcciones: la arquitectura en la ciudad aparece con algo cercano a un 4% realizado bajo un discurso elocuente ensimismado, ocasionalmente aun de ejemplos de las búsquedas más intimas al interior del oficio del arquitecto; lo construido en un 36% es sólo mercadería edificada basada en las modas y consumo cautivo; en un 60% la producción es realizada por los usuarios y medios extra profesionales”. (González Pp. 189). Estos datos nos muestran que la arquitectura generada por arquitectos es menos que la generada por la autoproducción, ese es el primer foco rojo; el segundo es que la parte mayor de la que se genera por arquitectos, se basa en modas y consumo de la que probablemente sigue o intenta seguir a ese pequeño grupo de arquitectos reconocidos internacionalmente, a los que conocemos como parte del Star System o Starchitects. Entonces podríamos enfocarnos en la importancia del concepto modernidad, y qué es la arquitectura moderna, como argumenta Kosik “…los arquitectos saben que hacen una arquitectura moderna, los habitantes saben que viven en un ambiente moderno, pero ¿Quién de ellos sabe en qué consiste realmente la época moderna?” (Kosik Pp. 54), y el mismo lo explica de la siguiente manera: “…la arquitectura se va convirtiendo en un sistema constructivo basado en la técnica por que la disposición de la realidad es antiarquitectónica” (Kosik Pp. 55) Es decir que existe un desligue entre lo humano, lo habitable, el carácter y la apropiación, la significación y pertenencia con el lugar donde se habita. Por ejemplo, la transformación del barrio al edificio de departamentos, la construcción de edificios que ignoran un contexto físico y cultural, las avenidas, puentes, que segregan comunidades etc.
Kosik se basa en un concepto llamado arquitectónica, en lugar de la arquitectura, de la cual describe “… en la antigüedad se fundaban ciudades y había arquitectura porque la propia disposición de la realidad era arquitectónica…la antigüedad era consciente de la arquitectónica de la realidad y la expresaba con palabras como logos, polemos y polis, en estos términos fundamentales y fundacionales toma la palabra la disposición arquitectónica de la realidad” (Kosik Pp. 55)
Ante esto, la libertad existencial que se puede encontrar en la actividad de la arquitectónica, en la actualidad, es encerrada por el pensamiento cartesiano de “el método” en el que se privilegia al deber, por el ser, y se reprime toda individualidad. “…el único es el método, que es el constructor jefe, que unifica las mentes, que utiliza a los individuos como sus exponentes y sus realizadores” (Kosik Pp.57) Esto ha ocasionado que tengamos un concepto hermético de la arquitectura, tanto los habitantes, como los propios arquitectos. Creemos que la arquitectura es estandarización, modulación, sistematización, estilos, modas, negando la individualidad del usuario. Creemos que toda la arquitectura es aplicable para todos, imponemos a través de las formas, modas, y cancelamos con ello la belleza del habitar en el individuo, y los arquitectos desaprovechan la oportunidad de descubrir en su oficio lo sublime. “…lo sublime no está incorporado de manera primaria a ningún objeto fuera de nosotros, sino que es en esencia un movimiento que nos arranca de lo cotidiano y lo trivial” (Kosik Pp. 68), encontramos que en la actualidad pocos son los recintos que nos alejan de esta realidad, que nos estremecen y conmueven. La virtud de la scenografia, de la que hablaba Vitrubio en donde acontecían sucesos, es ahora sólo un vacío impuesto.
Vemos entonces con lo anterior, una desconexión entre arquitectura y habitante. Es alarmante que las últimas generaciones no puedan reconocer esa conexión con el mundo a través de una arquitectónica que debería fundirse con la vida y no ser un producto más de consumo.
La cultura actual, promueve un conocimiento superfluo, rápido, e inmediato. En una sociedad tan vertiginosa, lo próximo nos complace, como lo comenta Vargas Llosa: “… de este modo, esa cultura que se pretende avanzada y ruptista, en verdad propaga el conformismo a través de sus manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción” (Vargas Pp. 37). La cultura arquitectónica que vemos, vivimos y de la que también aprendemos y reproducimos, es en su mayoría, parte de esa cultura general, actual y universal. Tendríamos, que desarrollar una actitud y visión crítica para discernir entre una arquitectura complaciente y vistosa, de una que profundice a las fibras más sensibles de los habitantes y la sociedad, si lo que se pretende es proyectar espacios dignos y con contenido, que sobrepasen las modas y las épocas. Es probable que la cultura arquitectónica globalizada y de consumo nos influencie y dicte la manera en la que debemos proyectar arquitectura, que veamos en ella una inspiración, y pensemos que la podemos aplicar indistintamente, en cualquier entorno y con cualquier tipo de usuario. Es común que el arraigo a un lenguaje formal, del que algunas veces no conozcamos su costo, ni los recursos que tengan que emplearse para producirlos, impida la participación en un proyecto arquitectónico, y esto traiga al arquitecto frustración por no poder materializar sus ideas. Como lo comenta Vargas Llosa “…es verdad que este sistema de economía libre, acentúa las diferencias económicas y alienta al materialismo, el apetito consumista y la posesión de riquezas y una actitud agresiva, beligerante y egoísta que, sino encuentra freno alguno, puede llegar a provocar trastornos profundos y traumáticos en la sociedad” (Vargas Pp. 180). El intentar materializar caprichos formales, que no responden a circunstancias sociales, económicas, funcionales y culturales, sólo porque se ha visto materializadas en alguna parte del mundo, nos puede llevar a un camino de frustración y desaliento creativo. Convendría mejor, descubrir que existe cierto tipo de arquitectura que es materializada a costos muy altos, en donde el principal aliciente es el prestigio y la fama de dirigentes que se mueven en estratos altos de la economía mundial.
Por otro lado, podemos ver en la difusión de la cultura arquitectónica que es clasificada de acuerdo a sus tipologías, como si se tratase de simples productos, se separa dentro de un mismo medio informativo, y se elige lo que se considera como tendencia, por su fama, o su prestigio. Los medios que difunden la arquitectura eligen lo mejor de lo mejor, lo que trae concurrencia para ellos, y no por esto es la única verdad. Sin embargo, es lo inmediato, lo que nos entretiene y de lo que nosotros erróneamente también, aceptamos como verdad. Debord lo argumenta de la siguiente manera: “…El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que esto “lo que aparece es bueno, lo bueno es lo que aparece””. (Debord Pp. 41) Cuando diseñamos tenemos a la mano como referencias imágenes de las tendencias arquitectónicas de nuestra época, las tomamos como analogías y las comunicamos a los usuarios asegurando que, estas imágenes o conceptos no le son ajenos, ya que compartimos la misma cultura de consumo, la misma sociedad que es dialéctica en su ser actor y espectador. Como argumenta Debord “…el espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes” (Debord Pp. 38) Tendemos a comunicarnos con imágenes que nos son comunes, y nos limitamos a reproducirlas en nuestros diseños, dejando de lado temas como la habitabilidad, la experiencia o la memoria. El que reproduzcamos imágenes y conceptos consumistas, materialistas, vacíos y espectaculares, sólo por tener una aceptación y empatía común con los usuarios para los que diseñamos, no significa que estemos siendo asertivos en nuestro oficio como arquitectos.
Con lo anterior podemos entender la respuesta que tienen los arquitectos frente a la escena global de la arquitectura, o al menos cuáles son las influencias de las que son difíciles separarnos. Sin embargo, podemos observar rasgos particulares en la filosofía mexicana que al analizarlos podríamos entender algunos porqués, que tienen cabida en este país, y corresponden a la forma en la que se ha constituido esta cultura de “mestizaje”, de búsqueda constante de una identidad propia, bajo el peso de la occidentalización y de la globalización. Cargando el yugo de ser un país en vías de desarrollo, mirando siempre al viejo continente, negándolo, aceptándolo, queriéndolo, odiándolo. Por ejemplo: Existe una concepción cultural del “arquitecto” en la sociedad mexicana, misma que ha sido construida por los arquitectos y los que no son arquitectos. Se puede describir –al arquitecto- desde distintos aspectos, y, en cuanto a su personalidad, tiene la fama de ser una persona culta, sofisticada, inteligente, persuasiva, poética. Es necesario contar con cierto grado de sensibilidad hacia el hecho de habitar, para que los espacios que diseñamos concuerden con ese hecho. Sin embargo, como cultura, nos sigue pesando el hecho no aceptar lo que somos y reconocer nuestros alcances, antes que la superación misma. Por ello, también se les ve, a algunos arquitectos como pedantes, y, en palabras de Samuel Ramos vemos que “… el pedante parece decir, aquí yo soy el único que vale, ustedes son unos imbéciles. Pero la pedantería no engaña a nadie… en vez de lograr el reconocimiento y la admiración, el pedante no hace más que despertar antipatía y enemistad” (Ramos Pp. 138). Esta actitud bloquea nuestro desarrollo y lo que “aparentamos” nos excluye del dialogo, el intercambio, la atención a los problemas tangibles de la sociedad, en específico el habitar. Siendo pedantes generamos fricción antes de escuchar los problemas de las personas respecto a lo espacial-habitable. Si todos habitamos, todos tenemos algo que ver con ello, pero la pedantería nos cierra la puerta ante las posibles soluciones.
En un ánimo ferviente, de recuerdo y nostalgia, podríamos decir que es probable que la Revolución Mexicana aún continúe, o continúe para unos cuantos, para los que crean en la revolución a partir del conocimiento, quienes crean que la revolución está en la educación, y que la educación es lo que nos puede dar herramientas para transformar el mundo. Y aunque la revolución involucre conceptos que se deben de estudiar con delicadeza y profundidad podemos sostener este argumento a partir de la historia en la revolución mexicana, ya que hubo un tiempo en que la educación fue pilar fundamental del crecimiento, como acota Octavio Paz “… muchos jóvenes intelectuales… comenzaron a colaborar con los gobiernos revolucionarios. El intelectual se convirtió en consejero, secreto o público del general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder. La tarea era inmensa, había que improvisarlo todo, los poetas estudiaron economía, los juristas sociología, los novelistas derecho internacional, pedagogía o agronomía”. (Paz Pp. 170) Aquella inteligencia mexicana fue la que soportó el peso de la libertad y marcó un camino prospero. La oportunidad de hoy, tener el derecho a una educación pública nos exige a los profesionistas actuales, un deber con todas esas generaciones precedentes, desde la filosofía de Vasconcelos hasta los que han seguido forjando sus garantías en la actualidad. Como arquitectos debemos ser sensibles al pueblo, no a los desprotegidos por la economía solamente, sino a los desprotegidos por la educación. En nuestro ejercicio profesional, al proyectar, al construir, debemos tener en mente y casi a flor de piel el mismo espíritu libertario, ese que libera a dos, por medio de uno. En el ejercicio proyectual podríamos considerar llevar esa connaturalidad con esos usuarios sintiéndonos parte de una misma superación, y no ajenos a esta. Esto lo podemos lograr desde el respeto a la cultura y educación del otro, orientando, apoyando y no sometiendo u ordenando, en los procesos de diseño.
Cuando se proyecta arquitectura se genera un enunciado material, palpable, que está lleno de conceptos y significados que hacen que al final, la obra arquitectónica sea un discurso. Ahora bien, para generar un discurso de calidad en arquitectura tenemos que adentrarnos en el lenguaje de lo arquitectónico. Un lenguaje debe ser escrito y leído. Y uno de los grandes errores de la arquitectura contemporánea es escribir sin antes haber aprendido a leer, pero, el error aún más grande es que los que pretenden escribir, leen en lo mal escrito y además lo entienden mal. Es por ello que la hermenéutica nos puede ayudar de manera más profunda a definir objetivamente lo escrito en arquitectura, Mauricio Beuchot argumenta: “…tenemos ya tres cosas en la interpretación: 1) el texto (con el significado que encierra y vehicula), 2) el autor y 3) el intérprete. (suelen añadirse el código y el contexto). El lector o interprete tiene que descifrar con un código, el contenido significativo que dio al texto el autor o escritor” (Beuchot Pp. 35). Si esto lo trasladamos a la arquitectura encontramos al texto, como la obra arquitectónica, al autor como el arquitecto que la proyectó y al interprete como nosotros mismos, que interpretamos con un código y un contexto. El código lo podemos entender como los aspectos formales, estéticos, sociales, funcionales, poéticos, desde donde puede leerse e interpretarse una obra arquitectónica, y el contexto, lo podemos entender como el espacio físico y temporal donde se asienta la obra arquitectónica.
Hilando el tema, podemos reconocer los vínculos que unen a la arquitectura y la hermenéutica, para lograr persuadir que pueden entenderse bajo un mismo lenguaje. La hermenéutica es la ciencia y arte de interpretar y está constituida por tres agentes principales, el autor, el texto y el lector. Beuchot argumenta: “…una ciencia se define por su objeto. Y he dicho que el objeto de la hermenéutica es el texto. Pero el texto es de varias clases…por ahora veamos no ya el objeto de la hermenéutica que es el texto, sino el objetivo o finalidad del acto interpretativo. Este es la comprensión del texto mismo” (Beuchot Pp. 35) La hermenéutica nos puede ayudar no sólo a interpretar sino a comprender realmente el texto. Pero, ante esta oportunidad, ¿Cómo podemos ordenar una analogía seria entre hermenéutica y arquitectura? En un sentido hermenéutico, podemos aceptar que todos constantemente estamos interpretando sucesos y objetos, pero al mismo tiempo también nuestros actos están siendo interpretados o algunas otras también somos nosotros mismos objetos de interpretación, no sólo nuestros actos. Ante esto, podemos partir de un orden. Podemos ocupar la hermenéutica en al menos tres configuraciones diversas que nutrirían el que hacer arquitectónico, y son las siguientes:
La primera consiste en aceptar la siguiente relación: que el arquitecto sea considerado como autor, el usuario sea considerado como lector y la obra se considerada como texto. En este sentido el autor está transmitiendo una intencionalidad al usuario por medio de una obra arquitectónica, y este la interpreta, al mismo tiempo que la experimenta, en el gozo o en el malestar. Ante esto, podríamos los arquitectos, regresar a escuchar esas interpretaciones con mucha atención, ya que ese acto, nutriría nuestra conciencia, para el próximo proyecto que realicemos, es decir, podemos escuchar con atención la interpretación del habitante, para mejorar en un futuro la intencionalidad del texto. En el gremio existen concursos de arquitectura que son valorados y premiados por arquitectos, llevando este caso a la hermenéutica podríamos decir que el texto es valorado para el autor, por otro autor, no por un lector. Sin embargo, la realidad es que los edificios los habitamos todos seamos arquitectos o no y, la arquitectura es contada, criticada y escrita por todos. Todos la interpretamos, entonces, por qué no considerar esas interpretaciones. Este primer ejemplo nos puede servir para recibir la crítica y reflexión de nuestros proyectos.
Una segunda configuración podría ser si colocamos al usuario como autor, al arquitecto como lector y a sus necesidades arquitecturales como texto. Para este caso, podríamos tomar otro aspecto de la hermenéutica, la que Beuchot se refiere de la siguiente manera: “…pero además de tener algo de ciencia y de arte, la hermenéutica tiene un aspecto de prudencia, phronético. Gadamer toma de Aristóteles la noción de prudencia o phrónesis, y dice que es el modelo de la interpretación del acto hermenéutico. Recordemos que la phrónesis se aplicaba a la acción, para después de la deliberación, en la que sopesaba los pros y los contras, elegía medios para llegar a los fines propuestos. Gadamer la aplica, por analogía, al texto, haciendo ver que usamos la phronesis para interpretar, ya que -con una estructura retórica- deliberamos sobre las interpretaciones rivales de un texto con el fin de elegir la mejor de las mejores” (Beuchot Pp. 36). Es decir que, en el acto proyectual, recabamos las necesidades del usuario, para después transformarlas en espacio y materia y ese hecho, llevamos a cabo un acto interpretativo y de valor, del cual también discernimos y deliberamos, sobre cuales son las formas que podríamos usar, y cuales sus disposiciones para satisfacer las necesidades del usuario, en este caso elegimos la mejor opción de todas las que producimos, pero es aquí el momento en donde podemos apoyarnos en la hermenéutica y recordar que la prudencia con la que definimos el objeto arquitectónico de manera interpretativa, no es el texto en sí, sino el usuario. Dicho de otro modo, la prudencia la podríamos ocupar para deliberar a partir del usuario y no de la arquitectura en sí. También en este mismo caso, podríamos seguir interpretando el texto, es decir, las necesidades del usuario si tomamos otra recomendación de la hermenéutica. En palabras de Beuchot “… este es la comprensión del texto mismo, la cual tiene como intermediario o medio principal la contextualización, Es poner un texto en su contexto y aplicarlo al contexto actual, que puede ser muy distinto. Por eso toda interpretación conlleva una autointerpretación. Nos interpretamos frente al texto, para ver a distancia respecto a nosotros, y alcanzar lo más posible la objetividad” (Beuchot Pp. 35) Con esto es como podemos empezar a comprender realmente al usuario y no sólo interpretarlo. Al poner el texto en su contexto, es decir, al poner las necesidades en el contexto actual del autor, y en mi contexto como lector, se puede llegar a una interpretación más objetiva.
Por último, en una tercera configuración, en el aprendizaje autodidacta de la arquitectura, podemos considerar a cualquier arquitecto, como autor, a su obra arquitectónica como texto y al aprendiz de arquitectura como lector, para poder interpretar en su obra no sus intenciones formales, sino ir más allá y tomar al programa arquitectónico de esa obra como código con el cual descifrar el texto, para conocer de que manera solucionó formalmente dicho programa. Entendiendo que la solución formal de una obra responde a una necesidad y lo hace creando al mismo tiempo habitabilidad. En este caso, podemos considerar al contexto como el propio usuario, el sitio, y su economía. Entonces podremos interpretar y comprender la integración del texto a su contexto. Una vez realizado este ejercicio, podremos tener herramientas para resolver un caso similar en un proyecto futuro.
Conclusiones
El proceso de proyecto arquitectónico se constituye por dos etapas, la primera analítica y la segunda sintética. En la primera se recaban los datos mínimos necesarios para elaborar un proyecto arquitectónico; el usuario, el destino, el sitio y la economía. En la segunda se realiza un trabajo de síntesis entre los siguientes factores: el sitio, el programa, el usuario, la habitabilidad, la tecnología, y la economía. El resultado de la integración y validación de esos elementos es el proyecto arquitectónico presentable para el habitante en potencia. Este proceso puede ser superficial, y dar como resultado soluciones mediáticas, banales, que se basen en modas, en desarraigo, que no logren una individualidad con la vida del usuario, o puede esforzarse por profundizar el problema explorando hacia un entendimiento de su existencia, teniendo en cuenta el contexto temporal y espacial, la arquitectura es así, y la arquitectura es ahí. Para ello es necesario estar consciente no de la problemática misma del proyecto, sino la problemática inmediata y futura en la que todos estamos inmiscuidos. Para ello resulta relevante el apoyo de la arquitectura en otras disciplinas, como la filosofía y la hermenéutica, y comenzar a desarrollar puentes sólidos con los que se puedan resolver los problemas del habitar. Sólo así, podremos regresar al la arquitectónica de Kosik, a desarrollar proyectos donde el usuario sea parte del proceso. El trabajo del arquitecto es apoyar a que la habitabilidad del usuario se soporte sobre bases firmes de felicidad y armonía. Para lograr ese objetivo podemos apoyarnos de la hermenéutica, y no sólo interpretar el sitio, lo solicitado por el usuario, o la arquitectura actual, sino para comprender el problema. La hermenéutica nos puede ayudar a ver, entender, y comprender el problema de diseño desde su raíz, para después poder superarlo. No podemos seguir entendiendo el problema de diseño a partir de cánones estéticos, modas o estilos e imponerlos en la vida de los habitantes. Como se evidenció en la primera parte de este trabajo, es necesario conocer las condiciones en las que vivimos para que por medio del proyecto podamos ofrecer soluciones asertivas y así rescatar una verdadera calidad de vida en el habitar.
Juan Antonio Nava Peña
Ciudad Universitaria, Ciudad de México
Mayo del 2019
Se conoce a Star System al grupo de arquitectos reconocidos internacionalmente que con la cantidad y fama de sus obras logran liderear la escena arquitectónica mundial. Generalmente son premiados y laureados entre la misma sociedad de arquitectos, o bien un grupo selecto de críticos de arte. El Término proviene de los actores exclusivos contratados por los estudios de Hollywood en su época dorada, y ha sido llevado al gremio arquitectónico por su impacto similar.
Bibliografía:
BEUCHOT, Mauricio. Perfiles esenciales de la hermenéutica, Ed. Fondo de cultura económica, Facultad de filosofía y letras UNAM, México, 2005.
DEBORD, Guy. La sociedad del espectáculo. Trad. José Luis Pardo Ed. Pre-textos, Valencia, 2003. Pp. 37-204.
GONZÁLEZ, Carlos. Apuntes de una teoría del proyecto arquitectónico. Ed. UNAM. México. 2013
KOSIK, Karel. Reflexiones Antediluvianas. ITACA, 1997. México. Trad. Fernando de Valenzuela.
PAZ, Octavio. El laberinto de la soledad. Posdata. Vuelta a “El laberinto de la soledad” Ed. Fondo de cultura económica, Ciudad de México, México, 2010, 4ª edición
RAMOS, Samuel. El perfil del hombre y la cultura en México. Espasa-Calpe Mexicana, S.A., México. 29a. reimpresión, 1997
VARGAS, Mario. La civilización del espectáculo. DEBOLSILLO, 2016. México
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