Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


La percepción del lugar en el fenómeno migratorio

Luis Armando Camacho Rodríguez

No es el puente el que primero viene a estar en un lugar, sino que, por el puente mismo, y sólo por él, surge un lugar. (Heidegger, M.)


Los migrantes se enfrentan severos problemas sobre el lugar que habitan. La migración crece cada día más y más. [1] Los lugares donde habitan son denigrantes, particularmente inhumanos en la zona fronteriza de nuestro país con Estados Unidos de Norteamérica.
          Como sabemos, una de las principales finalidades de la arquitectura radica en la búsqueda de un “lugar” donde el ser humano pueda habitar y desplegar su ser. Si bien el ser humano es el principal lugar, necesita a su vez una morada donde pueda cobijar su alma y su cuerpo, protegerse de las inclemencias del tiempo, donde ofrecer un sosiego al sueño, que a su vez lo conduzca a otras formas de acción. Para abrir la discusión sobre cómo el diseño arquitecto puede aproximarse a ofrecer un cobijo a las distintas culturas confluentes en un albergue, construcciones nómadas. El nomadismo, que permite el ir venir de una condición a otra. La forma de un sitio por parte de los migrantes, un estado de nomadismo, lleva a reflexionar sobre la manera particular de hacer ese “estar”, que quizá implica una manera propia de hacer su lugar.
         El diseño arquitectónico debe poner en manifiesto que su solución, o producto va más allá de la solución de necesidades del hombre. Por lo cual esta condición nómada del migrante, de una mirada extranjera, en los migrantes, es ante todo una posición de vida; en donde la respuesta arquitectónica debe considerar otros campos de conocimiento como el de las humanidades para encontrar alternativas de diseño que respondan a la realidad de ese hombre.
          Se aprte aquí de concebir que las albergues para migrantes, también son arquitectura, pues implican una posibilidad de cobijo para el hombre, responden a sus necesidades físicas y también espirituales. En ellas está claramente manifiesto que su hábitat implica mucho más que la satisfacción física de cubrirse de las inclemencias del clima, es ante todo manifestaciones de la actitud nómada ante la vida. El ser migrante, se puede relacionar con ser nómada, no es una actitud de los últimos tiempos, el hombre desde que aparece en la tierra ha optado por vivir en un solo sitio o el estar viajando de un lugar a otro teniendo así diversidad de asentamientos. Como enuncia el investigador italiano Francesco Careri, en su libro Walkscapes, “Las dos grandes familias en que se divide el género humano viven dos espacialidades distintas: la de la caverna y el arado que cava su propio espacio en la tierra, y la de la tienda colocada sobre la superficie terrestre sin dejar en ella huellas persistentes”. (Careri, 2014: 26)
         Así, surge el cuestionamiento acerca de la significación y la importancia de la percepción de “lugar” y su relación con la arquitectura, a través de un diálogo entre diversos autores de diferentes disciplinas como la filosofía, antropología, literatura y arquitectura. Se revelan aspectos del ser humano, identidad, dignidad, el poder, que influyen en la práctica para la concepción del edificio, y la percepción del ser humano como extranjero, donde sus vivencias cotidianas carece de una relación con su entorno.

“Estas vivencias individuales de la vida cotidiana separada carecen de lenguaje y de concepto, carecen de acceso critico a su propio pasado, que no se consigna en parte alguna. No se comunican. Permanecen incomprendidas y olvidadas en beneficio de la falsa memoria espectacular de lo no memorable” (Debord, 2000: 138)

     La vida urbana contemporánea es completamente agitada, pero no estamos conscientes de ello, nos encontramos sobrepasados por las dimensiones de la complejidad actual, eso sin incluir las carencias y acontecimientos personales del ser humano.
     Primeramente, hay que reflexionar sobre como el ser humano se relaciona en su entorno inmediato, sabemos que el sujeto percibe, si se entiende la idea de la percepción como un carácter mental y es provocada por la excitación y estimulación procedente de los sentidos vista, olfato, gusto, tacto, audición, equilibrio, propiocepción, termocepción y nocicepción. Entonces, si revisamos la perspectiva fisiológica, “El árbol del conocimiento” de Humberto Maturana y Francisco Varela dos biólogos chilenos, que nos hablan desde una perspectiva biológica de como el ser humano, a través de sus sentidos conoce su medio ambiente, y cómo se comporta ante ello, “(…) considera al sistema nervioso como instrumento mediante el cual el organismo obtiene la información del ambiente y luego la utiliza para construir una representación del mundo que le permite computar una conducta adecuada para su sobrevivir en él.”  Nos dicen que fisiológicamente el ser humano vive el medio ambiente que lo rodea con una conducta adecuada que le permita sobrevivir en él de acuerdo a lo percibido por el sistema nervioso.
     Pero también hace nota que existen factores culturales y de la experiencia, la memoria para el habitar, como nos dice el filósofo alemán Martin Heidegger, pensar en relación con el habitar, es la búsqueda de la esencia, “Nuestro pensar está habituado desde hace mucho tiempo a estimar la esencia de la cosa de un modo demasiado pobre.” (Heidegger, 1994: 5) El habitar según el filósofo alemán, es Ser hombre significa: estar en la tierra como mortal, significa: habitar. (Ibíd: 2), el habitar se logra solamente por medio del construir, en el sentido de abrigar y cuidar, donde descansa el ser del hombre. Aquí hace la diferenciación entre morar un espacio y ocuparlo solamente, uno puede pasar el mayor tiempo de su día en su oficina de trabajo, pero no es ahí donde habita o desarrolla su ser. Trabajamos aquí y habitamos allí (Ibíd.: 2).
     En este sentido, Mauricio Beuchot, en la compilación de reflexiones filosóficas sobre “lo humano” dedica un escrito al planteamiento de una antropología filosófica, en el que menciona que: “El hombre tiene una base biológica innegable. Tiene intencionalidades biológicas, que son los apetitos naturales: al ser o a la vida, a la integridad, a la alimentación, al vestido, a la habitación, a la reproducción y a la crianza de los hijos”. [2] (Beuchot, 2003: 15) Y es por obra de esta intencionalidad, que el ser humano llegará, desde la biologicidad, a la simbolicidad, así, el hombre tiene una dimensión biológica, referencial, pero también una dimensión simbólica, de sentido.

“(…) el mundo vital, significante y significado, tal cual existe a nuestro alrededor y tal cual es representado por nuestra mente, se nos manifiesta con y dentro del espacio. Objetivo y subjetivo al mismo tiempo, el espacio que vemos y del cual tenemos una representación, permeará todas las revisiones del saber.” (Cisneros Sosa, 2006: 8)

     La referencia del sociólogo Armando Cisneros, nos induce a reflexionar sobre el espacio no como algo específico, más bien como algo que se relaciona de manera holística con nuestra experiencia en el mundo, entendiéndose como el ambiente dentro del cual se mueven los horizontes de la situación y se desarrollan las relaciones interpersonales, que promueven la acción comunicativa.
     Por ello, se entiende que el ser humano interpreta, siendo así, podemos volver con el filósofo Mauricio Beuchot, “(…), cada hombre tiene un mundo histórico, condicionado por su tiempo y su ambiente” (Beuchot, 2008: 81).  Lo cual nos dice que el ser humano construye un esquema informativo que le permite contrastar, aceptar o rechazar la información según se adecue o no a lo propuesto por un esquema determinado. Como arquitectos tenemos la finalidad de hacer lugares donde el ser humano pueda habitar. Por ello la proporción de los elementos arquitectónicos, la escala, el color, la luz, la ventilación, pueden funcionar, para enviar un mensaje al habitante, para un buen habitar.
     Como nos dice Beuchot “En efecto, la estética se halla relacionada con la analogía, porque la idea misma de lo análogo es la proporción, la proporcionalidad, y la belleza -que es el objeto de la estética- es una cierta proporción.” (Ibíd.: 61) La proporción no se refiere a la matemática y geometría de los elementos del espacio, sino a la proporción de las partes intangibles que se encuentran en el paisaje urbano arquitectónico.
     Ahora bien, el filósofo checo Karel Kosik señala un punto de reflexión sobre la crisis de la misma. La negligencia del paisaje urbano llevo a la deshumanización de aquello que se consideraba escenario de la vida, restringió a las personas al goce de las cosas simples, la ciudad fue perdiendo proximidad y la intimidad; esta degradación lo lleva a convertirse en un sistema de necesidades considerado como un valor supremo, en el cual obliga a la belleza, lo digno y lo poético a desaparecer. “El encuentro con lo sublime arroja al hombre fuera de las relaciones habituales y lo traslada a un mundo distinto, desconocido, misterioso.” (Kosik, 2012: 65)
     Ante esto también se puede ver reflejado en los edificios que diseñamos los arquitectos, de hecho, es lo que conforma el paisaje urbano que critica Kosik. Todas las edificaciones arquitectónicas precarias, conforman y se suman al paisaje de la ciudad. Por lo cual, como diseñadores tenemos la responsabilidad de construir sensaciones que sean percibidas por los sentidos, que los habitantes logren la dualidad del recorrer y transcender en el edificio, debemos lograr el habitar del ser humano en los lugares.
     Por ello, el arquitecto debe conocer cuáles son las condiciones en las que el habitante vivirá, cuales son los límites del proyecto, para poder tomar decisiones de aquello que es relevante para que el ser humano pueda desarrollarse, o en el caso de los migrantes, la mirada extranjera, cómo conocer su perspectiva, sus condiciones de extrañeza de su entorno al estar alejado de su ciudad natal. La extrañeza es íntimamente relacionada con el asombro, como el poeta mexicano Octavio Paz nos dice, “Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer” (Paz, 2004: 12)
      Podemos interpretar la cultura como una oportunidad de poder experimentar en nuestro proceso de diseño, aprovechando las diferentes herramientas que nos ayudan al momento de diseñar o que potencializa la poética del espacio, dándoles un significado a los elementos arquitectónicos que lo componen. La parte creativa del proceso de diseño juega un rol importante, no es generar ideas espontaneas, sino mitigar los problemas o limitantes a través de los recursos que se cuenta; se vuelve una oportunidad, como Vargas Llosa nos dice:

“La cultura puede ser y debe ser, también, experimento, desde luego, a conduzca la obra amplíen el horizonte de la experiencia poniéndonos a valores estéticos inéditos que revolucionan nuestra sensibilidad y nos dan una visión más sutil y novedosa de ese abismo sin fondo que es la condición humana.” (Vargas, 2016: 74)

     La cultura se ve reflejado finalmente una vez edificado el proyecto, si carece de ella, se puede percibir de manera instantánea la carencia de experiencia y calidad del espacio para que logre transcender al habitante, sin importar que tan nuevo sea el edificio o el poco uso que tenga. No importa la calidad de lo edificado si carece de calidad espacial, que es algo que los arquitectos nos hemos olvidado, o le restamos valor. Pero no es ofensa ni es ilegal para el gobierno, si cumple con todos los reglamentos de edificación; ante las autoridades se vuelve automáticamente habitable, al menos en la parte fisiológica y de seguridad, pero no espiritualmente.

La percepción del lugar con una mirada extranjera, a través de la poesía

“La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. (…) ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro.”
Octavio Paz, 2003:13

Como se ha mencionado anteriormente, se debe tener presente a las distintas culturas en el proceso de diseño arquitectónico, pero también, como los lugares que habitan los migrantes, ese lugar donde no sólo está en su refugio temporal, sino que también están fuera de sí mismo, en el afuera mismo, un espacio absolutamente privada de intimidad, en la que los seres parecen ausentes. Hay una insatisfacción, al estar fuera de sí mismo, fuera de su lugar natal, se convierte en extranjero, su mirada se convierte en extranjera.
     Para poder acercarnos a esta perspectiva extranjera, podría ser la poesía, pero para poder utilizar la poesía como recurso, necesitamos las herramientas propias para aproximarnos a esta nebulosa de lo espiritual del ser humano en la poesía. El cual Beuchot nos propone la hermenéutica analógica, como un modo de interpretación que es destacadamente abierto, pero aspira a lograr cierta unidad; que exige no una única interpretación posible o válida, pero tampoco una apertura hasta el infinito de las interpretaciones. Nos abre el margen de las interpretaciones, jerarquizándolas de una manera ordenada de modo que exista una interpretación que sea la analogía principal y otras interpretaciones que sean analogías secundarias. Se estructura como intermediaria entre la univocidad y la equivocidad, que puede ser una herramienta para el arquitecto para leer su contexto porque, como nos dice Beuchot: “(…), no hay, para el hombre, nada tan real que no se haya filtrado por el conocimiento, ni nada tan cognoscitivo que no recoja la realidad misma, o por lo menos se refiera y apunte a ella” (Beuchot, 2008: 116)
     Entonces, revisando algunos poemas, como un posible camino para poder conocer o aproximarnos a la perspectiva del extranjero, del migrante, encontramos el poeta peruano César Vallejo en “Algo te identifica” que describe la mirada extranjera, al momento de asentarse y luego partir, para continuar su camino:

“¡Alejarse!¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! toda la mecánica social cabe en estas palabras” (Vallejo, 1996: 434). Octavio Paz en sus versos del “Epitafio sobre ninguna piedra” nos dice: “Yo andaba por el mundo / Mi casa fueron mis palabras. Mi tumba el aire” (Paz, 1994: 550). Con lo que podemos revisar a partir de estos fragmentos de poemas, la relación del concepto extranjero con la distancia, el estar lejos, la capacidad de separarse aun estando aquí, el sentimiento del afuera desde el adentro. Se puede interpretar como una idea de extrañeza, donde el abandonar tu nación, la soledad, vivir en la deriva y en la incertidumbre, crea un deambulo por el mundo.
     Octavio Paz nos puede ayudar a entender sobre la soledad, con su libro “El laberinto de la soledad” hace mención a “El pachuco”, este personaje característico de los años treinta y cincuentas, que se esforzó por resaltar en un ambiente que le era extraño.

“El pachuco ha perdido toda su herencia: lengua, religión, costumbres, creencias. Solo le queda un cuerpo y un alma a la intemperie, inerme ante todas las miradas. Su disfraz lo protege y, al mismo tiempo, lo destaca y aísla: lo oculta y lo exhibe. Con su traje –deliberadamente estético y sobre cuyas obvias significaciones no es necesario detenerse-, no pretende manifestar su adhesión a secta o agrupación alguna.” (Paz, 2004: 17)
     Ante esto, uno de los sentimientos necesarios para sostener la vida de todo hombre en la arquitectura, es el de la seguridad, que se afirma especialmente cuando el individuo tiene la ocasión de verificarlo en la eficacia de sus aptitudes y su poder. En otras palabras: es el éxito repetido de toda acción lo que, progresivamente, va edificando en la conciencia individual el sentimiento de la seguridad.
     El investigador español Josep Maria Montaner nos dice que diversos arquitectos han promovido ONG (Organizaciones No Gubernamentales) para experimentar y actuar frente a los problemas alucinantes de vivienda y equipamiento temporal. Shigeru Ban por ejemplo da propuesta para situaciones de extrema necesidad a través de su Organización No Gubernamental (ONG) Voluntary Architects Network (VAN), también hay otras organizaciones como Arquitectos sin Fronterias, o Architecture for Humanity, fundada en 1999 por Cameron Sinclair y Kate Stohr. (Montaner, 2015: 149). En la descripción sobre el propósito de estas organizaciones, se puede observar que entienden el reto sobre la relación de la ciudad entre la diversidad de habitantes, de culturas, religiones, histórica, etc.
     Los flujos de migración son una oportunidad para el arquitecto, es otra perspectiva para entender el espacio, sobre la necesidad del ser humano de apropiarse de un lugar, como Marc Auge nos dice:

“Un día, la necesidad de espacio se hace sentir… Nos asalta de repente. Después, ya no nos abandona, el irresistible deseo de tener un espacio propio. Un espacio móvil que nos llevara lejos. Nada haría falta; todo estaría a mano (…)” (Auge, 1996:12)

     Finalmente, la arquitectura se mira a través de los ojos del ser humano, en busca de la esencia del mismo, para así descifrar el espacio interior, ese que solo pertenece al inconsciente imaginativo, en el que se oculta el verdadero ser y se siente cómodo, aspirando a sacarlo del mundo de ensueño y traerlo al plano de lo real, de lo tangible. Y para poder acercarnos a ello, la hermenéutica analógica puede ser una herramienta que nos puede permitir acercarnos a eso, teniendo en cuenta la voluntad del diseñador, el contexto, la estética y la función, y por supuesto. Montaner ve los problemas de la sociedad como motivación para los diseñadores para crear soluciones innovadoras, “La crisis actual del sistema es el motor para que arquitectos y diseñadores se reinventen” (Montaner, 2015: 15).
     Todos somos un extranjero en potencia, ya sea en un mayor o menor grado, recuerdo que en agosto me mudé a la capital del país para comenzar mi Maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México, y recuerdo cómo fue la extrañeza de cambio de hogar, de vivir en una casa de ciento veinte metros cuadrados, a un departamento en el octavo piso de cincuenta metros cuadrados, tuve que apropiarme de él para poder sentir que era mi lugar. Aunque los vecinos era muy amables en ofrecer ayuda y consejos para poder vivir en la ciudad, tales como un lugar para comprar el mandado, el agua de garrafón, donde pagar los recibos de luz y gas, y entre otras cosas.
     Entonces al pensar en los proyectos que están relacionados a los albergues para migrantes, o cualquier refugio temporal, es una búsqueda de encontrar el bienestar en el habitante a través del espacio, para lograr el refugio que por naturaleza busca el habitante. Pero también abre la pregunta de ¿Cómo es el usuario? y ¿cómo debiera ser la arquitectura para las diferentes culturas, que viven de modo diferente? La cuestión es no perderse y entender que, de las preguntas dirigidas a una gran comunidad, deben ser particularizadas para casos muy específicos. Aunque el reto es muy grande, porque como Octavio Paz menciona que México aún se encuentra descubriendo su propia identidad como nación, y como nos dice Mauricio Beuchot cada individuo tiene su propio mundo histórico, entonces la diferencia entre países es más compleja, pero tengo el supuesto, que el hombre comparte una cultura que todos conocemos, pero para poder encontrar esa base, necesitamos conocer a las distintas culturas.
     Para el arquitecto japonés Tadao Ando, quien utiliza la naturaleza para brindar cierto alivio al ser humano, la naturaleza se puede volver un símbolo en el espacio que ayuda al espíritu del ser humano. Este podría ser un camino, que valdría la pena explorar “Es precisamente porque nuestro objetivo es la recuperación espiritual, que primero hay que plantar árboles, antes de construir cualquier tipo de estructura.”[3] (Ando, 2012: 10), aunque se refiere a un proyecto de un memorial para las víctimas del Tsunami del 2011 en Japón, que fue concebido para que promueva el alivio, esperanza y un modo de alentar la resiliencia a través de la naturaleza.
     No hay que confundirnos, no se quiere decir aquí que la arquitectura puede salvar al mundo, pero si afecta la calidad de vida, porque tiene ese cierto grado de poder, como Paul Goldberger nos dice, “(…), de sanar y enseñar creando ambientes estimulantes y confortantes para que estas cosas puedan tomar lugar” (Goldberger, 2009: 2), aunque la arquitectura no sostenga la vida, puede dar sentido a la vida ya sostenida.
     La realidad contemporánea de los albergues para el migrante, nos muestra diversidad de culturas nómadas en busca de un techo que les permita albergarse por un tiempo indefinido en condiciones benéficas acordes al desarrollo humano. La arquitectura forma parte de la vida del ser humano, al fin y al cabo, es este último quien la hace, la vive o la padece. El arquitecto ante este panorama tiene mucho que aportar, estudiar, evaluar, proponer y solucionar, su condición de profesional ante un nuevo siglo lo compromete a trabajar por el mejor bienestar de su comunidad.

Luis Armando Camacho Rodríguez tabla
Ciudad de México, 2 de diciembre del 2018

 

Notas

[1] Según el Centro de noticias de la ONU (2016). “El número de personas que viven fuera de su país de origen alcanzó 244 millones en 2015, lo que supone un aumento de 41% con respecto al año 2000 (…).” Recuperado en: https://www.un.org/development/desa/es/news/population/international-migrants.html
[2] Beuchot, Mauricio (2003) Hernández Ornelas, Roberto. Prólogo de la edición. Romano Rodríguez, Carmen. Compiladora (2003). Reflexiones Filosóficas sobre lo Humano. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Facultad de Filosofía y Letras. Pp. 15.
[3] Tadao Ando refiriéndose al proyecto Chinkon no mori, (Bosque para el reposo de las almas) en memoria de las víctimas, y como resultado daría bosques en las áreas afectadas, en memoria de las víctimas del Tsunami del marzo 2011, donde su intención era crear alivio a los corazones de las personas.


Bibliografía


ANDO, TADAO. Conversations with students. 2012. New York: Ed. Mathew Hunter, Princepton Architectural Press, pp. 96

AUGÉ, MARC. Los “no lugares” espacios del anonimato. 1996, Barcelona: Editorial Gedisa, pp. 128

BEUCHOT, M. Perfiles esenciales de la Hermenéutica. 2008, México: Fondo de Cultura Económica-UNAM, pp. 196

CARERI, FRANCESCO. Walkscapes. El andar como práctica estética. 2014, Barcelona: Gustavo Gili, pp.183

DEBORD, GUY. La sociedad del espectáculo. 2000, Ciudad de México: Editorial Pre-textos, traducción: José Luis Pardo, pp. 182

PAZ, O. El laberinto de la soledad, Posdata, Vuelta a “El laberinto de la soledad”. 2004, Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, pp. 231

PAZ, O. Vol. 1: Obras completas: La casa de la presencia, poesía e historia. 1994, México: Fondo de Cultura Económica.

PAZ, O. El arco y la lira. 2006, México: Fondo de cultura económica", 3ª edición (decimotercera reimpresión), pp.307

RAMOS, S. El perfil del hombre y la cultura en México. 2003, México: Colección Austral, Planeta Mexicana. Cuadragésima segunda reimpresión, p. 89. 

GOLDBERGER, PAUL. Why architecture matters. 2009, New Haven: Yale University Press, pp. 304

HEIDEGGER, M. Construir, habitar y pensar. Traducción de Eustaquio Barjau. Conferencias y artículos Serbal .

Barcelona, 1994. http://es.scribd.com/doc/4504611/HEIDEGGER-MARTIN-Construir-Habitar-Pensar.

ROMANO RODRÍGUEZ, CARMEN. Compiladora (2003). Reflexiones Filosóficas sobre lo Humano. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Facultad de Filosofía y Letras .

KOSIK, K. Reflexiones antediluvianas. 2012, CDMX: Editorial Ítaca, Primera edición, pp. 254

VALLEJO, C. Obra poética. 1996, Madrid: Archivos Allca XX.

VARGAS LLOSA, M. La civilización del espectáculo. 2016, Ciudad de México: Editorial Debolsillo, pp. 225

MATURANA, HUMBERTO, VARELA FRANCISCO. El árbol del conocimiento. 2003, Santiago de Chile, Lumen/ Editorial Universitaria, pp. 185

MONTANER, JOSEP M. Del diagrama a las experiencias, hacia una arquitectura de la acción. 2015, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, pp. 190