El huésped del tiempo
CASAS 3
Pocos hombres conocen ya la mezclada tarea de hacer con sus manos la casa con la que dormirán. Es un trabajo pegajoso hecho constantemente en un atávico estrabismo que no le deja enfocar bien una idea de lo que hace. Como si mientras arriba impera el torso empeñado en su lucida edificación, de cintura para abajo siguiéramos hundidos en una confusa gleba de ásperos escarbamientos y duras grietas de acurrucarse. Toda casa quiere crecer hacia el cielo pero empieza a ras de madriguera y nunca puede ocultar del todo cómo edificar es el ramal de un empeño que sigue cada vez empezando en labranza. La casa no se eleva sino después de haberle sepultado en la sombra una raíz, siempre se empieza hacia abajo, y el hombre que jadeó largamente preparando él mismo el festín de sus nupcias y no compró ya hechas las bodas con su morada es el único que no olvidará nunca ese linaje oscuro y sabrá que dormir con su casa es siempre hundirse en una tierra un día laboriosamente desflorada.
Tomás Segovia
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