Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.
En busca de un espacio privado con calidad habitable
Jorge Anibal Manrique Prieto
"No quiero que me duelan las paredes de mi casa,
que nadie diga que me miré al espejo ni que tiré para siempre mis zapatos que perdieron su color por la distancia,
constrúyela... para que converse conmigo
y ponle mil ventanas que den al paraíso"
(Nazario Chacón Pineda [1])-Muchas gracias señora Tere, me pondré a organizar mis cosas- eso dijo el joven estudiante antes de cerrar la puerta, aquella primera noche que pasaría en ese espacio, en esa recámara, que se convertía en su tercer sitio de habitación aquí, en la Ciudad de México, a donde vino para el curso de sus estudios de Maestría en Arquitectura.
Él Anhelaba un espacio donde se pudiera sentir tranquilo, libre y en paz; en pocas palabras, que fuera un "ser de confianza" como lo dice Heidegger [2]; departamento o habitación, que tuviera vista a los árboles o a una zona verde, bien iluminado y con buena ventilación. En su anhelar también se imaginaba un lugar donde no hubiese mucho ruido exterior para poder concentrarse en sus lecturas y tareas; y sobre todo, que estuviera cerca de la UNAM, para no seguir sometiéndose diariamente al estrés del transporte público de esta gigantesca ciudad.
Como un regalo del cielo -el joven estudiante- veía esa noche aquel espacio. Palabras más, palabras menos, cumplía con la lista de sus anhelos; solamente que con el paso del tiempo se fue dando cuenta de lo importante que es conocer sobre la integridad de la arquitectura, para especificar más en detalle las características de aquellos lugares que él y los demás seres humanos quisieran habitar; detalles que harían la diferencia -piensa él-, para poderse sentir pleno en el espacio que se habita.
Este joven arquitecto, ha ido aprendiendo que no es suficiente con vivir en un espacio que sólo le brinde resguardo de la intemperie: del frio, del agua o de los peligros de la calle; o que sea sólo un sitio para guardar sus objetos personales y algunos muebles para poder hacer sus actividades (dormir, estudiar, comer) [3]. Ha aprendido que un espacio habitable, lugar, debe ser un resguardo para el alma que lo habita. Un espacio que propicie la tranquilidad, la paz; que sea significativo para la existencia de él como habitante y que tenga correspondencia con sus necesidades físicas y espirituales.
Detalles como: que le encanta recibir el rayo de sol de la mañana, que no le gusta escuchar los ruidos de la calle y mucho menos de las otras habitaciones de la casa; que le desesperan los cables regados por el piso -por falta de tomas eléctricas-; la luz blanca que lo adormece en las noches; o el malestar físico que le produce el frio que emana de los vidrios del gran ventanal, en una noche de invierno, cuando intenta leer un libro. Todos estos y más detalles -que ahora entiende el joven, son parte esencial de la arquitectura y competen al oficio de los arquitectos- son aquellos por los que se le olvidó pedir; que no contempló y anheló en detalle.
A pesar de aquellos detalles ignorados, el joven no se queja, pues tiene una buena cama; una mesa y una silla de trabajo cómodas y de madera; material natural que lo remonta a los rústicos muebles de las casas de sus familiares, que viven en recónditos lugares de la abrupta geografía colombiana. También tiene un librero para sus documentos; una papelera para deshacerse de lo que no le sirve; un espejo grande, colgado en una de las paredes, para poder ver si sus zapatos combinan con su suéter; y un clóset con buen tamaño, donde ha podido meter su ropa, zapatos, maletas de equipaje, artículos de aseo personal y demás cosas que lo acompañan en este viaje.
Dicen algunos autores que a pesar del paso del tiempo, los seres humanos siempre tienen presentes los mitos y los ritos que dan explicación a su origen -individual y colectivo- [4]. El joven arquitecto nunca pensó, que al vivir en ese espacio se daría cuenta de la importancia que tiene la presencia de esos mitos y ritos en la vida diaria, como una manera de experimentar de una mejor manera el espacio que habita y de impregnar en él características que definen su identidad [5].
De esa manera, el joven tomó la decisión de intervenir ese espacio, apropiarse de él; dejar su huella; convertirlo en su morada. Con algunos cambios físicos ha impregnado ese lugar -lo más que le ha sido posible- de sus costumbres, memorias, anhelos y sueños; lo ha convertido en poesía [6]. Ha buscado que al estar en ese espacio, sienta que está dialogando con él mismo, con su otro yo, revelado a través del espacio arquitectónico; que ha dejado de ser un simple espacio, para convertirse en su lugar de habitación.
Para acceder al recinto en el que vive, el joven estudiante debe pasar por el patio de ropas del departamento; abrir una puerta hacia afuera (patio) y bajar un escalón, que le permite entrar a un pequeño nicho, que él ha bautizado como "el atrio", el cual mide apenas setenta y cinco centímetros (ancho de la puerta) por sesenta y cinco centímetros (profundo del clóset). Al pararse ahí, siente que está adentro, pero no lo suficiente; es una transición, un sutil respiro, que le permite pasar al pequeño espacio libre que dejan los muebles -en el interior del cuarto-, dispuestos junto a dos de los muros perimetrales, que delimitan la pequeña morada.
Este habitador, ha decidido que ese respiro de transición posea un olor conocido; así que ha impregnado la cortina a mano izquierda con la fragancia de su colonia -perfume-, para que al estar ahí se le olviden los olores de la cocina y del patio de ropas, y pueda sentir que está entrando en "su habitación". Como remate visual de ese acceso, ha puesto en la pared una fotografía de su familia y ha movido a un lugar más discreto la papelera, que hasta hace unos días era la que lo recibía cuando llegaba. También ha limpiado el desorden de frascos, monedas y papelitos sobre el librero, que ha conservado su posición, con una mejor distribución de los libros en su interior. Ha buscado la belleza que, como diría Agustín de Hipona, hay en el orden.
Al costado izquierdo del "atrio" y de la habitación hay una ventana corrida que permite la abundante entrada de luz norte y deja ver, desde un catorceavo piso, los árboles de la zona común de la unidad y el paisaje urbano de la Ciudad de México. Con este ventanal, el joven arquitecto ha aprendido que el exceso de luz al interior de ciertas habitaciones tampoco es bueno, y que las cortinas pueden cumplir un papel muy importante a la hora de graduar la intensidad de la luz natural que un habitante necesita.
También se ha dado cuenta de lo frio que puede ser un gran ventanal en las noches, fenómeno que a pesar de cerrar las cortinas termina por enfriar la habitación; esto también ha motivado que él no pueda ubicar la mesa o la cama junto a la ventana, ya que su garganta, su débil garganta, se afecta al percibir el frio, con tendencia a helado, que expiran esos grandes cristales. Quizá el o los arquitectos que diseñaron este edificio -piensa el joven estudiante-, se preocuparon más por la apariencia estética exterior de la edificación, que por las consecuencias que en el interior, en las noches de invierno, traería ese gran ventanal para la comodidad y la salud de sus habitantes. En palabras de Heidegger, no hubo un "cultivo esmerado" [7] de los arquitectos por conocer las formas de habitar y, las virtudes y desventajas de los materiales para construir esos lugares habitables.
Parece curioso, pero en los casi seis meses que ha vivido en ese lugar, y a pesar del gran ventanal, este habitador no ha podido, ni una sola vez, contemplar un rayo directo de luz del sol. Sabe que hay rayos del sol porque los ve reflejados en la fachada de los otros edificios o porque siente cómo, al medio día o en la tarde, la placa de concreto de la cubierta (es el último piso del edificio) se calienta con el calor de sus rayos. Él anhela sentir el sol, como lo ha sentido en las frías mañanas en la sala de su casa en Bogotá, cuando acompañado por las emotivas palabras de su madre y un tinto (café), ha comenzado muchos de los días de su vida.
Por consecuencia de lo anterior, y con la ventaja de vivir en un último piso, el joven arquitecto le ha pedido a la señora "Tere," poder abrir un vano en el muro que da al oriente, para permitir que el sol lo visite en las mañanas despejadas y, quizá, hasta pueda mirar a través de él los maravillosos volcanes que enmarcan a esta mega-ciudad y que le dan su milenaria identidad. No ha pedido más que un vano que puede medir lo que mide un ladrillo de la fachada, un sólo ladrillo; eso es suficiente para tener un rayo de luz del sol que pueda chocar con sus manos, que lo pueda tocar con su calor; tal como sucedía en aquel baño de la primera habitación donde vivió en este país, en la que aprendió a valorar enormemente la presencia de un único rayo de sol.
Ese pequeño vano ya lo ha visto en otros lugares, como en la casa de su abuelita Rosa en Colombia, y cree ciegamente que a pesar de sus pequeñas dimensiones, puede ser eficiente. El sol lo levantaría en las mañanas, con un color casi naranja como el sol de la tarde de su querida Bogotá. Será como un combustible que fecundará su alma para seguir adelante; no pide nada más. Puede que en apariencia esto suene como un simple capricho, pero él lo ve -así lo menciona Nicolai Hartmann- como la expresión de su "ser anímico" [8]; como la evocación de una de las memorias que lo acompañan siempre, y que están afirmadas en su interior.
Por otra parte, el espacio está revestido de colores claros, a excepción del clóset que es de una madera un poco más oscura, pero con vetas grandes que lo hacen sentir natural. Las paredes son de un color amarillo claro, y el piso y el techo son blancos. Esta claridad de los colores y el gran ventanal le hicieron pensar -al joven habitante- hasta hace poco tiempo, que el espacio era más grande en dimensiones, sin embargo, él ha podido comprobar que su área apenas sobrepasa los seis metros cuadrados.
La textura de paredes y techo hace que los mismos se sientan pesados; en el día es aceptable, pero en las noches bajo una luz artificial blanca y de poca potencia, prácticamente se siente tan pesado que cualquier ejercicio de lectura puede terminar durmiéndolo más pronto de lo que puede imaginar. Desde hace unos días, una pequeña lámpara de luz cálida le ha ayudado a mitigar esa sensación; su leve coloración amarilla, que a su vez evoca el anhelado rayo de luz del sol de mañana, se ha convertido en su compañera en las largas jornadas nocturnas de trabajo dentro de esa habitación. Ese espacio ha dejado de ser sólo un sitio de descanso, para ser de trabajo también; esto ha implicado pequeñas intervenciones de su parte para buscar respuesta a las actividades "adicionales", que involucran su diario vivir, en este tiempo; actividades que probablemente no fueron la prioridad de su diseño; diseño que parece ser, fue orientado hacia la construcción de espacios mínimos funcionales de resguardo [9].
Continuando con la experiencia sensorial del espacio, la pesantez es sólo una ilusión óptica; el muro derecho, el único donde el joven estudiante puede acomodar la mesa de trabajo (junto al clóset) y la cabecera de la cama para no recibir el frio del cristal, es un muro de tabla roca que no posee un aislamiento acústico adecuado. Esto contribuye a comprobar su tesis: "hay que saber anhelar en detalle". Conocer la importancia, esencia y trascendencia de los detalles, hace las grandes diferencias en poder realmente habitar un espacio -su anhelo debió ser: un lugar aislado del ruido exterior y de los ruidos de las demás habitaciones de la casa o departamento-. Para contrarrestar esto, el habitador no ha podido hacer mucho, por ahora sólo intenta convencer a doña "Tere" de que la intimidad de una habitación no es sólo visual, sino también auditiva y olfativa; y que posiblemente los arquitectos que diseñaron este edificio no lo pensaron, o lo desconocían [10].
En este sentido, Octavio Paz, en el capítulo del Ritmo, en su libro "El arco y la Lira", comenta la importancia de los silencios en un poema; en la vida [11]. El silencio es algo que el joven estudiante no puede lograr en la recamara donde vive, y ha pensado en varias ocasiones que ello podría generarle una fuerte neurosis. Tampoco puede obligar a la señora "Tere" a poner un muro distinto; sin embargo, cree que el silencio, o al menos las pausas que le permitirían lidiar con aquellos ruidos, a veces desagradables, que penetran en su habitación, serán el resultado de un enmascaramiento. Si quiere contemplar algún sonido grato, se apoya en su ordenador, para poner algo de música que lo conduzca a un estado de serenidad, mientras contempla la naturaleza a través del gran ventanal que domina la habitación; que a pesar de presentar algunos desaciertos, le permite ver ampliamente las copas de los árboles y escuchar sutilmente los canticos de los pajaritos que se alegran con el sol de una nueva mañana [12].
Desde hace algún tiempo, el joven ha querido tener presentes en ese espacio -en proceso de convertirse en Lugar- recuerdos de su familia, su casa y su país, que a su vez le ayuden a apropiarse de él; por ello ha cambiado la posición y el contenido de los cuadros de flores descoloridas, puestos a gusto de doña "Tere" -en el único muro donde es posible-, por un par de fotografías de Isabela su sobrina y de sus amigos, para que sean otros puntos focales y de pausa en sus labores [13].
El joven ha descubierto que trabajar junto al espejo no es cómodo, a veces siente que él mismo se espanta al tenerse tan cerca. Por eso lo ha movido a una ubicación donde cumple su función, y no lo distrae tanto como lo hace junto a la mesa. De igual manera ha quitado elementos que actuaban como distractores para su cerebro, que le han permitido ver más organizado, definido y limpio el espacio. Es decir, ha organizado los cables -ocultándolos si le es posible- y los libros; y ha reorganizado el interior del clóset para que no siga sintiendo que al abrir alguna de las puertas, se le vendrán encima todas las cosas guardadas en él. El joven arquitecto ha buscado sentirse confiado en cada detalle que hace parte de ese lugar [14].
Finalmente, aquel habitador ha decidido seguir ubicando la cama junto al encuentro de los dos muros que lo acompañan cuando descansa en su lecho; con la cabecera dispuesta de tal manera que sus ojos puedan ver el cielo por la mañana al despertar y en la noche al acostarse; eso sí, con las cortinas entre abiertas, en una dimensión precisa que él ha definido en función de su relación visual del adentro con el afuera [15]. Con esto, él ha logrado motivar en su cuerpo "un impulso motor" [16] para que al despertar, se levante a abrir en plenitud las cortinas y pueda mirar los árboles, las fuentes de agua, y la extensión del paisaje de la naturaleza transformada, que es la ciudad; todo esto tan pacificador y gratificante para su comienzo de cada día.
Dice Heidegger que el arte revela la verdad del ente; la verdad es el origen. La esencia es lo que hace que ese ente sea lo que es [17] Con el atrevimiento de pasar esto a términos de la arquitectura, se puede decir que la arquitectura revela la verdad del ser que la habita. Impregnar el espacio -en el que el joven arquitecto habita- de su verdad, le ha permitido a él, revivir la memoria de los tiempos pasados y la imagen poética de los anhelados; la revelación de su origen, la revelación de sí mismo [18].
Notas
1. Fragmentos del Poema para construir una morada. (Dedicado al arq. Lorenzo Carrasco.) Nazario Chacón Pineda. Documento inédito propiedad de Roberto López Moreno.
2. Heidegger, M., "Arte y Poesía", México: FCE, p. 54. Dice el autor: "El ser del útil, el ser de confianza, concentra en sí todas las cosas a su modo y según su alcance. El servir para algo el útil solo es, en rigor, la consecuencia esencial del ser de confianza. Aquél está dentro de este y sin él no sería nada." La arquitectura debe ser de confianza para el habitante, permitir que el ser que la habita se sienta libre, en paz. Martin Heidegger (1889 - 1976) filósofo alemán, es una de la figuras protagónicas de la filosofía contemporánea: influyó en toda la filosofía del existencialismo del siglo XX.
3. Ibídem. Pág. 59. Dice Heidegger: "Pero la obra no es ningún útil, provisto además de un valor estético que a él se adhiere." La poética debe estar presente en la arquitectura desde su origen; es responsabilidad del arquitecto, no solo de quien la habita.
4. Cassirer, Ernst; El mito del estado; FCE; Págs. 30 a 48. Ernst Cassirer (1874- 1945) fue un filósofo de origen alemán, ciudadano sueco desde 1939. Fue conocido por su obra Filosofía de las formas simbólicas del campo de la filosofía de la cultura. También realizó contribuciones a la epistemología, a la filosofía de la ciencia y a la historia de la filosofía.
5. Heidegger, Martín; Arte y Poesía. Trad. Samuel Ramos. FCE; México Pág. 98. Dice el autor: "La esencia del arte es la Poesía. Pero la esencia de la Poesía es la instauración de la verdad [del ser]. La palabra instaurar la entendemos aquí en un triple sentido: instaurar como ofrendar, instaurar como fundar e instaurar como comenzar." La arquitectura establece el mundo del ser que la habita; es decir debe ser un reflejo de su verdad, de su esencia.
6. Ibíd. Pág. 115. Dice el autor: "la poesía es la instauración del ser con la palabra", en relación al tema que se aborda en este ensayo se podría decir "la poesía es la instauración del ser que la habita en la arquitectura".
7. Ibídem. Pág. 81. Dice Heidegger: "Los grandes artistas, aprecian en extremo la capacidad manual, para cuyo pleno dominio exige un cultivo esmerado." Esto es una recomendación certera; el arquitecto está en la obligación de conocer las técnicas constructivas de su tiempo, entender los materiales, cómo funcionan, cuales son las propiedades y sobre todo cuál es su aporte a la habitabilidad de los espacios que permiten materializar.
8. Hartmann, Nicolai, "Estratos de la arquitectura; Segundo estrato interno" Pág. 255. "Pertenece entonces evidentemente a la experiencia de la vida en tales obras arquitectónicas, en su contemplación y utilización diarias, en la confianza que se le toma y en la creciente necesidad de hacer que lo habitado sea soportable y adecuado- para configurar en general formas que sean suficientes para un anhelo anímico superior, es decir, aquellas que expresan algo del ser anímico y de la postura interior de sus creadores." Nicolai Hartmann (1882 - 1950) fue un filósofo alemán del Báltico. La obra aborda el problema del conocimiento por todos los flancos: psicológicos, lógicos y éticos. También trata el problema del conocimiento desde el conocimiento mismo (el principio de la inmanencia) y se muestra por una serie de aporías cómo la inmanencia misma nos lleva a la trascendencia. Aquí comienzo el problema metafísico del conocimiento, el cual Hartmann desarrolla ampliamente en la obra en su aspecto racional, el lado ontológico.
9. Op.cit. Heidegger; Construir, Habitar, Pensar. Págs. 86-87. "Lo que aquí se llama forma debe entenderse por aquella posición y composición en que la obra es tanto en que se expone y se propone". Esta habitación fue única para la época en que fue concebida, para cierta forma de vida. Sin embargo, hoy, al ser habitada por mí, esta habitación poco a poco se va adaptando en lo posible a mi forma de vida, que también está definida por un tiempo único; mi tiempo presente.
10. Ibídem. Pág. 81. Continua Heidegger hablando de los grandes artistas: "Más que nadie, se esfuerzan en adquirir siempre de nuevo el dominio de del oficio." El arquitecto debe conocer las herramientas y materias de su oficio; pero sobre todo debe ser consciente de las formas de habitar, que se renuevan y ajustan con el tiempo.
11. Paz, Octavio; El arco y la lira: el poema, la revelación poética, poesía e historia; FCE, México, 2006; Págs.49 a 67. Octavio Paz Lozano (1914 - 1998) fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura 1990. Se le considera uno de los más grandes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos.
Bibliografía
Cassirer, Ernst, "El mito del Estado", México: Fondo de Cultura Económica, 1985.
Hartmann, N., "Estética", México: UNAM, 1977.
Heidegger, Martín, "Construir, Habitar, Pensar", Conferencias y Artículos, SERBAL, Barcelona, 1994.
Heidegger, Martin, "Arte y poesía", México: Fondo de Cultura Económica, 2000.
Paz, Octavio; El arco y la lira México: Fondo de Cultura Económica, 1956