Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

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La arquitectura en crisis: en busca de lo arquitectónico en lo sublime
Por: Carmen Lucía Perdomo Pantoja

Has observado, en tus paseos por esta ciudad, que entre los edificios que la pueblan, unos mudos son, otros hablan,
pero en fin, sólo los más raros cantan.
Paul Valéry

Uno de los conocimientos básicos que se tiene como alumno de una facultad de arquitectura es la definición de arquitectura en sí; y es que el explicar una y otra vez lo que arquitectura es, se vuelve una tarea constante que acompañará a todo aspirante a arquitecto a lo largo de su formación universitaria,  llegando a tenerse en la mente, casi de manera imperceptible, más de una definición a la vez, todas ellas con diferencias entre sí, algunas bastante sustanciosas.
     Suele ser al terminar los estudios, al momento de integrarse a la vida en la praxis que algunos arquitectos, voluntaria o involuntariamente, se olvidan ya de todo este tipo de cuestionamientos teóricos, para pasar a diseñar y construir esa arquitectura que difícilmente pueden ya definir; más, en algunas ocasión puede suceder lo contrario, y que los nuevos profesionistas, al sentirse completamente incapaces de definir lo que realmente es la arquitectura, puedan llegar a sentirse confundidos sobre lo que hace que una edificación cualquiera pueda o no adquirir el carácter de lo verdaderamente arquitectónico.
     Esta problemática en torno a la definición de la arquitectura es manifestación de algo mucho mayor; habla de toda la crisis contemporánea en torno al diseño arquitectónico, y como sus inconsistencias han permeado en nuestro actuar y pensar como gremio, y por lo tanto en todas las edificaciones que conforman nuestras ciudades.
     La existencia de estas inquietudes sobre la definición de lo arquitectónico puede fácilmente comprobarse, pero ya no necesariamente en un entorno laboral, pues a razón de indagar al respecto puede uno trasladarse a un ámbito académico y de posgrado, como en el caso de la Maestría en Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, particularmente en el campo de diseño arquitectónico, donde se puede ver que hay  más de una definición y postura sobre la “verdadera” arquitectura, pudiendo encontrarse estas diferencias de opinión no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; pues la arquitectura como objeto de estudio está sujeta a una serie de propiedades que por sí solas abren nuevos y polémicos debates.
     Cuestiones como si la arquitectura es arte o no, si lo arquitectónico es solo lo plenamente habitable, o si la verdadera arquitectónica radica en el alcance de la experiencia poética, son solo la punta de lanza en esta controversia, más estos son el tipo de temas que no poseen verdades absolutas, y de los cuales es necesario empaparse lo suficiente para pronunciarse al respecto; incluso, cuestiones más básicas pero a la vez mucho más profundas como la diferencia entre edificación y construcción, entre ocupante y habitante, o si se habita al construir o se construye para habitar, son solo algunas de las muchas consideraciones que surgen en la intención de reflexionar sobre los fundamentos teóricos de la arquitectura.
    Indagar sobre lo anterior es importante para todos los arquitectos, aunque como ya se dijo, muchos han elegido voluntariamente olvidarse al respecto, aunque muy en el subconsciente siempre estará presente la inquietud, la cual se verá manifestada con dudas y cuestionamientos sobre si las soluciones al diseñar y edificar habrán sido las mejores y si por lo tanto la obra producida, será digna de llamarse arquitectura.
     La importancia de esto es vital, porque según la definición de arquitectura que se adopte, serán los criterios bajo los que se rijan las acciones de cada profesionista, y de ello dependerá siempre la trascendencia positiva de la figura del arquitecto, tanto del estudiado, como del que no; así como el impacto directo en la vida de los habitantes de cada edificación.
     Es así como en este texto no se pretende llegar a la definición “correcta” sobre la arquitectura, tampoco encontrar una solución a su problemática actual, porque como bien ya se dijo, en estos temas no hay verdades absolutas, por lo tanto tampoco hay criterios definitivos en la búsqueda de la habitabilidad. Lo que se busca únicamente es traer un poco de luz al pensamiento, propio y colectivo, haciendo un pequeño acercamiento, del brazo de la literatura y la filosofía, al diseño arquitectónico.
      Hay entre todas las edificaciones del mundo, unas, muy pocas, que conmueven; son el tipo de arquitectura que es capaz, más que otra cosa, de favorecer el habitar que enriquece al ser, que favorece la realización personal de los habitantes y su trascendencia, siendo el objeto de este ensayo, exponer algunas premisas que nos acerquen a la definición de la arquitectura de esta clase y así, encontrar un método que nos acerque a lo sublime.
     Lo anterior puede verse ilustrado en las ideas de Paul Valéry, que en su escrito Eupalinos o el Arquitecto; fue de los primeros en atribuirle como objetivo principal a los espacios estéticos, el que causarán cierta conmoción en las personas; esto hace referencia a lo conocido como espacios poéticos: “que mueva mi templo a los hombres, como el objeto amado los mueve” .
     En este punto se piensa en la recuperación de los valores íntimos de la condición humana que refieren a la espiritualidad, reconociendo que a lo largo del tiempo este tipo de cuestiones que busca rescatar la arquitectura poética, ha desaparecido de la mayoría de las edificaciones del mundo. Más al respecto debe decirse que toda manifestación arquitectónica, independientemente de su temporalidad, dice mucho de sus habitantes y el contexto geosociocultural que le da origen, es así como Karel Kosik menciona que “cada época tiene una arquitectura acorde con su ser” ; siendo así que de la profunda observación y la experiencia con las edificaciones, podemos deducir mucho más de lo que formal y visualmente no es revelado.
     De acuerdo a esto, sería tarea del arquitecto indagar y profundizar sobre lo percibido, para poder comprender su evolución y encontrar soluciones a la problemática contemporánea.
     La situación  actual de nuestras ciudades y edificaciones y de la arquitectura en general es producto de las carencias dejadas por la modernidad, pues en palabras de Kosik, no sería del todo culpa de los arquitectos, pues su acción respondería al “dominio del espíritu de los tiempos: la falta de espiritualidad, […] la deshonestidad, la venalidad, la corrupción” .
     Con mucha mayor frecuencia la gente se deja arrastrar por la hipocresía y por una cultura pretenciosa, materialista y de apariencias, mientras que la verdadera virtud perece, incluyendo la del gremio arquitectónico. Mario Vargas Llosa expone una serie de problemáticas en la sociedad actual que de cierta manera han mermado también en el campo arquitectónico, menciona como “la ingenua idea de que, a través de la educación, se puede transmitir la cultura a la totalidad de la sociedad, está destruyendo -lo que él llama-, la alta cultura” , señalando que este proceder democratizador universal de la cultura, solo  puede ser posible empobreciéndola y volviéndola cada día más superficial.
     El impacto de este acontecer en el campo del diseño arquitectónico, es claro, se nos ha vendido la idea de que estudiando durante cinco años la licenciatura en arquitectura, nos dota de todos los conocimientos que la implicarían, cuando tal como explica Vargas Llosa, la universalización de la arquitectura, no ha hecho más que empobrecerla y estandarizarla, convirtiéndola en un objeto superficial y a sus autores en entes mecánicos y deshumanizados.
     Por ello se critica mucho a la arquitectura y a todas las edificaciones contemporáneas, más aun reconociendo esta problemática, es complicado el responder ¿en dónde radica la falla y las carencias de la arquitectura actual, y si es posible revertir el daño presente y futuro, cómo?
     Profundizando sobre este cuestionamiento, de antemano se reconoce que la modernidad, así como las ambiciones de la revolución industrial que dieron paso a la producción en masa, son unos de los factores más importantes en esta degeneración de lo arquitectónico. Para poder comprender un poco más al respecto, hay que mirar al pasado para entender qué y en qué momento se perdió, Karel Kosik menciona al respecto que “las épocas históricas o bien tienen arquitectura porque son arquitectónicas o no la tienen porque remplazaron la arquitectónica […] por una impostura o un sucedáneo”, al respecto amplía que “las épocas que remplazan la arquitectónica por un sucedáneo o un símil, convierten lo no verdadero en elemento básico de su existencia” .
      Puede afirmarse que la razón de muchas de las degeneraciones en torno a la arquitectura actual son producto de la perdida de la arquitectónica en la vida contemporánea, siendo esto lo que tiene al hombre en esta situación que no le permite vivir plenamente. Convirtiéndose en una premisa no solo del diseño arquitectónico sino para la vida diaria, que se debe vivir buscando siempre la arquitectónica del mundo, entendiendo que,  en palabras de Kosik:

 

“La arquitectónica es la unificación  de lo sublime con lo trivial, de lo duradero con lo provisorio, del avance con la posibilidad de detenerse. La arquitectónica es una cohesión del tiempo, el espacio y el movimiento, de modo tal que cada uno de los tres elementos mencionados se une a su contrario. […] La arquitectónica une a lo sublime, lo patético y lo monumental con lo corriente, lo trivial y lo banal; y en esta unión le permite también a lo trivial hacer alarde de su poesía.”

     La arquitectura contemporánea reproduce los cimientos anti arquitectónicos de la época moderna, y como la época moderna no tuvo arquitectónica, por lo tanto careció de una verdadera arquitectura, Kosik también menciona que la responsabilidad de la arquitectura moderna, que bien puede ser la contemporánea, no es solo responsabilidad de arquitectos y urbanistas, sino que refiere a todos y cada uno de los habitantes del planeta, pues mientras se siga negando la arquitectónica en nuestras vidas, se “seguirá produciendo anticiudades, es decir aglomeraciones modernamente equipadas, como sucedáneos de espacios de convivencia y habitación humanas dignos de la gente” .
      Es así que uno de los problemas principales de la arquitectura moderna y contemporánea es que perdió toda intención de alcanzar valor de sublimidad, pues “el hombre moderno carece ya del sentido de lo sublime y por eso sus edificios son sólo imponentes, no excelsos” , esto puede verse claramente ejemplificado en la arquitectura egocentrista cuyos alcances formales y logros tecnológicos son efectiva y francamente impresionantes, pero no por eso dejan de ser edificaciones vanas y vacías, donde es evidente que la finalidad del arquitecto autor es únicamente su egoísta trascendencia.
      En este punto donde ya no hay consideración sobre la tradición, las comunidades y el estilo; mucho menos se toma en cuenta al individuo y su voluntad vital, tal como señala Nicolai Hartmann, “el individuo no puede soltarse arbitrariamente de esta sensibilidad, está apresado por ella como por una forma espiritual común, que piensa y actúa por él” . Y luego nos sorprende, como gremio, el proceder de los ocupantes en las edificaciones, aún en las diseñadas por nosotros, las adecuaciones y remodelaciones, que generan una serie de quimeras, difíciles de comprender formal y espacialmente hablando, y que son manifestación sincera de la morfogénesis cultural contemporánea y de las carencias de la “democratización” de la arquitectura.
     Por su parte Worringer expone como no existe un tipo absoluto de hombre, como no existe arte absoluto, señalando que “Lo único constante es la materia de la historia humana, la suma de las energías humanas.” Dando así un carácter de infinito a todas las formas manifestativas resultantes. La arquitectura, debido a su carácter expresivo, se ve también permeada por esta premisa, dónde cada una de las construcciones arquitectónicas, jamás puede ser igual a otra, porque son necesarias tantas soluciones como hombres en la tierra.
     Estas consideraciones en particular resultan enriquecedoras e impactantes, pues según la manera en que la arquitectura se ha universalizado, se le ha restado, no solo carácter artístico a las construcciones, sino además se les ha negado el enriquecimiento colectivo que surge de la individualidad, donde es imposible sumar objetivamente las energías humanas, pensando que todas ellas tienen el mismo valor.
     Aquí, es donde se origina la polémica sobre lo que es arquitectura, los malos diseños del gremio ¿aún merecen ser reconocidos como tal?, mientras que las construcciones de los ocupantes ¿podrían alcanzar el carácter de lo arquitectónico con todo y sus limitantes?
     Las edificaciones, de cualquier tipo, tienen una importancia vital en la condición humana, pues tal como lo señala Hartmann, “[…]todos necesitamos un techo sobre la cabeza, y podemos llegar a estar en un situación en que necesitemos construir: y tenemos que hacerlo aun sin ser artistas. El arquitecto medio no es tampoco artista. Sólo puede construir como se construye” .
     Este precepto es importante para reconocer y hacer una introspección en nuestro proceder personal y como gremio, pues el hecho de identificarnos como arquitectos, no nos dota  del carácter de artistas, donde lo importante sería seguir una metodología del diseño capaz de acercarnos a la creación de una arquitectura que alcance los estratos más profundos de la obra arquitectónica, pudiendo tomar para ello como punto de partida, las ideas de Nicolai Hartmann en su tratado sobre estética.
     Hartmann también señala como “el hombre construye su morada tal como se concibe a sí mismo, sus ideales” , así que puede aludirse a eso la aparición de las peculiaridades en las construcciones de pueblos, ciudades y épocas, es significativo destacar la importancia de la vida en el diseño arquitectónico contemporáneo, dotando a toda edificación que se proyecte, en su contemplación y utilización diaria de una retribución a la confianza que se deposita en nosotros, buscando lograr  y priorizar siempre, que lo habitable sea más que soportable y adecuado, para en palabras de Hartmann, “configurar en general formas que sean suficientes para un anhelo anímico superior, es decir, aquellas que expresan algo del ser anímico y de la postura interior” , no sólo de sus creadores, sino de sus habitantes, buscando a través de esto el verdadero trascender de la arquitectura.
      Para comprender más sobre la arquitectura como medio para la trascendencia, se retoma a Vargas Llosa que expone como los criterios actuales consideran cultura a la “suma de creencias, conocimientos, lenguajes, costumbres, atuendos, usos, sistemas de parentesco y, en resumen , todo aquello que un pueblo dice, hace teme o adora” , conceptualización con la que él no podría estar más en desacuerdo, pues expresa como aunque el propósito de esta ampliación de la cultur, que no podría ser más generoso, se ha tergiversado la visión de lo culto y la adquisición de lo mismo, relegando a lo que en el pasado fue la cultura, a algo actualmente reconocido por él como “alta cultura”, aislándose a altas esferas intelectuales lo que un día fue toda “propensión a enriquecer al espíritu, esa sensibilidad y cultivo de la forma que da sentido y orientación a los conocimientos” , en palabras de T. S. Eliot “todo aquello que hace de la vida algo digno de ser vivido” .
     Con la arquitectura sucedió algo parecido, la posarquitectura nos ha envuelto en una serie de manipulaciones retoricas a través de la cual se perdió la definición de arquitectura, condenando a todos los que exploramos y diseñamos con criterios de habitabilidad distintos, retomando ideas desde las humanidades, a esferas intelectuales muchas veces incomprendidas y prejuzgadas, provocando que nuestras construcciones, reales, virtuales e ideológicas no puedan fácilmente encajar en la arquitectura democratizada, haciéndonos en el rubro autores de “alta arquitectura”.
     Lo anteriormente expuesto puede sonar pretencioso o discriminatorio, más no es esa la intención, sino que únicamente se trata de comprender la polémica en torno a la arquitectura contemporánea, y más que otra cosa ponerle nombre al producto de la inquietud que generó las reflexiones de este texto. Poder llamar de alguna forma, para distinguirla del resto, a la arquitectura cuya intención es “una aspiración a la trascendencia, […] una apuesta a trascender” , siendo ésta, tanto la motivación de la “alta arquitectura” como de la “alta cultura”: alcanzar los más altos niveles de trascendencia y espiritualidad.
     Paul Valéry por su parte también plantea en su escrito esta posibilidad de alcanzar la más alta realización a través de la belleza en el mundo sensible, es decir de las cosas materiales como lo es la arquitectura; y realiza un planteamiento, exclamando que los hombres virtuosos, vinculados al mundo sensible y a gracias corporales, serían capaces de lograr “la construcción de sí mismos a través de su obra” . Bajo este pensamiento él introduce los criterios de estética que conllevarían la exaltación de las actividades del arquitecto, a partir de la revaloración del quehacer arquitectónico, Valéry expresa:

 

“Dime, […] si has observado, en tus paseos por esta ciudad, que entre los edificios que la pueblan, unos mudos son, otros hablan, pero en fin, sólo los más raros cantan. No es su destino, ni siquiera su traza general, lo que a tal punto los anima, o a silencio los aminora. Esto procede del talento de su constructor, o quizá del favor de las musas.”

     Según Valéry, los edificios que cantan, las obras maestras, serían las que alcanzarían la verdadera belleza, y la labor de su constructor sería de una alta implicación y trascendencia espiritual: “imagina un mortal que imagine así esa profundidad y que construya” .
     La fusión entre cuerpo y espíritu para la construcción bien ordenada, sería la principal condicionante para alcanzar la perfección en el diseño arquitectónico; es interesante ver como Valéry propone un equilibrio entre lo sensible y lo inteligible, lo cual de cierto modo es un aporte mayor, particularmente para la construcción de una metodología. Valéry prioriza de entre todas las bellas artes,  a la arquitectura; pues reconoce otros valores contenidos dentro de la estética de las edificaciones, como el que conlleva el visualizarlas como un espacio habitable, ampliando la tarea del arquitecto a cuestiones más ontológicas:

 

“¡Somos, nos movemos, vivimos en la obra del hombre! […]Allí de algún modo respiramos la voluntad y las preferencias de alguno. Nos encontramos habidos, señoreados dentro de las proporciones que él escogiera. No acertaremos a escaparle.”

     El comprender lo anterior es muy importante para impactar en nuestro actuar como arquitectos, pues la revalorización de nuestras construcciones como espacios habitables que permean en la vida de los ocupantes, puede cambiar la mentalidad de todo el gremio, y para lograr un cambio puede recurrirse a las ideas de Karel Kosik sobre el encuentro con lo sublime y como este “arroja al hombre fuera de las relaciones habituales y lo traslada a un mundo distinto, desconocido, misterioso.”
     Puede afirmarse con certeza que estos criterios se acercan a la definición de un habitar poético. Para el entendimiento de lo anterior expuesto, es importante recuperar la cita textual de las palabras de  Kosik, definiendo lo sublime:

 

“Lo sublime no está incorporado de manera primaria a ningún objeto fuera de nosotros sino que es en esencia un movimiento que nos arranca de lo cotidiano y lo trivial, que transforma nuestra dependencia del sistema de necesidades materiales en necesidad metafísica de la verdad, la belleza, el bien, lo poético. La sublimidad es un poder que no conduce al hombre a la irrealidad, al ámbito de la fantasía vacua, sino a un respeto productivo y fundacional que hace habitable el mundo y lo protege de caer en la mediocridad. La sublimidad no consiste en estar por encima de lo que sucede sino en un poder que libera a la gente del yugo de los estereotipos, de la esterilidad, de la imitación, y es un poder transformador, fundacional.”

      Es así que cualquier diseño arquitectónico tendría como finalidad principal esto, la búsqueda de un equilibrio entre lo material y lo inteligible; entre el cuerpo y el espíritu; entre lo trivial y lo sublime; propiciando el encuentro del habitante con lo poético, con eso que atrae al hombre y lo eleva a las alturas, alcanzando los estratos más profundos del alma; hablando en términos de un trascender espiritual.
    Con el anterior planteamiento se concluye este escrito, que como bien se planteó en un inicio no define lo que la arquitectura es o no es, sino lo que en teoría, debiera ser.

 

Ciudad de México, mayo de 2018

Carmen Lucía Perdomo Pantoja

 

 

 

 

 

 

 

VALÉRY, P. Eupalinos o el Arquitecto. México: Antonio Machado, 2001. p. 31

Ibid. p. 22

KOSIK, K. Reflexiones Antediluvianas. Editorial Itaca, México, 2012,   p. 54

Ibid. p. 77

VARGAS, M. La civilización del espectáculo. Alfaguara. México, 2012. p. 15

KOSIK, K. Reflexiones Antediluvianas. Editorial Itaca, México, 2012. p. 55

Ibid. p. 77

Ibid.

Ibid. p. 69

HARTMANN, N. Estética. UNAM, México, 1977,  p. 257

WORRINGER, W. La esencia del gótico. Fondo de Cultura Económica, México,  p. 20

HARTMANN, N. Estética. UNAM, México, 1977,p. 149

Ibid. p. 249

Ibid. p. 255

VARGAS, M. La civilización del espectáculo. Alfaguara. México, 2012. p. 66

Ibid. p. 16

Ibid. p. 70

Ibid. p. 19

VALÉRY, P. Eupalinos o el Arquitecto. México: Antonio Machado, 2001. p. 30

Ibid. p. 31

Ibid.

Ibid. p. 41

KOSIK, K. Reflexiones Antediluvianas. Editorial Itaca, México, 2012. p.68

Ibid.

 

 

Bibliografía
HARTMANN, N. Estética. UNAM, México, 1977. 
KOSIK, K. Reflexiones Antediluvianas. Editorial Itaca, México, 2012,
VALÉRY, P. Eupalinos o el Arquitecto. México: Antonio Machado, 2001. [Recurso electrónico]
VARGAS, M. La civilización del espectáculo. Alfaguara. México, 2012.
WORRINGER, W. La esencia del gótico. Fondo de Cultura Económica, México.