por: Alejandro León Rodríguez
Se ha observado que en las diversas manifestaciones de lo arquitectónico se atraviesa, desde hace ya varias décadas, una crisis de identidad en cada uno de sus componentes y se encuentra firmemente arraigada por los paulatinos cambios de ideologías que ha tenido la historia humana, principalmente los que se vienen arrastrando desde el movimiento moderno, en su obvia búsqueda de hacer de la arquitectura un producto racional y funcional, que solo toma en cuenta características formales y mesurables del ser humano, dejando de lado a las cualidades espirituales. Pero también posteriormente la crisis de identidad prevalece en el pensamiento posmoderno en su papel presuntamente antagónico, que si bien llegó a romper con esa serie de paradigmas y teorías de la modernidad, generando grandes rupturas entre conceptos, técnicas, pensamientos, estilos y movimientos, también abrió paso a la banalización de la cultura en todos sus esquemas, dando como resultado en la disciplina que todo lo que se produce es válido sin importar los fundamentos o teorías de las que parten, llevando con esto a la producción arquitectónica a caer en meros productos mercantiles.
La sociedad del espectáculo, que bien describe Guy Debord (1967), expone como la tendencia social a nivel mundial, comenzaba a privilegiar únicamente el sentido de la vista en todo lo que le rodea; esto desembocó en generar un bombardeo de imágenes impulsado por la creciente facilidad de comunicación, publicidad e información que, en la mayoría de los casos, se hace sin fundamento. Así, en la producción arquitectónica se comenzaron a desvalorizar, los aspectos que son indispensables para satisfacer los parámetros de habitabilidad, en las actividades que desarrolla el ser humano en su día a día. Además, y para desgracia de los arquitectos, las sociedades consumistas en la que comenzábamos a caer, por las corrientes de pensamiento antes mencionadas, dio como resultado inmediatamente, en caer en el juego de la imagen y el tiempo-mercancía, producir constantemente para mantenerse en el mercado y/o hacerse de un nombre para el reconocimiento entre los críticos.
En el contexto en el que nos encontramos sumergidos en la actualidad, la civilización del espectáculo, como la llamaría Mario Vargas Llosa (2012), por las consecuencias de la globalización y el neoliberalismo, han llevado éstas, prácticamente por completo, a la producción de lo arquitectónico y, principalmente, a los arquitectos a caer en un ir y venir de imágenes, morfologías y planteamientos que se repiten incongruentemente en cualquier parte del mundo, sin considerar, en prácticamente en nada, las características básicas del contexto físico, político, económico o cultural en el que se imponen.
La globalización neoliberal, la unión de los principales factores y los movimientos latentes a los que nos enfrentamos actualmente, traen consigo la expansión desmedida del ya corrompido sistema económico capitalista. Y es así que, la desaparición de los estados-nación ante los emporios de empresas multi- y trans- nacionales, la segregación de diversas etnias, el desarrollo y accesibilidad de las tecnologías de comunicación e información y la rapidez en el avance e innovación tecnológica, están llevando al ser humano a desvanecer gradualmente su cultura, cualidad que caracteriza a cada una de las sociedades, convirtiendo cada aspecto de sus vidas en una rutina adaptada a un producto comercial que pueda usarse, replicarse y desecharse sin importar las coordenadas geográficas en las que se erigen. Por esto, en las últimas décadas, hemos podido observar cómo la cultura de todas partes del globo, ha ido en un proceso de disolución que ya ha provocado en algunas sociedades la pérdida de su identidad, tanto en su desarrollo interior, como en la imagen que dan a otras culturas en el mundo, y es por ello que también, se va perdiendo conjuntamente el sentimiento de pertenencia con sus lugares y territorios de procedencia.
Esta alarmante situación a la que nos enfrentamos hoy en día, nos lleva a preguntarnos, ¿cuál podría ser el papel del arquitecto, para que tenga cabida y represente un beneficio a las condiciones actuales a las que está sometida la rutina del ser humano en todo el mundo? ¿Puede acaso la arquitectura irrumpir en la vida individual o colectiva de la sociedad? En la que todo es efímero, sin intenciones de permanecer en ningún lugar por un tiempo prolongado, con la velocidad con la que necesitan funcionar las sociedades, la segregación de grupos sociales por cuestiones políticas, económicas o étnicas, las inconsistentes morfologías urbanas en las ciudades de cualquier escala, etcétera.
Para responder a estas preguntas, comencemos por observar y complementar las instituciones que preparan a los profesionales del espacio arquitectónico, que, a pesar de las fallas que pueden tener los planes de estudio con los que se preparan las nuevas generaciones de arquitectos en todo el mundo, también es cierto que brindan muchos de los conocimientos esenciales que nos permiten ejercer la profesión, pero que también, pueden mejorarse para ser más coherentes con el acontecer actual y los cambios que se irán dando, no sólo en lo cuantitativo, sino principalmente en lo que a la buena calidad habitable se refiere. Así mismo, podemos estar conscientes de los conocimientos que no son adquiridos en los planes de estudio y que la existencia de otros conocimientos de distintas disciplinas pueden complementar y optimizar, en gran medida, las prácticas y los procesos de diseño que requieren aplicarse hoy en día, en cada problema por tener la cualidad de ser único e irrepetible.
Intentamos aquí una propuesta académica para esa deseable y urgente formación integral y óptima del arquitecto que el mundo necesita hoy; partiendo por definir que el objetivo primario de la arquitectura es el de ser abrigo y potencializador del desarrollo de la vida ser humano, al habitar los espacios llevando a cabo las distintas actividades que puede ejercer, y considerar a esos espacios, no como una “cosa que cubre al ser humano”, un mero producto mercantil o de publicidad que lo eleve a un status económico, o que coloque al diseñador dentro del selecto grupo de arquitectos reconocidos por premios o publicaciones solo por el impacto visual que pueden llegar a generar sus obras.
La comprensión integral de la habitabilidad del ser humano es, sin duda, una base para el diseño de un espacio arquitectónico, y esto ha sido una tarea que se ha llevado a cabo desde tiempos remotos por distintas disciplinas, en donde tal parece ser constante e interminable por la complejidad de la especie y las capacidades que nos dotan de identidad a cada uno de nosotros. En este trabajo es importante mencionar al ser humano como un sistema complejo y único, ya que ninguno es similar a otro por la capacidad de hacer juicios propios sobre nosotros mismos y lo que nos rodea individual y colectivamente.
Karel Kosik (1997), en su texto Reflexiones Antediluvianas, en el capítulo sobre “ELTRIUNFO DEL MÉTODO SOBRE LA ARQUITECTÓNICA”, nos sumerge en otra situación que enfrenta la disciplina de la arquitectura, y que va de la mano con las posturas descritas anteriormente, en las que solo se enfoca en las cuestiones técnicas de ésta y, como el haber cedido ante “el método”, denigro la expresión de la sociedad y su cultura, por medio de sus obras arquitectónicas, al caer en demostraciones del egocentrismo o el poder que denotan, principalmente, en las clases económicamente altas. El método, también, unifica por igual a todas las personas (fundamento básico del pensamiento neoliberal), obras arquitectónicas y características culturales, anulando sus particularidades, sus cualidades, sus identidades, su cultura; este pensamiento aplicado a lo arquitectónico, impide que los habitantes, tengan la capacidad de desarrollar su ser en cualquiera de los espacios que se generan bajo este eje, sometiendo su libertad y espiritualidad a padecer condiciones de poca o nula habitabilidad.
Una consecuencia clara, del uso del método y la velocidad con la que se mueve y desarrolla la sociedad en la actualidad, y que describen los diversos autores antes mencionados, es la desaparición de los espacios poéticos en las ciudades, aquellos espacios que enaltecen y resguardan el espíritu de las personas, en los que puedan restaurar su ser de la rutina cotidiana y los problemas que llegan a enfrentar y que, al no encontrar estos espacios, llevan la sensibilidad de las personas a caer en un estado físico y anímico dañino, “…allí donde la gente no tiene tiempo para detenerse, desaparecen también el tiempo y el espacio para lo sublime” (Kosik, Pp. 64).
Nuestras sociedades, han remplazado las cualidades metafísicas de enaltecer su espíritu en los espacios dotados de lo poético y lo sublime, por degradarlos y reducirlos a solo proyectarlos con el espacio mínimo, donde “quepan” las cosas y las personas y, en contra parte, haciendo uso de elementos y lujos innecesarios que no contribuyen en las experiencias de habitarlos plenamente, más bien, a padecerlos con una ilusión aparente de lo bello. Todos estos aspectos, se ven reflejados directamente en la producción de obras sin identidad, desafiando por completo los contextos en los que se materializan, adquiriendo un valor meramente económico para los diseñadores y a los gobiernos por la atracción económica y turística que generan.
En el texto de Samuel Ramos, El Perfil del Hombre y la Cultura en México (1997), se describen de forma general las afectaciones que trae en cada persona el desconocimiento de la cultura propia, que tiende a ser menospreciada por el poco conocimiento y bagaje que se tiene sobre ella; en el arquitecto, esta ignorancia lo lleva a apreciar elementos y obras que no sustentan ningún fundamento intelectual o cultural, solamente un capricho intuitivo del diseñador, por alcanzar objetivos meramente superficiales por medio de su trabajo.
Desde otro punto de vista, Octavio Paz, en El Laberinto de la Soledad (1981), nos muestra una mirada profunda del desarrollo de la sociedad en México en sus etapas históricas, que llevaron a su pueblo al encuentro de su identidad en lo individual y lo colectivo, es decir, ante nosotros mismos y frente al mundo. Esta misma mirada en la producción de lo arquitectónico, nos abre camino en la identificación de paradigmas presentes en la actualidad, y así mismo como escapatoria del método, pautas de diseño que nos podrían ayudar profundamente al enfrentarnos a cualquier proyecto. El sumergimos en la búsqueda de la identidad, por medio del impacto de cada momento histórico que puede llegar a experimentar y vivir cada asentamiento humano; llevaría a el arquitecto, por su parte artística que lo caracteriza, en sus competencias como diseñador y a lo largo de su preparación, en la búsqueda y gestión de los conocimientos, herramientas y pautas de diseño que le brinde a sus obras las cualidades de identidad y de mutua pertenencia entre el espacio y sus habitantes, mediante las experiencias que vayan generando en el goce de permanecer en coexistencia.
En la actualidad, la mezcla cultural también es una realidad tangible y cuantificable de las ciudades en todo el mundo, sin importar el tamaño de los asentamientos y que enfrentamos constantemente, a pesar de la fuerte presión que ejerce la globalización neoliberal, por homologarlas para potenciar el mercado mundial; por esta situación, se da un choque cultural entre la intención personal de mantener una identidad en un contexto que le es parcial o completamente ajena y, en medida de lo posible, trata de hacer suyo el espacio que habita. La primera pauta que nos brindan estos textos, es el de búsqueda, identificación, respeto y comunicación entre la cultura de lo individual y lo colectivo, por muy ajena que nos pueda ser, que promueva la interacción y convivencia sin desvalorar una ante la otra, propiciando su intercambio e interacción.
Haciendo un estudio sobre las formas que se generan, con la única intención de crear un impacto visual en el espectador y el contexto donde se emplazan, analizaremos un poco más a detalle las ventajas y desventajas de ello. El confort espiritual del ser humano, uno de los principales parámetros de habitabilidad, es el que nos demanda de una estética que nos permita desarrollarnos cómodamente en un espacio, y no a padecer la permanencia en estos de acuerdo a las actividades que se realizan; las obras arquitectónicas que carecen de fundamentos y/o teorías en la generación de sus morfologías, que resguarden las capacidades físicas y, principalmente, espirituales del ser humano, ya sea por la acelerada rutina, sobre todo en las medianas y grandes ciudades, y el sometimiento general de la sociedad a metodizar sus actividades a esquemas generales, que no le permiten llegar a la esencia de lo que se tendría que atender y resolver prioritariamente; es caer en carecer de identidad, de una tierra natal, como lo describiría Heidegger. Como ya hemos visto en varias obras contemporáneas, estas se caracterizan principalmente por sus contrastantes formas y materialidad que impactan visualmente, ya no al habitante sino, al espectador, estructuras de acero, recubrimientos ostentosos y llamativos, analogías de formas ajenas a las necesidades espaciales, dotan de formas estridentes, agusanadas o curvas las fachadas, sometiendo los espacios interiores a verse sumergidos en imágenes caóticas y retorcidas, que posteriormente serán intervenidas por los habitantes en la búsqueda de estar en confort en el espacio; el sometimiento constante a estos espacios, pueden llevarnos a caer en un estado de estrés, que puede perjudicar el desarrollo de sus actividades y su salud física y espiritual.
Las ciudades en las que habitamos, son un claro reflejo de lo que representa la época en la que las construimos y, como ya se ha dejado claro, venimos creándolas sometidos en su mayoría al método, denigrando la complejidad de la habitabilidad del ser humano. Esta situación, debería convertirse en una prioridad para la disciplina y ser atendida desde la formación de los arquitectos, en la búsqueda de optimizar las manifestaciones de lo arquitectónico, ya que cambiar el destino de las ciudades debe hacerse como un frente colectivo, en procesos multi- y trans- disciplinarios visualizando el panorama actual, así como los posibles que podríamos enfrentar en un futuro, con una capacidad clave y relevante a considerar, que es la de tener la apertura de mente, estar conscientes y empáticos de las diferencias culturales que hay entre los distintos asentamientos, incluso en una misma sociedad, para así tener la capacidad de interpretarlos y plasmarlos con su propia identidad, a beneficio de generar la sensación de pertenencia entre espacio - habitante.
El objetivo de la obra arquitectónica, tendría que estar basado en generar las experiencias, que lleven al ser humano a habitar los espacios en plena comodidad, potencializando el desarrollo de sus actividades y las memorias que ahí se recolecten. Hay distintos factores que podrían ayudar a los arquitectos, a dar solución a la producción mecanizada sin identidad y sin alma; como primer punto, el arquitecto tendría que hacer una amplia introspección de sí mismo, es decir, de la cultura con la que fue educado y desarrollo su ser, así como en la cual se formó profesionalmente. Únicamente conociendo su propia esencia, el diseñador será capaz de comprender y empatizar con las personas de su propia sociedad, al igual que con aquellas que le son ajenas, y poder atender satisfactoriamente los problemas de diseño adecuados en los contextos, en los que se disponga a llevar a cabo su labor.
Otro factor determinante en las competencias de los arquitectos, es la oferta educativa a la que estamos sometidos en todas las instituciones de cada etapa escolar; sobre todo en las universidades, en ellas, se plantea como primer objetivo el formar profesionistas autómatas y mecanizados que, desde los primeros proyectos escolares, generan en cada uno un sentimiento de inferioridad, sometiéndonos consiente e inconscientemente a recurrir a obras construidas en distintas partes del mundo, principalmente en los autonombrados países primer mundistas, para llevar a cabo sus procesos de diseño, y que terminan por someter los proyectos a replicar las formas y las imágenes sin un análisis del impacto negativo que tendría el construirlas en contextos ajenos a ellas. Disciplinas como la filosofía, historia del arte, ciencias sociales, entre otras del área de las Humanidades, nos brindan las pautas que permitan encontrar las pasiones, que nos lleven a pensar no solo por nuestro saber técnico y metódico, sino por la esencia de los espacios arquitectónicos y de aquellos que tendrán a bien habitarlos. Dotar a los arquitectos con la iniciativa de introspección y una enseñanza, cuyo modelo didáctico le permita conocerse a fondo e interpretar todo aquello que se le presente, le brinda no solo las herramientas del conocimiento, también las herramientas propias de lo espiritual.
Autores como Mauricio Beuchot son un claro ejemplo de las herramientas que podemos apropiarnos, como relata en su texto Perfiles Esenciales De La Hermenéutica (2008), a pesar de estar referido al hacer literario, fácilmente es referible y aplicable en el hacer arquitectónico, por su similitud compositiva, simbólica y dialéctica, entre autor o diseñador, lector o habitante y texto u obra arquitectónica, así como la íntima relación entre cada uno de ellos. “Así la verdad del texto [obra] comprende el significado de la vedad del autor [diseñador] y el significado o la verdad del lector [habitante], y vive en su dialéctica”. (Beuchot, Pp. 44).
Analizar y comprender la relación entre el arquitecto, la obra y el habitante, nos revela el por qué, actualmente, la dialéctica entre estos parece ser prácticamente un laberinto que no alcanzan a distinguirse uno de otro, y, por lo tanto, tampoco se identifican, llevando a la obra a ser un elemento de indiferencia en el dialogo de la ciudad. Cada obra posee un significado que el diseñador le imprime, consciente o inconscientemente, que, al no contemplar a los habitantes en sus espacios, los lleva a padecer la experiencia de estar en ellos por medio de la contemplación e interpretación.
Sin lugar a duda, para que el arquitecto sea capaz de trascender, en sus obras arquitectónicas y en las experiencias que generan los habitantes, tendría que dejar su ego a un lado para reconocer que lo arquitectónico, requiere de conocimientos y herramientas de distintas disciplinas que nos ayudan a comprender, de mejor manera, la complejidad de la habitabilidad humana más allá de sus características físicas, su naturaleza y su esencia. “Sin ese conocimiento del hombre, sin esa interpretación de su ser, tendremos una ética muy formal y muy pura, pero completamente vacía. Es preciso llegar a lo material, a lo valorativo, a lo axiomático”. (Beuchot, Pp. 121)
Como ya se ha mencionado en varias ocasiones a lo largo del ensayo, existen diferentes herramientas, que nos dan pautas claves en la búsqueda de sobresalir en las diversas manifestaciones de lo arquitectónico, sobre la producción equivoca de lo indiferente a lo humano de este; en primer plano, se tendría que tener una hipótesis clara de los mensajes y lo simbólico que se planea imprimir en cada uno de los espacios que se diseñan, y que se someterán a la tesis o interpretación de los usuarios cuando se desarrollen en ellos, para que puedan ser trascendencia del imaginario del diseñador y de las memorias del habitante.
“[la obra arquitectónica] …tiene el doble sentido de connotación y denotación, de intención y extensión, o de sentido y referencia… Sentido en cuanto susceptible de ser entendido por el que lo lee o lo ve o lo escucha; referencia en cuanto apunta a un mundo, sea real o ficticio, indicado o producido por el texto [la obra] mismo”. (Beuchot, Pp. 45)
Alejandro León Rodríiguez
Ciudad Universitaria, junio del 2018.
BIBLIOGRAFÍA
- DEBORD, G. (2000). La Sociedad Del Espectáculo. (prólogo, notas y traducción al castellano por José Luis Pardo), PRE-TEXTOS, 2003.
- VARGAS LLOSA, MARIO. (2012). La civilización del espectáculo. DEBOLSILLO, México, 2016
.
- ORNELAS DELGADO, JAIME. Globalización Neoliberal: Economía, Política Y Cultura. 2004. Facultad de economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
http://rcci.net/globalizacion/2004/fg457.htm. Web. 11 Mar 2018.
- KOSIK, KAREL. Reflexiones Antediluvianas. ITACA, 1997. México. Trad. Fernando de Valenzuela. México. Pp. 53 - 80.
- PAZ, OCTAVIO. Laberinto de la Soledad (1981). Fondo de Cultura Económica, 1998. México.
- RAMOS, SAMUEL. El Perfil Del Hombre Y La Cultura En México. Colección AUSTRAL, 1997. México.
- BEUCHOT, MAURICIO. Perfiles Esenciales De La Hermenéutica. Fondo de Cultura Económica/ UNAM, 2008. México.