Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.

 

De héroes y antihéroes de la arquitectura contemporánea

Por: Carmen Lucia Perdomo Pantoja

Basta un instante para hacer un héroe,
 pero se necesita una vida entera para hacer un hombre de bien.
Paul Brulat, escritor fránces.

En el momento en el que Thomas Carlyle expone sus ideas sobre el culto al héroe, todavía no se percibían en su totalidad las consecuencias que la modernidad traería en el pensamiento universal. Ernst Cassirer expone como Carlyle manifiestó estar viviendo en “la más perturbada y desunida de las épocas que han contemplado el mundo, desde la aparición de la religión cristiana” , más la visión que tuvo Carlyle no le alcanzó para distinguir lo que al mundo le deparaba, y que incluso alguien, con base en sus escritos, podría llegar a un nivel de malinterpretación tal, como el que tuvo un dictador de la escala de Adolfo Hitler, que terminaría dando origen al nacional socialismo y a la entidad maligna en la que derivó el movimiento. Hitler, neciamente, creyó ser y se autoproclamo un héroe del momento, pero jamás alcanzaría tal escala, según los postulados de Thomas Carlyle.
     La figura del héroe, no sólo en la arquitectura, sino en la vida diaria actual, es algo difícil de distinguir y aún más de lograr. El perfil de tal grandeza, según los criterios de Carlyle, es el de una persona íntegra, con una gran fuerza moral; original, genial y visionaria, poética; que se distinga por “la claridad de sus sentimientos y de sus pensamientos. Una gran energía en la acción y una gran fuerza de voluntad que implican siempre un elemento intelectual” . La escala de heroísmo según estas características es complicada de alcanzar, y de cierta manera en nuestro contexto actual, querer lograrlo puede resultar un pensamiento utópico; La escena diaria de nuestra sociedad ha hecho nuestras vidas complicadas, estamos inmersos en un sistema vicioso y corrupto, en el cual se ha vuelto complejo diferenciar el bien del mal e incluso el conducirse enteramente con total rectitud.
     Hablando de las proporciones heroicas de Carlyle en la arquitectura y el diseño arquitectónico, realmente no es sencillo equipararlas y aún menos en el pensamiento contemporáneo, porque tal como las acciones más épicas son las que alcanzan la mayor grandeza y admiración, así, en el caso de la arquitectura actual, son los comúnmente llamados “súper estrellas” y sus edificios fuera de este mundo los que alcanzan niveles aparentemente míticos, ellos son los simulados hombres grandiosos que enaltece el gremio. Es a estos arquitectos a quienes se les premia y reconoce, más ahora, después de comprender lo previamente expuesto por Carlyle, se sabe que ellos no son héroes verdaderos, lo que abre la interrogante: ¿serían entonces, los “arquistars anti-héroes del momento?, este cuestionamiento puede verse resuelto a través de la siguiente reflexión personal.
     Cuando recién iniciaba la licenciatura en arquitectura, no estaba muy segura de haber elegido  el camino correcto, continuamente me preguntaba si estaría bien dedicar mi vida a ello, si me haría feliz y si aprendería a amarlo, todo porque tuve como primer idea el estudiar diseño gráfico, así saltaban mis sueños, por demás ingenuos, de dedicarme a hacer caricaturas a generar productos publicitarios, más tuve que enfrentarme a la realidad de que dicha carrera sólo estaba disponible en la universidad privada y yo no podía costearlo; fue así como una afortunada desventura reorientó mi camino hacia el diseño, pero hacia el diseño arquitectónico.
     Bajo este panorama cursaba yo, tortuosamente, mi primer semestre de arquitectura, cuando mi universidad tuvo a bien organizar un ciclo de conferencias que cerraba con la presentación magistral del arquitecto Ricardo Legorreta; está por demás señalar la enorme expectativa que se creó en torno a ello, pues uno, quizás el más grande de los súper estrellas actuales mexicanos, visitaba nuestra facultad. Fue necesario de última hora mover la sede al teatro universitario, pues el auditorio de la facultad fue insuficiente para cubrir la demanda de ávidos estudiantes sedientos de conocimiento, pero más que otra cosa llenos de curiosidad, todos querían escuchar de viva voz las palabras de un gran arquitecto, el cual era, para muchos de ellos, prácticamente una celebridad.
     Con los años supe que aunque el arquitecto Legorreta era un importante exponente de lo arquitectónico en el país, la dimensión y escala de sus acciones distaban mucho de ser heroicas, refiriendo claro a los criterios de Thomas Carlyle, pues un héroe debe ser sincero y tener claridad de pensamiento, además de una gran responsabilidad moral; un hombre de tal trascendencia jamás podrá ser movido por intereses económicos o ególatras.
     Legorreta muchas veces afirmó y presumió ser el precursor de la verdadera arquitectura mexicana, de estar creando edificaciones que se integraban con los contextos naturales y de manejar un estilo arquitectónico que enaltecía los valores culturales de toda una nación, más la realidad de sus edificios mostraba un escenario completamente distinto; sus diseños, evidentemente preocupados por la estética; solían adquirir una escala masiva casi invasiva, llegando a romper completamente con todo el contexto natural y cultural de su alrededor, mostrando incluso cierta despreocupación por las cuestiones de habitabilidad, relegando así al ser humano al papel de una pieza más de ornamento en su cuidada composición.
     Volviendo a la conferencia, complicadamente y gracias al cambio de sede pude hacerme de un boleto para la exposición de Legorreta, la cual se anunció como “Presentación de proyectos más recientes”, así que uno sabía a grandes rasgos lo que podía esperar de dicho evento, y así fue, el arquitecto Legorreta dio un interesante discurso sobre sus últimas obras, muchas de ellas en el extranjero, las problemáticas, las soluciones y todos los aspectos de tipo conceptual, que derivaban en el producto arquitectónico.
     En determinado momento y justo para concluir, de manera menos formal y ya sin su apoyo gráfico, el arquitecto habló en otro tono a su audiencia, contó una historia sobre un amigo suyo, también arquitecto, cuya vida en la praxis, consistía en manejar una camioneta vieja tipo Volkswagen por las diferentes y más inhóspitas poblaciones de nuestro país, donde llegaba a los asentamientos más recónditos a presentarse con los encargados del lugar, con una pregunta, que era a su vez una propuesta: -¿Qué les hace falta, qué necesitan que les diseñen, una iglesia, una escuela?, les hago el proyecto, paguen lo que puedan-.
     Al contar lo anterior, en las palabras del arquitecto Legorreta,l se distinguía que estaba profundamente conmovido por la elección de vida profesional de su colega, llegando frente a todos nosotros a la conclusión, de qué no importa lo que hagas, siempre deberás hacerlo bien, y que independientemente del estilo de vida en la praxis que se elija, siempre hay que dar lo mejor de uno mismo y entregar el 100%, concluyendo su conferencia con la frase: -Felicidades arquitectos, escogieron la profesión más hermosa del mundo-.
     Legorreta era un arquitecto apasionado, pero no era ingenuo, él sabía de las carencias de habitabilidad en sus edificios, pero había elegido regir su vida según su estilo y estética, pero eso no lo convierte en un anti héroe, pues nunca intentó convertirse en un héroe, el eligió un camino de vida, lejos de “su forma suprema, que es la vida heroica” , mas por un breve instante, en esa conferencia de 2007, para mí resultó un tanto heroico; porque a pesar de su perfil profesional, llevó a nosotros un mensaje que no habría podido llegar de otra manera, él sabía que no era el ideal de un arquitecto sobrehumano de escala trascendental, pero amaba lo que hacía y siempre dio lo mejor de sí, obedeciendo a sus criterios.
     Él, tal vez más que héroe, villano, despertó la pasión por la arquitectura en mí, me hizo desear no el crear súper edificaciones, sino amar tanto lo que hiciera como para dar todo de mí, supe que algún día podría sentir tanta pasión como él, porque había elegido la profesión más hermosa del mundo; allí mismo comprendí de que están hechos los edificios que salvan, y asumí que si en mi acción dominaba siempre la intención de diseñar generosamente, abriendo caminos y fundando lugares como su admirado colega, podría entonces, a través de la entrega laboral, alcanzar la plenitud profesional.
     Escuché a Ricardo Legorreta en un momento en el que lo necesitaba, convirtiéndose en uno de los arquitectos que más impactaron mi vida, y aunque debo confesar que debido a la naturaleza de su trabajo, no seguí su carrera de cerca, ni fui de sus obras fiel adepto, más no pude evitar sentir siempre por su persona una sincera simpatía y lamentar su partida algunos años después.
     Para enaltecer el culto al héroe pude haber hablado de un arquitecto con un perfil más cercano a los criterios de Carlyle, como Oscar Niemeyer, mi arquitecto comunista favorito, pero quise profundizar e indagar más sobre mi propio criterio respecto a la entidad heroica y su trascendencia en la arquitectura, más creo sinceramente que la figura del héroe no es algo que se logre o se encuentre de la noche a la mañana, sino algo que se construye día a día, con momentos de heroísmo que nos acercan a un ideal.
     Como en todo, habrá quienes estén más comprometidos con esta forma generosa y noble de hacer las cosas, y por lo tanto se les facilitará el actuar de acuerdo a ello, más descartar de tajo al resto que apenas de vez en cuando rozamos la escala heroica, llena nuestro alrededor de anti-héroes y villanos, más personalmente a mí me gusta pensar que en este mundo posmoderno, todos somos héroes potenciales que podemos mejorar las cosas a pequeña y gran escala, y que tal y como se piensa positivamente: -los buenos, somos más-.

Ciudad de México, noviembre de 2017
Carmen Lucía Perdomo Pantoja

NOTAS                                                                                   


CASSIRER, E. El mito del Estado. Fondo de Cultura Económica, México, 1947, p. 242

Ibid., p. 257

La expresión “los súper estrellas”, hace referencia a los comúnmente llamadas arquitectos súper estrellas, arquitectos de reconocimiento mundial que se han hecho famosos por sus extraordinarias obras, de dinámicas formas que implementan alta tecnología y el uso de los materiales más innovadores, llegando a resultados por demás maravillosos, visualmente hablando, pero con una habitabilidad cuestionable; ejemplos de estos arquitectos pueden ser los premiados Pritzker Frank Gehry y Zaha Hadid, además de Santiago Calatrava y Ricardo Legorreta, por mencionar algunos.

El término “arquistars” en el lenguaje coloquial sería un sinónimo de los previamente mencionados arquitectos “súper estrellas”.

CASSIRER, E. El mito del Estado. Fondo de Cultura Económica, México, 1947, p. 227

 

Bibliografía

CASSIRER, E. “El culto del Héroe”, El mito del Estado. Fondo de Cultura Económica, México, 1947,  pp. 222-263