Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

Historia de una ciudad suspendida o todo es espacio

Juan Manuel de Jesús Escalante

I

Casi medianoche.
Calle solitaria, de rumores lejanos.
El hombre termina su jornada, su día.
Primero los bancos exteriores, luego el bote de la basura, hasta terminar con todo.
El entorno desolado lo rodea de sombra.
Su espacio/puesto ambulante y el poste de luz vecino, son lo único que parece tener vida.
Un auto fugaz sobre la avenida, ilumina por instantes la acera
la media puerta metálica que utilizaba para entrar a su espacio, para cerrarlo, y la inmensa lona sobre de él, refugio en días de calor o de lluvia.
Atada al poste vecino y a otros tres más lejanos, la lona juega con el aire fresco de la noche.
Se mueve al azar, de izquierda a derecha, arriba y abajo, de vez en vez, de momento en momento.

El hombre entra a su breve espacio metálico.
Toma un banco, se dispone a salir…
Un aire estremecedor cruza la calle.
La luz se desvanece.
El hombre vacila antes de salir, cuando un flujo de aire, como aquellos que siempre se dan en las periferias, levanta nubes de polvo y precipita de pronto, al hombre y su espacio hacia el aire…

II

El hombre, al despertar, miró la ciudad gris que se extendía a sus pies.
El horizonte, tan claro y la ciudad perdiéndose en él.
Asombrado, notó que seguía suspendido sobre de ella.
Toda aquella visión fue rota por el estruendo de un helicóptero que pasó a su lado, del noticiero matutino.
Doblemente asombrado, reparó que no era el único y que una docena más de 'puestos' se encontraban suspendidos, en la lejanía, al igual que el suyo sobre las periferias.
Todos con hombres y mujeres en su interior, perplejos.
Afortunadamente, su espacio le proveía provisiones que tal vez necesitaría.
Agua, pan…

Numerosos intentos de 'aterrizar' los puestos, fueron llevados a cabo sin éxito.
Al parecer, un extraño flujo de aire, acechaba cuando la ayuda se acercaba, convirtiendo todo en turbulencia, en inestabilidades.
Así transcurrió la jornada, entre miradas incrédulas y gritos de asombro.
Entre confusiones, quince personas en las nubes y un atardecer difuso.
Abajo, en la ciudad, el noticiero comenzaba con las imágenes de un sujeto, que ante la desesperación, dio un salto al vacío.
Desvaneciéndose en patios de polvo, tendederos y muros grises.

Nuestro hombre, escuchaba reflexivo las noticias del radio.
No tenía a quién llamar, a quién esperar.
La vitrina, que algún día sirvió para servir alimentos, contemplaba hoy un paisaje tan distinto.
La mirada a ningún sitio y a lo lejos, los rascacielos.
Esperó una hora, dos, tres, hasta que amaneció.

III

La decena del día anterior se duplicó. El siguiente de igual manera y así transcurriría por un buen tiempo.
Abajo, la ciudad miraba con expectativa aquellos hombres, una vez habitantes, hoy exiliados, incomunicados.
Los noticieros cada día perdían el interés, la audiencia estaba cansada de escuchar día tras día, de nuevos 'espacios' en la periferia que habían emigrado hacia el cielo.
La ciudad suspendida sobre la ciudad, se volvió cotidiana.

El hombre despertó y a su alrededor contemplaba a los nuevos inquilinos bajo las nubes.
Cada vez más cercanos.
Uno en particular se encontraba a pocos metros de él.
El hombre abre su media puerta metálica y dice -Buenos días, lindo día ¿eh?-.
Un joven cercano da un giro y devuelve la mirada.
-¿Qué tiene de lindo? ¿Acaso no se ha dado cuenta de que estamos en el aire?-.
Nuestro hombre ya había pasado días enteros suspendido y de algún modo, se había habituado a ello.
Se había acostumbrado a las ayudas que los hombres de la ciudad mandaban, a través de bajos vuelos de aviones. Se había acostumbrado a las provisiones que caían, alimentos, medicinas que después los habitantes recogerían cuidadosamente sobre sus lonas ondulantes.
Por un instante olvidó que para el joven, todo esto era nuevo, todo esto era incierto.
-Si me he dado cuenta -respondió el hombre. -Pero vea el lado bueno, estamos lejos del ruido, la vista es increíble.
-Le veo el lado objetivo, no tengo comida, ni agua, nada-.
-¿Pues a qué se dedicaba usted antes de la elevación?-preguntó intrigado el hombre.
-Era cerrajero. Tengo llaves por doquier, ayúdeme por favor-.
El hombre, giró, tomó unos paquetes de pan con mantequilla y gritó:
-Esté atento, esto le servirá-. Y aventó con toda fuerza un paquete de pan hacia donde el joven se encontraba.
Quién hubiera visto aquella escena.
El paquete volando hacia el joven.
Los ojos atentos de nuestro hombre, siguiendo su trayectoria.
Los ojos atentos del joven, con el corazón en la mano.
El paquete cayendo antes de llegar a su destino, perdido para siempre en el vacío.
El joven cerró su media puerta y no volvió a salir aquel día.

V

-¿Hay alguien ahí?, ¿alguien me escucha? -gritaba desesperado el hombre, temiendo lo inevitable.
-¡Joven! Responda, no se puede dar por vencido…morirá-.
-Lleva tres días sin salir, por favor, déjeme ayudarle tengo otra idea-.
Una sombra se distinguió en la 'estación' del joven y abrió su media puerta.
El hombre sonrió con alivio, aún vivía.
-¿Qué puede hacer por mí? ¿No se ha dado cuenta de que estamos perdidos? -gritó el joven.
El hombre contestó -Tengo una idea, cada día hay más puestos en el aire, más estaciones. Si usted y yo encontramos la manera de conectarnos, otros lo harán también, debemos encontrar la manera de cruzar el aire-.
Silencio.

VI

El noticiero de la mañana lo grabó todo:
Dos hombres comunicándose con sus manos.
Ambos atando cuerdas en su extremo.
Los primeros nudos.
El helicóptero dando vueltas.
La primera tabla que serviría de piso a aquel peculiar puente.
Las llaves que servían de conexión.
La historia.
Los vecinos en las azoteas.
Los otros vecinos mirando a través de sus medias puertas.
El conmovedor momento de la conexión, ambos lados unidos.
El abrazo de un hombre y un joven.
Caminando entre sus espacios, entre el aire.
El júbilo de los espectadores de la vieja ciudad.
El estremecedor aplauso y aclamación de los espectadores de la nueva ciudad.

El hombre y el joven que por un momento dejaron de sonreír y saludar, para darse cuenta de que para ellos, la ciudad no sería nunca la misma.

VIII

Los días siguientes, como los anteriores transitaban del asombro al júbilo.
Cientos de estaciones se unían día con día.
Aquello que un día fueron puestos suspendidos, independientes, hoy eran parte de una compleja red de conexiones, que un hombre y un joven de la antes 'periferia oriente' de la ciudad, inventaron.
Las estaciones aumentaban noche tras noche. Y mañana tras mañana, eran incorporadas a esta nueva ciudad en pocos minutos.
Esto último gracias a una brigada especial designada para ello.
Los habitantes de 'abajo' solo miraron como la 'nueva ciudad' reducía la luz en sus patios, en sus calles.
Decenas de personas, pernoctaban por las noches en alguno de estos puestos, con la esperanza de que al amanecer, se encontraran mirando el horizonte y perspectivas infinitas.
Los estacionamientos de los principales centros comerciales, comenzaron a verse inundados de pequeños puestos de lámina improvisados y una leyenda que indicaba:
"¡Gran oferta! ¡Residenciales GT ofrece espacios exclusivos en el aire! ¡Amplia vista! ¡Precios accesibles!"
Todas las noches…silencio. Todas las mañanas…decepción.
Aquellas estaciones prefabricadas jamás vieron volar la noche.
Era incierto saber cuál se elevaría, pero este fenómeno solo se daba en las periferias.
Solo aquellas que se encontraban en la calle, con lonas atadas sobre de ellas, podían emprender el viaje.

IX

Los habitantes de 'arriba' pronto se dieron cuenta de que su nueva ciudad, al despertar cambiaba.
Al amanecer, las estaciones habían variado su posición.
Esto dependía de la época del año, a veces sucedía de manera sutil, otras cambiaba totalmente. Y esto agradó a sus habitantes.
Toda una nueva experiencia de lo cotidiano frente a ellos.
Saber que quizá el día de mañana sería demasiado tarde para realizar una visita.
Saber que quizá el 'puesto' de agua no vuelva por tres días.
Saber que las relaciones entre individuos duraban fugazmente.
Saber que todo era hoy.

XII

Cientos de personas recorrían distancias incalculables para ver la ciudad suspendida.
La ciudad sin calles y sin números.
Su extraña forma periférica, rodeando el centro, los rascacielos.
Su utopía.
El murmullo lejano de 'arriba'.
El movimiento constante.
Sus planos infinitos.
La fotografía y 'el arriba' de fondo.
El anochecer incierto.

XVII

Sobre la ciudad suspendida ha de decirse
Que encontró un nuevo rostro.
Que se perfilaba entre nubes, aire, y lluvia; se definía.
Que nunca fue igual.
Que encontró nuevos medios, nuevas configuraciones.
Que después del principio, encontró nuevos lenguajes.
Que aquellos hombres habían entendido finalmente 'su espacio'.
Que con sus recursos, habitaron recuerdos nunca antes vistos.
Que dibujó y desdibujó perfiles.
Que colocaban lienzos blancos invisibles, donde todos los hombres trazaban su vida cotidiana.
Que vivió el ensueño.
Que vivió su espacio

XXVII

Tiempo ha pasado ya de la ciudad suspendida.
De los sueños en las nubes, del nuevo color en el aire.
De su arquitectura de lienzos blancos.
Tiempo ha pasado ya del primer crimen cometido en sus conexiones.
De los primeros gritos.
Del primer puesto que se precipitó al vacío.
Del impacto que dejó llaves y cerraduras por todo el suelo, por toda la calle.
De cómo y de manera inexplicable, la ciudad entera comenzó a precipitarse.
A caerse del cielo.
De cómo comenzaron a llover vidas, recuerdos y sueños.
De los funerales.
De la atención internacional.
Del vértigo.
Del llanto, el desconsuelo, el desvarío.
De las pupilas borrosas.
De siluetas negras.
De entre sus sobrevivientes se encontraba una niña.
Con ojos de instantes fugaces y vuelos nocturnos,
hija de aquel primer hombre que subió.
En su memoria, el rostro del padre.
Su inagotable reserva de pan.
Su sonrisa.
El día que la llevó por primera vez a los puentes de la ciudad suspendida.
Que la tomó de la mano, que miró el mar.
Aquel día que la mañana trajo de pronto un jardín en las nubes.
Cuando su padre lo habitó a su lado.
No recordaba caracteres, secuencias, ideas.
Recordaba el olor del agua condensada.
El sonido de la ciudad 'perdida', abajo, en el fondo.
Recordaba la frescura de la noche.
Los flujos de aire.
La luna y la lona moviéndose sobre de ellos.
La canción nocturna, los planos infinitos.
No recordaba palabras, textos ni fotografías.
Sus recuerdos eran espacio, percepción….
Su memoria era espacio…
Todo era espacio, todo es espacio.
Juan Manuel de Jesús Escalante