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¿Es la arquitectura un arte?
Milena Quintanilla Carranza
Si entendemos al arte como una "manifestación comunicativa de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal que interpreta lo real o imaginado, o en general una visión del mundo por medio de recursos plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos" [1], no podemos reducir su estudio a la estética, pues ésta analiza en general "la esencia de lo bello" [2] siendo este último, un concepto subjetivo que no puede equipararse entre una corriente artística y otra, ya que sus principios responden a un contexto al que muchas veces somos ajenos y deberíamos estudiar, vivir y comprender desde lo más profundo a fin de calificarlo como bello.
Sin embargo, recurriendo las teorías de Kant, en su Critica del juicio, éste define a la estética como "la rama filosófica que estudia e investiga el origen del sentimiento puro y su manifestación, que es el arte" [3]. De esta manera, el filósofo interpreta a la estética como la disciplina cuyo objetivo primordial es la reflexión sobre el arte, pues analiza filosóficamente los valores que en éste se encuentran contenidos.
Partiendo de esta definición kantiana, bien podemos incluir a la arquitectura como una de las artes, pues su historia y sus manifestaciones morfogenéticas [4], (así llamadas por W. Worringer en La esencia del gótico) son testigo de cómo se le ha dado sentido al mundo a través del tiempo, entendido como presencia "única" y exteriorización genuina de la cultura, los anhelos, las creencias, los mitos, las tradiciones y toda la espiritualidad de una cultura que habita en un determinado momento histórico, espacial y temporal. Es así como la comprensión y la historia de la arquitectura tiene que estar "fundada desde sus propios supuestos" [5], entendiendo que "la voluntad de forma que revela la arquitectura surge de necesidades humanas y de la voluntad de forma que se reflejo? en su tiempo, desde el más pequeño pliegue de un traje con la misma fuerza y evidencia que en las grandes catedrales" [6]. Así, entendemos que hay voluntades que consciente o inconscientemente se manifiestan en todas las expresiones de la vida.
Pensemos, por ejemplo, en las primeras manifestaciones de la arquitectura hace unos nueve mil años, las cuales tuvieron lugar en cuanto se empezó a cultivar la tierra de manera regular, permitiendo al ser humano pasar de estado nómada a sedentario. Sabemos que este acontecimiento tuvo lugar más o menos simultáneamente en las orillas del Nilo y en el Creciente Fértil, en lo que hoy conocemos como Egipto, Israel, Iraq e Irán. Los habitantes de estas zonas, edificaron primeramente sus casas permanentes, cubriendo con ello la necesidad de cobijo. Sin embargo, los santuarios, templos y palacios fueron unas de las primeras manifestaciones arquitectónicas que se construyeron, lo que no hubiera sido posible, si se subestima lo que Worringer nombra la voluntad artística [7] del ser humano primitivo; así como también sus ideales, sus creencias, sus mitos y tradiciones.
Retomando la historia de las primeras civilizaciones, encontramos que éstas eran gobernadas por sacerdotes y monarcas. "Los sacerdotes se encargaban de interpretar la voluntad de un panteón de dioses que -según se creía-, tenían el poder de hacer que la tierra fuera generosa" [8]; pero este fenómeno mítico, no podía ocurrir en cualquier sitio, sino que se requería de un espacio con características o propiedades especiales, en las cuales un suceso sobrehumano pudiera acontecer. Heidegger en sus reflexiones sobre el ser, nos explica que la existencia no puede ocurrir más que un espacio; es decir, somos y habitamos al mismo tiempo, esto es y siempre ha sido una dualidad indisoluble; de aquí se deriva el concepto del "Ser ahí en el mundo" (Dasein) [9]. De este modo, el mágico acontecimiento ocurría en el espacio apto: los templos. En esta dinámica se diseñan y se construyen los zigurats, a manera de pirámides que se desarrollaron verticalmente mediante plataformas que intentan alcanzar el cielo, y que estaban dedicadas a los dioses que regían su sistema de creencias, y gracias a los cuales, se admitía que se generaran las condiciones de vida y los fenómenos naturales en el mundo. ¿Cómo negar en aquel momento la razón de ser de tanto esfuerzo y dedicación?
Otra expresión muy evidente de la morfogénesis la encontramos en el antiguo Egipto, donde la arquitectura se desarrollo? durante un largo periodo de tiempo (aproximadamente unos tres mil años). Recordemos que en esta cultura el sistema de creencias estaba regido por los ciclos y el caudal del río Nilo, pues éste era fuente principal de la cosecha y desarrollo de la vida de aquella sociedad. Cuando el caudal del río bajaba, los agricultores y jornales tenían poco que hacer, por lo que durante esta temporada la mano de obra se dedicaba a trabajar en los majestuosos monumentos que en nuestros días, después de casi cinco mil años de ser erigidas, siguen en pie y continúan siendo maravillas dignas de admiración. Pero nuevamente, la razón de ser del arduo trabajo y prolongado tiempo que significó su construcción se origina en un ideal, un anhelo de trascendencia hacia lo intangible, hacia lo que no se puede explicar con palabras ni con objetos, pero que indudablemente cohesionaba a aquella remota comunidad.
En este sentido, no podemos estudiar la morfogénesis de las pirámides ni su valor artístico sin antes comprender este portento, pues en ello estriba su radical diferencia con relación a otras manifestaciones arquitectónicas desarrolladas en otros tiempos y en otros lugares cuyas condiciones fueron sumamente distintas. Podríamos continuar con una multiplicidad de ejemplos arquitectónicos desde el África antigua, pasando por el mundo de la Grecia clásica, romana, la arquitectura del Imperio de Oriente, el Gótico, el Renacimiento o el Barroco, hasta las manifestaciones más contemporáneas de la arquitectura, inclusive; y en todas, podríamos reparar que cada una surgió de "necesidades históricas humanas" [10], muy específicas y pertinentes a su contexto socio-histórico, filosófico y además espiritual [11]; pero también de voluntades si consideramos la máxima siguiente: "se ha podido todo lo que se ha querido, y lo que no se ha podido es porque no estaba en la dirección de la voluntad artística" [12].
Worringer nos comparte otras reflexiones que vale la pena meditar. Dice que no podemos considerar el arte pasado tan sólo por la evolución de su técnica traducida en capacidad artística, pues esta última, no es origen ni motivo sino resultado de la voluntad artística. "Cuando consideramos el arte pasado creemos percibir una diferencia notoria entre la voluntad y la capacidad; pero realmente esa diferencia no es sino la diferencia entre nuestra voluntad artística y la voluntad de la época pretérita". [13] (Wilhelm Worringer, 1942).
Es decir, la diferencia entre las manifestaciones arquitectónicas en la historia proviene de lo que se anhela, pues esto determina lo que se puede. Sobre esta base, consideramos que trascender la condición única de belleza es uno de los fines que debe atender la arquitectura en nuestros tiempos, pues ésta tiene razones de carácter utilitario, semiótico, espiritual e incluso hasta ético; que superan a lo estético -y a lo espectacular-. La concepción y construcción de obras arquitectónicas que no se plantea estas cuestiones, resulta mera edificación y no logra trascender, construirse en el real sentido de la palabra [14].
De este modo puede concluirse que arte y arquitectura son una misma cosa si atendemos a sus fines y a su esencia. Mi opinión es que desde nuestra disciplina, en este caso particular, la arquitectura, nos es vital plantearnos estas preguntas por el origen y la condición artística de los objetos urbano-arquitectónicos artísticos, ya que antes de poder construir, tenemos la responsabilidad de sentar las bases para que nuestro entorno espacial sea cada vez más artístico, en el sentido de que los diseños urbano-arquitectónicos sean capaces de interpretar las necesidades humanas históricas y expresar las voluntades artísticas de nuestra sociedad en los espacios, así como también nos es urgente la comprensión de la cosmogonía de la comunidad para la cual serán concebidos, para con ello lograr que los seres humanos puedan identificarse con su entorno, puedan congregarse en los espacios, puedan convertirse en lugares entrañables para ellos, y sentirse más humanos, aquí en el mundo que nos acoge.
Notas
1.- AA.VV., Enciclopedia del Arte Garzanti. Ediciones B, Barcelona, 1991.
2.- Worringer, W., La esencia del gótico, Distrito Federal, México: FCE, 1942. Pp. 13 y 14.
3.- Kant, I., Critica del juicio, Traducción de Manuel Garcia Morente, Madrid España: Tecnos, 2007.
4.- Para Wilhelm Worringer en su libro La esencia del gótico, óp. cit., las manifestaciones morfogenéticas, son aquellas que impulsan la necesidad de expresarse formalmente en los estilos y su evolución, manifestándose en cambios cuya regularidad se hallan en la relación entre el ser humano y el mundo exterior (relación llena de variantes).
5.- Worringer, óp. Cit. pp. 9-28.
6.- Ibídem, p.13. 7.- Ibídem, p.15, Worringer explica a la voluntad artística como expresión de los valores internos de una corriente artística, la cual denota que a lo largo de la historia del arte.
8.- Glancey, J., Historia de la arquitectura, Distrito Federal, México: Planeta DK, 2000, pp. 9-21.
9.- Heidegger, M., El Ser y el tiempo, México, D.F.: FCE, 1971.
10.- Worringer, W., óp. Cit., pp.19-28.
11.- Entiéndase espiritual en el sentido relacionado con lo inmaterial, profundo y esencial del ser humano, y no en el sentido espectral o fantasmal.
12.- Worringer, óp. Cit. p.15.
13.- Ídem.
14.- Heidegger, en su ensayo Construir, habitar, pensar, analiza el origen de la palabra "construir" en su idioma alemán: bauen. El término se origina de la palabra "bin", que significa "soy". Luego, el modo como tú eres, yo soy, la manera según los hombres somos en la tierra es el "buan", el habitar. De este modo, nos devela que nuestro estado existencial primitivo ya significa en sí habitar. El "bauen" se despliega además en el construir como edificar ("aedificare" en latín). El sentido propio del construir, a saber, el habitar, ha caído en el olvido con el paso del tiempo.
Bibliografía
AA.VV., Enciclopedia del Arte Garzanti. Ediciones B, Barcelona, 1991.
Glancey, J., Historia de la arquitectura, México, D.F.: Planeta DK, 2000.
Heidegger, M., El Ser y el tiempo, México, D.F.: FCE, 1971.
___________, Habitar, construir, pensar, Traducción de Eustaquio Barjau en Conferencias y artículos, España: Barcelona: Serbal, 1994.
Kant, I., Critica del juicio, Traducción de Manuel Garcia Morente, Madrid España: Tecnos, 2007.
Worringer, W. La esencia del gótico. Fondo de Cultura Económica. México D.F., 1942.