Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


De Potosí a Potosí: Urbanismo y poblamiento en dos villas virreinales de la América española.

Ramón Moreno Carlos


El encuentro entre españoles e indígenas, generó uno de los fenómenos de urbanización y reordenamiento territorial más impactante de la historia. El conquistador vivió en su encuentro con el "Nuevo Mundo", diversas experiencias; entre ellas, no sólo tuvo la oportunidad de conocer algunos de los principales asentamientos indígenas todavía en su momento de esplendor -como los casos de los pueblos mesoamericanos y de las tierras andinas-, sino que en otros, tuvo el privilegio de participar en la fundación, el ordenamiento y la ocupación de una gran cantidad de pueblos y ciudades.

Al respecto, los poblamientos de San Luis Minas del Potosí y de la Villa Imperial del Potosí se pueden ubicar en la segunda experiencia, pero además, presentan algunas otras particularidades. Entre ellas, podemos advertir el hecho singular de que la ciudad mexicana recibió su nombre - y quizá por primera vez en América -, a partir de la referencia de otra población virreinal, es decir, la villa imperial de Potosí en la actual Bolivia. También, cabe comentar que en ambos lugares, el desarrollo de las poblaciones españolas, criollas y mestizas, además de los poblados indígenas que las rodearon, fue impulsado sobre todo en el siglo XVII y, a partir de la intensa explotación y beneficio de los recursos minerales. Asimismo, los dos espacios formaron parte importante de los propósitos manifiestos durante la expansión española, es decir, tanto de la pacificación de los territorios con antigua presencia indígena, como de la administración y explotación de los recursos mineros; sin embargo, no debemos pasar por alto, que además de los militares, comerciantes y mineros, esas labores se apoyaron en el trabajo misionero, el cual, dejó una huella manifiesta en la conformación urbana y arquitectónica de los dos centros mineros.

La misión y la mina

Al consumarse la Conquista se inició de inmediato la expansión y, llegó entonces, la necesidad de ordenar los asentamientos en las tierras del Nuevo Mundo. En consecuencia, los conquistadores armados fueron sustituidos - al menos en importancia -, por los conquistadores de la fe, es decir, los misioneros cristianos de las distintas órdenes religiosas mendicantes y establecidas en Europa. En el caso de Potosí, ubicado en el denominado Alto Perú, hoy Bolivia, si bien no hubo un asentamiento prehispánico, el lugar en que se desarrolló, formaba parte de una región que albergó a las más prosperas culturas costeras y, observó los tres momentos más importantes de la expansión del imperio inca. Esos momentos, presentaron en primer lugar, el período marcado por la cultura del Chavín; el segundo, corresponde a la expansión de la cultura de Tiahuanaco y se localizó cercano al lago Titicaca; y el tercero, marcado por el apogeo del Imperio Inca y con el predominio de lugares como Cuzco y Machu Pichu [1].

Para el caso de San Luis Potosí, las crónicas sobre la época inmediata a la Conquista no son abundantes ni acuciosas, y se refieren sobre todo, a la presencia de algunos grupos denominados como "pames" y "huastecos", ninguno de ellos, asentado en el valle de San Luis. Sin embargo y para el caso de nuestro interés, podemos comentar que poco tiempo después de la ocupación del valle, la llegada de los misioneros al territorio potosino se manifestó con características similares a lo sucedido en otros lugares de la Nueva España. Al respecto, debemos resaltar - y contrariamente a la creencia generalizada-, que la gran campaña de evangelización novohispana, no se efectuó en los atrios de los grandes conventos que hoy conocemos, sino y como lo ha descrito el Doctor Carlos Chanfón al revisar los textos del cronista Valadés -al inicio del capítulo XXIII de su Rhetorica Cristiana-, el primer trabajo de los monjes fue congregar a los indígenas dispersos por montes y desiertos [2].

Además, las crónicas y testimonios de la obra misionera, nos llevan a definir al religioso, como un elemento no sólo primordial para la pacificación del territorio "Chichimeca", sino para la avanzada del poblamiento en los asentamientos, los que se generaron con las campañas de ocupación de casi todos los territorios hispanos de América (3). Sin embargo, en la localización de las fundaciones misioneras, los objetivos no sólo eran religiosos, también los hubo comerciales y, sobre todo, como en los dos casos que nos ocupan, de interés minero. Por otra parte, debemos saber que para el año de 1513, el monarca español - Fernando V -, había dictado en Madrid las siguientes instrucciones reales a Pedrerías Dávila: "Y cuando hagan la planta del lugar repártanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor y sacando desde ella las calles a las puertas y caminos principales y dejando tanto compás abierto que aunque la población vaya en gran crecimiento se pueda proseguir y dilatar en la misma forma" [4].

Lo anterior, estableció un criterio a seguir para la conformación de los primeros poblados hispanoamericanos; sin embargo, los ordenamientos formales y específicos para la traza y distribución espacial, tardarían casi cien años. No obstante, para la segunda mitad del siglo XVI, y con la experiencia previa de la fundación de varias ciudades, la corona española aprovechó tanto la vocación misionera como el interés minero, para conformar lo que puede identificarse como un incipiente patrón de urbanización y, el cual se aplicaría en las últimas fundaciones del siglo XVI, tanto en el virreinato de la Nueva España como en el virreinato del Perú [5].

Por lo mismo, en los lugares de mayor desarrollo poblacional y económico de la América virreinal y, revisando la conformación urbana que en sus centros históricos aún prevalece, podemos deducir que los criterios utilizados en la Villa Imperial de Potosí y la Villa de San Luis Minas del Potosí, obedecieron a un planteamiento urbanístico que recogía las experiencias españolas de los primeros años de expansión [6]. En él, se consideraba la prioridad del espacio español, respecto de su asentamiento cercano a la plaza, en tanto que los agrupamientos indígenas, eran ubicados en la cercana periferia; estos generaron espacios contiguos al núcleo central y con el paso del tiempo, pasarían de ser pueblos a conurbaciones denominadas como barrios [7].

En consecuencia, podemos señalar que tanto en el caso andino como en el novohispano, la naturaleza de las actividades productivas y su relación con el entorno físico -de valle o serranía-, así como la estabilidad social y económica que ofreciera cada lugar, favorecieron al hecho de que los asentamientos se fueran estructurando, con el paso de los años, de manera más ordenada [8]. Por lo mismo, el fenómeno de desarrollo urbano en ambos asentamientos virreinales, si bien obedeció a la acción militar española con sus objetivos de ocupación y pacificación, también se apoyó en la intermediación de la labor misionera, pero sobre todo, mantuvo las bases de su auge o decrecimiento, en los intereses económicos despertados por la riqueza mineral. Asimismo, la estructura interna de estas villas, fue el resultado de la influencia - en el espacio físico de la ciudad -, de diversos factores de índole geográfica, económica, política, así como religiosa y racial [9].

El orden urbano

Una gran parte del trabajo de urbanización en la América española, ya se había completado cuando fueron promulgados los ordenamientos que regirían formalmente, a todos los nuevos asentamientos americanos. Incluso podemos afirmar, que las Ordenanzas de 1573, sobre todo, las que se referían a "los pueblos de españoles", se basaron no sólo en la experiencia mendicante, sino en la apropiación de algunas formas y organizaciones prehispánicas, en especial, las de aquellos lugares que al momento del encuentro se encontraban en pleno esplendor [10]; tales fueron los casos de los Imperios Inca y Mexica y, sus ciudades principales.

Sin embargo, no debemos dejar de lado el hecho de que algunos personajes que acompañaron a las primeras fundaciones hispanoamericanas - sobre todo, los misioneros franciscanos y jesuitas -, tuvieron formaciones intelectuales que, bajo criterios renacentistas, les facilitaba aplicar un orden urbanístico semejante al que se había concebido para algunas ciudades europeas; en este sentido, el Doctor Chanfón Olmos, afirma que la concepción de una ciudad para los europeos, en los siglos del medioevo, tenía una explicación apoyada en la Filosofía grecolatina [11]. Por lo mismo, algunas de las disposiciones establecidas en las Ordenanzas, sólo pueden comprenderse dentro de un emplazamiento abstracto o modelo [12].

En el caso de "los pueblos de indios", la legislación llegó aún más tarde, cuando la labor misionera había concluido los principales asentamientos [13]. Estos ordenamientos promulgados hacia 1600, fueron sólo la expresión formal, de lo que en la práctica ya se había llevado a cabo, por medio de la labor de las órdenes religiosas [14]. Además de las variantes y similitudes que se puedan obtener de las comparaciones entre los asentamientos antes y después de "las ordenanzas", debemos considerar que los Reales mineros siempre tuvieron una reglamentación de excepción.

Por ello y aún con las diferencias topográficas, que en el caso de la Villa Imperial de Potosí y la Villa de San Luis Minas del Potosí, son evidentes y definitivas para su caracterización, en todas las ciudades mineras se observa un modelo urbano similar. Al respecto, podemos conformar el siguiente patrón de asentamiento: el centro del poblado lo presiden y articulan funcionalmente, las actividades mineras a través de las Cajas Reales; asimismo, los espacios monumentales del núcleo central rememoran la jerarquía del poder político y religioso. En el entorno más cercano, se sitúan las calles y los barrios ligados al comercio y los gremios, como los plateros o los sastres. En seguida y, sin alejarse de la centralidad de los espacios monumentales, el entorno de estos lugares deja ver las raíces de su fundación, es decir, el paisaje se enriquece con las bocaminas, las haciendas de beneficio y los talleres de maestranza, todos ellos, circundando al poblamiento, y realzando los cerros y las laderas. Ya en la proximidad de las vetas - en el caso de Potosí - y de las zonas agrícolas periféricas - en el caso de San Luis -, se ubican separados del centro, los pueblos de indios que surten la mano de obra minera, los oficios y las artesanías [15].

Las trazas históricas


En la relación permanente y dinámica del hombre con su espacio, existe quizá una rivalidad constante de su entorno inmediato y el universo, así como en los que se proyectó y finalmente construyó. Por ello no debemos alejarnos de toda referencia histórica sobre las simples o complejas formas geométricas del plano de una ciudad o poblado; no obstante cabe aclarar, que el espacio histórico como él de los dos lugares que estudiamos, ha trascendido a su inicial concepto geométrico. Por lo anterior, debemos en primera instancia reconocer y definir los conceptos geométricos que identifican a esas antiguas villas novohispana y andina; y en consecuencia, descubrir el modelo -en caso de existir-, o diseño del espacio, que ambas fundaciones tuvieron al momento de su asentamiento formal. "La dicotomía social de Potosí -entre españoles e indígenas-, se evidencia en la estructura urbana, que en el sector indígena refleja la disposición de las doctrinas y, sólo en el núcleo central, responde a los ideales del trazado octogonal propio de las Leyes de Indias. Cabe anotar, sin embargo, que tanto la trama urbana como la social tienen una fuerte interrelación con el quehacer minero y la tecnología hidráulica que los sustentaron" [16].



Imagen 1. Cuadro: Villa Imperial de Potosí.
Pintura ubicada en el Museo Nacional de Historia de Bolivia.

Al respecto, podemos apreciar una organización urbanística central de Potosí, bajo el esquema de damero, es decir una cuadrícula con calles orientadas norte - sur y sur - norte, y la prominencia de un núcleo central que albergaba la representación del poder civil y religioso [17]. Por otro lado, con el aumento de la explotación del mineral de Potosí, los trabajadores del lugar, se vieron obligados por parte de los azogueros, al transporte del material para su molienda a lugares provistos de agua; los cuales, en los primeros años de la fundación, se encontraban a una considerable distancia de la ciudad. Por lo tanto, la lejanía y las dificultades de ese transporte, provocaron la intervención de Toledo, quien ordenó construir represas en la cordillera cercana; ésta presentaba quebradas vertientes que facilitaron la recolección del agua originada en los deshielos de la sierra. En consecuencia, los españoles avecindados en la villa, crearon una red de embalses y conductos para facilitar el encauzamiento del agua [18]. Asimismo, el virrey Toledo mandó construir en su administración dieciocho represas, aunque para finales del siglo XVIII, la cantidad llegó hasta veintisiete. A partir de dichas obras, el agua proveniente de las lagunas, o represas, fue canalizada a través de un río artificial llamado "la Ribera" [19], nombre que se le dio por correr al pie del cerro, circundando algunas de sus orillas. Su curso se orientaba de Este a Oeste y servía, incluso, para dividir la población, es decir, al pie del cerro vivían los mitayos indios y al otro lado del río la población española, criolla y mestiza, además de los esclavos negros.

Ambos sectores se unieron mediante puentes y, en las dos márgenes de la ribera, se construyeron lugares para trabajar el mineral, que recibieron el nombre de ingenios (en la Nueva España, se les conoce como haciendas de beneficio), los cuales, en tiempos de esplendor y riqueza mineral, llegaron a un número total de ciento treinta y dos; según el cronista Luis Capoche, es en el año de 1545 cuando el sistema de ingenios llegó a su apogeo, y en su descripción los ubica de la siguiente forma: cuatro construidos cerca de la laguna de Tabaco Nuño; nueve desde la laguna de San Sebastián, hasta el inicio de la villa; diecisiete en el área urbana de Potosí; tres en el camino a Tarapayá; veintitrés en Tarapayá y, otros treinta cerca de Tarapayá [20].

Hacia el año de 1598, la Villa Imperial de Potosí alcanza las características urbanas que apreciamos en la pintura de la época, es decir, cuenta con una estructura central ordenada en una cuadrícula simple y, se rodean a este núcleo español, los asentamientos indígenas, con un total de diez parroquias construidas y otras tres en proceso de construcción; asimismo, sobresalen en el paisaje potosino, el centenar de ingenios y la extraordinaria infraestructura edificada para la conducción del agua [21]. Por último y, contemplando el conjunto total de esta industrial villa virreinal, podemos apreciar que las formas y los desplantes de los ingenios y pueblos indígenas, contrastan en su trazado, con las líneas rectas y perpendiculares de las manzanas cuadriculadas del espacio central español, pero sin duda, este fenómeno de urbanística mixta, correspondió más al predominio y las características de la topografía andina, que a un propósito formal preconcebido.



Plano: Villa de San Luis Minas del Potosí.
Mapoteca Orozco y Berra del Instituto Nacional de Antropología e Historia
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En el caso de la Villa de San Luis Minas del Potosí, una ciudad que completaba un período de conformación urbana de casi cien años [22] según lo afirma el Doctor Alejandro Galván, la ciudad había consolidado su estructura urbana y arquitectónica en el siglo XVII, a partir de un orden central y el crecimiento de los siete pueblos de indios que la rodeaban; estos eran Tlaxcalilla, El Montecillo, San Sebastián, San Miguelito, San Juan de Guadalupe, Tequisquiapán y Santiago [23]. La traza urbana del poblado novohispano, respondió al esquema reticular del tipo "tablero de ajedrez"; lo anterior, con la facilidad topográfica que ofrecía el valle y que por lo mismo, no presentó dificultad alguna para ejecutarlo.

La plaza principal se dispuso en el centro del poblamiento, a sus lados se levantaron un templo y las casas reales, inicialmente el núcleo central de la ciudad, estuvo conformado por doce manzanas, cantidad que aumentó con el paso de los años y el desarrollo económico del lugar; sobre todo, a partir de la actividad minera del cerro de San Pedro. La referencia del siglo XVII para el pueblo de San Luis Potosí, es muy significativa y no por lo que pudo haber representado el caudal arrojado por las minas, sino porque en esos años, se establecieron en la villa, miembros de casi todas las órdenes religiosas más importantes de la Nueva España, entre ellos, los franciscanos, agustinos, jesuitas, juaninos y mercedarios, y se erigió el primer santuario de Guadalupe, primero en el virreinato novohispano dedicado a la Virgen de Guadalupe. Para 1628 se estableció La Real Caja y en el año de 1656, el pueblo de San Luis adquirió la a categoría de ciudad [24].

Epílogo

Aun cuando este ensayo se originó con el propósito de conocer las similitudes y diferencias, que pueden relacionar a dos de los más importantes poblados mineros de la América española: La Villa Imperial de Potosí y la Villa de San Luis Minas del Potosí; lo cierto es que la información consultada, nos puede facilitar el encuentro de elementos que construyan una definición, bajo características comunes de análisis, respecto de los fenómenos de urbanización hispanoamericanos. Asimismo, la identificación de los patrones seguidos, para los procesos de ocupación y conformación de los asentamientos, que tuvieron como advocación principal a la minería, son los siguientes:

1.- Los asentamientos españoles en América, fueron resultado de las campañas de ocupación, pacificación y evangelización de los territorios hostiles.
2.- El descubrimiento de minerales, en los virreinatos del Perú y la Nueva España, impulsó los propósitos de establecer poblaciones que surtieran de mano de obra a la minería y sus insumos.
3.- Los asentamientos mineros fueron organizados -antes de la aparición de las ordenanzas de 1573 -, bajo la experiencia mendicante; en este sentido, se aprovechó la relación de ellos con los grupos indígenas, pero bajo la concepción cultural europea del espacio urbano.
4.- Las características formales de los reales mineros y los pueblos de indios y españoles, mostraron diferencias y similitudes; entre estas últimas, se pueden mencionar el orden central del asentamiento y la convivencia de dos dualidades: la cultural, dada por los españoles e indígenas; y la de autoridad, entre los religiosos y civiles.
5.- La influencia de los aspectos topográficos, en la conformación formal de los pueblos mineros, resultó evidente; por un lado, estaban aquellos poblados que se construyeron en la inmediatez de los yacimientos serranos, y presentaron una traza irregular; por otro lado, aquellos lugares que se desarrollaron en los valles cercanos, bajo una traza regular.

Notas

1. Elorrieta, Fernando, "El Valle Sagrado de los Incas: Mitos y Símbolos", Cuzco: S. I. 1966.
2. La construcción de monasterios o conventos, pudo realizarse hasta después de que la población se hubo convertido a la nueva religión. Antes, los monjes estaban ocupados en la predicación y tratando de cubrir el máximo territorio posible para la difusión de la religión. La afirmación, sin embargo, debe interpretarse con cuidado. Ya que según el Dr. Chanfón, la población del altiplano de Anáhuac era nómada y Valadés tuvo experiencias variadas predicando a los chichimecas de la frontera de Mesoamérica y, este pasaje o bien, está generalizando sus experiencias fronterizas sin suficiente precisión, o se está refiriendo a asentamientos de tipo dispersos, pero no de nómadas. En Chanfón Olmos, Carlos, "Arquitectura del siglo XVI", México: UNAM, colección de arquitectura, número seis, 1994, pp. 091-117.
3. Por lo general los religiosos no apetecieron estas responsabilidades, antes trataron de liberarse de las mismas, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVI, cuando la Corona fue cercenando su autoridad sobre los indios. En Rubio Mañé, Ignacio, "El virreinato", México: FCE, vol. II, 1992.
4. Munizaga Vigil, Gustavo, "Las ciudades y su historia: una aproximación", Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile, 1999, (243p).
5. Incluso aún con el surgimiento de pugnas entre la autoridad civil y religiosa, la Corona adopta el método misionero de crear asentamientos en base a la congregación de indios, en un determinado lugar, procurando su cercanía a zonas como las agrícolas o mineras. En Kubler, George. "urbanismo, en Arquitectura mexicana del siglo XVI", México: FCE, 1992, pp.73-107.
6. Ídem. Después de la avanzada religiosa y militar, se levantaba una cruz en el sitio que se consideraba mejor ubicado, se procedía entonces a un trazo inicial de calles con un criterio simple de orientarlas norte - sur, y oriente - poniente. En el centro se generaba un espacio abierto, y en torno a él se decidía la ubicación de una capilla provisional. Por último venía la asignación de áreas para quienes componían el poblamiento.
7. En el caso de la Villa de San Luis Minas del Potosí, se puede afirmar que después de dos siglos y para finales del siglo XVIII, la ciudad de San Luis Potosí esta territorialmente consolidada, ya que al menos, tienen una conformación central y una periferia constituida por barrios; la primera con población de orígenes español y criollo y la segunda, con origen indígena y de castas. En Montejano y Aguiñaga, Rafael, "Urbanística, en Centenario del ferrocarril en San Luis Potosí", México: AHESLP, 1991. Y Moreno Carlos, Ramón, "El entorno construido a partir de la introducción del ferrocarril Central. Estudio comparativo entre los poblados de Alaquines y Cárdenas en el estado de San Luis Potosí", 1880 - 1904. México, Tesis para obtener el grado de Maestría, El Colegio de San Luis, A. C., 2002.
8. Para el caso de la Villa Imperial de Potosí, Teresa Gisbert manifiesta que a través de un plano del Siglo XVI, se puede apreciar una ciudad del Potosí con las poblaciones indígena y española divididas; el espacio que ocupaban los indios, pese al hacinamiento, rebasa del 60% de la ciudad; cuando se construyó la ribera se aprovechó para separar la población india de la española, generándose la construcción posterior de 14 parroquias al norte de la ribera y 2 en las alturas del camino a Chuquisaca, en el área indígena y dos al sur de la plaza mayor, dentro del poblado español. Estas parroquias, en el poblado indígena, generaron el crecimiento de barrios, con una estructura y organización semejante a la de los pueblos reducidos, es decir, con sus propios alcaldes en un régimen similar al de las doctrinas. Los barrios se ordenaban por callejones, y las casas se estructuraron con una planta cuadrada hasta comienzos del siglo XVII; los barrios sirvieron también para agrupar a los indígenas según su procedencia, y tuvieron los siguientes nombres: San Sebastián, San Martín, San Benito, Santa Bárbara, San Pedro, Concepción, San Cristóbal, San Francisco, San Bernardo, San Lorenzo, Copacabana, San Juan, San Pablo y Santiago. En Gisbert, Teresa y de Mesa José, "Arquitectura Andina": 1530-1830. Bolivia: Embajada de España, Imprenta Don Bosco, 1997, (432p).
Para el caso de San Luis Potosí, Alejandro Galván menciona que La ciudad de San Luis, se identificó estrictamente - hasta la primera mitad del siglo XIX -, con los elementos tradicionales de las trazas urbanas novohispanas, es decir, su parte central presentaba una plaza flanqueada por las residencias del poder político, la Iglesia católica y los personajes adinerados. Asimismo, las manzanas se ordenaron en damero, o lo que podría entenderse como una cuadrícula regular o tablero de ajedrez. Esta estructura urbana, presentaba también a los elementos que caracterizaron el ordenamiento territorial y los privilegios de la propiedad rústica y urbana, durante la época virreinal, entre otros: la acumulación de grandes extensiones en manos del clero regular y los terratenientes españoles; la conformación de huertas y haciendas de beneficio que ocupaban los mejores y más amplios espacios urbanos; así como, la definición de los límites al crecimiento de las áreas habitacionales y productivas, a partir de la conveniencia de la Iglesia y los hacendados, incluso con la aceptación, o por lo menos anuencia, del poder político. En Galván Arellano, Alejandro, "La ciudad de San Luis Potosí en el siglo XVII", México: Tesis para el grado de Doctor en Arquitectura, UNAM - Facultad de Arquitectura, 1998.
9. Un estudio importante que identifica los elementos más comunes de la estructura urbana novohispana, es de Carlos Arvizú, quien los enlista de la siguiente forma: la traza urbana, el esqueleto urbano, la plaza mayor, las plazas secundarias, las plazoletas, los templos, los conventos, las casas reales, los barrios y otro tipo de elementos de infraestructura como fuentes, puentes y acueductos. En Arvizu García, Carlos. "Urbanismo novohispano en el siglo XVI", en Estudios sobre urbanismo iberoamericano, siglos XVI al XVIII, España: Consejería de Cultura - Junta de Andalucía, 1990, pp. 181-224.
10. Ídem. Dos tipos de centros urbanos albergaron a la sociedad novohispana: las ciudades españolas y los pueblos de indios. Esta separación entre ambos grupos raciales no obedeció a criterios de la segregación racial: el principio promovido por los mendicantes, tenía más bien como objetivo proteger al indio de la explotación europea. Este principio se aplicó en la práctica en forma muy relativa. Las ciudades destinadas a la habitación exclusiva de la población española nunca existieron en la Nueva España: siempre fueron centros de población mixta.
11. A partir de esas ideas, hubo una ideología del mundo como centro del universo y por ende, las ciudades principales europeas eran desarrolladas desde esa concepción; es decir, su traza histórica obedeció tanto a la necesidad de adecuarse al entorno geográfico, como a la jerarquía que el núcleo del poder principal religioso -monárquico (monasterios -castillos), tenía sobre los otros conglomerados (feudos -villas). Este modelo urbano era ajustado a las características de cada ciudad, incluso, estaba marcado por las influencias de sus habitantes, propios o extraños; tal era el caso de la influencia mora en los reinos españoles. En Chanfón, op. cit. pp. 091-117.
12. Reales ordenanzas expedidas por Felipe II, en San Lorenzo del Escorial, el 3 de mayo de 1573.
13. Las políticas seguidas por los españoles en el proceso de conquista y colonización de la Nueva España incluyeron en todos los casos a la población indígena. Distintas acciones urbanas estuvieron diseñadas específicamente para el control de los naturales a fin de imponer los sistemas municipales castellanos. Podemos distinguir tres tipos de pueblos de indios: El primer tipo engloba a los pueblos cuya existencia deriva de la política establecida por los españoles para la concentración de la población indígena; el segundo, abarca a los pueblos anteriores a la conquista que permanecieron en su misma localización, conservando algunos rasgos característicos sobre los cuales se impusieron elementos de nueva acuñación para los indígenas, particularmente el templo. La cantidad de pueblos de estos dos tipos es muy numerosa. El tercer tipo lo constituyen los pueblos fundados inicialmente como pueblos de indios en los que se sumaron posteriormente españoles. En Arvizu, op. cit., pp. 181-224.
14. Kubler, op. cit., pp.73-107.
15. Sariego Rodríguez, Juan Luis. "La huella de la minería en el territorio", en Estudios demográficos y urbanos, México: COLMEX, 1996, pp. 327-337.
16. Gisbert, op. cit., (432p)
17. Con la llegada del Virrey Francisco de Toledo, en 1572, se da comienzo a la reorganización urbanística del poblado, aunque esta sólo pudo lograrse en su parte central, la cual fue trazada en damero, permaneciendo el resto del asentamiento con una traza irregular y correspondiente al requerimiento del trabajo minero. En Fernández, Teodoro y Pérez de Arce Rodrigo, "Bolivia, apuntes de un viaje". Santiago de Chile, s. i., 1974.
18. Gisbert, op. cit., (432p)
19. "La Ribera", también fue mandada construir por el virrey Toledo, y para ello, se narra que fue necesario hacer una zanga toda de cal y canto, de 10 varas de ancho y 1 legua de largo, es decir, más de 8 metros por 5 kilómetros y medio, aproximadamente. En De Orsúa Arzáns y Vela Bartolomé, "Historia de la villa imperial de Potosí", USA: Lewis Hanke y Gunnar Mendoza - Brown University Press, 1965. (3vols.).
20. Gisbert, op. cit., (432p)
21. Fernández, op. cit.
22. Hacia 1585 pequeños grupos indígenas pacificados y evangelizados formaron pequeños pueblos en el valle que hoy ocupa la capital del estado. El descubrimiento de las minas de cerro de San Pedro y la falta de agua suficiente en ese lugar, motivó que el capitán Miguel Caldera y don Juan de Oñate fundaran el pueblo de San Luis de Mexquitique y Minas del Potosí junto a los poblados indígenas, el 3 de noviembre de 1592. Sesenta años más tarde obtiene el título de ciudad. En Monroy Castillo, María Isabel y Tomás Calvillo Unna. "La incógnita de los mil rostros", en Breve historia de San Luis Potosí, Recuperado de http://biblioteca-digital.ilce.edu.mx/sites/estados/libros/sanluis/html/sec_6.html.
23. A principios del siglo XVII, Leonel de Cervantes inició la construcción de las casas reales y de la cárcel. Para ello, se impuso contribución sobre la carne, vino, maíz y harina que entrase al pueblo; en cambio, no se autorizó que se gravara la plata. La iglesia mayor del pueblo de San Luis se terminó en 1609; en este mismo año sólo había en el pueblo un reloj de sol, por el que medían sus actividades los habitantes del lugar. Los jesuitas, al poco tiempo de llegar, recibieron de Juan de Zavala Fanárraga las casas que habían sido la morada de su tío Juan de Zavala. Al principio, ejercieron su ministerio en la parroquia, pero poco después comenzaron a hacerlo en la ermita de la Santa Veracruz que les cedieron los vecinos, cesión que fue confirmada por el obispo de Michoacán en 1625. El convento de la Merced se comenzó en 1626 y no puede considerarse como fundación definitiva sino hasta 10 años después, por no haber tenido todas las licencias correspondientes y enfrentar la oposición de franciscanos y agustinos, a pesar de las numerosas donaciones de los vecinos del pueblo. El pueblo y las minas de San Luis Potosí se convirtieron en la ciudad de San Luis Potosí por un decreto emitido en 1656. Su Cabildo estuvo compuesto por un alcalde, un provincial de la Santa Hermandad, un depositario general, un alguacil mayor y seis regidores. El principal y reconocido sostén de la ciudad de San Luis Potosí fue la minería. Por esta razón, en 1686 el alcalde mayor mandó que la ciudad gozara de tres leguas de territorio para todo lo que le conviniera y que todos los mineros, sus allegados, sirvientes y personas dedicadas al servicio del acarreo de metales, agua, leña y otros utensilios de la minería pudieran servirse de dichos terrenos, ya fuera para ranchear y poblar con sus muladas y caballadas o bien para cualquier otro propósito relacionado con la minería. Dentro de las tres leguas, ninguna otra persona podría poblar con sus ganados mayores, ni menores ni pretender su propiedad. El reclamo al derecho de estos privilegios, drásticamente disminuidos, fue una de las principales causas de los llamados Tumultos del Cerro de San Pedro, casi un siglo después. La ciudad de San Luis sufrió varias inundaciones durante el siglo XVII (en 1672, 1681, 1688), por lo que se mandó abrir una zanja de 2 000 varas de largo por seis de ancho y hasta dos y medio de profundidad en algunos trechos, para proteger a la ciudad de las avenidas de agua que bajan de la sierra suroccidental y que amenazaban destruirla. San Luis tendría entonces alrededor de 2 000 personas y 24 000 en toda su jurisdicción. En Galván op. cit.
24. Monroy, op. cit.

Imágenes y fotografías: Cortesía del autor.


Bibliografía

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Ramón Moreno Carlos