Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

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Poesía furtiva: reastreando la poética en el diseño arquitectónico contemporáneo

Por: Carmen Lucia Perdomo Pantoja

La vida urbana contemporánea es completamente agitada, son pocas las personas que pueden afirmar que no se sienten absorbidas e incluso sobrepasadas por las dimensiones de la complejidad actual, eso sin incluir los dramas, carencias e incidencias propias de nuestra condición humana y naturaleza social.
      Muchas veces en nuestra rutina diaria, como ocupantes, habitantes y transeúntes del espacio arquitectónico-urbano nos vemos abstraídos a tal grado de regirnos y comportarnos como seres autómatas;  funcionando irreconciliados con los objetos de nuestro alrededor, refiriendo no solo a la naturaleza y a lo construido por el hombre, sino incluso al prójimo mismo.
     Más con todo y esto, ocurre ciertas veces, sólo de vez en cuando, que algo dentro de toda está inmensidad inasible nos detiene involuntariamente; nos arranca de la realidad, nos sacude, nos abraza, nos conmueve al grado de devolvernos a nosotros mismos, para poder regresar renovados a la inacabable rutina del día a día sintiéndonos otros, pero un otro que es nuestro yo verdadero, el reconciliado con el mundo.
     Ahora serán pocas, sino ninguna, las personas que puedan afirmar que jamás han experimentado esto en su vida,  que nunca han sentido esta conmoción que vaga furtiva en la cotidianidad, y que solo aguarda invocación, lugar y momento preciso para manifestarse; dicho acontecer transformador, oculto en lo habitual, es eso a lo que podemos llamar poesía.
     Al respecto, Octavio Paz dice que en todas las facetas de la vida cotidiana puede brotar la poesía, “paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesía sin ser poemas” ; pero además menciona cómo el acontecer de la poesía puede ser resultado de la condensación del azar o la cristalización de poderes y circunstancias ajenos a la voluntad creadora de un autor, pero bien señala que en dichos casos nos estaríamos enfrentando a lo poético, más que  “lo poético es poesía en estado amorfo” .
     Es esto por lo que lo poético se convierte en la más generosa de las cualidades, no sólo del diseño espacial, sino de cualquier otro hecho, pues aunque sus valores pueden ser complicados de entender, de asir y por tanto de expresar; ello (lo poético), como ente viviente estará constantemente al acecho, aguardando que le brindemos la oportunidad, la posibilidad de libertanos.
     Todos los escenarios, o al menos la mayoría en los que desarrollamos nuestra vida, conllevan coexistir con edificaciones y construcciones hechas por el hombre, es por eso que muchas de las experiencias poéticas acontecen bajo su resguardo; pero según lo anteriormente expuesto por Paz, muchos de esos instantes son fortuitos, resultados de la casualidad más que la causalidad, es así que su efecto es producido y generado de manera inconsciente, brindándonos esos instantes de poética fugaz, que apenas duran lo suficiente como para percatarnos de que han sucedido, aunque su efecto mediato sí resulte balsámico.
     Resulta  interesante y no tan descabellado concebir que estos instantes de poética furtiva son los que nos mantienen a todos como seres humanos, es decir que con ello se frustra la intención de la modernidad de convertirnos en máquinas y seres estandarizados. Y es así, como al reconocer la naturaleza omnipotente, omnipresente y furtiva de la poética, nos damos a la tarea continua e instintiva de rastrearla en todos nuestros espacios y recorridos, en todas las palabras y acciones, propias y ajenas, esto con toda la intención de encontrar, sin darnos cuenta, esa recuperación, ese salir de nosotros para alcanzar la otredad .
     Más no puede existir tarea más difícil que la de buscar algo que no se conoce, algo de lo que se ignora su forma y materia; algo que puede creerse subjetivo, volátil e inestable y cuyos valores físicos no son establecidos. Pero aquí es donde se debe poner especial atención y empeño, pues lo poético no se trata de algo mundano y estandarizado, lo poético nos encuentra con el mundo de lo sagrado , y centra toda manifestación en valores de trascendencia.
     Solo después de entender esto, puede comprenderse que a todo producto de un diseño arquitectónico, por su naturaleza como obra de autor, le es posible alcanzar no solo los azarosos valores de lo poético, sino también los de un construido y transformador poema, que brinde a la arquitectura y sus recorridos la posibilidad  de ser lugar de encuentro entre la poesía y el hombre.
     La importancia de esto impacta no solo en ocupantes, habitantes y transeúntes, sino en todos los que como gremio nos encargamos de diseñar los escenarios para la vida diaria, pues nos hace cómplices de esa presencia sigilosa que suele ser la poética, nos hace responsables, en nuestro quehacer arquitectónico, de realizar un esfuerzo constante para dotar a nuestros diseños del carácter de poesía erguida, como el que conlleva la invención de un poema, y ¿por qué no facilitarles a nuestros usuarios y a los seres humanos en general  el encuentro de dicha poesía en la cotidianidad, por qué no hacer de nuestros diseños una embarcación segura que los conduzca a la otra orilla?
     Octavio Paz afirma que el elemento distintivo que separa y hace la diferencia entre una creación como obra de arte y un simple utensilio, es siempre la poesía; y a su vez señala que cualquiera que sea la actividad y profesión de cualquier hombre que transforme la materia prima, como en el caso de los arquitectos, su operación transmutadora siempre buscará  hacer que los materiales abandonen el mundo ciego de la naturaleza, para ingresar en el de las obras, es decir en el de las significaciones.
     Es así que podemos elegir entre únicamente vencer y deformar la materia haciendo edificaciones, o recobrar a través de nuestras construcciones el esplendor poético de una obra de arte, logrando solo así erigir verdadera arquitectura.
     El diseño arquitectónico, debe buscar promover la operación poética, pues si no lo hace y se espera que ésta acontezca de manera casual, se queda sólo como una simple  manipulación técnica, y únicamente le ofrece migajas a quien con esperanza rastrea diariamente  lo poético. No basta sólo con dejar un rastro, se requiere de la plena intención de permitirle a la materialidad de la obra arquitectónica reconquistar su naturaleza, de hacer del espacio un lugar fecundo, del habitar algo trascendental y que así la poesía acontezca.

Ciudad de México, mayo de 2017

Carmen Lucía Perdomo Pantoja

NOTAS

PAZ, Octavio. El arco y la Lira (3ª edición). FCE, México, 1972. p. 14

Ídem

El diseño arquitectónico no es carencia, ni abundancia, sino posibilidad, es decir si decimos carencia, justificamos incompetencia, si decimos abundancia anunciamos soberbia. Como dice Octavio Paz la libertad del hombre para construirse a sí mismo y para trascenderse  se funda y radica en no ser más que posibilidad. El diseño arquitectónico exige ser trascendido por quien habita el espacio, concediéndole posibilidad. Ídem. p. 154

En palabras de Paz, “la experiencia –poética- puede adoptar esta o aquella forma, pero es siempre un ir más allá de sí, un romper los muros temporales, para ser otro”. Ídem. p. 25.

De tal modo que para poder internarnos en la poética y en sus valores de trascendencia, es necesario penetrar en el terreno de lo sagrado, con el objetivo de ver de manera concreta cómo ‘pasan las cosas’ y sobre todo que nos pasa a nosotros en este territorio, más entendiendo a lo sagrado como un mundo aparte. Octavio Paz nos dice que la manera de acceder a él, es  por medio de un ‘salto mortal’, solo así puede alcanzarse la ‘otra orilla’, siendo la otra orilla el atreverse a ir más allá de la realidad asumida, desprendiéndonos del mundo objetivo con un cambio de naturaleza: “el hombre es desarraigado como un árbol y arrojado hacia allá, a la otra orilla, al encuentro de sí”. Ídem. p. 123

Ídem. p. 21

Bibliografía

FERNÁNDEZ, P. (2002). Psicología colectiva de las cosas y otros objetos, Psic. Soc. Revista Internacional de Psicología, 2002. pp. 9-20

PAZ, O. El arco y la Lira. (3ª edición), FCE, México, 1972. 307 p.