Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

La morada, una espacialidad constitutiva del "ser ahí"

Patricia Barroso Arias

El hábitat humano

¿Qué sería de la arquitectura si no pensamos en las relaciones espaciales que genera el ser humano al habitar? Y si no reflexionamos en los momentos que surgen para compartir, para mirarse, para charlar con los amigos, para conversar con los compañeros del trabajo, para convivir con la familia o para observar y conocer a las personas que transitan al paso de nosotros. Con esta preocupación, nos adentramos al análisis del hábitat donde se define la escena de las acciones privativas o colectivas del ser humano y donde se generan diversas correspondencias entre los comportamientos y los lugares que habitamos para establecer distancias, proximidades y convivencias.

La conformación del hábitat exige grados de implicación de cada habitante con el proceso de definición de su propia espacialidad, asimismo, al despertarse un sentido de pertenencia se marca con ello la pauta de la territorialidad, señalada bajo una expresión particular (o lenguaje formal) que juega con objetos y elementos para adecuar, modificar o manipular un lugar. Como veremos, el hábitat humano no sólo demarca sitios o territorios, sino que se carga de significado; en este caso, si analizamos el sentido de la espacialidad constitutiva del "ser ahí" que menciona Heidegger, habrá que poner de manifiesto que ésta entra en relación ontológica con el mundo, en donde el "ser ahí" se vuelve a un ser en el mundo, a un ser espacial.

"Aquí, la "intuición formal" del espacio descubre las puras posibilidades de las relaciones espaciales. En el descubrimiento del espacio puro, homogéneo, se da una serie gradual que va desde la morfología pura de las figuras espaciales, pasando por el analysis situs, hasta la ciencia puramente métrica del espacio" (El ser y el tiempo, 1999, p. 127). Entonces ¿podemos pensar en estas relaciones espaciales del ser y concebir que el mismo sujeto es espacial? ¿Será esta complejidad de relaciones la epistemología del espacio arquitectónico? Interesantes cuestiones que surgen cuando queremos estudiar la concepción de la unidad entre el hombre y su hábitat, ya sea su casa, su lugar de trabajo o cualquier espacialidad dada. En sí, cuando se indaga en estas acepciones sobre el "ser ahí" y su espacialidad constitutiva, encontramos que su conjugación está en la misma formación y construcción del hábitat humano, en donde se organiza la actividad cotidiana.

Como lo enfatiza Camacho, "la organización espacial es el escenario material tempo-espacial del hábitat humano que se interrelaciona física-química y biológicamente con la organización natural, obteniéndose el espacio significado rural-urbano-arquitectónico o de cualquier arte contextual, medios donde se realizan las actividades de los individuos según su organización social y por último el ambiente, que se genera en la correlación final de las entidades" (2002, p. 43).

Por otro lado, retomando las ideas de Heidegger, podemos comprender que la existencia es espacial, que no puede disociarse el hombre del espacio y que la relación del hombre con los lugares implica una residencia, ésta es la propiedad esencial de la existencia. "En sí, el "ser en el mundo" es sin duda una estructura necesaria a priori del "ser ahí" (…) el "en" procede de "habitar en", "detenerse en" (…) "Ser en" es, según esto, la expresión existencial y formal del "ser ahí", que tiene la esencial estructura del "ser en el mundo"" (El ser y el tiempo, 1999, p. 67).

Existimos ocupando y espaciando cualquier lugar que habitamos, que transitamos o visitamos, en esta acción de "espaciar" se integran muchos actos y comportamientos que al estudiarlos nos permiten comprender qué es lo que está inmerso en la configuración del hábitat. En sí el hábitat se puede considerar como la espacialidad constitutiva del "ser ahí", donde generamos significados atribuidos a cada lugar, sitio o rincón; en este sentido, el término hábitat, prestado de la ecología, tiene una connotación territorial y se emplea hoy para referirse al mundo poblado por la humanidad, en sentido amplio éste se aplica al conjunto de condiciones naturales que inciden sobre una especie y el lugar mismo en que vive esa especie, en este caso es sinónimo de medio. Es una acepción humana y se aplica a los modos y lugares de agrupación de las viviendas humanas ("Diccionario de ecología, ecologismo y medio ambiente", 1984).

El hábitat es lo que nos rodea o circunscribe, como lo describe Iglesia: "El hábitat no es un lugar como los otros, es uno de los modos privilegiados que coloca e instala al hombre en un espacio y un tiempo cuyas dimensiones no se dejan reducir a su significación, hay toda una serie de articulaciones entre las diversas maneras de haber vivido y de vivir y de esperar vivir, tanto a nivel individual y familiar como colectivo, la casa, la calle, el barrio, la región son sus manifestaciones reales" (Salignon, B., Quést-Ce Qu´habiter, p.19, citado por Iglesia en Pensar el habitar, 1998). Sin embargo, muchas veces se le ha llamado al hábitat, medio ambiente, como sistema integrado por condiciones o influencias externas al ser humano, aun así, entendemos que el lugar de habitar es un terreno en donde el hombre se establece y se apropia para manifestarse, esto implica estar de alguna manera y permanecer. Asimismo conlleva una acción, un movimiento y una ocupación para instaurar el lugar. La concepción del hábitat humano va más allá e integra la demarcación de territorios, estamos hablando de la existencia de un territorio, viéndolo muchas veces como el resguardo, el rincón, el refugio o la esfera personal; este hábitat conforma el sitio pensado y el lugar donde ocurre la espacialidad del ser. Es un escenario, un lugar de identidad donde se realiza una secuencia de usos, de esta manera, se toma como el terreno donde se encuentra un modo de asentamiento del hombre, así éste tiende a convertirse mientras se ocupa, a veces se modifica y se organiza con el fin de hacerlo habitable. En esto, descubrimos que el aspecto expresivo y la ordenación del lugar en función del habitar mismo, implica a diversos aspectos que se ven inmersos en las tareas cotidianas, al hablar del sentido que cobra el hábitat humano relacionamos por consecuencia el término de habitar y se entretejen dos cuestiones importantes ¿Cómo se define la noción del habitar? Y ¿Qué aspectos del habitar inciden en el comportamiento espacial?


El habitar como fenómeno cultural

El mundo construido es un cuerpo que aloja y es una experiencia que otorga sentido a la existencia, en éste la valoración de la morada como objeto material no es la misma del utensilio, del mueble o del artefacto, sino que, está ligada directamente al sentido y comprensión del habitar. La ponderación de valores de otra índole como el aprecio del patrimonio cultural, el disfrute de los espacios urbanos, el sentido de pertenencia y apropiación, se oponen al sentido actual de materialismo, transacción comercial y criterio utilitario; ya que, estos últimos desvalorizan el mundo que se habita, problema al que nos enfrentamos hoy en día, para dejar a un lado el significado que cobra la morada como primer refugio del ser.

En este sentido nos cuestionamos cómo podremos diseñar y reflexionar en los contenidos necesarios que se implican al proyectar una vivienda sin caer en un estereotipo y cómo podemos romper los esquemas sobre el consumo masivo del objeto. Hay numerosos trabajos que dan cuenta de la resistencia al desarraigo de relaciones espacio-vida, sin embargo, se ha visto que la mutabilidad social y cultural incide en la problemática espacial; esto es, en la transformación y destrucción de disposiciones espaciales para generar nuevas organizaciones, cosa que enfatiza Romero al señalar que "habitar en el mundo moderno significa enfrentarnos a grandes procesos de transformación de la vida humana que está rompiendo con gran parte de los conceptos y valores sobre los que sustentábamos la existencia" (Romero,1999). El lugar, entonces, nace entre lo creado y lo dado, estas dos condiciones indican que no hay hombre y además espacio, sino que existen al mismo tiempo, esto es que el hombre al estar y ocupar el espacio genera un lugar. Dicho lugar conlleva aspectos humanos relativos a la existencia del ser para convertirse en un elemento significativo, premisa fundamental que nos motiva a investigar ¿cuáles son las condiciones del hábitat contemporáneo?

Es importante entender que la producción actual de lo arquitectónico, nos debería permitir como seres humanos habitar cualquier lugar integrando condiciones formales que giran en torno a la comprensión de la existencia. El arquitecto contemporáneo no podrá ya preocuparse solamente por la condición formal y geométrica del objeto, dejando a un lado a sus habitantes; sino por el contrario, tendrá que hacer énfasis en el mismo fin que busca la producción arquitectónica, que es el habitar. En sí, tendríamos que hablar ya del objeto desde la manera en cómo se habita y se concibe desde su condición proyectual, para saber cómo se manifiesta dicha noción. Habitar es una condición que no debería escaparse al arquitecto, aunque su entendimiento sea complejo y su conocimiento nos lleve más allá del campo disciplinar para analizar el conjunto de acciones y comportamientos espaciales que se realizan en los objetos.

Las diferencias en tiempos culturales dan hoy como resultado la coexistencia de modos y sentidos distintos de habitar y por tanto, de experiencias distintas de la arquitectura. La modernización, la industrialización y la globalización han generado unos modos de vida en apariencia semejantes, basados principalmente en la consolidación de hábitos de consumo masivo, de ahí que llegue a pensarse hoy en un sentido único de habitar, como si fuera una noción universal, internacional, cosmopolita, o bajo una idea de ciudadano del mundo; en este caso, uno de los aspectos más interesantes y complejos del momento actual de la presencia humana es precisamente esa coexistencia de diferentes modos de vida que representan a las sociedades. La lectura e interpretación de algunos de esos modos de habitar permite reconstruir la manera en cómo se vive a partir de la diversidad de vivencias y experiencias que se tienen al entrar en contacto con un espacio arquitectónico.

Paradójicamente, tanto el habitar como el habitante, han sido presentados como cosa moldeable, sin conocer el fenómeno; en este caso, se establece que habitar se refiere a un sinfín de fenómenos que se reúnen en un discurso conceptual que indica relaciones, características y mutaciones. La influencia del mundo moderno que se transmite a través de los diversos medios, altera gradual o violentamente esos modos de habitar, los híbrida y los hace incluso desaparecer, esto muestra que es necesario investigar cuál es la problemática actual del residir y cuál es el origen de su concepción en la conformación de la morada; en este sentido, se señala que el habitar se enfrenta a un proceso de transformación que modifica usos, costumbres, ritos y rompe mitos sobre cómo concebíamos la actividad humana, asimismo se manifiesta que "necesitamos entender los procesos, mediaciones, percepciones y relaciones presentes en estas nuevas condiciones del habitar moderno y contemporáneo, habitar diferenciado y polarizado por la diversidad y desigualdad social" (Romero F. G., Salceda S. J, 2011).

Pero ¿cómo podemos entender esto?, ¿cómo podemos evaluarlo?, ¿podemos hablar de un habitar de los ricos a diferencia de un habitar de los pobres, como si la condición de los recursos económicos lo detonara?, ¿no es esta una visión clasista que cataloga, divide y discrimina a todas la esferas sociales? ¿Realmente podemos comprender el fenómeno del habitar desde toda su complejidad? O sólo atendemos a ciertos grupos y tendemos a catalogar y a marginar a toda la sociedad en sí. Cuestiones interesantes que surgen al abordar el tema y que nos muestran por un lado, que comprender su sentido como tal y de manera seccionada no es tarea fácil y, por otro lado, vemos que tampoco podremos homologar un habitar como si fuera una condición homogénea que sólo depende de un factor económico, porque sería falso.

Entonces ¿cómo podremos comprender esta condición social y cultural de la producción arquitectónica? pensando que dependiente o independiente de un factor económico y de una visión política, va más allá, para incidir en la misma comprensión de la actividad del ser humano. ¿Con qué elementos podemos evaluar la condición del habitar? ¿Hay en ésta cuestiones de calidad o se piensa en categorías del habitar? En estas breves reflexiones caemos en la cuenta de que primero habrá que definir qué entendemos por la condición social, conocer cuáles son las conformaciones de la sociedad actual y sus modificaciones, para comprender por qué se transforma el sentido del habitar en cada una y probablemente llegar a explicar o aproximarnos al tema de la misma producción social de lo arquitectónico desde la comprensión del habitar humano.

Al respecto Guzmán L. nos dice: "La sociedad humana es una multiplicidad en la unidad. Cada hombre presenta una individualidad inconfundible y propia, es decir, es sólo y siempre el mismo y jamás puede confundirse con ellos. Pero en todos los hombres y en cada uno de ellos está siempre presente la misma humanidad (…) Sin embargo, la sociedad humana no es un organismo físico, en el cual las partes existen sólo en cuanto tales (…) cada uno de los hombres- tiene una consistencia existencial, son principios originarios de actividad, tienen un fin intrínseco propio frente al cual la misma sociedad y su fin tienen razón de medio. Su humanidad no es producto de la sociedad. No son hombres en cuanto, miembros de la sociedad. La sociedad es una expresión de su humanidad y una actuación suya" (Sociología, 1987, p.28).

Será que el origen del habitar y su entendimiento radica primero en esta comprensión misma del sentido individual del ser humano, haciendo conciencia de sus hábitos, costumbres, apropiaciones, territorialidades, distancias, movimientos, actividades, etc., para después entender ¿cómo se relaciona colectivamente? Y no es esto ¿lo que tratamos de comprender cuando nos enfrentamos a un usuario? El habitar como fenómeno cultural requiere de un diálogo continuo con el pensamiento y con nuestras acciones, asimismo, con la manera de generar y proyectar los distintos hábitats que producimos y distinguimos como arquitectónicos, en relación con el estudio de la realidad, es decir, de las relaciones que genera el ser humano con el espacio que habita dentro de una sociedad. El habitar es una forma de pensar lo cultural porque es producto de diversas facultades humanas, cuando nos preguntamos ¿En dónde estamos? Y nos ubicamos, es porque reconocemos los objetos que se encuentran a nuestro alrededor, una mesa, una silla, una calle, una plaza o un edificio.

Reconocer el orden del espacio "nos recuerda que estamos ahí, estamos presentes ahí y no en otro lado (…) Los objetos que colocamos en nuestro espacio configuran la manera como nos hacemos presentes en él, ordenándolo y dándole sentido. Lo mismo sucede cuando reconocemos el perfil de una ciudad en una postal o en una fotografía" (Giglia A., El habitar y la cultura, 2012, p.5). Cuando reconocemos el entorno, nos ubicamos y dirigimos al lugar de destino, de tal manera que relacionamos nuestra presencia física con el espacio que habitamos y esta conciencia sobre nuestra presencia en el lugar, nos dice que estamos habitando. Esta relación con el mundo que nos rodea, nos lleva a ser conscientes de nuestra realidad operativa y de que en la serie de nuestros actos, actividades y comportamientos se conjuga este fenómeno social y cultural del habitar. "El adoptar esta idea de habitar como sinónimo de relación con el mundo mediada por el espacio" le permite a Giglia relacionar el término de habitar con el de residir y con la serie de prácticas rutinarias y las incidencias que tienen en el hábitat humano.

Sin embargo, contemplar el sentido del habitar como sinónimo de "relación en el mundo" mediante el comportamiento espacial, implica un proceso de continua interpretación, modificación y simbolización del entorno que nos rodea, con lo cual lo humanizamos, transformándolo en el lugar moldeado por la intervención de un individuo o varios inmersos en una cultura. En este caso, habitar tiene que ver con la manera en cómo se manifiesta una sociedad cultural. "El habitar es una de las actividades humanas más elementales y universales, y es un fenómeno cultural. Como toda actividad cultural está enmarcada en el tiempo, en el doble sentido de que está vinculada a las condiciones existentes en cierto momento, pero también en el sentido de que es una actividad incesante y de alguna manera inagotable, que se reproduce y se recrea continuamente" (Giglia, 2012, p.9).

Este término "habitar" es cercano al de hábito, "que significa costumbre, uso, destreza y dependencia" (Diccionario de uso del español actual, 1997), asociándose con el vivir y residir, en este caso, el término "hábito" se define como cierta particularidad del comportamiento de una persona que se repite en el tiempo y en el espacio, habitar implica la permanencia en un lugar, donde se lleva a cabo el desarrollo de hábitos particulares, acciones que se consideran los ritos de la vida diaria, quien habita adquiere costumbres propias y hace parte de su vida en un lugar. "Es tener un lugar en el mundo desde el cual se extienden los vínculos de comunicación y de participación en aquello que se ofrece como opción de vida en un territorio o en una ciudad. El cuerpo necesita un lugar para descansar, las pertenencias de las personas, pocas o muchas, requieren espacios para localizarse, almacenarse y apoyar la existencia" (Saldarriaga, 2002, p.33).

Implica psique y cuerpo y en estas acciones, se originan prácticas y actividades que se reflejan en la organización formal del hábitat, de tal manera que buscamos entender cómo se piensa y cómo se manifiesta o expresa cuando se concibe la arquitectura. Habitar o residir es el principio básico de la existencia, cosa que Bachelard (La poética del espacio, 2000) la describe como una de las grandes fuerzas integrantes de la vida del hombre; en este caso, la existencia del hombre depende del establecimiento y de una imagen ambiental significativa. Esta idea también queda respaldada por la postura de Shulz, quien señala: "Habitar implica algo más que "refugio": Implica que los espacios donde ocurre la vida son lugares, en el verdadero sentido de la palabra. Un lugar es un espacio el cual tiene un carácter distintivo (…) Lugar es evidentemente una parte integral de la existencia (…) ¿Qué, entonces, queremos decir con la palabra "lugar"?, obviamente queremos decir algo más que una localización abstracta. Queremos decir una totalidad formada de cosas concretas, que poseen sustancia material, forma, textura y color. Juntas estas cosas determinan un "carácter ambiental" (…), el cual es la esencia del lugar" (Genius Loci, 1979, pp. 5,6 y 8).

En este sentido pensamos que el concepto de habitar se presenta como una respuesta significativa a la comprensión de la organización espacial, como lo señala Schulz, "es extraordinario como el hombre entreteje redes y lazos con ciertas cualidades de los objetos y entre sí mismo, formando en esta trama la propia existencia del individuo" (Existencia, espacio y arquitectura, 1975, p.15). O como lo señala Romero, "en el habitar, el territorio, el lugar, el sitio, el espacio, tienen un sentido y una percepción diversa. Variada, que se vive conjuntamente con todos los demás aspectos y significados de nuestra existencia. Por ello, en la naturaleza del habitar coexisten procesos simbólicos, sociales, físico-espaciales, materiales, etc." (Romero, 1999).

El habitar es el fundamento de la experiencia de la arquitectura, no es una acción específica sino un fenómeno existencial y cultural complejo que se lleva a cabo en un escenario espacio-temporal. Esto nos invita a reflexionar sobre cómo podemos disponer de lugares cuyo propósito explícito es alojar a los seres humanos, ya que "la vida de los seres está íntimamente ligada a los hechos construidos; no se puede prescindir de su presencia" (Saldarriaga, 2002, p.38). Dado su carácter existencial, la experiencia de la arquitectura puede ser analizada desde esta misma perspectiva, ya sea desde una condición ideal e imaginaria o bien desde una percepción espacial del lugar. Entonces, el habitar significa vivir, estar interactuando con los objetos y con la espacialidad misma, en esta acción se conjuga los usos, se generan las modificaciones, adaptaciones, conductas, comportamientos y se involucran significaciones. Como lo dice Doberti: "La palabra habitar señala algo que es ineludible para los seres humanos. No existe ninguna persona que no habite y no hay momento alguno en que no lo haga: habitamos todos y habitamos siempre" (1992, p.25).

Esto significa, pues, entender la unidad que se genera entre el hombre y su hábitat ya que está profundamente anclado al ser y a su comportamiento, el habitar como fenómeno cultural conlleva la coexistencia y manifiesta la comprensión de la relación entre el ser, el tener, el residir y estar ahí. Aquí el hábitat cobra su propia singularidad, por ello cuando hablamos y pensamos en el habitar representamos el comportamiento espacial que adopta el hombre al hacerlo; sin embargo, cuando reflexionamos en este concepto, nos preguntamos ¿cómo podemos configurar la esfera del habitar? Y ¿qué elementos o acciones lo conforman? Si entendemos que la producción arquitectónica nos lleva a la comprensión y elaboración del hábitat como territorio personal y colectivo del ser humano, entonces ¿qué conciencia tenemos de esto cuando proyectamos o producimos lo que distinguimos como lo arquitectónico? ¿Podemos hacer o generar un sistema de relaciones más o menos perceptibles para el habitante? ¿Podemos concebir, plasmar y materializar la noción del habitar a través de un sistema de relaciones que estudien los hábitos, actitudes y comportamientos espaciales? ¿Cómo se logra esto? ¿Y cómo se enseña?

La importancia de los aspectos socioculturales, físicos biológicos y psicológicos del habitar que inciden en el proceso de producción del hábitat

¿Pueden englobarse todos los actos espaciales que se generan en el objeto arquitectónico? En este caso, presumimos que al diseñar se integra un acto intencional, intelectual e intuitivo. Por ello, analizar esta secuencia relacional de comportamientos espaciales del ser en su hábitat, nos remite a connotaciones culturales, históricas, ideológicas, económicas, psicológicas, físicas biológicas, perceptuales, antropológicas, filosóficas, sociológicas y arquitectónicas; y todas estas condiciones nos remiten a su vez a conceptos inmersos como confort, territorialidad, pertenencia, apropiación, personalización, micro-universo, hábitos, usos, actividades, etc. Entonces, vemos que para analizar la manera en cómo habitamos y saber qué diferencia hay entre habitar y ocupar el espacio, es necesario analizar el entorno que nos rodea y pensar la forma que nos induce, nos limita y define algunas funciones como habitantes; por ello, cabe señalar la importancia de los diversos aspectos que intervienen en el fenómeno del habitar y detectar sus incidencias en la configuración del hábitat, distinguiendo los siguientes componentes:

a. En la comprensión de los aspectos socioculturales, se muestra que la vida humana está caracterizada por la generación de vínculos que facilitan la agrupación de personas para distintos fines, el hombre determina su acción en la sociedad, su papel y su desempeño en diversas actividades socioculturales en las que puede manifestarse. Asimismo, se posiciona en una esfera socio económica por sus recursos, elije donde trabajar y cómo vivir, además se relaciona para establecerse en familia, solo o en pareja e interactúa de diversas maneras con las personas, con su medio familiar, laboral, afectivo y urbano, sigue ritos, costumbres y hábitos.
b. Los aspectos físicos biológicos, nos señalan que la persona es en un cuerpo, en cuanto es materia física y tangible, tiene huesos, carne, músculos y articulaciones, a partir de su cuerpo genera movimientos, desplazamientos, acciones y articula toda su motricidad para relacionarse con el ambiente, con su hábitat, con los demás seres humanos y con los objetos con los que convive diariamente. Asimismo, mediante la actividad física desarrolla todas sus acciones y comportamientos.
c. Dentro de los aspectos psicológicos, se entiende que cada sujeto es único y tiene la capacidad de ser consciente de su individualidad, es uno entre otros, es consciente de que existe como ser único e irrepetible, se percibe como alguien, se conoce a sí mismo, tiene una vida interior y una visión de la realidad. La persona vive en un mundo interior, es decir, siente, piensa, aprende, se emociona, desarrolla una personalidad e identidad, posee una conciencia y sigue creencias. El hombre es libre y es responsable de sí mismo, con posibilidades de decisión y elección; por consiguiente, es trascendente porque es consciente de sí mismo y puede ir más allá de todo lo que lo condiciona. Su mente y su pensamiento determinan toda su vida, acciones y comportamientos, son la guía de su existencia (Rúa P., Salud integral, 733.doc).

Como vemos, el ser humano en su historia, sus creencias y sus comportamientos, entraña estas formas de expresión y las plasma en su hábitat, su comportamiento espacial se gesta con una serie de agentes que determinan su actuación social, cultural, biológica y física, etc. Por ello, una organización espacial resulta de propósitos específicos, se ajusta a diferentes normas, necesidades, valores y deseos de los usuarios. Este anclaje de actividades cotidianas, es físico e imaginario, por eso en la relación particular del hombre con su hábitat se establecen connotaciones de apropiación y pertenencia.

La morada, una unidad entre el hombre y su ser ahí

En la época contemporánea el diseñador y la sociedad en sí cobijan el sentido de la precariedad de las cosas y esta noción de la morada, cuyo núcleo es la misma habitación, se muda y vive en la incertidumbre, el hombre se hace nómada y la concepción de la vivienda contemporánea se ve afectada por diversos conceptos como la reducción espacial y la reducción de habitaciones, para generar una pequeña cocina, una sala multifuncional que sirve de estudio, de cuarto de tv, de estar y de alcoba; una terraza-tendedero, un baño sin luz, ni ventilación y accesos con puertas para establecer un paso casi del lado. Esto es lo que compone el conjunto de la vivienda actual y nos muestra que hemos perdido la noción del habitar, reflejando que ya no se piensa, no se reflexiona en ésta, ni se analiza. Tampoco se estudia y se indaga en el modo de vida, ya que se ha sustituido por una visión mercantilista en la sociedad de consumo, haciendo ya muy típico el patrón de la vivienda mínima tipificada y multiplicada para responder inconscientemente al rápido crecimiento demográfico de la ciudad. Entonces, en defensa de un análisis más profundo se aboga por reflexionar en un hacer consciente sobre la misma producción de lo arquitectónico.

Enfatizando esto, el texto de Ekambi, manifiesta una reacción contra la idea racional y consumista de un mundo en el que el espacio está homogéneamente repartido y en el que el lugar del ser individual no posee ninguna cualidad específica, por ello, habrá que tomar conciencia sobre la configuración espacial y estructuración formal de la misma vivienda; en este caso, se nos invita a reflexionar sobre ¿cómo establecemos los atributos de lo arquitectónico y cómo los diseñamos? Si hacemos énfasis en la unidad que se genera entre el hombre y su morada.

Como lo destaca Van Eyck, "la casa es tan compleja como la ciudad y la ciudad es tan compleja cualitativamente como una casa porque ambas alojan y acomodan la misma gente" ("La casa, la vivienda",1992). Aquí el ser humano es un individuo que forma parte de una comunidad y su acto de habitar está vinculado con actos similares que desarrollan otros seres humanos, por ello, las fronteras entre lo colectivo y lo individual, entre lo público y lo privado, entre lo compartido y lo íntimo, responden a formas diversas de conciencia, de aquello que puede ser realizado con otros. En el mundo moderno el individuo como sujeto se estableció como medida de todas las cosas, en la sociedad de masas la autonomía individual y la voluntad colectiva son objeto de manejo a través de diversos mecanismos en donde la construcción en serie de la vivienda, uno de los máximos logros del mundo moderno, es también una de las manifestaciones más evidentes de la masificación del espacio habitacional, esta uniformidad implícita en la concepción en serie del objeto es o pretende ser la imagen de la uniformidad social que alberga. En sí, la vivienda individualizada y diferente es un privilegio cada vez más escaso.

Entonces, ¿cómo concebimos la morada y cuáles son sus significados? La morada es el hábitat del ser humano en donde se definen territorios, se valora y califica la disposición espacial no sólo por un sentido funcional, práctico o utilitario, sino que en ésta se cuajan las conductas, se evocan simbolismos, se integran esquemas operativos relacionales ya sean individuales o colectivos. En la casa habitamos con los nuestros y establecemos límites espaciales y simbólicos, en ésta definir un territorio es asumirlo en una extensión física e imaginaria; podemos recorrerlo, marcarlo de una forma u otra, pero le damos entidad, la morada es una frontera protectora, un resguardo. Como bien la describe Villoro (1997), una casa es un continente de significados, un crisol de recuerdos, sensaciones, experiencias. Es difícil separar la palabra "casa", de la palabra "vida" y de la palabra "tiempo", lo que más nos une a nuestra casa es el paso de los años, lo que más asombra es su imperceptible proceso de hacerse casa, de arraigarse en la identidad de quien la habita. Una casa es una etapa de la vida: la infancia está en aquel jardín con una reja negra junto a la que crecía una planta de hierbabuena, las baldosas del patio donde se tiraba el agua, los escalones fríos de una escalera por donde se miraba subir a los adultos, la tina de un baño donde flotaban los juguetes. La primera casa es casi siempre un espacio fragmentado, un caleidoscopio caótico de sensaciones e imágenes concretas.

A partir de concebir cada habitación, en la morada se va caracterizando un uso, la cocina se llena de muebles y utensilios para guisar, el comedor se configura con otros muebles para comer y compartir un momento de charla familiar o de los integrantes; en sí cada lugar se va personalizando y se va ordenando individual y colectivamente. En la morada "estos límites definen un <dentro> y un >, un > y un >" (La percepción del hábitat, 1974, p.11), donde se pretende materializar una superficie vacía que se busca llenar. El sentido de esta unidad entre el hombre y su morada va más allá de una preocupación por protegerse de agentes externos del ambiente, ya que esta unidad cobra un sentido más amplio, no es sólo refugio, sino que se carga de connotaciones simbólicas, prácticas, utilitarias y hasta connota un estatus social, cultural y económico.

Pero realmente ¿cómo configuramos el núcleo de la vivienda? ¿Es cierto que retomamos y analizamos estos conceptos? O simplemente diseñamos objetos con usuarios anónimos que imaginamos vivirán cómodamente en una casa de interés social, nivel medio o residencial con las mínimas dimensiones. El problema central que surge a raíz de analizar esta unidad entre el hombre con su morada nos remite necesariamente al problema de la habitabilidad. En este caso buscamos estudiar y reflexionar sobre toda la serie de relaciones que se generan de la relación del hombre con su vivienda, incidiendo así en el tema del habitar y su relación directa con el diseñar.

Según Moles "la esfera de apropiación personal, la vivienda que es concha individual, inviolable, cerrada con llave, refugio donde el ser está rodeado exclusivamente de seres y objetos familiares sobre los que ejerce su dominio de señor, y propietario, sus desplazamientos están estrechamente limitados allí, pero sin esfuerzo apreciable, sin un empleo rígido del tiempo; el ser se adhiere a su concha, estamos ante una esfera de espontaneidad sin esfuerzo".
En un inventario de las conchas humanas que vaya desde la esfera del gesto al "espacio del proyecto, (a) la zona del viaje y la exploración (…) pasando por el barrio, la ciudad y la región, la esfera de la apropiación personal queda definida globalmente por su carácter privado. Y nosotros nos preguntaremos si existen en el interior de esta concha diferentes grados de privacidad" (La percepción del hábitat, 1974, p.14-15).

Hablamos, entonces de espacios comunitarios y privados, accesos, umbrales, pasillos y pórticos, esta morada es una esfera de apropiación personal, es un marco, un lugar, donde el sentido del habitar engloba actos y apropiaciones, es el receptáculo de todo esto; por ello, "la imagen del hábitat es ante todo una imagen-objeto" (Ekambi, La percepción del hábitat, 1974, p.21). La configuración de la morada debería ser reflejo de una reflexión profunda y consciente, intensamente ligada al modo de vida de sus habitantes y su sentido de habitar. "La habitation es tributaria de las tradiciones y las costumbres. Al ser su duración mayor que la de la vida humana, transmite al hombre la manera de vivir de sus antepasados y ayuda así a perpetuar las características comunes de una época (…) la habitation refleja también de modo evidente las diferencias sociales" (Ekambi, 1974, p.14-15).

Blondel escribe, al respecto: "Si se levanta un palacio para un príncipe, se debe pensar en todo lo que conviene a la cuna y la comodidad de los funcionarios y otros domésticos que han de servirle; si se construye una casa para un señor menos ilustre, hay que consultar igualmente el lugar que ocupa y el número de los que están a su servicio a fin de determinar adecuadamente la magnificencia y la extensión de su edificio. Si se edifica para un hombre que ocupa un cargo público es preciso distribuir los lugares según las exigencias de su ministerio" (Enciclopedia Larousse en 10 volúmenes (1962), citada por Ekambi, 1974, p.23).

La morada es sinónimo de vivienda, asentamiento, alojamiento, residencia, casa, habitáculo, piso, apartamento, habitación. La vivienda se define como una casa, un lugar definido, limitado por fronteras explícitas, la cual engloba una secuencia de habitaciones, en ésta, el habitar es el destino final. La composición de este micro-universo afecta o modifica nuestro comportamiento, la manera en como vemos o entendemos el mundo, refleja cómo tomamos posesión del lugar y cómo conformamos esos pequeños rincones. "Es preciso, pues, disponer al lado de los espacios comunitarios espacios privados en los que el individuo pueda ejercitar su poder sin menoscabar la libertad de los otros y sin que los otros la limiten. Esto nos lleva a la idea de identificación entre habitante y habitación matizándola. Si bien es deseable que el ser encuentre un lugar donde pueda expresarse plenamente -y esta es la razón del ser de las habitaciones y rincones altamente privados- también es necesaria la confrontación con otros. Los espacios comunitarios la hacen posible. Esta espacialización de lo comunitario y lo privado (…) es necesaria para el florecimiento del ser humano. (…) al hablar de nuestra casa ponemos en ello una gran parte de nosotros mismos, y esto se explica y comprende bien en la medida en que existe una relación de identificación-proyección entre el habitante y el habitar" (1974, pp.38, 39).

¿Se puede generar una imagen que conjugue esto y establecer lo que puede ser en general ya no un hábitat personal, sino una casa?, cosa interesante que sugiere Ekambi, realmente podremos diseñar una noción de confort y llevarlo al plano material. Pero, ¿cómo forjamos esto?, se cuestiona si la espacialidad surge o no en el juego dialéctico entre las relaciones que establece el ser humano con otros, por un lado, y la reflexión y el repliegue sobre sí mismo por otro, mediante la alternancia de los social y lo individual en un movimiento renovado e ininterrumpido, que puede dictar patrones de movimiento, de desplazamientos y distancias. ¿Podemos entonces, reconocer las diferentes manifestaciones del habitar? El lugar, el territorio, la espacialidad, el significado. El habitar aborda la condición humana, como lo señala Iglesia, "he tratado de demostrar que el habitar no es una actividad cualquiera junto a otras, es una determinación esencial del hombre, decisiva en su relación total con el mundo" (Iglesia, R., Habitar, Diseñar, 2011, p.11).

En sí, el uso caracterizado en cada habitación está definido por los muebles y su equipamiento, en sí la funcionalidad de cada habitación depende de sus componentes, circulaciones, objetos, mobiliario. ¿Pero, cómo representamos esta idea de personalización que tienen los habitantes para la percepción de su espacio vivencial en la morada (real o ideal)? El objeto es indicador de la significación de la habitación y definen de cierta manera los posibles modos de ocuparlas, (Ekambi, 1974, p.56). Podemos entonces realizar un estudio analizando todos los componentes del diseño para cada contenido, integrando las intenciones que podemos deducir de ello, sumados a una interpretación sobre el sentido del habitar. De esta manera, podemos esbozar un primer acercamiento para la comprensión de esto, si observamos cómo se desarrollan estos conceptos (pertenencia, territorialidad, adecuación) y se manifiestan tangiblemente en el uso y ocupación espacial, en la misma demarcación de límites, ordenación de objetos, etc.

Como lo ejemplifica Ekambi "en la entrada encontramos: un perchero, un gran espejo, flores y un asiento. La entrada, el primer lugar con el que se encuentra uno al penetrar en el hábitat, es, como ya veremos al analizar las constelaciones de atributos, un espacio-drenaje y toda una representación de sí, a través del hábitat tomado como signo" (1974, p.57). Estos actos, entrar y salir forman parte de un ritual sólidamente anclado en las costumbres, pero nos ponemos a reflexionar en esto, en realidad sabemos ¿qué ocurre en la entrada de la casa? En el acceso realizamos diversas actividades, el uso del timbre, recibir, entrar o platicar en la entrada con el vecino, éste significa el umbral, el paso al territorio privado de una persona que cobra "identidad propia". Entonces la entrada tiene una primera connotación, ser el primer lugar de recepción del individuo que llega del exterior y pasa al interior, es el filtro donde se realizan unos gestos o comportamientos espaciales, entonces, se piensa en la entrada donde uno recibe al otro, donde uno se quita el abrigo, deja el paraguas y otros accesorios, por ello, cercano al acceso se ubica un perchero, un armario, una consola, etc. Los elementos que caracterizan la entrada obedecen dos funciones, ser el límite de lo público y lo privado o exterior e interior y simbolizar mediante una prefiguración un determinado lenguaje que conjuga hábitos y ritos de recepción.

"La entrada, que es en realidad un lugar de paso, que ocupa un lugar insignificante en el presupuesto tiempo de ocupación del espacio, que tiene normalmente una superficie muy reducida, es pese a todo un lugar privilegiado y resulta esencial la funcionalidad de los elementos que la componen" (Ekambi, 1974, p.39). Pero después qué ocurre en el comedor y en la estancia, si se conciben como áreas semipúblicas, aquí se realizan diversidad de acciones repetitivas, comidas, reposo, distención, charlas, visitas; y a veces son multifuncionales, se van conformando como el comedor-estudio, la sala-biblioteca y cuarto de tv, por la condición dimensional. En estas configuraciones se colocan los objetos personales, el modular, los cuadros, el trinchador, los sillones, la mesa, las sillas, la vitrina, etc. Su funcionalidad va de acuerdo al uso que le otorga el usuario, de tal manera que en ocasiones se generan habitaciones comunitarias y semiprivadas, recámaras compartidas, baño que da servicio a todos los integrantes de la familia y a veces tenemos que habitar un trozo de jardín. Si analizamos todo esto, cuestionamos si puede una constelación de atributos propiciar la apropiación espacial y detectar la configuración del grado de privacidad de las diferentes habitaciones, como lo establece Ekambi: "El individuo necesita barreras contra los ruidos y la vista de innumerables visitantes entre los que se cuentan incluso esos descarnados visitantes que son la televisión y la radio, y el programa elegido por uno u otro miembro de la familia. Además, es preciso que la familia se proteja contra la elección de los vecinos inmediatos, y la vecindad ha de protegerse contra su más amplio entorno" (La percepción del hábitat, 1974, p.71, citando a Chermayeff y Alexander).

Entonces, ¿podemos tener o generar una imagen del sentido de privacidad?, ¿cómo se configuran las habitaciones en la morada a partir de su comprensión?, ¿cómo configuramos los espacios sociales o comunitarios y los individuales?, ¿en razón de qué elementos los diseñamos? "¿Dónde encontrar un lugar para descansar, para concentrarse, para la contemplación, la introspección, la sensibilidad, para todo lo que constituye un factor de intimidad? (…) La privacidad es particularmente importante, allí donde vive el hombre: su casa, su piso, su morada" (Ekambi, 1974, p.72).

A veces se pueden generar reagrupaciones de calificativos cualitativos que significan y se interpretan para establecer el sentido de la imagen dada, para Chombart de Lauwe (Des hommes et des Villes), la vivienda se define como: "Una necesidad de espacio, una necesidad de ordenación y apropiación del espacio, una necesidad de independencia de los grupos de personas en el interior de la vivienda, una necesidad de reposo y distensión, una necesidad de separación de funciones, una necesidad de bienestar y liberación de las limitaciones materiales, una necesidad de intimidad del grupo familiar, una necesidad de estar bien considerado, una necesidad de relaciones sociales exteriores (…) el estudio de esta multiplicidad de necesidades lleva a definir para cada aspecto de la vivienda tipos de ordenación que permitan satisfacerlas" (Ekambi, 1974, p.100).

Estudiar la necesidad en sí, supone analizar una serie de usos prácticos que son dados y determinados, pero que no son universales, ni se pueden suponer, por ello, es indispensable generar los instrumentos de análisis que integren estructuras teóricas sobre las concepciones del habitar para poder entender, representar y manifestar las numerosas exigencias de la naturaleza humana y para comprender la manera en cómo la casa se convierte en la espacialidad constitutiva del "ser ahí".


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Patricia Barroso Arias