Arquitectura y Humanidades
Propuesta académica

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La Torre Eiffel: Reivindicación de la autoestima de un pueblo

Yhessy Aurora Paredes Chávez

La Torre Eiffel es a París lo que a Nueva York el Empire State. O tal vez más. La diseñó el ingeniero Gustave Eiffel para la Exposición Mundial de 1889 como una síntesis de los logros científicos y tecnológicos de aquellos días. La Torre Eiffel es una de las extasías del mundo moderno, y la insignia más representativa de París; resulta muy complicado si no imposible, imaginarse a París sin la Torre Eiffel o la Torre Eiffel sin París para ser contemplado desde lo alto de la misma. Es un lugar mágico lleno de historia, un lugar sagrado como nos comenta Cassirer Ernest, quien afirma que no hallamos cultura alguna que no esté dominada por elementos míticos y compenetrada de ellos [1].

Gustave Eiffel y su compañía fueron los emprendedores de semejante proyecto que comenzando en 1887 fue concluido en marzo de 1889, poco más de dos años después [2]. La Torre Eiffel se encuentra en el arrondissement o distrito 7 de París, a un costado del Río Sena, de frente a Trocadero y junto a Champ de Mars. La Exposición Universal de 1889 le regaló a París -y a Francia- su más conspicuo monumento: la Torre Eiffel. Muy criticada en su momento y a punto de haber sido demolida, con sus 325 m de altura, sobrevivió 40 años como el edificio más alto de la tierra, y más de un siglo como el símbolo del país galo. Es, además y por supuesto, Patrimonio de la Humanidad por UNESCO [3].

Grandes exposiciones parisienses consolidaban la economía desde la revolución. La sociedad real británica copia la idea. Henry Cole (miembro de la Sociedad de las Artes) visita en 1849 la exposición nacional francesa. A su vuelta se discute con el príncipe Albert convertir la exposición nacional en internacional [4].

El 1 de mayo de 1851 la Gran Exposición de los Trabajos de la Industria de Todas las Naciones abría sus puertas, Londres pasaba a convertirse en el primer eslabón de una cadena de exposiciones que recorrería ciudades, cruzaría océanos y, al menos por unos meses, hermanaría a las naciones del mundo. En el Hyde Park y por iniciativa del príncipe alemán Alberto de Saxe-Coburgo-Gotha, consorte de la reina Victoria, nacía la primera exposición universal; sobre 10.4 hectáreas, el mundo se mostraba a sí mismo. Pero el espíritu del evento estaba impregnado de la soberbia imperial británica, para ese entonces toda una potencia financiera, económica y en firme proceso de industrialización [5].

Desde la primera Exposición Universal, efectuada en Londres en 1851 (de la cual, lamentablemente, no queda nada ya que el famoso y audaz Palacio de Cristal fuera siniestrado en un incendio en 1936), las potencias europeas utilizaron estos eventos para dar a conocer sus adelantos científicos y artísticos y, por supuesto, como una herramienta de propaganda política. Por ello, París había organizado exposiciones universales en los años 1855, 1867 y 1878. El año de 1889 era una fecha especial para Francia, ya que se cumplían 100 años de la Toma de la Bastilla y de la proclamación de los principios de libertad, igualdad y fraternidad, que sirvieron de inspiración para la independencia de muchas naciones en la tierra. Sin embargo, el lamentable baño de sangre real que sucedió a la Revolución Francesa cohibió a monarquías europeas de entonces, como Inglaterra y Prusia, a participar de la exposición.

Pero además, la Tercera República Francesa necesitaba la exposición para recuperar la moral de la nación, tras la caída del Segundo Imperio y la vergonzosa derrota en la guerra Franco-Prusiana en 1871. Era pues imprescindible lograr una imagen que pusiera de nuevo a Francia en la palestra de las grandes potencias europeas [6].

Este período arquitectónico de la "arquitectura de la ingeniería" y del "eclecticismo historicista", tuvo tres campos de aplicación: la de los puentes de hierro, la de las grandes cubiertas de hierro y cristal (palacio de cristal para la misma exposición) y la de las altas estructuras (Torre Eiffel y grandes almacenes como los de la Escuela de Chicago). En el apogeo de su poder económico, Francia se entregó a un festival de exposiciones y Gustavo Eiffel, fue quien llevó a la cúspide las realizaciones de hierro laminado y roblones. Sus dos geniales obras: La Galería de las Máquinas y la Torre Eiffel [7].

Justamente en esta época se estaba innovando, dejando fuera la moda o el mundo del espectáculo, Eiffel no se basaba en imágenes, o preconceptos establecidos, Vargas Llosa nos declara que un hecho singular de la sociedad contemporánea es el eclipse de un personaje que desde hace siglos y hasta hace relativamente pocos años desempeñaba un papel importante en la vida de las naciones: el intelectual. Hay excepciones, pero, entre ellas, las que suelen contar -porque llegan a los medios- son las encaminadas más a la autopromoción y el exhibicionismo que a la defensa de un principio o un valor. Porque, en la civilización del espectáculo, el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón [8]. Y es justamente lo que no hace Eiffel; él defiende un principio, un valor, su ideal, a pesar de ir en contra de la sociedad, logró su propósito, sin seguir a esta civilización del espectáculo, él no se volvió un Bufón sino todo lo contrario.

El protagonista de esta historia, Gustave Eiffel hace historia dejando un hito en la ciudad de las luces, como menciona Carlyle la vida histórica entera la identificó con la vida de los grandes hombres; sin ellos no habría historia: habría estancamiento y ésto significaría muerte [9]. Eiffel no llevó a cabo la ejecución de la torre sin oposición. Decenas de artistas, literatos, poetas, escultores y otros intelectuales, entre los que estaban Charles Garnier y Alexander Dumas, escribieron una carta abierta condenando la torre, a la que veían como un monstruoso artefacto que ineludiblemente destruiría el bello perfil de París [10].

En dicha carta se comentó: "Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, apasionados aficionados por la belleza de París hasta ahora intacta, venimos a protestar con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra indignación, en nombre del gusto francés anónimo, en nombre del arte y de la historia francesa amenazadas, contra la erección en pleno corazón de nuestra capital, de la inútil y monstruosa Torre Eiffel, a la que la picaresca pública, a menudo poseedora de sentido común y espíritu de justicia, ya ha bautizado con el nombre de Torre de Babel" [11].

El destino de la torre al cabo de 20 años, parecía no ser otro que su destrucción. Fue por eso que Eiffel hizo hincapié en las grandes ventajas científicas que una construcción de este tipo podía aportar e hizo instalar una estación meteorológica en la cima y, más adelante, una antena telegráfica, cuyos beneficios quedaron altamente comprobados a nivel militar. Así, Eiffel salvó su torre [12].

Después de esto se creó un sentimiento de atracción/repulsión de los artistas frente a la Torre Eiffel; sin duda, es Roland Barthes quien mejor describe este sentimiento: "Mirada, objeto, símbolo, la torre es todo lo que el hombre pone en ella y que todo es infinito. Espectáculo mirando y mirando, edificio inútil e irreemplazable, mundo familiar y símbolo heroico, testigo de un siglo y monumento siempre nuevo, objeto inimitable y sin cesar reproducido, es el signo puro, abierto a cada tiempo, a todas las imágenes y a todos los sentidos, la metáfora sin freno; a través de la torre, los hombres llevan esta gran función de la imaginación, que es su libertad, ya que ninguna historia, por muy sombría que sea, jamás pudo quitársela".

Podemos afirmar que precisamente esta torre que en su momento fue innovadora, única, objetiva, sin formar parte de la moda de su época, basada en imágenes preestablecidas, o preconceptos ya formulados, hoy en día, si forma parte del espectáculo, ya que su ciudad es reconocida por dicha imagen, y podría casi afirmar que muchas ciudades han intentado tener su propio icono, su propio hito, copiando este concepto para atraer turistas, bien lo dice Guy Debord, el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes [13].

También nos comenta que el principio del fetichismo de la mercancía, es la dominación de la sociedad a través de "cosas suprasensibles aunque sensibles" lo que se hace absolutamente efectivo en el espectáculo, en donde el mundo sensible se encuentra reemplazado por una selección de imágenes que existe por encima de el y que, al mismo tiempo, se ha hecho reconocer como lo sensible por excelencia [14]. Y es así como muchísimas personas sólo quieren conocer esta ciudad por dichas imágenes, por su torre, y no se está cuestionando el valor simbólico y arquitectónico de la torre, el valor lo tienen, pero es precisamente estas imágenes que solo ven a París como una torre, y ya lo había mencionado antes, que sería París sin su torre, o que sería la torre sin París. Tanta fue la fuerza de la percepción visual y de la propaganda lírica, que la torre devino la imagen espacial conocida y familiar de la ciudad, de un París que era ya para siempre el recuerdo de la imagen de su torre [15].

Notas

1. Cassirer, E. "El mito del Estado", México: FCE, 1947.
2. Mundo city. (s.f.). Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://www.mundocity.com/europa/paris/torre-eiffel.html
3. Mi Moleskine Arquitectónico. (s.f.). Recuperado el 14 de Sewptiembre de 2012, de http://moleskinearquitectonico.blogspot.mx/2010/10/la-torre-eiffel-y-la-exposicion.html
4. Orriols, R. (s.f.). Les traces de l'efímer. Recuperado el 14 de Septiembre de 2012, de http://www.etsav.upc.es/personals/monclus/materialesopt05/T1LES%20TRACES%20DE%20L%E2%80%99EF%C3%8DMER.pdf 5. Dulac, A. A. (s.f.). Facultad de Diseño y Comunicación. Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/publicacionesdc/vista/detalle_articulo.php?id_libro=120&id_articulo=449 6. Mi Moleskine Arquitectónico, op. cit.
7. Proyecto y Obra. (2000). Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://www.proyectoyobra.com/torreiffel.asp
8. Llosa, M. V. "La civilizacion del espectáculo", Madrid: Santillana Ediciones Generales, S. L. 2012.
9. Cassirer, E. op. cit.
10. Mi Moleskine Arquitectónico, op. cit.
11. González, T. d. (s.f.). Los artistas contra la Torre Eiffel. Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://www.iesxunqueira1.com/maupassant/Articulos/eiffel_y_los_artistas.pdf
12. Mundo city, op. cit.
13. Debord, G., "La sociedad del espectaculo". Paris: Ediciones Naufragio, 1967, p. 9.
14. Debord, op. cit. p. 21.
15. Llera, "Breve historia de la arquitectura", México: Diana, 2006, p.21.

Bibliografía


Cassirer, E. "El mito del Estado", México: FCE, 1947.
Debord, G., "La sociedad del espectaculo". Paris: Ediciones Naufragio, 1977.
Dulac, A. A. (s.f.). Facultad de Diseño y Comunicación. Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/publicacionesdc/vista/detalle_articulo.php?id_libro=120&id_articulo=449 González, T. d. (s.f.). Los artistas contra la torre Eiffel. Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://www.iesxunqueira1.com/maupassant/Articulos/eiffel_y_los_artistas.pdf
Llera, "Breve historia de la arquitectura", México: Diana, 2006.
Llosa, M. V. "La civilizacion del espectáculo", Madrid: Santillana Ediciones Generales, S. L. 2012.
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Orriols, R. (s.f.). Les traces de l'efímer. Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://www.etsav.upc.es/personals/monclus/materialesopt05/T1LES%20TRACES%20DE%20L%E2%80%99EF%C3%8DMER.pdf Proyecto y Obra. (2000). Recuperado el 14 de septiembre de 2012, de http://www.proyectoyobra.com/torreiffel.asp

Yhessy Aurora Paredes Chávez