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El habitar y el diseño arquitectónico
María Elena Hernández Álvarez
Introducción
Es indispensable insertar en su contexto contemporáneo el asunto del habitar y el Diseño arquitectónico. En efecto, tal como señala Mauricio Beuchot en su tratado de Hermenéutica, el texto (en este caso la noción del Habitar y el Diseño Arquitectónico) se debe comprender en el contexto en el que está inserto [1].
Para comprender el diseño del habitar, es aquí necesario un enfoque transdisciplinario [2]. Ahora bien, antes de abordar de lleno al tema del Habitar, es necesario hacer un preámbulo validando aquí una breve pero indispensable definición de lo que significa "teoría". La palabra teoría tiene su origen en el vocablo de origen griego theorein ("observar") [3]. Y decimos entonces que la Teoría de la Arquitectura nos sirve para tener una visión a distancia y en profundidad de la realidad pasada, presente e imaginada futura. Para nuestro caso más explícitamente decimos que: la Teoría de la Arquitectura es un conjunto de razonamientos de orden cuantitativo y cualitativo que permiten imaginar, prefigurar, observar y criticar a distancia y en profundidad la realidad urbano arquitectónica pasada, presente e imaginada futura.
Hacia una teoría, filosofía y poética del habitar
Yo soy, yo habito, como yo habito, yo soy; nos dicen Heidegger y Bachelard. Pero, ¿cómo habitamos nuestro presente?, ¿cómo y quién diseña nuestro habitar?, ¿cuáles son las pautas del diseño?, ¿cómo podemos acercarnos a una comprensión esencial del oficio del arquitecto como diseñador de lo habitable? Estas y otras preguntas surgen cuando los arquitectos nos sorprendemos "diseñando" espacios para ser "ocupables" o "padecibles", más no habitables. Al parecer, las pautas que nos heredó la Modernidad a nuestro oficio, y que a saber son las siguientes cuatro: funcionalismo, tecnologías, economía y fachadismo esteticista, parecen no satisfacer el verdadero habitar que demanda nuestro presente. Aún la ruptura con la Modernidad, es decir la Posmodernidad, en la que la realidad se interpreta alegóricamente excediendo el protagonismo de autor, tampoco, salvo algunas excepciones, da una verdadera interpretación a las demandas y anhelos de un habitar digno y bello. Entonces, ¿cómo podríamos definir desde nuestra propia disciplina, la arquitectura, qué es el habitar en su relación con el diseño arquitectónico? Es indispensable acudir a otras fuentes de conocimiento, para comenzar, a la filosofía. Así, Karel Kosik, Filósofo contemporáneo de gran importancia para el pensamiento actual nos dice que:
(…) si aceptamos que la filosofía no duplica las actividades especializadas ¿qué provecho real tendrá la arquitectura (por ejemplo) de que la filosofía descubra y describa las premisas en que se basa? (…) Cuando la filosofía se plantea qué es una ciudad o una casa, qué significa la transformación de la ciudad en urbanizaciones y suburbios, no reitera la labor de otras ramas del conocimiento, sino que va más allá, hasta donde estas especialidades (como la arquitectura) no llegan por sus medios, hasta lo que no quieren o pueden resolver. Cada actividad entiende lo que le es propia (dicho aquí de manera profesionalizante), pero no sabe investigar sus premisas y en este sentido es acrítica. La misión de la Filosofía es la crítica de las premisas. Se ocupa de investigar aquello que se ante-pone a cualquier especialidad, lo que cada especialidad en su quehacer re-produce inconscientemente. La arquitectura que crea el espacio que habitamos, produce casas, edificios, puentes, autopistas pero también re-produce las premisas de su propia actividad, de cuya existencia habitualmente no tiene ni idea y para las que no tiene comprensión alguna. (Kosik, 2012, págs. 53 y 54)
Por lo tanto, para lograr una comprensión esencial del habitar, para pretender una teoría del habitar y, más aún, una filosofía del habitar, es necesario que la arquitectura coexista con las disciplinas humanas, esto es, la filosofía, la historia, la literatura, la sociología, la antropología, la psicología, entre otras. Aquí presentamos un preámbulo que aspira a promover tan ambicioso objetivo.
Para comenzar, el habitar implica el espacio, por lo que será esencial comprender qué es el espacio. En su libro, El Arte y el espacio, dedicado al escultor Eduardo Chillida [4], Heidegger apertura con un epígrafe de Aristóteles que dice así: "El topos -es decir. El espacio-lugar- parece algo importante y difícil de captar" [5]. En efecto, parece que el espacio en el que habitamos los seres humanos nos es obvio e indiferente, pero es en él y sólo en él en donde somos y acontecemos. Los cuerpos físicos tienen una configuración que acontece en la delimitación la cual entiende Heidegger como una inclusión y una exclusión, "cosa bien sabida y, sin embargo, enigmática" [6]. Pero, se pregunta el filósofo, ¿es el cuerpo el que corporeiza el espacio dándole un carácter de ser? Y si es así, entonces, ¿es el espacio en sí mismo el que define el adentro, el afuera y el volumen en él contenido?, ¿qué lo delimita? Al respecto en páginas siguientes a este esencial libro para formarnos una idea de qué esel espacio en donde acontece el habitar, Heidegger nos aclara la razón de ser del espacio, esto es, el espacio tiene como meta el espaciar, palabra que en el lenguaje alemán significa escardar, limpiar o desbrozar una tierra baldía, aportarle "lo libre, lo abierto para un asentamiento y un habitar del hombre" [7].
Y más aún, el espacio cuando es pensado en su propiedad, se comprende como una "libre donación de lugares, donde los destinos del hombre habitante toman forma en la dicha de poseer una tierra natal" [8]. El acontecer del habitar se lleva a cabo únicamente mediante una cotidianeidad libre, misma que valida exclusivamente la historia; es decir, la última palabra la dirá la historia sobre un espacio habitado que realmente fue un acontecer fundacional.
Ahora bien, ¿cómo acontece el espaciar?, acontece exclusivamente mediante el habitar humano cotidiano y mediante el emplazamiento fundacional de un lugar que admite y permite el congregar aquello que Heidegger explica como un sentido del albergar que deja libre a las cosas. Es decir, que las cosas y los actos humanos sólo podrían ser en tal o cual espacio para así poder preservarse en su copertenencia. El habitar funda lugares, y no a la inversa, es decir, el lugar no estaba ahí previamente sino que es por medio del habitar cotidiano coperteneciente que se produce (establece) un lugar.
Ahora bien, habitar es en sí mismo construir; habitar es un verbo que acontece en lo cotidiano. Es lo habitual, lo que pertenece a esta o a aquella persona individual o colectiva de manera cotidiana. Pasa el tiempo, día con día, y la historia va validando este habitar cotidiano para volverlo, inclusive, patrimonio histórico en donde fue sólo a partir de lo fundacional que se ha explicado más arriba que esto puede suceder. Pero, ¿cómo es que sucede el habitar cotidiano en un espacio fundacional? Es necesario pensarlo, dice Heidegger [9]. Aquí es en donde afirmamos que diseñar, imaginar, prefigurar un habitar cotidiano es sinónimo de pensar.
Diseñar lo habitable implica una actividad del pensamiento de un individuo (arquitecto) que posee las herramientas intelectuales y las habilidades adquiridas para emprender el ejercicio de su quehacer, de su oficio. Este oficio, el diseño arquitectónico, prefigurará mediante la imaginación y la creatividad un futuro "residir" [10] de seres humanos coligando en la tierra, cabe las cosas, bajo el cielo y los divinos lo que Heidegger llama La Cuaternidad.
Diseñar un habitar para fundar un lugar: objetivo del oficio del arquitecto en el que, sólo si es capaz de habitar podrá construir. Sólo si puede llevar el habitar a la plenitud de su esencia es cuando podrá afirmar que construye desde el habitar y piensa (diseña) para el habitar [11]. Sólo es de esta manera cuando la arquitectura será legado para la posteridad, como lo es la que la historia ha validado como patrimonio histórico.
Algunos teóricos contemporáneos de la arquitectura, como Josep María Montaner, nos mostramos preocupados por este legado histórico futuro. Montaner al respecto considera a la vivienda como la célula del habitar urbano contemporáneo, cada día más tendiente a lo multifamiliar vertical [12]. Siguiendo a Montaner, nos preguntamos con él sobre el si el diseñar el habitar doméstico contemporáneo, y en general todos los espacios habitables del ser humano, ¿serán realmente un legado?, ¿interpretarán analógicamente al contexto actual?, ¿respondiendo a la diversidad social?, ¿contribuyen a mejorar la calidad de la ciudad y del territorio?, ¿hacen un uso razonable y responsable de las tecnologías disponibles?, ¿responde a unos objetivos sostenibilistas? ¿Serán testimonio o aspirarán a ser patrimonio histórico nuestro habitar contemporáneo? ¿Habrá algún poeta que escriba sobre nuestro habitar actual? para que nuestros descendientes reciban nuestro legado y lo reescriba y atesores como Dulce María Loynaz en su maravilloso libro, Últimos días de una casa, se refiere a aquel patrimonio histórico, que si bien no existe ya físicamente, fundó un lugar físico y existencial en los términos heideggerianos antes mencionados. Y, presento a continuación unos fragmentos de ese maravilloso poema que nos evoca mejor que cualquier imagen visual el habitar que fundó un lugar y otorgó Cuaternidad a sus habitantes:
(…) Nadie puede decir
que he sido yo una casa silenciosa;
por el contrario, a muchos muchas veces
rasgué la seda pálida del sueño
-el nocturno capullo en que se envuelven-,
con mi piano crecido en la alta noche,
las risas y los cantos de los jóvenes
y aquella efervescencia de la vida
que ha borbotado siempre en mis ventanas
como en los ojos de
las mujeres enamoradas.
No me han faltado, claro está, días en blanco.
Sí; días sin palabras que decir
en que hasta el leve roce de una hoja
pudo sonar mil veces aumentado
con una resonancia de tambores.
Pero el silencio era distinto entonces:
era un silencio con sabor humano.
Quiero decir que provenía de "ellos",
los que dentro de mí partían el pan;
de ellos o de algo suyo, como la propia ausencia,
una ausencia cargada de regresos,
porque pese a sus pies, yendo y viniendo,
yo los sentía siempre
unidos a mí por alguna
cuerda invisible,
íntimamente maternal, nutricia.
Y es que el hombre, aunque no lo sepa,
unido está a su casa poco menos
que el molusco a su concha.
No se quiebra esta unión sin que algo muera
en la casa, en el hombre...O en los dos.
(…)
Me pareció. No estoy segura.
Y pienso ahora, porque es de pensar,
en esa extraña fuga de los muebles:
el sofá de los novios, el piano de la abuela
y el gran espejo con dorado marco
donde los viejos se miraron jóvenes,
guardando todavía sus imágenes
bajo un formol de luces melancólicas.
(…)
Allá lejos
la familiar campana de la iglesia
aún me hace compañía,
y en este mediodía, sin relojes, sin tiempo,
acaban de sonar lentamente las tres...
Las tres era la hora en que la madre
se sentaba a coser con las muchachas
y pasaban refrescos en bandejas; la hora
del rosicler de las sandías,
escarchado de azúcar y de nieve,
y del sueño cosido a los holanes...
(…)
¡Pero vinieron otros niños luego!
Y los niños crecieron y trajeron
más niños...Y la vida era así: un renuevo
de vidas, una noria de ilusiones.
Y yo era el círculo en que se movía,
el cauce de su cálido fluir,
la orilla cierta de sus aguas.
(…)
La Casa, soy la Casa.
Más que piedra y vallado,
más que sombra y que tierra,
más que techo y que muro,
porque soy todo eso, y soy con alma.
Decir tanto no pueden ni los hombres
flojos de cuerpo,
bien que imaginen ellos que el alma es patrimonio
particular de su heredad...
Será como ellos dicen; pero la mía es mía sola.
Y, sin embargo, pienso ahora
que ella tal vez me vino de ellos mismos
por haberme y vivirme tanto tiempo,
o por estar yo siempre tan cerca de sus almas.
Tal vez yo tenga un alma por contagio.
Y entonces, digo yo: ¿Será posible
que no sientan los hombres el alma que me han dado?
¿Que no la reconozcan junto a ella,
que no vuelvan el rostro si los llama,
y siendo cosa suya les sea cosa ajena?
(…)
Los hombres son y sólo ellos,
los de mejor arcilla que la mía,
cuya codicia pudo más
que la necesidad de retenerme.
Y fui vendida al fin,
porque llegué a valer tanto en sus cuentas,
que no valía nada en su ternura...
Y si no valgo en ella, nada valgo...
Y es hora de morir.Desde la lectura anterior de esos bellos fragmentos del poema, doy de lleno el salto a otro poeta, Holderlin, quien nos dice en cinco poéticas ideas [13] lo siguiente:
- Poetizar: la más inocente de todas las ocupaciones.
- Y se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje… para que muestre lo que es…
- El hombre ha experimentado mucho/ Nombrado muchos celestes/ desde que somos un diálogo/y podemos oír unos de otros.
- Pero lo que queda, lo instauran los poetas.
- Pleno de méritos, pero (sólo) es poéticamente como el hombre habita esta tierra.A la "sebastiana" de plenos poderes (1962)
yo construí la casa
La hice primero de aire
Luego subí en el aire la bandera
y la dejé colgada del firmamento,
de la estrella, de la claridad y de la oscuridad.
Cemento, hierro, vidrio
eran la fábula,
valían más que el trigo y como el oro,
había que buscar y que vender,
y así llegó un camión:
bajaron sacos
y más sacos
la torre se agarró a la tierra dura
-- pero, no basta, dijo el Constructor,
falta cemento, vidrio, puertas--,
Pero crecía,
crecían las ventanas
y con poco, con pegarle al papel y trabajar
y arremeterle con rodilla y hombro
iba a crecer hasta llegar a ser,
hasta poder mirar por la ventana;
y parecía que con tanto saco
pudiera tener techo y subiría
y se agarrara, al fin, de la bandera
que aún colgaba del cielo sus colores.
Me dediqué a las puertas más baratas,
a las que habían muerto
y habían sido echadas de sus casas,
puertas sin muro, rotas,
amontonadas en demoliciones,
puertas ya sin memoria,
sin recuerdo de llave,
y yo dije: "venid a mí,
puertas perdidas:
os daré casa y muro
y mano que golpea,
oscilaréis de nuevo abriendo el alma,
custodiaréis el sueño de Matilde
con vuestras alas que volaron tanto".
Entonces la pintura llegó también
lamiendo las paredes,
las vistió de celeste y de rosado
para que se pusieran a bailar.
Así la torre baila,
cantan las escaleras y las puertas,
sube la casa hasta tocar el mástil,
pero falta dinero:
faltan clavos,
faltan aldabas, cerraduras de mármol.
Sin embargo, la casa
sigue subiendo
y algo pasa,
un latido circula en sus arterias:
es tal vez un serrucho que navega
como un pez en el agua de los sueños
o un martillo que pica
como alevoso cóndor carpintero
las tablas del pinar que pisaremos.
Algo pasa y la vida continúa
La casa crece y habla
se sostiene en sus pies,
tiene ropa colgada en un andamio,
y como por el mar la Primavera
nadando como náyade marina
besa la arena de Valparaíso,
Ya no pensemos más: ésta es la casa:
ya todo lo que falta será azul,
lo que ya necesita es florecer.
Y eso es trabajo de la primavera.
Notas
1. Mauricio Beuchot nos dice que el texto y su contexto son una unidad indivisible.
2. Karel Kosik, Filósofo Contemporáneo de gran importancia para el pensamiento actual nos dice que" (…) si aceptamos que la filosofía no duplica las actividades especializadas ¿qué provecho real tendrá la arquitectura (por ejemplo) de que la filosofía descubra y describa las premisas en que se basa? (…) Cuando la filosofía se plantea qué es una ciudad o una casa, qué significa la transformación de la ciudad en urbanizaciones y suburbios, no reitera la labor de otras ramas del conocimiento, sino que va más allá, hasta donde estas especialidades (como la arquitectura) no llegan por sus medios, hasta lo que no quieren o pueden resolver. Cada actividad entiende lo que le es propia (dicho de manera profesionalizante), pero no sabe investigar sus premisas y en este sentido es acrítica. La misión de la Filosofía es la crítica de las premisas. Se ocupa de investigar aquello que se ante-pone a cualquier especialidad, lo que cada especialidad en su quehacer re-produce inconscientemente. La arquitectura que crea el espacio que habitamos, produce casas, edificios, puentes, autopistas pero también re-produce las premisas de su propia actividad, de cuya existencia habitualmente no tiene ni idea y para las que no tiene comprensión alguna. (págs.. 53 y 54)
3. Por considerarlo necesario, se incluye aquí esta nota con el objeto de acotar el término teoría. La evolución histórica del vocablo teoría ha permitido dotarlo de un sentido intelectual y aplicarse a la capacidad razonable para comprender la realidad, ¿cuál realidad? Toda realidad, incluyendo la que se refiere a la arquitectura pasada, presente e imaginada futura, a las formas de habitar este mundo.
4. En la actualidad, una teoría se entiende como un sistema lógico que se establece a partir de observaciones, axiomas y postulados, y persigue el propósito de afirmar bajo qué condiciones se llevaron, se llevan o se llevarán a cabo ciertos supuestos. Mediante ciertas reglas y razonamientos de una teoría es posible deducir, predecir o postular hechos. Para el caso de las formas de habitar este mundo, se han establecido a lo largo de la historia muy diversas teorías, desde los clásicos hasta la actualidad. Cabe mencionar que existen dos clases de ideas que pueden desarrollarse hasta lograr establecer una teoría: las conjeturas (suposiciones que no cuentan con el respaldo de las observaciones) y las hipótesis (que sí se apoyan en múltiples observaciones). Una pregunta que suele surgir frente a lo anterior es ¿para qué sirve la teoría? sirve para explicar la realidad (el por qué, el cómo, el cuándo ocurre el fenómeno que se estudia), para ordenarla en una serie de conceptos e ideas. Construir una teoría es el fin definitivo de cualquier investigación científica. Ahora bien, la teoría debe presentarse, luego explicar por qué es necesaria (justificación) y por último explayar sus ideas de forma clara y concisa. Puede analizarse un fenómeno complejo que guarde en su esencia otros fenómenos puntuales. Cabe señalar que es común que, para explicar o predecir cualquier fenómeno de la realidad, sea necesario analizar detenidamente varias teorías que se interceptan para poder con ello encontrar las diferentes características del fenómeno y revisar cada uno de sus aspectos adecuadamente. El término teoría también puede hacer referencia a las ideas que algún teórico tiene acerca de un determinado fenómeno, cosa, o bien al conjunto de conocimientos o razonamientos que se hayan realizado sobre un asunto. Para el caso de la Arquitectura, este tipo de ideas de algún teórico es común a partir del Renacimiento en que la arquitectura al igual que el arte, comenzó a ser de autor.
5. Eduardo Chillida, escultor que entabló una entrañable amistad con Heidegger a quien le hizo comprender desde su arte escultórico la noción del espacio.
6. Heidegger, M., "El Arte y el espacio", España: Herder, 2009, p. 11.
7. Heidegger, op cit., p. 13.
8. Heidegger, op cit., p. 21.
9. Heidegger, M., "Construir, habitar y pensar", Barcelona: Conferencias y artículos, 1944.
10. Ídem.
11. Este párrafo sintetiza el contenido de su indispensable artículo sobre Construir, habitar, pensar que aquí lo reescribimos como la esencia del oficio de ser arquitecto.
12. Montaner, Josep, Muxi, Zaida, "Habitar el Presente", Sociedad, ciudad, tecnología y recursos, España: Ministerio de Vivienda, 2006, p. 69 y siguientes.
13. Heidegger, M. "Arte y Poesía", México: FCA, 1992, p 126.
14. Recuperado de: http://www.architecthum.edu.mx/Architecthumtemp/poemario/neruda/3sebas.htm octubre de 2014
Bibliografía
Arquitectura y Humanidades. Poemario. Recuperado de: http://www.architecthum.edu.mx/Architecthumtemp/poemario/neruda/3sebas.htm octubre de 2014
Bachelard, Gastón, "La poética del espacio", México: FCE, 1973
Beuchot, Mauricio, "Perfiles esenciales de la Hermenéutica", México: FCE, 2013
Buganza, Jacobo, Últimos apuntes de Mauricio Beuchot sobre Hermenéutica. Recuperdado de http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n51/jbuganza.html#au, octubre de 2014.
Debord, Guy, "La sociedad del espectáculo", España: Pre.Textos, 2000.
Heidegger, M., "El Arte y el espacio", España: Herder, 2009.
____________, "Construir, habitar y pensar", Barcelona: Conferencias y artículos, 1944.
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Kosik, Karel, "Reflexiones antediluvianas", México: Itaca, 2012.
Loynaz, Dulce María, "Últimos días de una casa", España: Torremozas, 1993.
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Vargas Llosa, Mario, "La civilización del espectáculo", México: Alfaguara, 2012.