Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


Poética espacial de la catedral gótica

María Elena Hernández Álvarez

I


Fotografía 1.

El mundo no se terminó en el año mil, como había predestinado el mundo cristiano de la Europa occidental; el hombre entonces más que nunca anheló una religión ya no con un Dios justiciero y aterrorizante sino con un Padre omnipotente e infinitamente misericordioso. La arquitectura posmilenarista fue fiel discurso de este pensamiento, el edificio románico llegó a su agotamiento conceptual en donde sus excesos y pesantez no expresaron ya el alma del cristianismo de los albores del segundo mileno. San Bernardo de Claraval y el astuto Abad Suger, a quienes se les atribuye principalmente la paternidad conceptual del gótico, comprendieron bien su tiempo y concibieron el espacio religioso como aquel en el cual el hombre huyese de lo terrenal para estar "enseguida" en el espacio de Dios, en la nueva ciudad celeste de la tierra.

Antes de continuar, cabe aclarar que este breve ensayo no se ocupa en definir el contexto o antecedentes socio-históricos en los que surge el edificio gótico, tema por más inagotable, baste señalar que las catedrales góticas de tal manera expresaron el alma colectiva y los anhelos de la sociedad de sus tiempos que en menos de ciento cincuenta años, el sembrado de edificios góticos ocupó buena parte del territorio europeo occidental; se dice que más piedras se movieron en esos tiempos que en los largos siglos de las dinastías egipcias. La catedral gótica fue ocupación de la comunidad entera de los hombres y mujeres que vivieron los siglos XII, XIII, XIV y parte del XV de nuestra era; toda actividad comunitaria estaba de una u otra manera, relacionada con la catedral.

En los espacios del edificio gótico sucedía todo: oficios religiosos, entierros, asambleas políticas bajo la presidencia del obispo, discusiones acerca del precio del grano o del ganado, cotización de los paños, etcétera. A la catedral se acudía en busca de consuelo, consejo o perdón; en sus espacios se bendecía la nueva empresa o trabajo, se realizaba la tradicional kermesse, la fiesta de los locos con su carro del triunfo de Baco, o la reunión de los alquimistas todas las semanas, el día de Saturno [1]. La catedral es la ciudad dentro de la ciudad, el núcleo intelectual y moral de la colectividad, el corazón de la actividad pública, la apoteosis del pensamiento, del saber y del arte. Se acepta por todo esto que la catedral gótica fue una de las tres obras enciclopédicas que produjo la humanidad hasta el renacimiento: la Suma Teológica de Santo Tomás, la Divina Comedia de Dante y la Catedral Gótica.

II


Fotografía 2.

Sugerimos un giro que nos acerca a la comprensión de la idea "poética espacial" en el edificio gótico. Dice Platón que todas las artes y los oficios son en esencia poesía; así, hagamos una analogía entre la arquitectura y la poesía llamando poema al edificio construido, poeta al arquitecto y Poesía a lo que en sí es Arquitectura. La arquitectura es poesía experiencial que exige para su comprensión que su contemplador o habitador se entregue fenomenológicamente a ella. Conozcamos un poco más de esta idea en la voz de Ortega y Gasset: "Yo soy un hombre español, es decir, un hombre sin imaginación. El arte español, es realista...el pensamiento español, es realista (…) La poesía española, la épica castiza, se atiene a la realidad histórica (…) soy un hombre que quiere ante todo ver y tocar las cosas y que no se place imaginándolas: soy un hombre sin imaginación. Y lo peor es que el otro día entré en una Catedral Gótica...Yo no sabía que dentro de una Catedral Gótica habita siempre un torbellino; ello es que apenas puse el pie en el interior fui arrebatado de mi propia pesantez sobre la tierra. Y todo esto vino sobre mí rapidísimamente".

Puedo dar un detalle más común a aquella algarabía, a aquel pandemónium movilizado, a aquella realidad semoviente y agresiva [y ya fuera de la catedral, se sentó a contemplarla a ya recordar lo que había vivido dentro de ella] -había mirado hacia arriba, allá, a lo altísimo, curioso de conocer el acontecimiento supremo que me era anunciado, y había visto los nervios de los pilares lanzarse hacia lo sublime con una decisión de suicidas, y en el camino trabarse con otros, atravesarlos, enlazarlos y continuar más allá sin reposo, sin miramiento, arriba, arriba, sin acabar nunca de concretarse; arriba, arriba, hasta perderse en una confusión última que se parecería a una nada donde se hallara fermentando todo. A esto atribuyo haber perdido la serenidad [2].


En el espacio gótico se vive la inmensidad experiencia que no se entiende con la razón, pero que es comprensible por la intuición. Según Bachelard, la inmensidad es una categoría del ensueño el cual, por inclinación innata, puede contemplar la grandeza determinando un estado del alma que pone al ensoñador fuera del mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo del infinito, de Dios. El mundo es grande, pero en nosotros es profundo como el mar [3]. La inmensidad está en nosotros, no circunscrita en la esfera de lo cognitivo, pero abarcándola también, adherida a una especie de expansión del ser que, desafortunadamente, la cotidianeidad de la vida y la prudencia reprimen. La inmensidad es el movimiento del hombre inmóvil.

Y es éste territorio interior en el que verdaderamente se llega a comprender el verdadero significado de, por ejemplo, la inmensidad del océano, de un bosque o de una Catedral Gótica. Toda esa inmensidad, ese infinito cabe en nuestra alma; por las puertas de la Poesía nos apropiamos de un instante eterno. Pierre Albert-Birot dice al respecto: ..."Y me hago de un plumazo, dueño del mundo, hombre ilimitado" [4]. La inmensidad del bosque, por ejemplo, la entendemos cuando hablamos de su espacio infinitamente prolongado más allá del velo de sus troncos y de sus hojas, espacio velado para los ojos, pero transparente a la visión, bosque sagrado, inmediatamente sagrado. La inmensidad íntima gótica se comprende cuando el alma se apropia de su espacio y se deja envolver intuitivamente por él. El poema opera en su contemplador y borra fronteras físico temporales para, en términos bachelardianos, permitir que la pluma del escritor pertenezca en ese instante al lector.

La inmensidad es un tema poético inagotable. Para Baudelaire la inmensidad es una conquista de la intimidad: la inmensidad es una dimensión íntima, es una de esas impresiones felices que casi todos los hombres imaginativos han conocido gracias a los sueños, mientras dormían; es sentirse liberado de los lazos de la gravedad, preso de una amplia luz difusa... en la inmensidad, sin más decorado que ella misma [5]. La grandeza progresa en el mundo a medida que la intimidad se profundiza. Cuando el hombre vive la inmensidad en su intimidad entonces se ve liberado de sus preocupaciones, de sus pensamientos y ya no es prisionero de su propio ser y se apropia entonces de una totalidad; la intimidad es: el rincón de la inmanencia subjetiva, es el fuero en el que cada yo singular, único e irrepetible se protege, secreto, para sí.

La intimidad es como el lado oculto de la luna, es invisible desde fuera, la intimidad, desde la exterioridad, es apenas una sospecha, misteriosa pero fascinante. Se esconde en el fondo de la vida interior, sin embargo es transparente, en ella habita el alma y es puente y vínculo con la eternidad. Lo íntimo es todo aquello que le acontece a un individuo que lo vive como algo profundo, que le atañe, lo marca, le incide, le importa, lo compromete, le concierne. Lo íntimo es un tesoro escondido. Lo íntimo jamás es indiferente, sino por el contrario, se padece o se goza intensamente, en secreto. Lo íntimo se acurruca en el espacio de un nido protector. La intimidad es arquitectura imaginaria en la que cabe la totalidad. Es el oído que escucha las resonancias universales. Es el punto vital en que se recibe la exterioridad exterior, transmutada en exterioridad vivida, para ser interioridad recogida. En la intimidad es en donde se siente la más sublime desmesura, y el absoluto despojamiento del que puede fluir la eternidad. En lo íntimo se gana la más pura pobreza de espíritu, el desierto interior. En la intimidad está la vibración cósmica eterna, en cuyo aletear se sostiene anonadada el alma, suspendida, temblando al unísono en la armonía universal. [6]

En la intimidad se genera el primer plano del trasfondo de una obra de arte, ese primer plano que roba una chispa de vida a la eternidad, una gota que será manantial, que recorre los estratos de un trasfondo y emerge en esta realidad geotemporal como lo que quiere ser llevándose también en este recorrido ello a nuestra alma. Así emergió el edificio gótico, desde los territorios de la intimidad

III



Fotografía 3.

La Catedral Gótica fue la "casa universal"; toda la actividad de la comunidad de sus tiempos estuvo relacionada con ella, según Bachelard, frente a la hostilidad, frente a las formas animales de la tempestad, los valores de protección y de resistencia de la casa se trasponen en valores humanos. La casa es un instrumento para enfrentar al cosmos. En la casa habita el hombre, lo remodela, lo protege o también lo agrede. En ella el hombre gesta sus neurosis y sus amores; la casa es para él refugio y fortaleza; es espacio de consuelo y de intimidad. La casa es, literalmente, la madre; y como ella, la casa abre sus brazos, protege y resiste la tempestad: La casa, ante la tempestad, se estrechó contra mí como una loba, y por momentos sentía su aroma descender maternalmente hasta mi corazón, aquella noche fue verdaderamente mi madre. Sólo la tuve a ella para guardarme y sostenerme, estábamos solos [7].

La Catedral Gótica es una gran casa universal en la que todos los hijos de Dios son acogidos, protegidos, restaurados y conducidos hacia un mismo fin, es su baluarte de valor mediante el cual aprenderá a vencer el miedo. Esta casa universal, por lo tanto, cumple una importante función educadora. Frente al mundo, la casa adquiere las energías físicas y morales de una madre amorosa, acogedora, fuerte, es decir de una matriz; la Catedral Gótica cumple con esta función colectivamente. En su exuberante lenguaje, toda palabra de espacio y piedra contribuye a esta función; así por ejemplo, las gárgolas monstruosas, estratégicamente ubicadas en las esquinas de la catedral, eran simbólicamente los soldados defensores protectores de la misma casa gótica que atacaban y que a la vez defendían del mal al espacio interior de la catedral; también la catedral es el guardián secular del patrimonio ancestral. La casa gótica en su inmensidad íntima, en su función educadora y protectora tiene también a todo el cielo por terraza. Desde ella se llegará a la dulce promesa de la vida eterna, en ella el hombre nunca envejecerá porque en ella siempre se es hijo. La catedral es el refugio hospitalario de todos los infortunios, es por lo tanto La Casa Universal, la madre que acoge, protege, alegra, consuela a todos los hijos cristianos y aún los paganos [8]. Es el espacio católico, es decir universal, por excelencia; católicos y no católicos, son bienvenidos para formar teóricamente una sola familia [9].

IV

Dice Baudelaire que todas las artes se corresponden y que todo color, brillo o sonido son palabras de un mismo lenguaje común. Para comprender al edificio gótico, y en general a la arquitectura, como poema espacial sugerimos considerar cada uno de sus elementos compositivos como "palabras de espacio, luz o piedra" que escriben en perfecta armonía el todo y lo particular [10] el edificio gótico. A continuación tomamos algunas de estas palabras-elementos. El primer elemento a destacar es la luz [11]. El abad de Saint Denis, Suger, siempre se fascinó por el intrincado simbolismo de la luz, el cual identifica con la metafísica neoplatónica que Dionisio, el Areopagita, había impregnado en la teología cristiana de los primeros siglos. Dionisio fue particularmente influenciado por el evangelio de San Juan. En las catedrales góticas los vitrales de cristal esmaltado, solamente resplandecían bajo la luz directa del sol engendrando así, una nueva iluminación cromática maravillosa; la lux nova, término con el que Suger se refería a Cristo. La interpretación de la luz como símbolo de Dios permanecería viva, gracias también a San Agustín, por más de un milenio. Por otro lado, Dionisio había impresionado fuertemente a Suger quien trataría de materializar una teología dionisiana en Saint Denis. Este nuevo énfasis en la luz es lo que distingue principalmente, formal y teológicamente, a la arquitectura gótica de su antecesora románica. La luz que penetra el espacio gótico no era una luz corriente, agradable o únicamente funcional sino que estaba totalmente referida a la "Nueva Jerusalén":

Y yo vi la ciudad sagrada, nueva Jerusalén, bajando del cielo desde Dios... teniendo a la gloria de Dios: Su luz era como la de la piedra más preciosa, como si fuera una piedra de jaspe [12]. Otro elemento simbólico esencial en el edificio gótico es la dimensión sin precedente de la altura de sus espacios. En lenguaje plástico y espacial, las catedrales son la figuración simbólica y la equivalencia aritmética de la Escritura [13]. La catedral gótica es la proyección de un sueño de perfección moral [14], ciudadela del Bien erizada de torres, sitiada por las fuerzas del mal pero desafiándolas inexpugnablemente, altiva, inaccesible a todo lo que se arrastra por el suelo, siempre buscando la ascensión a los cielos. Las catedrales góticas emplean todos los recursos tecnológicos para alcanzar la mayor altura posible, para tocar simbólicamente al cielo.

La Catedral Gótica es también una "caja de resonancia". Siete veces al día, desde las primeras luces del alba hasta la caída de las tinieblas y una vez en medio de la noche, la comunidad se reunía en la catedral para la oración proferida a plena voz; una oración comunitaria que se fundía maravillosamente en los elevadísimos espacios góticos. La Catedral Gótica es la caja de resonancia que traslada la voz comunitaria a los espacios angelicales. El soporte musical sirve para acordar las armonías cósmicas, es decir, la razón de Dios, a las palabras de los hombres y confundirlas con las palabras de los ángeles, cuyo coro llena la ciudad celeste. En cuanto a su disposición en planta, los ejes compositivos tenían sus reglas muy definidas, resultado del simbolismo al que debían corresponder. La "perfecta" ratio 1:2 de San Agustín controla el alzado y la planta. De esta manera las relaciones entre la longitud total de la iglesia con la anchura del transepto, la anchura del transepto con su longitud, la anchura de las naves laterales con la central, deben corresponder a la mencionada regla agustiniana. Partiendo del mismo concepto, las crujías de las naves laterales son de igual longitud y altura. La forma tradicional basilical de la planta había pasado en el románico a la forma cruciforme. Esta forma, simbólicamente fue continuada.

La orientación de las catedrales es siempre al Levante, es decir, al punto en el oriente en el que se disipan las tinieblas al amanecer, de la misma manera que Cristo nos ilumina después de las tinieblas. El poniente hacía resplandecer maravillosamente, como piedras de jaspe, a los vitrales dando con esto una esperanza al fiel que se prepara para la próxima entrada a las tinieblas. La orientación permitió el manejo simbólico de la luz y los vitrales se encargaron de llenar de belleza al luminoso mensaje. Las formas circulares de las bóvedas góticas al unirse a los elevadísimos muros hablan el lenguaje que San Bernardo quería comunicar: elevarnos desde los fondos de la tierra hasta la redondez infinita celestial.

V


Fotografía 4.

La Catedral Gótica es un perfecto poema sinfónico en el que nada sobra y nada falta, que eleva hacia el cielo sonidos, brillos y colores y anhelos en la armónica simbología de sus torres. Su lenguaje plástico formal es la metáfora de un ser humano arrodillado con las manos hacia el cielo, implorando a Dios. Y dentro de ella, en su inmensa intimidad, como dentro de nosotros mismos, está la Belleza y la respuesta al Bien y al Mal. Las altísimas torres góticas y las "celestes" bóvedas nervadas imponentes actúan como gigantescos "súper yo" en la moral del hombre común. ¿Quién en esos tiempos no se impactaría al entrar en una Catedral Gótica y experienciar ese enciclopédico espacio? Sus pecados, sus culpas y sus instintos actuaban como eficaces perseguidores que conmovían o aterrorizaban al hombre. Este pequeñísimo ser humano buscaría entonces al cordero de Dios para borrar los pecados de este mundo: Agnus Dei qui tollis pecata mundi. Los enormes vitrales eran para el hombre ventanas a la eternidad, esperanza de que no todo se había perdido por culpa del pecado original; la bellísima luz del rosetón gótico ilumina el alma conmovida y allá, en las alturas, un Dios indulgente mira compasiva y dulcemente al hombre arrodillado con las manos en alto -como las torres de la catedral- pidiendo clemencia.


Notas

1. Fulcanelli, "El Misterio de las Catedrales", Barcelona: Plaza & Janes, 1975, p.47.
2. Ortega y Gasset, J., "La deshumanización del arte", Madrid: Revista de Occidente, 1960, pp. 101 - 103
3. Bachelard, "La poética del espacio", México: FCE, 1975, p. 220.
4. Bachelard, op. cit., p. 222
5. Bachelard, op. cit., p. 232.
6. Lapoujade, María Noella, "Conferencia Magistral en el coloquio Espacios Imaginarios", México: UNAM, 1998.
7. Bachelard, op.cit., p. 77
8. El enemigo de la catedral y de la Iglesia católica misma, no eran los paganos, de hecho, están presentes en la catedral numerosos testimonios paganos. El verdadero enemigo de la Catedral Gótica y del catolicismo en sí eran las acechanzas del demonio; contra ellas estarán encaminadas todas las luchas del papa. Las mismas gárgolas son un espejo de esto. La Inquisición, en años posteriores será una poderosa herramienta de exterminio para todo aquello que fuese considerado herejía. Los paganos no representaban para la Iglesia igual peligro y en la mayoría de los casos eran considerados como católicos aún no conversos.
9. Es interesante la altiva fantasía de los constructores que decidieron construir la catedral de Notre Dame de París; en sus 5 955 m2 construidos pueden estar nueve mil fieles. Milán tiene 11 300 m2, que albergarían de sobra a toda la población de su tiempo. Y todo esto nos habla de que en efecto, la catedral era la Casa de todos.
10. Recordemos que el arte medieval es un arte de símbolos que corresponde con la necesidad de la Iglesia de construir un lenguaje cohesionador enciclopédico.
11. Paradójicamente, la luz es la "no piedra", lo más ligero, transparente y luminoso.
12. Spiro Kostof, "Historia de la Arquitectura", Madrid: Alianza Editorial, 2005, p. 577.
13. Duby, G., "San Bernardo y el Arte Cisterciense", México: FCE, 1981, p 81.
14. Duby, op. cit., p. 83.

Imágenes y fotografías: Cortesía del autor.


Bibliografía

Bachelard, "La poética del espacio", México: FCE, 1975.
Duby, G., "San Bernardo y el Arte Cisterciense", México: FCE, 1981.
Fulcanelli, "El Misterio de las Catedrales", Barcelona: Plaza & Janes, 1975.
Lapoujade, María Noella, "Conferencia Magistral en el coloquio Espacios Imaginarios", México: UNAM, 1998.
Ortega y Gasset, J., "La deshumanización del arte", Madrid: Revista de Occidente, 1960.
Spiro Kostof, "Historia de la Arquitectura", Madrid: Alianza Editorial, 2005.

María Elena Hernández Álvarez