Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

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Anécdota de arquitecto: reconociendo al mito

Por: Carmen Lucia Perdomo Pantoja

No existe lugar en el mundo donde la educación convencional y estándar del arquitecto tenga menos presencia y fuerza como frente a una comunidad indígena, que aunque modernizada, lleva años resistiéndose al tiempo, a las tempestades y a perder del todo sus usos y costumbres que marcan pauta, guía e incluso normativa. En ocasiones, al enfrentarse a estos entornos, el arquitecto suele presentarse con la engañosa y furtiva soberbia que da la educación; soberbia que aunque algunas veces se infiltra en su proceder de manera imperceptible y no malintencionada, puede llegar a traducirse en actos desconsiderados y depredadores. Un arquitecto que piensa, que la inconmensurable carga histórica y cultural de todo un sitio es un asunto que puede desairarse durante un proyecto, está tan solo a paso de equivocarse.
     No hay fervor profundo a un culto que no se manifieste a través de los ritos, siendo éstos, evidencia y advertencia de la fuerza del arraigo en las creencias de una comunidad. Ante la demostración de lo intangible, siempre será inevitable el tratar de entender lo incomprensible,  aunque por demás se intuya que frente a algo tan grande, tan propio y a la vez ajeno, sencillamente no se puede simplificar una explicación; es necesario ante esta incapacidad, adquirir el carácter y la humildad de un mero observador, es aquí donde dos posturas extremas se hacen visibles, la fascinación por un lado y el prejuicio y la descalificación por el otro.
    La ideología de toda una región forma una cantidad incuantificable e ilimitada de vínculos con toda clase, no solo de rituales, sino de objetos materiales, muchos de ellos imágenes y edificios que propician la permanencia de los ritos.
      Dentro del territorio nacional infinidad de proyectos de carácter público vienen y van, es así como en las diferentes poblaciones de nuestro país, el gremio constructor edifica con la poca o mucha libertad que le sea concedida por la clase política de cada región.
      De igual manera, en las comunidades se suele aparentar que se involucra a los habitantes en todo proceso de planeación, (encuestas y levantamientos de datos complementan tal disimulo), siendo así, a grandes rasgos, como se van construyendo tanto edificios como identidad, o al menos eso es lo que los encargados de diseñar nuestras ciudades quieren creer, más en la realidad, las cosas no suelen funcionar así; cuando una pequeña o gran intervención toca algunas de las profundas fibras que alimentan los vínculos de la comunidad con sus mitos, las reglas cambian.
     Existen algunos espacios donde es más fácil encontrar manifestada la expresión tangible del mito: entornos naturales, plazas públicas, edificios históricos e incluso centros urbanos completos son algunos de los lugares a considerar . Siendo así, toda clase de intervención arquitectónica que signifique un riesgo para el patrimonio cultural de cualquier poblado, requiere un acercamiento directo con la comunidad que los alberga, y cualquier proyecto a realizarse sobre ellos, ya sea por trabajo u ocio, por gusto u obligación debe ser obedeciendo a un consejo que conocedores del tema siempre han de hacer: -con las comunidades se debe andar con cuidado, con cuidado de no ofender sus creencias-. Lo anterior no debe verse como un riesgo latente o una advertencia de peligro, sino como una sabia sugerencia que no hará más que ayudar en el ejercicio de nuestra labor.  
     Lo anterior puede ilustrarse con una anécdota, de esas que se cuentan cuando de intervenciones a edificios históricos se habla, dicha historia fue compartida por un profesor de la Especialidad en Restautación de Sitios y Monumentos de la Universidad Michoacana, que como parte de sus lecciones tiene a bien compartir consejos y experiencias de su vida en la praxis, comenzando su discurso del día con el precepto anteriormente expuesto, -con las comunidades se debe andar con cuidado-,
     El profesor narró como cierto día, en cierta comunidad, en un proyecto de restauración de una capilla hospital del siglo XVI internada en la sierra purépecha, comenzaron a trabajar sobre el cielo raso de la misma, el cual presentaba aún vestigios de una pintura mural a lo largo de todo el tablerado. Durante la planeación se decidió rescatar estos vestigios a modo de islas, consolidando la pintura y dejando vacíos los huecos de las partes que por el tiempo se habían  perdido, esto obedeciendo a uno de los más importantes criterios de restauración, el de no a la falsificación . Lo interesante sobrevino cuando se dieron por terminados dichos trabajos y algunos de los miembros de la comunidad pudieron ver el resultado. Se les expuso ampliamente la razón de los vacíos y la consideración de dejarlos como evidencia de la pérdida por el paso del tiempo y de la restauración como una segunda historia, más cual fue la sorpresa de todos los arquitectos y trabajadores que colaboraban en el proyecto cuando les fueron cerradas las puertas del templo bajo el argumento, -de aquí no salen hasta que el mural del cielo raso esté completo-.
     Una de las experiencias más bellas y gratificantes que pueden tenerse en el ejercicio profesional es la de restaurar y contribuir a la conservación de un inmueble considerado patrimonio, sabiendo que una objetiva intervención puede significar la permanencia de ese fragmento de historia por algunos años más. Los restauradores involucrados en el proyecto de la capilla hospital del siglo XVI, jamás imaginaron encontrarse con una situación como la que les sucedió, la educación recibida les había preparado de cierta manera para considerar todos los aspectos propios de un proyecto de esta índole, la investigación previa, las prospecciones, los levantamientos, todo se hizo según debía, se acercaron con cuidado a la comunidad, sabían mucho de historia y cultura, más nada los preparó para el mito.

Ciudad de México, mayo de 2017
Carmen Lucía Perdomo Pantoja

NOTAS


Ernst Cassirer en su libro El mito del Estado, expone al respecto un pensamiento de Miss Jane Ellen Harrison que dice “Lo que un pueblo hace con respecto a sus dioses debe ser siempre la clave, tal vez la más segura, para saber que piensa”. CASSIRER, E. El mito del Estado. Fondo de Cultura Económica, México. 1947. p. 33

El vínculo de las comunidades con este tipo de arquitectura radica en cuestiones tan íntimas, propias del ser humano como la búsqueda y conservación de la identidad, así como el reconocerse a sí mismo a través de los objetos del pasado, de la historia de sus ancestros y por supuesto por la manifestación de sus cultos, al respecto Francesca Tugores y Rosa Plano profundizan “La identidad de un pueblo se define en múltiples aspectos, en los cuales se plasma su cultura, así los bienes materiales e inmateriales condensan todos estos valores”. Para profundizar al respecto véase TUGORES, F. y PLANO R. Introducción al patrimonio cultural, Ed. Trea, Guijón, 2006, p. 22.

Siempre debe existir diferencia ente lo nuevo y lo antiguo, el rechazo total a la falsificación dentro de las intervenciones en un edificio histórico, es uno de los criterios más importantes en la restauración y en los que más hace ahínco la comunidad internacional, incluso se contempla en la Carta de Venecia, documento que marca algunas de las pautas acordadas por todos los países miembros del ICOMOS (International Council on Monuments and Sites). Para más véase ICOMOS, Carta de Venecia, Carta Internacional Sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y de Conjuntos Históricos-Artísticos, Venecia, II Congreso Internacional sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y de Conjuntos Históricos, 1964

Los representantes de la comunidad purépecha decidieron que lo acordado por los restauradores no era a su parecer una correcta intervención sobre su templo, los trabajos debían devolverlo a un momento anterior, devolverle su esplendor original, aunque eso significará falsificar, hacer pasar algo nuevo como algo antiguo, al respecto me parece interesante un pensamiento de Ernst Cassirer que menciona: “Cuando estudiamos ciertas formas muy primitivas de pensamiento religioso y mítico[…], nos sorprende descubrir hasta qué grado la mente primitiva siente el deseo y la necesidad de discernir y dividir, de ordenar y clasificar los elementos de su contorno”. CASSIRER, Op. Cit. p. 21

Cassirer expone como uno de los elementos más esenciales del mito sería que éste “[…] no surge solamente de procesos intelectuales; brota de profundas emociones humanas.” Lo que permite dilucidar bajo qué condiciones de la existencia humana podría originarse o manifestarse, al respecto véase CASSIRER, Ibid., p. 55

 

Bibliografía

 

CASSIRER, E. El mito del Estado. Fondo de Cultura Económica, México, 1947.

TUGORES, F. y PLANO R. Introducción al patrimonio cultural, Ed. Trea, Guijón, 2006.

ICOMOS, Carta de Venecia, Carta Internacional Sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y de Conjuntos Históricos-Artísticos, Venecia, II Congreso Internacional sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y de Conjuntos Históricos, 1964
<http://www.icomos.org/charters/venice_sp.pdf> [consultada el 5/09/16]