Como sucede con la palabra literaria, por medio de la imaginación, los arquitectos diseñamos, prefiguramos y habitamos otros espacios que aún no existen en nuestra realidad física, y, en este proceso imaginario, también nos vamos construyendo a nosotros mismos como personas. Mediante la literatura, y de otros lenguajes artísticos no verbales, como lo es la arquitectura, edificada o imaginada, nos es posible abandonar nuestra realidad e irnos como a un viaje, pero llevándonos nuestra individualidad, nuestra memoria y nuestro muy particular modo de comprender el mundo.
Con este bagaje personal arribamos a otros contextos, a otros tiempos y espacios, a otras historias para, sin prejuicio alguno, despojarnos libremente de nuestros ropajes, y enfundarnos el traje de otros y habitar otras realidades: la del héroe o la del villano, la del hombre o de la mujer, la del abuelo o la del niño, de este o de otros tiempos.
Lo maravilloso de imaginar o de habitar otros contextos, circunstancias o realidades creados por el lenguaje verbal o el no verbal, es haber sido o bien poder ser "otros". A esto lo podemos denominar aquí en términos heideggerianos como “la desocultación de una verdad”… y esto es lo que también llamamos poética literaria y poética arquitectónica.
En efecto, el lenguaje poético de las artes, como lo son la literatura, la arquitectura, la poesía, la música u otras, nos permite “desocultar” verdades anheladas, verdades esperadas y deseadas que se instauran en nuestra realidad originaria para poder estar en ella renovados, enriquecidos y, sobre todo, más humanos.
Y podemos decir aquí que las artes, la literatura y la arquitectura implican discursos análogos que se construyen mediante un particular proceso creativo en el que existen diversas concordancias que dan como resultado un poema, una narración, un cuento o el diseño de un espacio habitable.
En el proceso proyectual arquitectónico –oficio primigenio del arquitecto–, es decir, en la elaboración del código de edificación de un espacio previamente habitado imaginariamente, así como en la creación poética literaria, los objetos, la relación del adentro con el afuera y viceversa, las imágenes visuales, las olfativas, las táctiles, las auditivas, también las emociones y nuestros sentidos internos, tales como la memoria la inteligencia y la voluntad, se evocan, y de hecho se animan en nuestra realidad cotidiana, para construirnos y renovarnos.
Y así también, cuando recorremos un espacio arquitectónico, un cuento o un poema, realizamos en él, real o imaginariamente, un singular paseo por una serie de eventos que no podrían verdaderamente ser sin el tiempo ni los espacios. En otras palabras, tanto en la arquitectura como en la literatura, habitadores o lectores nos apropiamos de esos espacios y tiempos, los habitamos, les pertenecemos, y también ellos a nosotros.
Por todo esto, podemos afirmar aquí que cada proyecto arquitectónico edificado, aún no edificado o incluso que ya no exista en la realidad tangible y que es considerado arte porque desoculta, funda, instaura un mundo, podría narrarse como un cuento o como un poema. Así, las obras artísticas de arquitectura y de literatura constituyen textos cerrados en sí mismos, precisos en su construcción, continentes que se habitan, y que nos habitan, a los que nada les falta y nada les sobra.
Ampliando aún más esta idea de comprensión acerca de los espacios o textos que habitamos los seres humanos, y que nos habitan a nosotros, decimos que ellos nos otorgan pertenencia, identidad, cobijo, que nos son entrañables y que nos permiten afirmar "Yo soy el espacio en donde estoy". Y esto es particularmente revelador en los correlatos de la literatura. Leamos a continuación algunos ejemplos provenientes de la cuentística.
En el cuento "La luz es como el agua" de Gabriel García Márquez, los elementos mágicos de que está plagada la realidad nos trasladan al Paseo de la Castellana, donde gozamos con Totó y Joel "abriendo la llave", para que el espacio se pueble de luz y podamos navegar libremente en él, al lado de estos creativos niños, mostrándonos lo que es posible construir imaginariamente en pleno contexto de la cultura urbana madrileña.
En "Casa tomada", Julio Cortázar nos hace habitar y padecer los espacios junto con los protagonistas. Nuestro corazón sangra con el de Irene y el de su hermano ante la patética realidad urbana que viven actualmente muchas familias despojadas de sus propias casas. Más aún, durante la lectura de este cuento es fácil trazar imaginariamente los planos arquitectónicos de esta vieja casona en el corazón de Buenos Aires.
Los largos y sutiles párrafos en el cuento "Los baños de Celeste" de Alejandro Aura, nos sumergen en los espacios húmedos, provocativos y evanescentes de una intimidad que se percibe exclusivamente por el ojo de la cerradura de una puerta:
(…) Imagen bordada en los bastidores de la magia y a través de los cuales yo habría de encontrar el sentido de la libertad. ...Yo habría de estar a solas finalmente, hundido en mansedumbre, almiatado; porque así como tú no podías escapar de tu destino, yo no podía escaparme de mí mismo, desvanecerme en el aire de la recámara aquel día que dejaste la puerta entreabierta, y todo, la manija de la chapa, las paredes, el espejo, estaba lleno de tu perfume.
El sentido de pertenencia y de identidad que nos brindaron algunos espacios en nuestra infancia, que atesoramos en los recuerdos y anhelamos reencontrar siempre en cada sitio que habitamos, parece hoy día no ocupar mucho la consideración de algunos arquitectos. Y, a propósito de esto, en "El árbol perdido" de Francisco Segovia, leemos lo siguiente:
Se precipitó por la entrada lateral, rodeó la casa y de pronto se detuvo. Lo que tenía enfrente era un jardín japonés. Ha costado mucho trabajo y mucho dinero hacerlo pronto, no quiso saber de quién era la voz. Recorrió el lugar en todas direcciones. El árbol ya no existía. Creyó desfallecer y se fue casi huyendo.
Quien lea este cuento vivirá el doloroso estremecimiento de una persona que busca reencontrar inamovibles los espacios de la infancia, y que no sólo no los encuentra, sino que se da cuenta de que a nadie más que a él le han importado. Pero, sin embargo, más adelante, en el mismo cuento, nos dice el autor que es posible recuperar en la vida, aunque de otra manera, aquello que pensábamos perdido; cito a Francisco Segovia:
"Allí estaba el árbol, y era suyo. El único. No se habían secado del todo ni viejas añoranzas ni tristezas. La compañía paterna, el huerto antiguo y también Cecilia". Y es que los espacios de la infancia, como bien nos dice Gastón Bachelard, nos acompañan dentro de nosotros mismos para siempre, anhelando reinstaurarse en una nueva realidad (op. cit.).
En otros cuentos se nos habla del sosiego y de la confianza que otorgan algunos de nuestros lugares amados, un ejemplo es "La plaza" de Juan García Ponce, quien finaliza el cuento diciendo:
los pájaros empezaron a cantar invisibles entre las ramas de los laureles, y luego las campanas dejaron escapar su seco y prolongado sonido sobre el canto, como si no viniera de las torres de la iglesia, sino de mucho más atrás, de un espacio distinto que se precipitó sobre C, igual que una vasta ola, dulce, silenciosa y cada vez más grande, que se extendiera sin límites, oscura y envolvente como una noche hecha de luz en vez de sombras que lo cubriera todo con su callado manto. Por primera vez en mucho tiempo, como no lo había sentido en compañía de nadie ante ningún acontecimiento, C sintió una muda y permanente felicidad, y la plaza, a la que supo regresaría ahora definitivamente todas las tardes, se quedó otra vez en su interior, encerrando todo en un tiempo que está más allá del tiempo y le devolvía a C durante un instante fugaz pero imperecedero toda su substancia.
Y qué decir de la narración "Arquitectura hechizada" de Vicente Quirarte (2001: 608-615), en la que se reconstruyen, de manera quizá más realista, los espacios arquitectónicos e hitos urbanos que brindan identidad y pertenencia a los "centrícolas":
Vivir en el Centro no sólo era vivir en el corazón de la ciudad, sino latir en el centro del mundo. Enterarse, antes que nadie, de lo nuevo. Sus mitologías se forjaban en consonancia con las vivencias. ...Centrícola es eminentemente la Gente de la Ciudad. ...San Juan de Letrán huele a tacos de canasta y de carnitas, a tortas compuestas, tepache, jugo de caña, aguas frescas, lámparas de kerosén, perfume barato, líquido para encendedores, dulces garapiñados, papel periódico de revista, de librito de versos de Antonio Plaza y novelita pornográfica... Si la arquitectura es la piel de la ciudad y los habitantes que pueblan y recorren sus arterias constituyen su sangre, las diversas lecturas de la capital equivalen en su conjunto a un gran tratado de anatomía urbana, a un inventario donde no pueden ser ignorados los fantasmas que justifican al presente.
En este texto de Quirarte se cita también la demanda de Juan Villoro para una nueva forma de arquitectura espiritual del barrio, no a través de la reconstrucción cartográfica, sino mediante la traducción de las ensoñaciones que la urbe provoca en sus habitantes, exigencia a la que algunos arquitectos estamos intentando dar respuesta.
Muchos otros ejemplos encontramos en Borges, escritor argentino quien, quizá más que otros autores, nos abre a los arquitectos un amplio panorama de posibles lecturas del espacio habitable. En efecto, con la aportación de varios de sus temas y recursos de creación literaria, tales como el laberinto, el espejo, el "adentro y afuera", lo marginal, los largos, pausados y también trepidantes recorridos en el tiempo y en el espacio, Borges nos atrapa en sus cuentos. "El Aleph", por ejemplo, es un sorprendente infinito localizado en el sótano de la casa de Beatriz Viterbo; es todo un universo que cabe en un "rincón", en términos bachelardianos, espacio que nos revela el germen de una existencia, de una casa, de la conciencia de la mortalidad y de la eternidad, esa inmensidad íntima que habita en cada alma humana.
Son estos ejemplos de la literatura algunas muestras con las que pretendemos motivar a los arquitectos en el taller Arquitectura y Humanidades del Programa de Maestría y Doctorado en Arquitectura de la UNAM, para encontrar en la Literatura las pautas de los diseños arquitectónicos de calidad, de calidad poéticamente habitable.
Y en cuanto a la poética arquitectónica, hay mucho que decir desde la literatura. Así, cuando afirmamos que "una imagen dice mil palabras", es cierto; sin embargo, una palabra, puesta en un poema, evoca un sin fin de imágenes vivas que estimulan todos los sentidos físicos e internos. En efecto, la Poesía nos sugiere un infinito de imágenes poéticas de los espacios habitados, amados, padecidos o anhelados, y esto cobra singular importancia para el arquitecto, ya que lo acercan al espacio real de una manera como ninguna otra forma representativa visual lo puede hacer.
Y para verificar esto, a continuación, algunos ejemplos. En un fragmento del bello poema "Mañana errabunda", el jalisciense Francisco González León dice:
Sin el convento que en el río se copia,
sin el halcón que silencioso acecha
posado en la alta cruz de la Parroquia
Sin todas esas cosas;
sin toda esa quietud enjuta en rosas:
sin toda esa poesía; faltará al pueblo su fisonomía.
En otro caso, Pablo Neruda en "A la Sebastiana" (De plenos poderes, 1962) evoca un millón de imágenes sobre el proceso constructivo de una de las casas que él mismo edificó. El poema comienza así:
Yo construí la casa
la hice primero de aire
luego subí en el aire la bandera
y la dejé colgada del firmamento,
de la estrella, de la claridad y de la oscuridad.
Cemento, hierro, vidrio eran la fábula,
valían más que el trigo y como el oro,
(...)
Ya no pensemos más: ésta es la casa:
Ya todo lo que falta será azul,
lo que necesita es florecer;
y eso es trabajo de la primavera.
Como vemos en los ejemplos anteriores, definitivamente existe una correspondencia esencial entre la arquitectura y la poesía. En efecto, Martin Heidegger, en su libro Arte y poesía, afirma que "todo arte es en esencia poesía, que poesía es la desocultación de la verdad, que la verdad es la esencia del ente en sí y que sólo poéticamente es como el hombre habita la Tierra". Parafraseando el texto de Heidegger, nos atrevemos entonces a decir aquí que la arquitectura es poesía edificada en palabras de habitabilidad, la cual desoculta cierta verdad que, por medio de una voluntad humana, instaura un lugar.
Y, sobre esta misma idea, Octavio Paz, en su libro El arco y la lira (1956: 20), nos dice que "las diferencias entre el idioma hablado o escrito y los otros —plásticos, musicales o arquitectónicos— son muy profundas, pero no tanto que nos hagan olvidar que todos son, esencialmente lenguajes: sistemas expresivos dotados de poder significativo y comunicativo. Es más fácil, [nos dice él], traducir los poemas aztecas a sus equivalentes arquitectónicos y escultóricos que a la lengua española; y que el lenguaje de 'Primero sueño' de Sor Juana Inés de la Cruz no es muy distinto al del Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México. Así, las palabras verbales y no verbales del poeta son voces vivas, y lo serán de su comunidad".
Hoy día, inmersos en un mundo en el que, tal como nos dice Guy Debord, consumimos principalmente con el sentido de la vista y que nos aleja de el ser para encarcelarnos en el parecer y en el falso aparentar, bien podríamos buscar reinstaurar otras pautas para el diseño arquitectónico desde la literatura y a la vez confirmar lo que, de vocación y oficio, nos demanda la poesía…, y ¿a qué nos referimos con esto de vocación u oficio? De nuevo acudamos a Octavio Paz en El arco y la lira (1956: 26), quien nos señala que "los poemas (al igual que los diseños arquitectónicos de los espacios que habitamos los seres humanos) no son [afortunadamente] productos susceptibles de intercambio mercantil; [ya que] el esfuerzo que se gasta en su creación no puede reducirse al valor monetario actual del trabajo”. De ahí que el oficio de poeta —arquitecto, escultor o músico— demande nuestra entrega al oficio de poetas. Esto es una frase esperanzadora y a la vez salvadora, ya que lo poético no está en rivalidad con lo comercial, ni se piensa en lo absoluto que lo poético es un lujo… todo lo contrario, lo poético nutre a la realidad comercial, tecnológica, racional instaurándole vida verdadera, sentido de ser.
Las ideas aquí expuestas forman parte de un proyecto de investigación educativa transdisciplinar que se titula "Arquitectura y Humanidades". Parte de este trabajo se presenta publicado en compilaciones empíricas en el sitio www.architecthum.edu.mx. El trabajo comenzó en 1998 y se elabora en el marco de la libertad de cátedra y de la gratuidad académica. El proyecto "Arquitectura y Humanidades" intenta ser un espacio académico de consulta y apoyo para quienes buscan reinstaurar una esencial razón de ser arquitectos, esto es: habitar poéticamente la Tierra, en primera persona del plural.
María Elena Hernández Alvarez
Ciudad de México, enero de 2019
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Referencias
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Bachelard, Gastón (1975 [1957]), La poética del espacio, México, Fondo de Cultura Económica, México, 2a. edición.
Borges J. L. (1975). "El libro de Arena". En: Obras completas de Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Emecé.
Cortázar, Julio, “Casa tomada". Recuperado de www.albalearning.com, enero de 2019.
Debord, Guy (2005). La Sociedad del Espectáculo, México, Pre-Textos.
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Segovia Francisco "El árbol perdido". Recuperado de www.architecthum.edu.mx, enero de 2019.
www.architecthum.edu.mx
www.albalearning.com
www.poesias.com
Doctora en Arquitectura, UNAM; Maestra en Humanidades; Licenciada en Arquitectura; con un Master en Dirección de Empresas Inmobiliarias y Constructoras; otros estudios de posgrado en Diseño de Hospitales (ESIA-Instituto Politécnico Nacional), Educación y otros temas (UNAM, U. de las Américas, U. Politécnica de Madrid, U. Iberoamericana, Instituto Politécnico Nacional, U. Anáhuac, ISCYTAC, entre otros). Ha impartido cátedras en la UNAM, las Escuelas de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional, de la Universidad Anáhuac, de la Universidad Iberoamericana, entre otras. Fue primer mujer directora de una Escuela de Arquitectura en México y directora de la primer Escuela de Arquitectura de La Laguna (Torreón, Coah., Gómez Palacio, y Ciudad Lerdo, Dgo., México), en el Instituto Superior de Ciencia y Tecnología, A.C. Desde 1997 es titular del Seminario de Área y Taller de Investigación "Arquitectura y Humanidades" en el Programa de Maestría y Doctorado en Arquitectura de la UNAM. Fundadora y directora de www.architecthum.edu.mx (en internet desde 1999) y de ARCHITECTHUM PLUS, S.C., editores de libros en todo el mundo desde 2006. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas. Autora y compiladora de varios libros entre ellos Arquitectura en la Poesía (UNAM), Supuestos Morfogenéticos de la Arquitectura: el caso de la Catedral Gótica, El espacio en la narración (UNAM), Colección Arquitectura y Humanidades (UNAM). Medalla Alfono Caso, UNAM. Académica de Número de la Academia Nacional de Arquitectura desde 2003. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI-CONACYT).
Recuperado de www.architecthum.edu.mx, enero de 2019. En adelante las citas fueron recuperadas de este sitio web.
Recuperado de www.albalearning.com, enero de 2019.
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