Alfonso
Reyes
(Monterrey, 1889 -
Ciudad de México, 1959) Ensayista, crítico, poeta y narrador mexicano,
relacionado con la mejor tradicion literaria occidental, desde la antigüedad
grecolatina hasta las creaciones de Mallarmé y la estética simbolista.
Ejerció un notable magisterio en la cultura de su tiempo, promovió la
fundación de sólidas instituciones dedicadas a la difusión del conocimiento,
y marcó la obra de casi todos los escritores mexicanos posteriores a él,
como Octavio Paz y Carlos Fuentes.
Hijo de Bernardo Reyes,
gobernador de Nuevo León, y figura muy cercana a Porfirio Díaz, tuvo una
infancia rica en lecturas y experiencias vitales. En la ciudad de México
perteneció al brillante grupo intelectual de la Escuela Nacional Preparatoria.
Junto con Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos fundó el
Ateneo de la Juventud, agrupación cultural que pretendía un México
moderno y contemporáneo del mundo.
Siendo aún muy joven concluyó la carrera de leyes y partió a Europa, hondamente
afectado por el asesinato de su padre, durante la etapa de la Revolución
mexicana que marcó el fin del gobierno democrático encabezado por Francisco
I. Madero. Como miembro del servicio exterior mexicano se afincó en París
en 1914, y allí publicó su volumen Cuestiones estéticas. Estudiar
los fundamentos de la creación poética y literaria fue una preocupación
recurrente de su obra a lo largo de medio siglo.
A consecuencia de la primera guerra mundial se trasladó a España, donde
compartió trabajos y experiencias con Juan Ramón Jiménez, José Ortega
y Gasset y Ramón Gómez de la Serna. En esa etapa perfeccionó su manejo
de la lengua española, uno de los rasgos que caracterizaron su estilo:
riqueza de vocablos y giros expresivos, construcciones gramaticales poco
frecuentes, uso de arcaísmos y matices delicados del significado.
Con Visión de Anáhuac (1915) conjuró cualquier acusación de extranjerizante.
Esa obra se considera una de las visiones más lúcidas y poéticas del México
prehispánico y es, hasta la fecha, lectura obligada en los cursos de cultura
mexicana. Promotor de una "aristocracia del pensamiento", ofrecía un colorido
sincretismo de la cultura occidental y la raíz indígena, dominado por
la tríada platónica: la verdad, la bondad y la belleza.
Para 1927 ya era embajador en Argentina, donde impulsó la obra del por
entonces joven Jorge Luis Borges, quien puso a su consideración el manuscrito
de El Aleph y le profesó agradecida admiración el resto de su vida.
Tras una estancia en Brasil, donde escribió el volumen Romances del río
de enero (1933) se afincó definitivamente en México en una casa-biblioteca,
hoy museo dedicado a él, que lleva el nombre de Capilla Alfonsina.
Durante los veinte años siguientes alcanzó el máximo impulso creativo,
y su figura de educador se consolidó plenamente. Autor de una obra poética
celebrada por sus contemporáneos y las generaciones posteriores, y de
una obra de ficción escasa pero interesante, obtuvo no obstante sus mayores
logros en el campo del ensayo, donde abordó los más variados temas: la
teoría literaria, la historia de Grecia, la novela policíaca y las raíces
históricas de México. Entre éstos cabe destacar Cuestiones gongorinas
(1927), Tránsito de Amado Nervo (1937), La experiencia literaria (1942),
El deslinde (1944) y Los trabajos y los días (1946)
En un conjunto apabullante de libros (compilados a excepción de los voluminosos
Diarios y una amplísima correspondencia en la serie Obras completas que
publicó, en 28 tomos, el Fondo de Cultura Económica) su escritura mantiene
un tono siempre atractivo, aleccionador y consistente, con momentos de
brillo excepcional, como en el poema dramático Ifigenia cruel (1924),
sabia asimilación de la tradición griega, o en el cuento La Cena
(incluido en El plano oblicuo, 1920), precursor del realismo mágico y
muy cercano al relato largo Aura de Carlos Fuentes.
Relevante es también la Oración del 9 de febrero (1963), texto
dedicado a la muerte de su padre, que apareció póstumamente. Lo mismo
escribió sobre el arte culinario (Memorias de cocina y bodega, 1953)
que operetas ligeras y humorísticas o poemas satíricos. Entre sus obras
de ficción son notables Árbol de pólvora (1953) y Los tres tesoros
(1955), argumento cinematográfico inspirado en un relato de R. L.
Stevenson.
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional, fue
fundador del Instituto Francés de América Latina y de El Colegio de México,
uno de los centros académicos de alto nivel más prestigiosos del país.
Por su casa transitaron Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, los hermanos
Henríquez Ureña, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y J. Gorostiza, entre
otros. Candidato al Premio Nobel en cuatro ocasiones, nunca llegó a recibirlo;
pero su constante entrega a la cultura, sus aportaciones a la literatura
mexicana y la calidad de su obra le valieron numerosos premios y reconocimientos
públicos, entre los que pueden destacarse por su significado el Premio
Nacional de Literatura, que le fue concedido en 1945, el Premio de Literatura
Manuel Ávila Camacho (1953) y el del Instituto Mexicano del Libro, que
recibió en 1954. Pocas fueron, en definitiva, las actividades culturales
mexicanas que no se vieron influidas, dirigidas u orientadas por su gran
maestría y su incansable labor.
Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/reyes.htm
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