Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

Recomendaciones para la presentación de artículos y/o ensayos.


Reflexión sobre el tema del espacio en la filosofía y la teología


María Teresa Porcile Santiso

La arcilla se utiliza para modelar cántaros,
pero el uso que a éstos pueda dársele,
dependerá de su espacio interior.
Sin puerta y sin ventana no se hablará de cuarto, habitación.
Aquí también es el espacio el que hace posible habitar.
Tao Te King

Es posible llegar a descubrir una antropología simbólica del espacio interior constitutivo que toda mujer lleva en su cuerpo. Para comprender el alcance de este modelo antropológico, es conveniente resituar el tema del espacio en relación con la filosofía. Las implicaciones del tema del espacio en relación con la mujer se manifiestan mejor al recordar lo que significa el espacio en sí. Dice Walter Brugger:

Entiéndase ordinariamente por espacio (spatium) un vacío extenso en el que los cuerpos se hallan, por decirlo así, como en un receptáculo. El espacio guarda, pues, relación con la extensión de los reales, pero no coincide con ella. Sigue existiendo (al menos para nuestra representación) aunque no contenga ningún cuerpo real. El espacio carente de todo ente corpóreo se denomina espacio vacío o vacío (vacuum). El espacio sin más, llamado también absoluto, se lo concibe como un receptáculo sin fin ni límites, inmóvil, siempre existente, en el cual está el universo (Porcile, UNAM).

En la filosofía antigua, el problema del espacio fue discutido generalmente en términos de oposición entre "lo lleno" y "lo vacío"; en cierto modo un paralelo a la oposición que existiría entre la materia y el espacio. Aristóteles concibe el espacio como "lugar", que equivaldría a un "campo" donde las cosas se particularizan. En la Edad Media, especialmente entre los escolásticos, las ideas sobre la naturaleza del espacio se siguen fundando en la filosofía antigua: se distinguen varias nociones del espacio pero, predomina la aristotélica: el espacio como lugar.

Desde una perspectiva metafísica, el problema de espacio engloba el problema más amplio de la comprensión de la estructura de la realidad y va ligado casi siempre a concepciones que vinculan el predominio de la espacialización al del racionalismo y el inmanentismo, y el de la temporalización, al del irracionalismo y el trascendentismo. Diversas tendencias filosóficas contemporáneas tienen otro punto de vista: la fenomenología, por ejemplo, niega la identificabilidad racionalista, ya que se refiere a la descripción del espacio como fenómeno; en la filosofía de Bergson se concibe el espacio como el resultado de una detención, como la inversión de un movimiento originario; Gabriel Marcel dice que hay en el propio Bergson indicios no explorados que permiten superar la oposición entre espacio y tiempo: por ejemplo, hablar de un "espacio vivido".

Hoy, psicólogos, arquitectos y ecólogos demuestran un interés especial en el tema del espacio vital, ya se perciba a través de la relación humana, de lo que el espacio en sí significa para la vida social y comunitaria, o en relación a la naturaleza. E. Hall, autor de The silent language introduce la ciencia de la proxémica, demostrando cómo el uso del espacio que hace el ser humano puede afectar las relaciones personales. Actualmente, toda una línea del pensamiento filosófico existencial es muy sensible a esta realidad del ser humano con relación al espacio y muy particularmente a la habitación cotidiana. Para Heidegger "être humain signifie habiter", el hecho de habitar es la llave que expresa la relación del ser humano con el mundo y la vida. Así como el alma habita el cuerpo, el cuerpo es el espacio-patria del alma y la matriz de todo espacio. Sobre la vivencia subjetiva del espacio, Pierre Kaufmann, profesor de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, en París Nanterre, dice:

La experiencia emocional nos pone en presencia de ciertas modificaciones del espacio perceptivo que parecen caracterizar, a través de la diversidad de situaciones y personas, a tipos bastante bien delimitados de emociones: una masa amenazante, por más que esté inmóvil, se agranda y se acerca; una fisionomía irritante nos impone, frente a frente, una distorsión caricatural; la alegría dilata al mundo y la angustia lo contrae; la vergüenza no borra los límites entre la interioridad del sujeto y la exterioridad corporal donde se expresa; la piedad nos hace sentir a la vez la proximidad de otra persona y el alejamiento, fruto de nuestra localización. Estas cualidades aparentemente nos afectan desde afuera; y sin embargo, no dudamos, al menos mientras estamos poseídos por la emoción, que signifiquen, cada uno a su modo, una de las posibilidades inmanentes de nuestra existencia (Porcile, UNAM).

La filosofía contemporánea plantea la problemática de un ser humano en situación. Es decir, el pensamiento existencialista es sensible a esta realidad del hombre en el exilio o del hombre arrojado al mundo, precisamente a la existencia. En este sentido, el espacio es visto como el lugar en el que se vive, en el cual el ser humano "habita". El existencialismo habría descubierto que después de Bergson -quien constituyera una cumbre relativamente tranquila de un temporalismo filosófico- se sentía la angustia del tiempo. El tiempo aparecía como factor capaz de corroer y destruir, como elemento desgarrador; a partir de allí, el espacio se abre como un consuelo. Otto Bollnow comienza su obra "El hombre y el espacio" con las palabras siguientes:

El carácter temporal de la existencia humana ha ocupado la filosofía de los últimos decenios tan extraordinariamente que se le puede calificar, sin más, de problema fundamental de la filosofía actual. Bergson fue seguramente el primero en formular, de modo categórico, este problema como el de la "duré", del tiempo concreto, experimentado, a diferencia del tiempo objetivo, susceptible de ser medido por un reloj. Poco después, Simmel lo transmitió a Alemania. Seguidamente, en el curso de su ontología existencial. Heidegger colocó resueltamente la interrogación acerca de la temporalidad de la existencia humana en el centro de su actividad filosófica y con ello hizo ver la cuestión en todo su alcance. Por su parte, Sartre y Merleau-Ponty asimilaron y difundieron estas líneas en Francia. Frente a ello, el problema del carácter espacial de la existencia humana, o dicho con palabras más simples, el espacio concreto experimentado y vivido por el hombre, ha estado relegado al último plano; lo cual es realmente sorprendente si se considera la interdependencia tradicional y ya casi proverbial de las cuestiones de espacio y tiempo (Porcile, UNAM). Ciertamente, para la cultura actual es urgente e inevitable dirigir la atención hacia el tema del espacio en general y a todos los niveles: desde la problemática de la ecología y el equilibrio del medio ambiente, a las posibilidades fascinantes de la conquista del espacio exterior o del espacio virtual.

Es del tema del espacio físico de donde parte toda Física de Aristóteles; del estudio del lugar, del "topos". Todas las situaciones humanas tienen que ver con el espacio: detrás y delante; arriba y abajo; izquierda y derecha. Y dentro de esta constelación, el tema del centro es fundamental; el tema de la orientación del mundo, de los puntos cardinales, de la perspectiva, del "punto de vista". A este respecto, Víctor D'Ors, filósofo español, expresa lo siguiente:

Las ciudades dormitorios, la inestabilidad del hombre, el ritmo de la aceleración del tiempo, han contribuido a hacer del ser humano de estos tiempos, en cierto modo, un ser sin centro, sin patria, en exilio. Este "ser humano" experimenta al mundo como inhumano, violento, amenazante, sobre todo a través de la presión tecnológica o la opresión demográfica, o lo hace por la crisis de habitación; en todo caso el hombre moderno parece estar en una crisis de inestabilidad axiológica y en su pensar parece estar volviéndose hacia el espacio (Porcile, UNAM).

El mundo de hoy es pródigo en desplazamientos, intercambios y comunicaciones: de allí la urgencia del tema del espacio, la necesidad de encontrar "el centro", lugar de habitación. De algún modo existe una cierta sacralidad del espacio: desde este punto de vista, el ámbito "casa-templo" esencialmente es el mismo. El tema es fundamental en la historia y en la psicología de las religiones. Para el "hombre religioso" no hay espacio homogéneo; todo espacio es factible de distinción o de ruptura, siempre hay un límite entre "espacio sagrado" (que es un espacio con significación) y el "espacio profano". Dice Barbotin:

El lugar consagrado para la manifestación o para el rito se distingue en lo sucesivo de todo el resto del espacio. Por efecto de una especie de hermenéutica instauradora (poesía, según Holderlin), este lugar es exaltado a un valor de significación radicalmente nueva; recibe una densidad ontológica superior que lo constituye en "centro", en ciertos casos, del mundo entero (Porcile, UNAM). Es evidente, pues que existen abundantes indicios de que empieza a preocupar el tema del espacio. Se toma conciencia de que el problema del tiempo y de la historia ha sido prácticamente una preocupación en Occidente, en desmedro y olvido del tema del espacio. Como lo expresa Víctor D'Ors nuevamente: "...El espacio es -contrariamente al tiempo- confidencial, amparador y estimulante; y el espacialismo restituirá la paz al pensar y luego al vivir humano" (Porcile, UNAM).

Para continuar con esta reflexión, vale la pena esbozar una primera síntesis de algunos puntos esenciales inherentes al espacio. Nos hacemos eco del pensamiento de Otto Bollnow, que lo expresa con meridiana claridad. Aún cuando haga alusiones etimológicas a la lengua alemana, ello no es obstáculo para concordar plenamente con su enfoque sobre el tema. Bollnow llega a las diez conclusiones siguientes:

1) El espacio es lo envolvente, en lo que todo tiene su sitio, su lugar, su puesto.
2) Espacio es el "margen de juego" que el hombre necesita para poder moverse libremente.
3) Espacio es, en su significación etimológica primaria, el claro creado en el bosque al despejarse un lugar para ser usado por una colonia humana. Así pues, el espacio es, en su origen, un espacio hueco.
4) Espacio es, además, el espacio no oprimente, pero fundamentalmente cerrado; no es infinito por naturaleza.
5) Incluso en el caso del "espacio libre", no se trata de una infinitud abstracta, sino de la posibilidad de un avance sin impedimentos. Así, por ejemplo, como la alondra en el aire, como la amplitud de la llanura que se extiende.
6) El espacio se convierte, pues, en el espacio de despliegue de la vida humana, que es medido según los conceptos subjetivo-relativos de estrechez y amplitud.
7) En cuanto al "quitar espacio" y "dar espacio", se trata de la rivalidad en el afán humano de despliegue. En sus necesidades de espacio los hombres chocan y tienen que repartírselo.
8) El espacio como "holgura" o "margen de juego" (Spielraum) también existe entre los objetos. Este espacio es a la vez holgura para el movimiento, es espacio intermedio entre las cosas. Sólo es espacio en cuanto está vacío, es decir, que sólo llega a la superficie de las cosas, pero no penetre en ellas.
9) El espacio es creado por el orden de los hombres y se pierde por su desorden.
10) Por lo tanto, "einräumen" (colocar) y "aufräumen" (poner en orden) son formas de organización de la esfera vital humana, en que se crea espacio para una vida útil (Porcile, UNAM).

Decíamos, pues, que el espacio es el gran olvidado en la cultura occidental actual en la que privilegia la historia y la temporalidad. Sin embargo, la urgencia de comprensión del tema es enorme; hasta el propio Heidegger, filósofo por excelencia de la temporalidad habla de la importancia del espacio para su quehacer filosófico: "Sólo el trabajo abre el ámbito de la realidad de la montaña. La marcha del trabajo permanece hundida en el acontecer del paisaje (...) al hombre de la ciudad una estadía en el campo, como se dice, a lo más lo 'estimula'. Pero la totalidad de mi trabajo está sostenida y guiada por el mundo de estas montañas y sus campesinos (...) los hombres de la ciudad se maravillan a menudo de este largo y monótono quedarse solo entre los campesinos y las montañas. Sin embargo, esto no es ningún mero quedarse solo; pero sí soledad. En verdad, en las grandes ciudades el hombre puede quedarse solo como apenas le es posible en ninguna otra parte, Pero allí nunca puede estar a solas. Pues la auténtica soledad tiene la fuerza primigenia que no nos aísla, sino que arroja la existencia humana total en la extensa vecindad de todas las cosas (...) hace poco recibí la segunda llamada a la Universidad de Berlín. En una ocasión semejante me retiro de la ciudad a mi refugio. Escucho lo que me dicen las montañas, los bosques y los cortijos" [Porcile, UNAM].

El tema del espacio en la teología también es dejado de lado. Pero, así como del mismo modo que desde el punto de vista de la filosofía el espacio supone un consuelo, una restauración de la paz y del vivir, también en la teología el redescubrimiento del sentido del espacio parece ir en el sentido de una teología sapiencial, unificante, capaz de "ubicarnos" en esa relación que nos hace vivir, habitar. Es la perspectiva de una teología capaz de unir la reflexión especulativa y académica con la ponderación y la contemplación. Si salvación tiene que ver con abrir un espacio, entonces Eva es la salvación de la humanidad ante la muerte porque ella se abre como un espacio de vida en un contexto de muerte y de exilio del "paraíso".

El filósofo francés Gastón Bachelard, en su libro sobre la poética del espacio, expresa la relación espacio y contemplación diciendo que la inmensidad del ser se agranda a través de la contemplación y que la actitud contemplativa es capaz de dar inmensidad a lo íntimo; acuña la expresión paradójica "inmensa intimidad".

Un elemento fundamental de la identidad de lo femenino y de la mujer es el espacio habitable en ella, el cual, también es un espacio de acogida en su exterior, es decir, el regazo o el abrazo, también. Si a la vez vemos la importancia del espacio en el mundo de hoy, en la reflexión filosófica, teológica y femenina parece haber una ineludible convergencia. Coinciden dos olvidos y dos intereses: el olvido del espacio y el olvido de la mujer, por un lado; y el interés por el espacio -que coincide con el interés por el tema de la mujer-, por otro.

Hoy surge un interés creciente por la espacialidad en todos los ámbitos que, además, coincide con la participación creciente de la mujer en todos los espacios del quehacer cultural, incluido el quehacer teológico. Parece haber una concentración de elementos que pueden contribuir a la construcción de un mundo "más habitable" y a una renovación del modo de reflexión teológica. En este sentido, si el espacio es una especie de llave hermenéutica de lo femenino, se tratará de utilizarla al buscar lo femenino. Por otra parte, una participación de la mujer y lo femenino en la teología tendrá ineludiblemente que dar frutos en materia de "espacio habitable" en la iglesia. Si hasta ahora la iglesia ha privilegiado el descubrimiento de las líneas de la historia de la salvación, será necesario ahora dedicar tiempo a una búsqueda de "espacios de salvación" en todos los temas o realidades a los que se aboque la teología.

Hoy que se redescubre la identidad de lo femenino, es necesario encontrarlo desde el punto de vista de la teología en Dios y en la iglesia. Si lo femenino es espacio, lo que encontraremos en Dios y en la Iglesia al encontrar lo femenino, es la dimensión del espacio. Encontraremos un "centro" un abrazo, un acogimiento, un "espacio para que realmente habite el alma humana", un hogar vivo inmensamente íntimo, puerta íntima y comunitaria a la eternidad. A todos los que, en la iglesia buscan ser, sencillamente, espacio libre para la danza del Espíritu.

Bibliografía

Porcile Santiso María Teresa, "Reflexión sobre el tema del espacio en la filosofía y la teología" Artículo publicado en la revista Académica Arquitectura y Humanidades, México: CIEP, UNAM

María Teresa Porcile Santiso