Gabriel
García Márquez
Gabriel
García Márquez nació en Aracataca (Magdalena) el 6 de marzo de 1927. Creció
como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres,
el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron
a vivir, cuando el pequeño Gabriel contaba sólo cinco años, a la población
de Sucre, en la que don Gabriel Eligio abrió una farmacia y Luisa Santiaga
daría a luz a la mayoría de los once hijos del matrimonio.
A principios de los años cuarenta comenzó a gestarse en Barranquilla una
especie de asociación de amigos de la literatura que se llamó el Grupo
de Barranquilla; su cabeza rectora era don Ramón Vinyes. El "sabio catalán",
dueño de una librería en la que se vendía lo mejor de la literatura española,
italiana, francesa e inglesa, orientaba al grupo en las lecturas, analizaba
autores, desmontaba obras y las volvía a armar, lo que permitía descubrir
los trucos de que se servían los novelistas. La otra cabeza era José Félix
Fuenmayor, que proponía los temas y enseñaba a los jóvenes escritores
en ciernes (Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas,
entre otros) la manera de no caer en lo folclórico.
Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al principio viajaba desde
Cartagena a Barranquilla cada vez que podía. Luego, gracias a una neumonía
que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El Universal
por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla, que apareció
a partir de enero de 1950 bajo el encabezado de "La jirafa" y firmada
por "Septimus". En el periódico barranquillero trabajaban también Cepeda
Samudio, Vargas y Fuenmayor. García Márquez escribía, leía y discutía
todos los días con los tres redactores; el inseparable cuarteto se reunía
a diario en la librería del "sabio catalán" o se iba a los cafés a beber
cerveza y ron hasta altas horas de la madrugada. Polemizaban a grito herido
sobre literatura, o sobre sus propios trabajos, que los cuatro leían.
Hacían la disección de las obras de Defoe, Dos Passos, Camus, Virginia
Woolf y William Faulkner, escritor este último de gran influencia
en la literatura de ficción de América Latina y muy especialmente en la
de García Márquez; en el famoso discurso "La soledad de América Latina",
que pronunció con motivo de la entrega del premio Nobel en 1982, el colombiano
señaló que William Faulkner había sido su maestro. Sin embargo, García
Márquez nunca fue un crítico, ni un teórico literario, actividades que,
además, no fueron de su predilección: siempre prefirió contar historias.
A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela,
titulada entonces La casa, acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño,
caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa en
donde se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una
novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había
conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por La
hojarasca, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor
a los corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la
región y semejantes a las ceibas, que alcanzan una altura de entre treinta
y cuarenta metros.
El mundo de Macondo, parábola y reflejo de la tortuosa historia de la
América hispana, había sido esbozado previamente en una serie de novelas
y colecciones de cuentos; después de Cien años de soledad, nuevas obras
maestras jalonaron su trayectoria, reconocida con la concesión del Nobel
de Literatura en 1982: basta recordar títulos como El otoño del patriarca
(1975), Crónica de una muerte anunciada (1981) o El amor en los tiempos
del cólera (1985). Como máximo representante del Boom de la literatura
hispanoamericana de los años 60, García Márquez contribuyó decisivamente
a la merecida proyección que finalmente alcanzó la narrativa del continente:
el fenómeno editorial del Boom supuso, en efecto, el descubrimiento internacional
de numerosos novelistas de altísimo nivel apenas conocidos fuera de sus
respectivos países.
En
la última década del siglo XIX, Rubén Darío dio a Hispanoamérica la independencia
literaria al inaugurar la primera corriente poética autóctona, el Modernismo.
Mediado el siglo XX, correspondió al colombiano Gabriel García Márquez
situar la narrativa hispanoamericana en la primera línea de la literatura
mundial con la publicación de Cien años de soledad (1967). Obra cumbre
del llamado realismo mágico, la mítica fundación de Macondo por los Buendía
y el devenir de la aldea y de la estirpe de los fundadores hasta su extinción
constituye el núcleo de un relato maravillosamente mágico y poético, tanto
por su desbordada fantasía como por el subyugante estilo de su autor,
dotado como pocos de un prodigioso "don de contar".
Gabriel García Márquez publicaría tres trabajos en la revista: un capítulo
de La hojarasca, el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955)
y la novela breve El coronel no tiene quien le escriba (1958). En
realidad, el escritor siempre ha considerado que Mito fue trascendental;
en alguna ocasión dijo a Pedro Gómez Valderrama: "En Mito comenzaron las
cosas".
En 1967 apareció Cien años de soledad, novela cuyo universo es
una sucesión de historias fantásticas perfectamente hilvanadas en un tiempo
cíclico y mítico. Durante las siguientes décadas escribiría cinco novelas
más y se publicarían tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como
importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.
De los quince años que mediaron hasta la concesión del Nobel cabe destacar
la colección de cuentos La increíble y triste historia de la Cándida
Eréndira y de su abuela desalmada (1973), la novela "de dictador" El otoño
del patriarca (1975), tema recurrente en la tradición hispanoamericana,
y un nuevo prodigio de perfección constructiva y narrativa basado en un
suceso real y alejado del realismo mágico: la Crónica de una muerte
anunciada (1981), considerada por muchos su segunda obra maestra.
En la madrugada del 21 de octubre de 1982, García Márquez recibió una
noticia que hacía ya tiempo que esperaba por esas fechas: la Academia
Sueca acababa de otorgarle el ansiado premio Nobel de Literatura. En el
terreno literario, apenas tres años después del Nobel publicó otra de
sus mejores novelas, El amor en los tiempos del cólera (1985), extraordinaria
y dilatadísima historia de amor que tuvo una tirada inicial de 750.000
ejemplares. Deben destacarse asimismo la novela histórica El general
en su laberinto (1989), sobre el libertador Simón Bolívar, y los relatos
breves reunidos en Doce cuentos peregrinos (1992). Tras algunos años
de silencio, en 2002 García Márquez presentó la primera parte de sus memorias,
Vivir para contarla, en la que repasa los primeros treinta años
de su vida. La publicación de esta obra supuso un magno acontecimiento
editorial, con el lanzamiento simultáneo de la primera edición (un millón
de ejemplares) en todos los países hispanohablantes. En 2004 vio la luz
la que iba a ser su última novela, Memorias de mis putas tristes.
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